Familia Perfecta – Parte IV
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por EscritorsinTabues.
Familia Perfecta
Parte IV
Un buen rato después de salir de la ducha me dediqué a secar y cepillar a conciencia la melena de mi hermana, mientras ella trataba de hallarse en el espejo empañado que cubría más de media pared. Hacía rato que ya no lloraba. De hecho, se limitaba a estar allí de pie con los brazos cruzados sobre el pecho, sujetándose el Albornoz de nuestro padre que le quedaba enorme. Apenas parpadeaba.
– Cielo… Ya he terminado – No contestó.
Me puse frente a ella sujetando sus manos con las mías y dándole tiernos y cariñosos besos captando su atención.
– Escucha… sé que estás enfadada… pero quiero que sepas que Javi te quiere. Sabes que él no te haría daño. Lo de antes… ha sido por culpa del alcohol… y puede que tú no estuvieses preparada y a lo mejor todo esto ha sido un enorme error y… y creo que todo es culpa mía… y… – De nuevo, como siempre que estaba nerviosa, me aceleré sin poder dejar de hablar hasta que ella me interrumpió.
– ¿Por qué querías que se la chupara? – Sus palabras eran tan repentinas y su expresión era tan impasible que al principio me hizo dudar si realmente me había hablado o era mi imaginación. Al final arqueó una ceja lanzándome una mirada de reojo.
– Sandra… es que… no lo sé. No sé en qué estaba pensando, de verdad. Yo… –
– Lo hubiese hecho, Sonia. Por ti. Y lo peor es que lo volvería a hacer, por qué te quiero. Pero no me esperaba que me obligases. Que me pusieses entre la espada y la pared… es lo que más daño me ha hecho – Su mirada taladraba mi rostro y a mí se me hacía imposible levantar la vista por encima de su cintura. En mi estómago se agitaban un montón de sensaciones haciéndome sentir avergonzada, asustada, triste y confusa.
– Lo siento… El alcohol me… –
– ¿Y sabes que es lo que más me jode de todo? ¡Que lo estabas disfrutando como una…! – No hizo falta que terminase la frase para saber lo que quería decir, "como una zorra" – Conmigo no te pusiste así – Zanjó. No sabía muy bien que decirle y dejé pasar los segundos sintiéndome miserable.
– Es que… – Traté de explicarme pero no hallé ni el valor ni las palabras para hacerlo.
– Nunca me vas a querer igual que te quiero yo a ti ¿no? – Su rostro comenzó a perder toda la serenidad que tenía al tiempo que sus ojos se humedecían. Su labio inferior temblaba levemente como cada vez que se ponía a llorar. Pero esta vez mi hermana luchó con todas sus fuerzas para reprimir sus lágrimas mientras apartaba sus manos de las mías.
– Cielo… de verdad, me encantaría sentir lo mismo que tú… es bonito, tierno, sincero y… y… no sé… ¡Especial! Pero no puedo… – Yo seguía esperando que mi hermana liberase en cualquier momento las lágrimas que tanto se esforzaba reprimir, pero su autocontrol me sorprendía y de alguna forma incluso me cabreaba un poco porque por primera vez era yo la vulnerable. La hermana frágil y perdida.
Sin decir nada, se giró hacia la puerta y abrió con algo de miedo por encontrarse a Javi al otro lado. Podía dejar que se marchase a su cuarto, podía yo marcharme al mío y tumbarme a oscuras para aclarar mis ideas, pero en todo este jaleo ella había sido la más sincera de las dos, y ya que le estaba partiendo el corazón, al menos se merecía saber por qué lo hacía. Me crucé bloqueando la puerta y la cerré apoyando todo mi peso en ella para evitar que la abriese. Sandra volvió a girarse para impedirme ver como las primeras lágrimas escapaban de sus ojos.
Le había visto llorar muchas veces "¿Por qué ahora se esconde de mí?" pensé. Era una actitud que por algún motivo me molestaba muchísimo. Quizás por qué Sabía que en el fondo ya no quería confiar en mí. Que trataba de alejarme de ella. No me gustaba aquella sensación.
– Cariño escúchame… yo no puedo quererte así porque… así es como quiero yo a Javi… – Solté en un susurro resignado.
– Mi hermana me lanzó una mirada sorprendida por encima del hombro. Luego, al darse cuenta de que iba en serio, su cara se endureció en un gesto de enfado y se volvió para encararse a mí. Estaba furiosa.
– ¡Por eso querías que se la chupase! ¡Te gusta verle cachondo ¿no?! ¡Aunque sea conmigo! ¡Aunque me estuviese forzando! ¡Estás enferma! – Gritó apartándome de la puerta de un empujón. Traté de detenerla sujetando su brazo pero se desprendió del Albornoz y salió del baño desnuda y apresurada hacia su cuarto. Entró y cerró de un portazo echando el seguro justo antes de que yo pudiese abrir.
– ¡Sandra! ¡Sandra! Cielo abre… Vamos a hablar porfa… – Le supliqué entre susurros. Pero no hubo respuesta.
Me giré lamentándome por mi bocaza y preguntándome si había maneras más sutiles de habérselo dicho. Recogí el baño en poco tiempo y cuando terminé me acerqué al cuarto de Javi que tenía la puerta entreabierta.
A pesar de que el pasillo estaba a oscuras y la luz de su lamparilla llegaba a duras penas hasta la puerta, me asomé con cuidado de que no me viese. Estaba sentado sobre su cama con los codos en las rodillas y masajeándose las sienes. Se había puesto un pantalón de deporte largo y negro. De vez en cuando soltaba algún suspiro y murmuraba algo en voz baja que no llegaba a entender.
"Voy a arrepentirme de esto" Pensé mientras llamaba a la puerta y entraba. Ni siquiera sabía por qué lo hacía, ni si quería regañarle, consolarle o echarme a sus brazos. De hecho, mi corazón comenzó a desbocarse en mi pecho al quedarme plantada frente a él sin saber bien que decir. Por suerte para mí mi hermano rompió el silencio tras unos segundos.
– Escucha So… Sonia, yo… no quería… lo de antes, pensé que ella… ¡Mierda! – Dijo lamentándose y ocultando su cara entre sus manos. Yo corrí a sentarme a su lado siguiendo el impulso de rodear sus hombros con mi brazo derecho tratando de consolarme.
– Javi, tranquilo… también ha sido culpa mía. Se… se me fue la cabeza totalmente y había bebido… yo… yo no sabía muy bien lo que hacía y yo convencí a Sandra para hacerlo… ¡Joder, hasta dejé que se bebiera dos cubatas antes de subir! ¡No ha bebido alcohol en su vida Javi! – Sorprendentemente ahora era él quien me consolaba a mí. Quería llorar, pero también estaba enfadada. Por todo, por nada. Quizás por sentirme culpable con mi hermana o porque estar tan cerca de Javi estaba resucitando mi excitación y tenía que utilizar toda mi fuerza de voluntad para no lanzarme a sus labios.
– Que asco de noche… Primero la bronca con Alba, ahora esto… Me lo estoy cargando todo… – Mi hermano parecía a punto de echarse a llorar y eso sólo hacía que sintiera más lástima por él. Sin darme cuenta estaba acercándome peligrosamente a su mejilla.
– ¿Por que habéis discutido? – Dije apenas en un susurro y sin que me importara demasiado. Mi atención estaba exclusivamente centrada en él, en esa fuerza invisible que me empujaba hacia su rostro mientras en mi interior trataba desesperadamente de reaccionar. Sabía que estaba a punto de cometer uno de los mayores errores de mi vida, fuese cual fuese el resultado, pero su aroma, su tacto y su calor eran tan irresistibles que acabé por dejarme arrastrar.
– Por que no le caen bien mis amigos y cada vez que quedó con ellos se enfa… – Un profundo beso en su mejilla hizo que se detuviese en seco girando su rostro para encararlo al mío, quedando a un centímetro el uno del otro.
– Que idiota… – Le solté justo antes de estrellar mis labios contra los suyos. Nuestras bocas se fundieron en una sola durante unos segundos en los que contuve la respiración y mis latidos me golpeaban como un mazo tratando de abrir mi pecho. Mi piel ardía, sudaba y resbalaba mientras acariciaba su rostro. Por fin podía mostrarle todo mi amor sin miedo ni dudas. Todo era perfecto… O al menos lo fue al principio.
De repente Javi me apartó de un empujón lanzándome de espaldas a la cama mientras él se ponía en pie con las manos en la cabeza. Me incorporé con un repentino sentido del ridículo quedándome sentada mirando mis rodillas. Él me miraba con una expresión dolida. Después avanzó hacia mí pero se dio la vuelta enseguida para dirigirse a la puerta y a medio metro de ella volvió a girarse indeciso.
– Javi, lo siento… no… no… no sé en que estaba pensan… – En ese momento él fue en mi dirección con paso decidido y cuando le tenía a pocos centímetros me encogí pensando que me golpearía, pero para mi sorpresa no lo hizo, sino que se echó sobre mí obligándome a tumbarme mientras descargaba en mis labios un profundo beso y daba un tirón a mi toalla dejándome desnuda.
Devoraba mi boca con pasión mientras su lengua sometía a la mía con cada movimiento. Una de sus manos acarició mi rostro unos segundos pero enseguida comenzó a descender hasta alcanzar mi pecho izquierdo. Lo acarició, lo pellizcó y lo apretó provocándome un leve quejido de dolor que ahogué mordiendo su hombro.
Esa sensación pasajera de dolor disparó mi excitación volviéndome más osada y lancé mi mano derecha para explorar el interior de su pantalón. Le quería dentro de mí antes de que se arrepintiese de lo que estábamos haciendo. No llevaba ropa interior por lo que deduje que se vistió a toda prisa con lo primero que encontró cuando salimos de su cuarto corriendo.
Hallé su pene húmedo, pegajoso y ardiente, que crecía a cada segundo en mi mano mientras le masturbaba lentamente.
– Sonia… detén tú esto porque yo no puedo… – Me susurró mientras sus besos descendían por mi cuello hasta llegar a mis tetas. Las lamía, las chupaba y mordía los pezones provocándome escalofríos. Era un dolor leve y excitante que hacía que me ardieran y se volviesen más sensibles a medida que se erizaban.
Su pene no tardó en soltar algo de a líquido pre seminal en mi mano cuando decidió quitarse la camiseta y el pantalón rápidamente. Su piel húmeda y caliente brillaba bajo el reflejo de la luz de su escritorio, desprendiendo un aroma cálido que era una mezcla de desodorante y sudor que penetraba dentro de mí con cada respiración. No era desagradable ni mucho menos. De hecho, su olor me gustaba, me excitaba y hacía que me metiese más en el papel de la amante ardiente de mi hermano.
Cuando regresó a mi boca volvió a besarme con avidez mientras frotaba su pene con mis labios vaginales y hacía que me abriese de piernas colocándose en medio. De repente fui más consciente de lo que íbamos a hacer de lo que lo había sido hasta ahora.
– Javi… Ponte un condón… – Le dije aprovechando que separaba su rostro del mío un instante. Notaba la cabeza de su miembro presionando la misma entrada de mi vagina y alcé la mirada justo para ver como con su mano derecha tiraba de la piel hacia atrás tensándolo.
– No tengo… – Susurró mientras empujaba lentamente.
Su pene se abrió camino provocándome oleadas de escalofríos mezclados con un leve dolor que enseguida quedaba eclipsado por una excitación increíble. Su primera penetración fue lenta pero profunda y ahogó en mi garganta cualquier protesta o duda que me generara practicar sexo sin condón. Cuando retiró su pene, lo sacó por completo dejándome una sensación de vacío en mi interior y dándome un respiro para reorientarme.
– Estás loco… aaaah… uuuuf… Javi… – En ese momento volvió a penetrarme más rápida y más profundamente arrancándome un gemido que retumbó en las paredes del cuarto. Tras esa embestida vino otra y otra y tras unos segundos perdí todas las ganas de quejarme ya que mi mente no lograba pensar con claridad.
Su pene me llenaba por completo llegando prácticamente hasta lo más profundo de mí. Mi respiración era tan acelerada y caótica que a menudo culminaba en gemidos largos y ruidosos. Ni siquiera pensé que nuestra hermana pudiese oírlos. De hecho, no pensé en ella ni en nada que no fuese el cuerpo de Javi penetrándome una y otra vez con una cadencia a la que me acabé acostumbrando poco a poco. Ahora podía centrarme en volver a acariciar su piel y buscar con ansia sus besos.
Aquello por fin estaba tomando la forma que yo deseaba. La que me permitía expresarle mi amor completamente sin perder ni un ápice de placer. Nuestros ojos habían conectado, nuestras respiraciones se habían acompasado y nuestros cuerpos se habían fundido en uno solo. Ya no había etiquetas entre nosotros, ya no éramos hermano y hermana, tan solo dos amantes cualquiera demasiado impacientes como para pensar en las consecuencias de sus actos.
No sé cuánto tiempo permanecimos en esa situación ya que todo parecía haberse detenido a nuestro alrededor. Si, como sucede en las películas y los libros. Pero por mucho que lo deseara, por mucho que soñase con ello sabía que no podía durar para siempre. Noté como Javi comenzaba a acelerarse de nuevo y supe que le quedaba poco para correrse. Mi cuerpo reaccionó al suyo al instante e instintivamente levanté mis piernas para rodear su cintura y aferrarme a él con fuerza. Si antes había sentido su miembro llenando todo mi interior, lo que comencé a sentir en ese momento fue indescriptible.
Todo mi interior ardía en pequeñas explosiones con cada roce de su pene en mis paredes. Los gemidos volvieron al instante, más profundos, más largos, más desesperados que antes, mientras mis manos se aferraban a sus hombros con fuerza. Me costaba entender cómo era posible que llegase tan adentro en esa posición, pero de alguna forma lo lograba y la sensación me estaba matando de placer.
– Di-Dios… Javi aaaah aaaah aaaah ya no aguanto… ya no… ¡oooh! no puedo… yo… voy a… – Y aquél orgasmo golpeó mi mente como un martillo dejándome en blanco. Mis piernas apretaron con fuerza su cuerpo convirtiéndolo en mi prisionero hasta que los músculos de mis muslos comenzaron a fallarme. Javi no tardó en seguirme corriéndose en abundancia en mi interior.
Mi piel se erizó de golpe provocándome un escalofrío que me cortó la respiración y cualquier posibilidad de articular palabra. Durante los largos segundos que vinieron después sólo podía limitarme a retorcerme jadeando mientras las fuerzas me abandonaban lentamente.
Cuando mi mirada se centró al fin en la puerta de su cuarto había pasado un rato en el que los dos nos limitamos a acariciarnos y quedarnos al borde de un tranquilo y profundo sueño del que nos rescatábamos el uno al otro con besos tiernos e intensos.
Al principio no la vi, pero allí estaba Sandra, contemplándonos desde la oscuridad del pasillo. No podía ver bien su rostro, pero no me hacía falta para saber que lloraba amargamente bajo sus elegantes gafas. Al incorporarme torpemente indecisa y asustada, ella debió darse cuenta de que la había visto y se marchó sin hacer apenas ruido.
– ¿Qué pasa? – Preguntó Javi mirando en la misma dirección.
– Nada… es que… creía que había cerrado la puerta… – Pude haberme levantado para ir tras ella y tratar de consolarla, explicarle la situación. y quizás hubiese sido lo correcto. Pero al ver el rostro de Javi a pocos centímetros del mío mi juicio volvió a nublarse. Nada me importaba excepto estar junto a él, allí y en ese momento.
Cuando volvió a tumbarse a mi lado observando mi cuerpo desnudo no pudo evitar una reacción natural de su pene. Una risita maliciosa se me escapó al instante.
– ¿El soldadito aún quiere guerra? – Le susurré poniéndome bocabajo y reptando por las sábanas en dirección a su boca. Justo cuando mis labios rozaron los suyos él se apartó. Una sonrisa malvada se dibujó en mi rostro y volví a lanzarme para obtener el mismo resultado. "¿Quieres jugar?" Pensé. Saqué mi lengua todo lo que pude y lamí la piel de su pecho mientras le dirigía una mirada lasciva. Fui descendiendo rápidamente cubriendo su cuerpo con mi saliva todo lo que podía hasta llegar a su pene. Lo agarré con fuerza y lo lamí con la punta de mi lengua con una sonrisa morbosa que hizo que Javi dejara de resistirse. El olor a semen era intenso y proporcional al sabor, pero me había acostumbrado a él. "Ahora mando yo" Me dije complacida.
En pocos segundos no quedó ni un solo milímetro de su miembro que no hubiese lamido provocando que se pusiera tan erecto como antes. Entonces lo metí todo lo que pude en mi boca hasta casi provocarme una arcada y lo mantuve ahí. Observé su expresión sorprendida cuando fui presionando con fuerza mis labios mientras lo sacaba y enseguida me di cuenta. "Nunca te la han chupado en condiciones".
Volví a repetir el mismo procedimiento una y otra vez durante los siguientes minutos mientras el pene de Javi cada vez estaba más cerca de estallar en mi boca.
"Hazlo… Venga Javi… Aún no has visto nada" Me dije. Aquella actitud me sorprendió incluso a mí, pero en el fondo me gustaba sentirme tan "guarra" con él.
Su rostro se fue transformando a medida que se acercaba el momento que tanto deseaba hasta que finalmente su esperma inundó mi boca en una serie de descargas. Era bastante abundante pero manejable. Aunque al principio dudé, acabé por tragarlo todo de golpe, lo que le provocó sorpresa y satisfacción. Su sonrisa fascinada me hizo sentir satisfecha de mí misma convencida de que le tenía completamente atrapado en mi tela de araña.
– Tu hermanita se lo ha tragado todo – Le dije juguetona. Pero entonces su sonrisa despareció de golpe. Se giró de costado y aprovechó para sacarse mi cuerpo de encima sin mucha delicadeza. Contemplé atónita como se ponía en pie y comenzaba a vestirse.
– Cariño… ¿qué pasa? – Algo marchaba terriblemente mal.
– Sonia, es mejor que te vayas… – Dijo esquivando mi mirada. Aquello me sentó como una bofetada y antes de darme cuenta estaba de pie a su lado.
– ¿Por qué? Quiero quedarme contigo Javi… – Dije tratando de abrazarle. El volvió a rechazarme.
– Esto se nos ha ido de las manos – Ya se había puesto el pantalón de deporte.
– No, no, no… Javi… no lo estropees ahora… porfa… – Mi insistencia tratando de abrazarle desesperadamente me avergonzaba tanto como le molestaba a él. De pronto toda mi fantasía hecha realidad comenzaba a difuminarse a cada segundo que pasaba haciéndome llorar de impotencia. La tela de araña estaba comenzando a deshacerse.
Cuando terminó de ponerse una camiseta azul cogió la toalla de la cama y trató de cubrirme con ella, pero se la arrebaté y la tiré al suelo suplicándole.
– Javi… no me hagas esto, por favor… no lo hagas… te… te quiero… – Pero mi hermano estaba decidido. Sabía por la expresión de su rostro que le dolía hacer lo que estaba haciendo y por eso mi última esperanza residía en encontrar la mirada que tanto se esforzaba por ocultarme.
Paso a paso, su cuerpo infinitamente más fuerte que el mío me fue conduciendo fuera de su cuarto mientras era presa de un llanto inconsolable. Incapaz de articular palabra y apoyada contra la pared del pasillo observé la puerta cerrándose y dejándome sumida en la oscuridad del pasillo. De nada sirvió llamarle, rogarle o dar golpes en la puerta enfadada. Mi hermano no iba a abrir y comenzaba a darme cuenta. Me derrumbé en el frío suelo deseando morirme, pero entonces, la luz del pasillo se encendió y mi hermana Sandra apareció vestida con un bonito pijama azul de ositos estampados. Se arrodilló a mi lado y acarició mi cabeza mientras besaba mi mejilla.
– Sonia, ya está… ven, ven conmigo cariño… – Instintivamente me lancé a abrazarla y me refugié en ella ahogando mi llanto en su suave y fino cuello.
– Me quiero morir Sandra… no quiero vivir sin él… – Le gritaba a la camisa de su pijama. Ella se limitó a abrazarme y darme tiernos besos que después de un buen rato me fueron calmando. No sé cómo, pero al final logró levantarme del suelo y llevarme hasta mi cama. Abrió las sábanas y antes de darme cuenta yo me había tumbado con la cabeza entre su hombro y su pecho escuchando los latidos de su corazón y su respiración lenta y profunda. Mis lágrimas empaparon su camisa en poco tiempo dejándome la mejilla fría.
– Le quiero Sandra… le quiero… le quiero muchísimo… – Repetía una y otra vez.
– Lo sé mi vida. Lo sé. Ahora me entiendes… – Fue su respuesta hasta que pasados unos minutos ya no tenía fuerzas ni para llorar.
Latido a latido, suspiro a suspiro, mi mente fue serenándose entre caricias y besos de mi hermana, mientras mi cuerpo se lanzaba desesperadamente sobre un profundo y cálido sueño. Por primera vez en aquella noche alcancé paz y tranquilidad gracias a Sandra, que no había dudado en cuidar de mí después de todo lo que le había hecho.
Continuará…
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