Familia Perfecta – Parte V
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por EscritorsinTabues.
Familia Perfecta
Parte V
Desperté lenta y pesadamente como si las horas de sueño no hubiesen surtido efecto. Al entreabrir los ojos observé a mi hermana dormida frente a mí y cuya naricilla apenas rozaba a la mía. Su respiración era lenta y rítmica. Su aliento, como de costumbre, olía a regaliz y rozaba mi barbilla y mi cuello como si se tratase de una pluma intentando provocarme cosquillas, que, poco a poco, descendía por mi cuerpo desnudo perdiéndose bajo la oscuridad de las sábanas. Sentir su paz y su tranquilidad me reconfortaba así que me limité a observar su rostro desechando los recuerdos de hacía tan solo unas horas con Javi.
Sandra tenía el brazo derecho oculto bajo la almohada, como si tratase de sujetarse la cabeza a través de ella. Mientras, el otro, lo mantenía plegado sobre su pecho con su mano izquierda entrelazada con las mías. No sabía muy bien que hora era pero bajo la persiana comenzaba a colarse el día llevándose poco a poco los tonos grises de mi cuarto. A medida que los minutos pasaban y la luz se volvía más y más persistente, más molesto me resultaba abrir los ojos.
En aquel juego de luces y sombras, el rostro de Sandra relucía brillante y atractivo. Sus labios entreabiertos parecían estar esperando un beso que nunca llegaba y sin saber muy bien por qué, me lancé a ellos. Después de todo sus besos siempre me reconfortaban, y era justo lo que necesitaba en aquél momento.
No fue un beso apasionado, ni mucho menos, más bien fue un beso tierno, tímido y suave, que provocó que se despertase lentamente dedicándome una preciosa sonrisa y una mirada risueña cuando me separé unos centímetros.
– Me gusta cómo das los buenos días… – Dijo con una expresión alegre.
– Eso no era un "buenos días"… – Respondí juguetona.
– ¿No?… –
– No. Era un… "Gracias mi niña, por cuidarme". Éste sí es un "buenos días"… – Dije ahogando la última palabra en sus labios.
La expresión de Sandra mientras mordía sus labios y comenzaba a explorar su boca con mi lengua era divertida. Trató de contenerme sujetando mis hombros mientras lentamente me echaba sobre su cuerpo. Mis manos reptaban por su estómago levantando su pijama centímetro a centímetro mientras el calor de su piel impregnaba mi mano.
– Sonia espera… – Dijo tratando de detener una de mis manos que había cambiado de rumbo inesperadamente para encontrarse con su entrepierna.
Mis labios silenciaron sus protestas una y otra vez mientras sus pechos quedaban a mi alcance y su vagina quedaba al descubierto bajo las sabanas. Su cuerpo me parecía más atractivo y sensual que nunca y solo podía pensar en devorar a besos cada una de sus formas.
– ¡Sonia espera! – Protestó utilizando todas sus fuerzas para separarme de ella. Su expresión reflejaba su enfado de tal forma que me contagió al instante.
– ¿Qué coño te pasa? No hay quien te entienda… ¿No era esto lo que querías? – Dije retirando las sábanas de mala gana mientras pasaba por encima suya para salir de la cama. Ella se aferró a mi brazo dejándome sentada en el borde.
– ¡Jolín, claro que es lo que quiero! ¿Pero qué quieres tú? Te acostaste conmigo después de decirte que te quería, anoche me chantajeaste para que se la chupase a Javi, luego te fuiste a follar con él sin importarte cómo me sentiría yo. Acabé recogiéndote del suelo hecha polvo, y hoy, que todavía hueles a él, me despiertas comiéndome la boca… ¡Perdóname si me siento "algo" confundida y enfadada Sonia! – Concluyó soltándome. No dejaba de ser verdad lo que me decía, pero dicho así y saliendo de sus labios con aquél tono hiriente sonaba aún peor. Me hacía sentir aún más miserable.
– Ya lo sé Sandra, soy una mierda de persona… puedes decírmelo claramente… – Dije con la voz temblorosa. Ella intuyó que estaba a punto de derrumbarme y se arrodilló en el colchón apoyando su pecho en mi espalda. Su cabeza se posó en mi hombro mientras sus brazos rodeaban mi cintura. Notaba su respiración y el calor que emanaba de sus pechos aplastados contra mi cuerpo. Era un gesto bastante romántico y me gustaba.
– No… no digas eso… solo estás hecha un lío – susurró templando su carácter.
La verdad es que cuanto más conocía a mi hermana más me sorprendía y menos lograba reconocerla ¿Era la chica inmadura que recordaba o la amante sensata y generosa que se mostraba ante mí?
– No sé ni cómo me sigues hablando – Le dije.
– Porque te quiero tonta. Aunque tú no me quieras a mí. Si no te veo feliz yo no soy feliz – A pesar de todo lo que habíamos pasado, aún me resultaba raro escuchar como me expresaba sus sentimientos, pero no tenía ninguna duda de que estaba segura, que creía en ellos con pasión.
– Sandra… no sé… puede que algún día yo también te quie… – Traté de terminar pero ella puso una mano tapando mi boca y negó con la cabeza.
– No hagas eso. No lo digas solo porque es lo que quiero escuchar – Susurró. Yo asentí levemente con la cabeza y noté en mi cuello cómo su sonrisa renacía. – aaauuunqueee… me conformaré con gustarte un poquito, como ahora – Soltó juguetona.
– Ah, ¿sí? – Me giré siguiéndole el juego – ¿y quién te ha dicho que me gustas? – La atrapé entre mis brazos para hacerle cosquillas mientras ella se debatía y reía a carcajadas. Conocía cada uno de sus puntos débiles y en ocasiones, cuando jugábamos, me temía.
– ¡No, no, no! ¡para! – Protestó entre risas. Su cara había empezado a enrojecerse. – ¡Era broma! ¡Era broma! – Al final la liberé de la tortura y nos quedamos riendo estúpidamente en un abrazo plagado de besos. – Me gusta cuando estamos así… – Dijo limitándose a sonreír.
– Y a mí, cielo… –
– Podría abrazarte y no soltarte nunca… –
– Pues abrázame y no me sueltes… contigo me siento más fuerte, Sandra – Ella me rodeó con sus brazos y piernas convirtiendo su cuerpo en una prisión, mientras lentamente hacía surcos en mi pelo con sus finos dedos. Aquello me relajó muchísimo y no tardé en sentir como mis párpados pesaban cada vez más dejándome al borde del sueño.
– Tú a mí me haces débil… – Susurró creyéndome dormida. Besó mi pelo y se relajó hasta dormirse poco tiempo después. Pero por mucho que lo intenté, por mucho que me relajase tenerla a mi lado, no conseguí dormirme del todo y me escapé con cuidado de la cama para ponerme uno de sus pijamas. Era cierto, olía a sexo y solo dios sabía a qué me sabía la boca después de habérsela chupado a mi hermano. Mi estado era lamentable y la cabeza me estaba matando.
El pantalón era ajustado de un color rosa claro y cuadraditos más oscuros, mientras que la parte de arriba era como una camisa de mangas largas, también ajustada, y con el mismo patrón de colores que el pantalón. Mis formas se dibujaban claramente en la fina tela lo que hacía que mis pechos se marcasen dejando poco a la imaginación.
Salí de mi cuarto en silencio para bajar a la cocina a hacerme algo de desayunar. Eran sobre las 10:30 de la mañana y la casa estaba desierta. Intuía que mis padres se levantarían tarde a causa de su escapadita de la noche anterior, como hacían siempre que salían y por suerte tampoco había rastro de Javi, así que me sentí libre de hacerme unas tostadas y un colacao disfrutando de algo de paz y tranquilidad.
Un buen rato después ya había terminado de desayunar y comencé a recoger la cocina mientras veía los dibujos que daban en la tele, aunque tampoco es que hubiese nada interesante, cuando de repente…
– Buenos días… – La voz de mi hermano cruzó la cocina golpeándome la espalda como un latigazo y haciéndome soltar la botella de leche, que se derramó sobre la encimera. Logré agarrarla y salvar algo de leche, pero el estropicio estaba montado y mi pijama chorreaba de cintura para abajo. – Perdona Sonia… No quería asustarte –
– No pa-pasa nada… a-ahora lo… recojo – Me puse a ello con bastante torpeza.
– Oye… lo de anoche… – Comenzó a decir, pero era evidente que no tenía un discurso preparado y guardó silencio.
Yo me limité a tratar de limpiar la leche de la encimera dándole la espalda, pero el nerviosismo solo lograba empeorar la situación. Para mi horror, mi hermano se acercaba cada vez más a mí hasta acabar agarrando mi cintura y rodearla con sus brazos.
– Lo siento… – Se limitó a decir mientras sus manos reptaban por mi pecho y mis brazos buscando las mías que estaban empapadas.
Contuve mi respiración inconscientemente mientras su aliento cálido se estrellaba contra mi cuello y mi mejilla. Se había aseado y su olor me resultaba embriagador.
Su entrepierna se frotaba contra mi trasero haciendo notar su erección, empujando mi cuerpo contra la encimera empapada y haciendo que mi pijama se empapase cada vez más. Mi respiración regresó desbocada cuando me giró lentamente y comenzó a lamer mis dedos uno a uno limpiándolos de leche.
– Javi… ¿q-qué haces? – Pregunté asustada. Tenía que hacer un enorme esfuerzo para no lanzarme a sus labios, tenerle tan cerca hacía que perdiese la razón. Nada me importaba, nada existía más allá de nuestros cuerpos rozándose. Nada, excepto Sandra.
Por primera vez mi hermana estaba presente en mis pensamientos haciéndome sentir incómoda, pero no lo suficiente como para rechazar el beso que me plantó por sorpresa.
Sus manos se aferraron a mis tetas con fuerza durante unos segundos hasta que decidió que la parte de arriba sobraba, y me la sacó de un tirón sin hacer caso de mis quejas, no le quedaba paciencia para desabrochar los botones. Aquello se estaba descontrolando rápidamente y sabía que acabaría follándome allí mismo sin que pudiera o quisiera detenerle.
Mi pantalón bajó hasta las rodillas de otro tirón y pareció sorprenderse de que no llevase ropa interior, pero antes de darme cuenta mi hermano me había alzado sentándome en la encimera. El tacto frío de la leche recorriendo mi piel contrastaba con el calor que sentía a medida que besaba mis muslos y se deshacía por completo de mi pantalón. Sus besos ascendieron para escoltar a los largos y fuertes dedos que ya comenzaban a penetrarme obligándome a tapar mi boca con las dos manos. Ya no había marcha atrás, me había rendido a él.
La entrada de la cocina se encontraba frente a mí y tras ella se hallaba la escalera hacia el piso de arriba. Temía que alguien bajara y nos encontrase en aquella situación, ¿O tal vez no? Inconscientemente deseaba que nuestra hermana bajase y se uniese a nosotros para saborear mi piel salpicada de leche. Estaba empezando a desear su cuerpo de adolescente tanto como ella el mío. Imaginar aquello disparó mi excitación.
Me dejé caer sobre la encimera hasta que la mitad de mi espalda quedó empapada en leche. No me importaba, de hecho añadía cierto morbo. Tampoco me importaba que el resto de mi espalda estuviese apoyada sobre una ventana que daba a la calle, aunque por el ángulo con las casas de enfrente y la altura del muro del jardín era improbable que alguien nos estuviese viendo.
Mi hermano seguía profanando mi vagina con sus dedos a toda velocidad y por un instante creí que me correría, pero paró de golpe e introdujo aquellos dedos en mi boca. Apenas había empezado a lamerlos cuando bajó su pantalón de deporte lo justo para que su pene totalmente erecto escapase de ellos apuntando hacia mí. Puse mis manos en su pecho para tratar de impedir lo que sabía que iba a ocurrir pero fue inútil. Su pene encontró mi vagina y la penetró de golpe cortándome la respiración con un leve gritito. Dolía, me excitaba, me plegaba a su voluntad.
A la segunda embestida empujé instintivamente con más fuerza su pecho para alejarle, pero también fue inútil y no opuse mucha más resistencia. Una a una sus embestidas fueron llegando a lo más profundo de mi vagina recordándome las sensaciones de la noche anterior y obligándome a resignarme ante la excitación que se apoderaba de mí.
Mi cuerpo resbalaba sobre la leche provocando que se precipitase al suelo en sonoros goteos mientras nosotros hacíamos lo posible por no emitir ningún gemido. El dolor persistía ligeramente pero había empezado a lubricar adecuadamente por lo que las cosas se aceleraron aún más. Cuanto más minutos pasaban más fuerza imprimía Javi al penetrarme y más cerca estaba de llegar al clímax, hasta que finalmente mis fuerzas se escaparon por mi entrepierna al tiempo que mi hermano daba los últimos empujones y se desvanecía sobre mí. Traté de ahogar mis gemidos de todas las formas que se me ocurrían pero estaba segura de que alguno se escapaba poniéndonos en peligro.
Aunque se había corrido aún mantenía un lento ritmo introduciendo y sacando su pene de mi interior. Resbalaba fácilmente gracias al semen y mis propios fluidos y, la verdad, era una sensación bastante agradable y placentera. Ni siquiera me había parado a pensar en la posibilidad de quedarme embarazada, simplemente descarté la idea. Tampoco podía tener tan mala suerte, ¿no?
Sus caricias manchaban mis pechos de leche mientras las mías hacían lo mismo con su rostro y su cuello.
– Nos van a pillar… – Le supliqué. Traté de alcanzar sus labios pero se retiró rápidamente para esquivarme.
Yo bajé de la encimera tratando de no caerme por la leche resbaladiza y me lancé para robarle un beso, pero volvió a rechazarme y como acto reflejo le lancé un bofetón cargado de ira.
– ¿Eso es todo? ¿Ya está? ¡Mírame! – Le grité sin importarme que nuestros padres o nuestra hermana se despertasen. Él trató de escapar pero mi rabia hizo que tirase de su brazo obligándole a mirarme. – ¿Ya está no? Le echas a tu hermanita un polvo mañanero y eso es todo ¿no? – Volví a golpear su cara una segunda vez, pero agarró mis muñecas impidiendo que hubiese una tercera. Las lágrimas brotaron de mis ojos por la impotencia de no poder moverme y traté de morderle los puños, luego la muñeca, y después cualquier parte de su cuerpo que estuviese a mi alcance, pero era inútil. Por mucho que lo intentase, por mucho que rugiese o le mostrara los dientes rabiosa, no podía competir con su fuerza.
– ¡Estate quieta! – Gritó en un susurro.
Cuando vio que no conseguiría calmarme me atrajo de un tirón y su boca se estrelló contra la mía. Inconscientemente mi cuerpo seguía forcejeando para liberarse pero mi boca devoraba sus labios y su lengua. Lentamente dejé de resistirme hasta lograr que me soltara. Cuando la sangre volvió a circular por mis manos fui consciente de lo fuerte que me las había agarrado y le golpeé en el pecho enfadada pero sin dejar escapar sus labios demasiado tiempo.
– Te quiero imbecil… Te quiero, te quiero… – Le dije entre besos furiosos.
Su pene volvió a enderezarse con el frote de nuestros cuerpos y me lancé a estimularlo con unas sacudidas. Incluso se mostró más participativo a medida que su excitación regresaba correspondiendo a mis besos.
Por un instante creí que volvería a follarme sobre la encimera mientras mi cuerpo se empapaba de leche, pero para mi sorpresa, mi hermano se sentó en una de las sillas de la cocina y me atrajo para que me sentase sobre él. Su pene sobresalía como un mástil entre sus piernas y me dejé caer sobre él haciendo que entrase de nuevo en mi vagina, esta vez con mayor facilidad y placer. El semen de su corrida anterior se escapaba sigilosamente por mis muslos en finos hilillos y los observé mientras comenzaba a cabalgar lentamente sobre su cuerpo. Era el fin de toda razón. Me había transformado en un reflejo distorsionado de mí misma en el que ya no había lugar para la cordura. En ese instante Javi comenzó a lamer mis pechos que quedaban casi a la altura de su rostro mientras subía y bajaba. Mi excitación tardó un poco en progresar hasta que comencé a amoldarme encontrando una postura idónea. Entonces todo comenzó a acelerarse otra vez.
Mis subidas y bajadas se intensificaron y mis muslos comenzaron a arder por el esfuerzo. El sudor cubrió mi piel y una sensación de calor sofocante me invadió cuando mi hermano tapó mi boca para ahogar mis gemidos. Estaba al borde de desmayarme por el agotamiento pero no pensaba rendirme. Le deseaba con tal rabia que quería que su cerebro grabase a fuego que nunca habría en su vida otra como yo.
Justo a tiempo él agarró mis nalgas con sus fuertes manos y comenzó a hacerme más fácil la tarea de subir y bajar. Sus dedos apretaban con fuerza quemando la piel de mi trasero y me hacían un poco de daño, pero no me importó. Era soportable y gracias a él había aprendido a hallar cierto placer a través del dolor.
La escalera se encontraba frente a mí, a unos metros. No la perdía de vista mientras subía y bajaba sobre su pene. Mi cuerpo estaba como en llamas y cada resbalón de las gotas de sudor que cubrían mi piel desnuda era una bendición ya que dejaba un rastro fugaz pero fresco tras de sí. Mi cerebro estaba saturado y era incapaz de procesar poco más que las descargas de placer que soltaba mi vagina cada vez que la llenaba con el pene de Javi en embestidas rápidas, furiosas y profundas. Ni siquiera lograba gemir para liberar la presión. El sonido a mi alrededor llegaba a mis oídos distorsionado y lejano, y entonces ya no pude más.
Me derrumbé sobre mi hermano cuando mis piernas fallaron. La escalera desapareció tras un velo negro que cubrió mis ojos y el sonido enmudeció de golpe en mi cabeza. Tan sólo sentía cómo mi vagina se inundaba aún con el pene en su interior transmitiéndome una sensación de éxtasis indescriptible que llegaba a mi cerebro al compás de las contracciones de mi abdomen.
Cuando comencé a recuperarme unos larguísimos segundos más tarde, el frío me invadió. Me encontré con el rostro sobre el hombro de mi hermano y la boca entreabierta sobre su cuello tratando de recobrar el aliento. Respirar se había convertido en un trabajo pesado y mantenerme consciente en una prioridad. Uno a uno todos los nervios de mi cuerpo volvían a estar bajo control y comencé a notar como mi hermano continuaba zarandeando mi cuerpo. Mi vagina aún estaba a flor de piel y notaba sus embestidas en mi interior con una mezcla caótica de sensaciones. En ocasiones eran placenteras y en ocasiones dolían. A veces ni siquiera las notaba. Pero le dejé acabar mientras rodeaba su cuello con mis brazos y volvía a vigilar la escalera tratando de recuperar la cordura.
No tardó mucho en correrse de nuevo y bajé la vista para verlo como si de una mera espectadora se tratase. Noté palpitar su pene en mi interior cuando lo hundió con todas sus fuerzas llegando a mi cérvix arrancándome un leve quejido de dolor. Todo había acabado. Adiviné por la expresión de su rostro que estaba siendo una buena corrida.
Le observé en silencio mientras sus manos acariciaban mi trasero y sus labios se perdían en mis pechos. Le observé un buen rato anhelando aquellos besos que no llegaban y entonces me di cuenta. Fue como una revelación que te cala hasta lo más profundo. Algo que creía entender pero no era así.
Él no me amaba. Jamás lo haría. Yo solo era un cuerpecito bonito al que follarse a placer y ni siquiera me veía como a su hermana cuando lo hacía. Seguro que así le resultaba más fácil.
Su mirada al final se encontró con la mía y nos miramos en silencio un buen rato. Durante todo ese tiempo ambos nos comunicamos como nunca antes lo habíamos hecho con palabras. Por fin ambos entendíamos los sentimientos del otro y qué esperar de ellos. Al fin todo estaba claro.
– Nunca vas a quererme, ¿verdad? – Susurré. Él guardó silencio con una expresión confundida. – Javi… tienes que asumir que "esto" está pasando. No soy cualquier chica, ¡soy yo! ¡Sonia! tu hermanita pequeña… ¿Tú quieres que sea sólo sexo? ¡Perfecto, lo entiendo! no puedo obligarte a quererme… – Me separé aún más para mirarle con fuerza a los ojos. – Pero no me trates como a una "guarrilla cualquiera" a la que te tiras en los baños de una discoteca… quiero que me trates bien y no como a una… – Me silenció con un profundo beso antes de que me fuese por las ramas como solía hacer cuando me ponía nerviosa.
– Lo sé enana… lo sé. Solo estoy, no sé, confundido por todo lo que está pasando – Respondió dubitativo. – Lo solucionaremos todo – Concluyó.
– Lo haremos… – Solté resignada mientras le abrazaba de nuevo. No podía culparle, todo había sido una locura desde que nos sorprendiese a Sandra y a mí besándonos y el alcohol no había ayudado demasiado. ¿habríamos llegado tan lejos de no haber bebido tanto? lo dudaba, pero en aquél momento no podía más que dar las gracias por todo lo que había ocurrido. Bueno, por casi todo. No lograba quitarme de la cabeza el mal trago de mi hermana la noche anterior. "Tengo que compensárselo como sea" me dije.
– Javi… – Dije unos segundos más tarde. Mi humor mejoraba puesto que por primera vez veía cómo el camino se despejaba poco a poco. Las cosas habían comenzado a quedar claras entre nosotros y aunque no tenía más remedio que resignarme porque nunca fuese completamente mío, al menos le tendría en mi cama cuando quisiese. Era más que suficiente para conformarme.
– Dime… –
– Que no se te olvide esta tarde comprar condones… Que como sigamos así al final me dejas embarazada, capullo… – Comenzó a reírse cuando le solté un mordisco en el hombro y después me ayudó a ponerme en pie y mantener el equilibrio mientras mis piernas se recuperaban del esfuerzo. Entonces fui consciente de cómo mis muslos estaban empapados de mis propios fluidos al correrme y del abundante semen que escapaba de mi vagina. Luego él se puso en pie, también empapado, y juntos examinamos sorprendidos el desastre que habíamos provocado en la cocina. Ver la leche derramada sobre la encimera no ayudó a levantarme el ánimo.
– Vale enana, compro los condones con una condición… – Su voz era extrañamente maliciosa.
– Dime… – A penas le prestaba atención ya que estaba tratando de hacerme una idea de cómo íbamos a limpiar aquello.
– Que te encargues tú de limpiar… – Me giré para negarme en rotundo pero mi hermano ya estaba retrocediendo por la puerta con una sonrisa pícara. Antes de poder quejarme, me lanzó a la cara mi pantalón de pijama empapado y se escabulló rápidamente escaleras arriba con una sonrisa.
Empapada en leche, sudor y semen, contemplé la cocina hecha unos zorros y me lamenté. Pero casi una hora y media después, con la cocina limpia de nuevo y recién duchada, aún no había podido borrar de mi cara la estúpida sonrisa que se había dibujado en mis labios. Puede que Javi no me quisiera nunca, pero al menos podría tenerle en mi cama… O en la suya. O… En la cocina, el salón, la buhardilla, el sótano, la ducha, etc. En fin, donde quisiese.
Durante las siguientes semanas gastamos bastantes condones e incluso tuvimos sexo sin ellos cuando se nos acababan. Parecíamos dos monos en celo demasiado impacientes para reprimir sus ganas de aparearse. Todo marchaba bien. Además, la mayoría de las noches mi hermana Sandra se colaba en mi cuarto o yo en el suyo. Su amor hacia mí suplía la falta de amor de Javi y comencé a sentirme de nuevo plenamente feliz. Incluso la relación de Sandra con Javi se normalizó después de un tiempo. El ambiente en casa mejoró y casi un mes después solo faltaba una pequeña pieza del puzzle por encajar…
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Aquella mañana desperté abrazada a la espalda de Sandra. Ambas estábamos desnudas sobre las sábanas y una toalla enorme después de una noche especialmente "intensa" en mi cuarto.
Últimamente me sentía insaciable y obligaba a mis hermanos a emplearse al ciento veinte por ciento en la cama. El sexo con Sandra estaba cargado de ternura y cariño y habíamos progresado bastante probando cosas nuevas. Los orgasmos que sentía con ella eran muy diferentes de los que me provocaba Javi, pero a veces incluso más placenteros. Con él tenía un sexo mucho más intenso y unos orgasmos que calificaría como más físicos. Pero la verdad es que sin saberlo, mis hermanos se complementaban a la perfección.
A veces mi imaginación volaba y me imaginaba que podría reunirlos para hacer un trío si me esforzaba un poco, pero nunca me decidía. En el fondo quería arriesgar todo lo que habíamos logrado.
– Buenos días… ¿Qué tal ha dormido mi niña? – Pregunté al notar que se desperezaba.
– ¡Buuuf! Sonia… cualquier noche de estas vas a acabar conmigo ¿lo sabías? – Dijo fingiendo preocupación. Ambas reímos y jugueteamos un rato antes de levantarnos para vestirnos, pero agarré sus manos y la senté a mi lado en la cama. Llevaba días dándole vueltas a una cosa que a veces me hacía sentir mal con mi hermana, pero por primera vez aquella mañana me sentí con valor para hablar con ella.
– Cielo… quiero decirte algo. Verás… – Suspiré tratando de quitarme de encima la repentina inseguridad que comenzó a acosarme, pero mi hermana apretó mis manos y clavó sus preciosos ojos en los míos dándome ánimos. – Sandra… tú sabes que te quiero muchísimo. Más que a mi vida, cielo. Ya se que no es igual que lo que sientes tú… pero sabes que me esfuerzo por darte todo lo que llevo dentro. Yo… yo… yo no sé si somos novias, hermanas, amantes o yo que sé… Pero me gusta. Tú… tú me gustas mucho. Tu forma de ser, tu cuerpecito precioso y las cosas que me haces a veces… cómo me miras, me hablas o cómo… – Sandra me interrumpió con un gesto divertido al ver que me aceleraba como de costumbre. Tomé aire cuando ella dejó escapar una risita y traté de calmarme para evitar acelerarme de nuevo. – Sandra… Lo que quiero decirte es que aunque no esté enamorada igual que tú, sí que lo estoy "a mi manera"… no sé si me explico… – Sus ojos se empañaron y asintió levemente.
– Perfectamente… Ya sé que tú no me amas Sonia. Pero a veces consigues que me crea que sí que lo haces… y con eso me basta. Estoy contigo ¿no? ¿Qué más puedo pedir?… Es más de lo que esperaba – Me dijo antes de abrazarme con fuerza.
Después de unos segundos me separé y volví a enfrentarme a sus ojos.
– Escucha… Hay otra cosa. Yo… he estado con Javi a veces, desde que empezó todo esto. Lo siento mi vida, pero no consigo borrar lo que siento por él y… yo… yo… Lo he intentado pero no sé cómo… ya sé que para él es sólo sexo pero es la única forma de poder tenerle… y yo… Yo no quiero perderte pero tampoco mentirte y no se que hacer para… ¿De qué te ríes?… – Mi hermana se revolcaba por la cama sujetándose el estomago.
– Jajajaja Me encanta cuando te pones así… Jajajaja ¡Hay! Me hago pis… jajajaja – Yo no entendía nada. La actitud de mi hermana me había descolocado y no era la respuesta que esperaba al decirle que seguía acostándome con nuestro hermano. Durante unos largos segundos dejé que se riera a gusto sin saber muy bien si reírme yo también o molestarme. Al final ella se dio cuenta de mi incomodidad y se recompuso con evidentes ganas de ir al baño. – Jajaja Vale… Perdona… Es que te pones tan mona cuando te estresas… – Se sentó de nuevo a mi lado con las manos en su entrepierna y sin dejar de agitarse.
– ¿Estás enfadada?… – Le pregunté aún descolocada.
– No, ya no. Al principio cuando me di cuenta si, y mucho… no te dije nada por que no quería perderte… pero luego vi como los días pasaban y tú volvías a sonreír. Tu actitud conmigo fue a mejor e incluso Javi volvió a sonreír también. Me costó mucho aceptarlo y a veces me cuesta, no te voy a engañar… pero lo único que quiero es que tú seas feliz y que no me dejes nunca… – No esperaba la ternura de aquellas palabras y no pude evitar emocionarme. ¿Qué había hecho yo para merecerla?
– ¡Claro que no te voy a dejar nunca, tonta! Eres la mejor persona que conozco… y eres mucho más madura que yo… – Besé sus labios y abracé su cuerpo desnudo con fuerza. – Tengo mucho que aprender de ti… –
Ella me devolvió el beso con su característico estilo, lento pero intenso, tierno pero sensual. Sus manos se aferraron a mis pechos con fuerza mientras me dejaba devorar tumbándome en la cama. Sus besos en mi cuello comenzaron a excitarme rápidamente y de nuevo besó mis labios con pasión mostrándome una risa malévola.
– Así que tienes mucho que aprender de mí… – Preguntó. Asentí excitada mientras buscaba desesperada sus labios. – Pues te daré clases particulares… ¡Cuando vuelva del baño! – Se separó de mí rápidamente y escapó del cuarto enrollándose en la toalla sin dejar de sonreír y dedicarme una mirada lasciva.
Me quedé allí tumbada. Excitada por sus besos, alegre por que se lo había tomado bastante mejor de lo que esperaba, y feliz. Feliz porque todo volvía a marchar bien en casa y de eso se trataba ¿no?, éramos una familia perfecta, y las familias perfectas superan todos sus problemas.
Fin.
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