Ferney, mi cuñado.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por BaironCastell.
Hola soy Bairon y vivo en Cali, Colombia, actualmente tengo 20 años, mido 1.72, soy velludo, piernon, varonil y no les miento, lo más bonito que tengo es mi cara pero soy delgado así que no me da mucha gana ir al gimnasio y esas cosas. Esto pasó cuando tenía unos 16 años, mi hermana una mujer de 23 decidió empezar una relación con Ferney, un hombre de 30 años. Él es alto, recuerdo bien que mide 1.89cm, es de espalda ancha, acuerpado y musculoso pues le dedica bastante tiempo al gimnasio, hay algo especial que me gustaba mucho de Ferney y son sus piernas que… Como es maestro tiene que usar pantalones de lino que se pegan cuando se sienta y marcan un gran bulto. A esa edad yo ya estaba más que seguro de mi atracción por los hombres, antes, en mi niñez experimenté muchas cosas con uno de mis primos contemporaneos, luego ya me di a la tarea de salir con alguien más y aunque aún era virgen ya había hecho masturbación conjunta y sexo oral. Pero bueno, demos paso a la historia.
Ferney visitaba constantemente a mi hermana en nuestra casa, lo hacía incluso a altas horas de la noche así que como tenía escuela yo no compartía mucho con este sujeto pues tenía que irme a dormir temprano, pero mi hermana y yo hemos sido muy cercanos así que a varios de sus planes solía invitarme, me gastaban helado, paseábamos en el coche de Ferney e íbamos a pisicina, esto último siempre me ponía caliente, ir con mi cuñado a las duchas, verle semidesnudo, admirar sus fuertes brazos y las potentes piernas que se mandaba ¡Dios! En la noche no hacía falta una paja a su nombre. Yo nunca me imaginé que acabaría enrrollandome con él principalmente porque no quería dañar la relación con mi hermana, pero fue inevitable, mi cuerpo lo pedía a gritos y él cedió ante la curiosidad.
Como Ferney daba clases de física y matemática, materias en las que estaba algo flojo, mi hermana le pidió el favor de que arrimara a la clase antes parar que pudiera dedicarme una hora a ayudarme con las tareas y explicarme lo que no entendía, él no tuvo problema en hacerlo y yo pues ¡cómo me iba a negar! Fue muy difícil concentrarse. En una ocasión mis padres tuvieron que ir al velorio de uno de mis tíos, mi hermana que era bastante cercana a éste estaba destrozada y Ferney se pasó todo el día en casa, para el entierro todos iban a ir, pero a mí no me gustan esas cosas y como estaban bastante paranoicos (mi tío fue asesinado, no murió de muerte natural o enfermedad) le pidieron a Ferney el favor de que se quedara conmigo mientras terminaban los trasmites y todo lo que debían hacer. Ferney no se negó, incluso agregó que podríamos estudiar ya que hace dos días que no lo hacíamos. Todos se fueron y sólo quedamos mi cuñado y yo, como buen estudiante tomé lugar en la mesa y saqué mis cuadernos de física y matemática, le dije que habíamos empezado a ver cálculo y estaba realmente cabreado porque no entendía mucho. Su explicación fue muy placentera, Ferney tiene unos labios exquisitos, una mirada oscura y misteriosa, es todo un macho y se aplica una colonia fuerte que reconocería a kilometros.
Mi ciudad es muy cálida así que la poca ropa es muy común cuando estás en casa, en tú casa, así que Ferney a diferencia de mí traía una camisa de manga larga, sus pantalones de lino y zapatos de material, en la mañana había tenido que trabajar. Yo tenía puesto tan sólo unos short a cuadros azules, nada más, y con el pretesto de prestar más atención me acerqué y rocé su pierna con la mía. Ferney no reaccionó mal, mantuvo su pierna tal y como estaba, así que intenté moverla más y rozar con más frecuencia, pude oler su nerviosismo lo que me calentaba más – Parce ¿No tenés calor con esa camisa? es que te veo y sudo – Le dije molestando, pero quería ver sus reacciones, saber si podía continuar. Ferney se quitó la camisa quedando sólo en camisilla y sus músculos perfectos quedaron exhibidos mientras que yo sentí como mi pene pedía a gritos un macho desde la prisión de mis shorts – No entiendo cómo vos que sí tenés algo para presumir mantenés con esas camisas de manga larga – reí bajo y toqué sus bíceps, Ferney me miró y se rió – Es porque siempre me ves en tu casa, pero yo en mi casa mantengo desnudo – Como si pretendiera que una bomba nuclear se activara en mis pantalones Ferney mencionó eso y yo quise lanzarme sobre él a besarlo y otras cosas más… pero me contuve, aunque no podía quedarse ahí, tenía que lanzar mi siguiente carta – Que lástima que vivás tan lejos… – Y me paré, alguien necesitaba un buen vaso de agua fría, no podía hacerle eso a mi hermana, no podía ponerme en ridículo de aquella manera.
-¿No vas a estudiar más? – Preguntó desde su lugar cambiando el tema. Yo le dije que sí, que iba por un vaso de agua y a arreglar algo – ¿La erección en tus pantalones? – Aquella pregunta me descrestó pero lo siguiente… buaf – ¿Tienes algo para la mía?
Ferney se robó mi aliento con un beso profundo, exploró cada espacio de mi boca con su lengua mientras sus manos avanzaban una por mi espalda y la otra bajo mi short. Yo, sorprendido pero muy excitado me dediqué a deshacerme de su ropa, primero su camisilla que me dio lugar para besar ese pecho, aquellas tetitllas, su abdomen perfecto… Luego sus pantalones que aguardaban una preciosa sorpresa. Ferney no usaba ropa interior, con el cierre en la mitad podía sentir su aroma masculino y apenas terminé su verga enorme saltó apuntando al cielo. Es la verga más grande que me he comido en toda mi vida, morena, circuncidada, gorda y venosa, tenía vello púbico recortado y aquel glande rosado y humedecido que me llamaba por mi nombre. Le di la mejor mamada que pude, me la metí hasta donde fui capaz, con arcadas y forcejeo, pasé mi lengua de extremo a extremo, me engullí sus güevas peludas, froté su frenillo desgastado y saboreé su presemen. Esto era ambrosía, esto era gloria. Además pude agarrar esas piernas, poseer lo que por tanto tiempo había morboseado, grandes, fuertes, de un semental.
Ese día nos tumbamos en el sofá, él sabía exactamente qué hacer, besó mi oído logrando estremecer todo mi cuerpo, siguió por mi cuello, succionaba a ratos, lamía a veces y después besaba. Jugó con su lengua en mis tetillas para luego morderlas lo que me sacó un grito de placer, no se detuvo y prosiguió por mi abdomen hasta llegar a mi pene, pero no se detuvo ahí sino que llegó hasta mi ano dándome el mejor beso negro que se puedan imaginar, invadía con su lengua, escupía, enterraba su nariz y empezaba de nuevo con su lengua.
Era tanta la excitación que cuando su cabello o cualquier otra parte de su cuerpo rozaba con mi pene yo sentía que iba a explotar en chorros de semen, pero se detenía, suave y me hacía durar más. Con mi pierna izquierda en su hombro, su mano en mi verga masturbándome, su lengua invadiendo mi boca y su polla entrando de a poco en mi culo le entregué a Ferney, mi cuñado, la virginidad, fue doloroso, tardó mucho en meterla por completo por mis constante súplicas para que se detuviera pero cuando lo logró yo sentía que colonizaba cada espacio dentro de mí, se enterraba y se enterraba más con cada embestida, sus piernas y testículos chocaban con mis nalgas marcando el ritmo que jamás olvidaré. Cuando sacó su verga sentí el vacío que dejaba adentro, lo miré y estaba sudando pero con una cara de placer que me prendió más – Esto es más rico que hacerlo con tu hermana – comentó, me puso en cuatro y prosiguió con la empalada.
Ferney no avisó que se corría con sus palabras, él mordió mi espalda, me abrazó con fuerza y aquel líquido caliente invadió mi recto, inmediatamente ante tal acción yo me corrí igual. Nos quedamos así un rato más, yo sentía como aquella vergota se desinchaba dentro de mí, como su respiración agitaba arrullaba la mía, como nuestros cuerpos sudorosos se habían vuelto uno, con los ojos cerrados agradecí a Ferney en silencio, comprendí lo grave del asunto y nos fuimos a bañar, limpiamos todo, había un fuerte dolor que me dificultaba caminar pero aquello fue el recuerdo de mi mejor encuentro sexual y nunca repetimos… por desgracia.
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