Follando con mamá y papá 2da parte
Continuación de la primer parte de esta historia.
-¿Qué haces desnudo?
Esas fueron las palabras con las que mi madre me despertó a la mañana siguiente. La noche anterior, estando completamente borrachos, mis padres habían tenido la genial idea de invitarme a participar en sus juegos sexuales y, tras una larga velada de desenfreno sexual, llegaba la hora de recordar lo que se había hecho. No supe qué contestar a mi madre. ¡Yo no había buscado aquello! ¡Ni siquiera les había pedido participar! Fue todo decisión de ellos dos y ahora yo no tenía ni puta idea de qué decir. ¿Cómo le explicaba a mi madre que estaba desnudo en su cama porque la noche anterior nos habíamos acostado juntos? Por suerte, no tuve que hacerlo.
-Te cansaste de cambiarme los pañales y ahora te sorprende verme desnudo.
-Responde la pregunta.
-Hace calor.
-Si hace calor te prendes el ventilador, no dormís en pelotas.
-Es una manera práctica de ahorrar energía. Además por qué tanto cuestionamiento, Lola (la perra) siempre andas desnuda y vos nunca le hiciste problema.
-Lola es un animal, no le puedo pedir a la perra que se ponga ropa!
-Debo decir en mi defensa que el ser humano desciende del primate.
-Muy buena observación Darwin. Ahora respóndeme la pregunta.
Mi madre no dejaba de mirarme esperando una explicación seria hasta que, por casualidad, se miró a sí misma y se vio como la veía yo; totalmente desnuda. Fue verse de aquella manera y convertirse su cara en toda una mueca de horror. Milagrosamente, había recordado por qué estaba así. Rápidamente, como queriendo huir de algún monstruo horrible, salió de la habitación y se encerró en el baño. Quedé completamente desconcertado, no entendía aquella reacción. Me giré y vi que mi padre seguía durmiendo. No quería que se repitiese aquello otra vez, así que me levanté sin hacer ruido y me fui a mi cuarto.
No salí de allí en toda la mañana. Cerca del mediodía, oí como mi padre se levantaba de la cama y buscaba a mi madre. Oí sus cuchicheos mientras estaba en el baño con mi madre y oí como, al poco rato, salía del lavabo y se acercaba a mi cuarto. Tocó la puerta y, muy suavemente, la abrió un poco antes de asomar la cabeza por la rendija.
-¿Puedo entrar?
-Sí- contesté mientras seguía jugando con el ordenador.
Entró y se sentó sobre mi cama
-¿Cómo estás hijo?
-Bien
Mi padre me miró un rato; parecía no saber qué decir.
-¿Qué te pareció lo que pasó anoche?- se decidió a preguntar finalmente.
-No sé- dije algo sonrojado.
-¿Qué quieres decir con «no sé»?
-Pues que no sé qué me pareció- contesté bastante incómodo.
-¿Te gustó?
Hubo un pequeño silencio en el que me puse tan rojo como un tomate. ¡Claro que me había gustado! Pero no tenía ni idea de cómo decirle a mi padre que me había gustado follar con él.
– Venga di. ¿Te gustó?- preguntó en tono complice.
Muerto de vergüenza, terminé contestando que sí. Papá rió con algo de alivio.
-A mí también- continuó riendo- tu madre lo hace muy bien.
Reí también, por compromiso. No tenía ni idea de qué decir. Nunca se me ocurrió que pudiera montármelo con mis padres y nunca se me ocurrió que hablaría de ello con papá. Seguimos riendo como dos tontos un rato largo y, al final, mi padre me preguntó:
-Oye ¿Tú lo repetirías?
Volví a ponerme rojo y volví a quedarme sin saber qué decir. Me gustó mucho follar con los dos y estaba seguro de que me hubiera gustado repetir, pero no iba a decirle a mi padre que me gustaría volverme a tirar a su mujer.
-No sé- contesté tímidamente.
-Bueno, no te preocupes. Voy a decirle a tu madre que estás bien para que se quede más tranquila
Y, después de darme un beso en el pelo, salió de la habitación.
Seguí jugando con el ordenador para no pensar en nada de aquello y no volví a saber nada de mis padres hasta la hora del almuerzo. Bajé a la cocina y todo parecía de lo más normal; mi hermano pequeño jugaba con su tenedor de plástico, mi padre preparaba la mesa como siempre y mi madre cocinaba con la misma expresión de todos los días, sin que se le notara ningún atisbo del horror que había tenido esa mañana. Comimos como una familia normal y todo volvió a ser igual hasta que se hizo de noche.
Cuando me iba a acostar y fui al baño para lavarme los dientes, entró mi padre y se puso a mear a mi lado. No me giré a mirar como la tenia, ni hice nada raro, sino que continué cepillándome los dientes mientras miraba en el espejo como la boca se me llenaba de espuma. Papá terminó de mear y, en lugar de largarse, se quedó en el baño. Cuando terminé de enjuagarme la boca, se me acercó y me agarró por la cintura.
-Oye hijo- susurró- ¿Te apetece repetir lo de anoche?
Mi cara se convirtió en un tomate una vez más y me quedé mirando al suelo. Papá empezó a acariciarme la tripa y yo recordé todo lo que habíamos hecho la noche anterior. ¡Claro que quería repetir! Pero, me daba mucha vergüenza pedirlo. En cambio, a mi pene, no. Por culpa de esas caricias y de esos pensamientos que cruzaban mi mente, tuve una erección. Papá se dio cuenta y se rió en mi oído. Me dio un suave beso en la mejilla y me dijo:
-Vamos, ven conmigo.
Le seguí cogido de su mano hasta la habitación. Allí estaba mi madre tumbada sobre la cama y vestida con el camisón que usa siempre para dormir.
– Acércate a aquí cariño- me pidió mi madre señalándome la cama con algo de timidez.
Me subí con ella al colchón y me quedé de rodillas mirándola. Ella me sonrió y se incorporó a mi lado.
¿Cómo estás hijo?
-Bien, mamá
Me acarició el pelo y besó suavemente mis labios. Poco a poco, su lengua se abrió paso entre ellos y se introdujo dentro de mi boca. Era una delicia a la que yo respondí haciendo lo mismo. Presioné sobre los suyos y metí mi lengua en la suya. Sabía a menta.
Mi madre se separó de mí y metió sus manos bajo mi camiseta. Acarició mi cintura y fue subiendo sus brazos para sacar poco a poco la prenda de ropa. Me recostó sobre la cama y quitó lentamente los pantalones de mi pijama. Mis calzoncillos, que formaban una pintoresca tienda de campaña, quedaron a la vista. Volvió a sonreírme y me los quitó dejándome completamente desnudo.
-Túmbate bocabajo cariño- me pidió
Me tumbé y vi como mi padre le pasaba a ella un largo pañuelo negro. Mi madre se sentó a mi lado y, con mucha delicadeza, lo utilizó para vendarme los ojos. Ya no podía ver nada, la habitación había quedado completamente a oscuras para mí. Oí como abrían un cajón y sacaban algo de él. A los pocos segundos, noté como vertían un líquido muy frío sobre mi espalda. Justo después, sentí como mi madre apoyaba sus manos donde había caído el chorrito y empezaba a restregarlo por toda mi piel. ¡Qué suave era su piel!
Mientras mi madre acariciaba mi espalda, noté como vertían dos nuevos chorritos de líquido sobre mis mulsos y como dos nuevas manos lo restregaban por mi piel. No eran tan suaves como las de mamá pero, aun así, eran igual de agradables. Papá acarició mis piernas de arriba a abajo, deleitándose en cada centímetro de mi piel. Me encantaba lo que estaban haciendo. Nunca antes había disfrutado de un masaje a cuatro manos.
Las manos de mi madre empezaron a subir hasta llegar a mi cuello, mi nuca y mis orejas. Me acariciaba los lóbulos al mismo tiempo que las manos de mi padre hacían lo mismo en mis nalgas. Era una experiencia muy agradable. Al cabo de un rato de toqueteos, mis padres intercambiaron posiciones, mi padre acariciaba mis orejas y mi nuca y mi madre, mis nalgas.
Mamá volvió a verter otro chorrito de ese líquido sobre mi cuerpo pero, esta vez, lo hizo directamente entre mis nalgas. Sentí el fresquito en mi ano y sentí como rápidamente un dedo de mi madre se aventuraba ahí para acariciarme. ¡Qué gusto daba! Todo estaba siendo enormemente placentero. Y la experiencia mejoró cuando mamá, poco a poco y con mucho cuidado para no hacerme daño, me introdujo su dedo en el culo. Mi pene me dolía de lo hinchado que lo tenía. Me moría por meterla en algún agujero y correrme ya, pero mis padres estaban lejos de querer que eso terminase tan pronto.
Retiraron sus manos de mi cuerpo y me ayudaron a ponerme de rodillas sobre la cama. La postura era bastante incómoda pero incrementaba el morbo que me daba la situación. Mi madre se puso frente a mí y me volvió a besar. Esta vez, ya no fue un beso tierno sino que fue apasionado. Agarró mis manos y las llevó a sus senos permitiéndome magrearlos a mi antojo. Los estrujé y los amasé como a un pan, notando sus duros pezones en las palmas de mis manos. Movido por el deseo, me abracé a ella agarrándola por el culo y la atraje hacia mí hasta que nuestros cuerpos quedaron prácticamente pegados. Menudo gusto sentí en mi polla cuando quedó espachurrada por su pubis.
Pero parecía que papa no quería que hiciera eso por que agarró mis manos y me obligó a colocarlas a mis espaldas, con las palmas hacia fuera sobre cada uno de los cachetes de mi culo. Mamá se despegó un poco de mí y continuó besándome mientras mi padre se colocaba detrás y me abrazaba. Fue mi cuerpo el que quedó pegado al suyo y fue su pene el que quedó fuertemente aprisionado por mis nalgas. No hice nada por apartarle, me gustaba aquello y mucho más me gustó cuando una de sus manos con las que me cogía el pecho descendió hasta mis testículos y se puso a acariciar mi escroto.¡Qué delicia!
Mamá dejó de besarme y se puso de pie sobre la cama. Para no perder el equilibrio, se agarró a mis hombros. Se acercó más a mí y llegó el olor de su vulva a mi nariz. Me excité aun más y mi madre se acercó hasta pegar su entrepierna a mi cara. Podía notar en mi culo como la polla de mi padre palpitaba por el espectáculo al que asistía desde una posición privilegiada. Mientras tanto, yo la lamía y relamía todo lo que podía. Mi lengua se introducía en el pliegue que formaban sus labios y se movía por ahí dentro como si de una culebra se tratase. Era un gustazo enorme
Me quitaron la venda y pude volver a ver lo que tenía a mí alrededor. Vi a mis dos padres completamente desnudos. Mamá estaba muy roja por la excitación y papa tenia la polla babeante. Mamá se tumbó sobre la cama y se abrió de piernas. Pude ver por completo el agujero por el que una vez cupo mi cabeza. Rebosaba fluidos vaginales.
-Venga campeón, demuestra que eres mi hijo.- me apremió mi padre.
Y, como soy un hijo muy obediente a veces, me coloqué entre las piernas de ella, me tumbé sobre su cuerpo apoyándome en mis brazos y la besé ¡Menudo beso! Le metí la lengua hasta que casi toqué su campanilla. Pero no me conformé con hacer aquello y papá mucho menos. Quería ver como me tiraba a su mujer y el mismo hizo lo que yo aun no hacía. Agarró mi pene, le dio unas cuantas sacudidas y lo colocó en la abertura de mi madre. Con un certero movimiento de caderas, yo hice el resto y la ensarté. ¡Menudo gustazo!
Bombeé a mi madre con fuerza mientras papá agarraba mis nalgas y movía mi cintura para que entrara más y más en ella, que gemía sin ningún tipo de recato y sin recordar que mi hermano pequeño dormía dos habitaciones más allá. Estaba a punto de eyacular y llenar a mi madre con mi leche cuando papá paró la diversión. Agarró mis caderas y de un fuerte tirón me separó de mi progenitora.
-Ahora te toca mirar a ti.
Se colocó donde segundos antes estuve yo, se tumbó sobre mi madre y se la metió. Me encantó la escena. Ver su corpulento y moreno cuerpo penetrándola a ella me excitó muchísimo. Pero no lo suficiente como para que me quedase mirando. Así que me acerqué a mi padre y contemplé su culo de cerca. Era grande, tenía dos glúteos musculosos y bastante pelo negro en su raja. Posé mi mano sobre él y agarré uno de sus cachetes antes de deslizar un dedo por el camino de pelillos que llevaba hasta su ano. Estaba muy húmedo por el sudor y mi dedo resbalaba fácilmente por él. Quise vengarme por lo que el había hecho conmigo la noche anterior y, con un poquito de presión, metí mi dedo dentro de su ano. ¡Menudo gemido soltó el cabrón! Estaba claro que aquello le gustaba y que tenía su permiso para seguir.
Continué jugando con mis dedos en su ano y empecé a masturbarme yo mismo. ¡Qué morbo me daba aquella escena! ¡Mis dos padres estaban follando mientras yo les miraba! Mamá gemía como nunca y el sonido de la respiración de papá parecía el de un animal en celo. Menudos pervertidos estaban hechos.
Al cabo de poco tiempo, el cuerpo de mamá se puso rígido. Sus manos retorcieron las sabanas y su boca emitió un gemido sordo. Papá la había hecho llegar al orgasmo. Sin embargo, no paró y continuó con el bombeo hasta que la respiración de ella se volvió normal y le apartó de encima, obligándome a sacar mis dedos del culo de papá. Acto seguido, entre los dos me tumbaron sobre la cama. Mamá abrió mis piernas y se puso a mamar mi polla como si de un biberón se tratase. ¡Menudo gustazo! Notaba como su lengua y la carne de sus mofletes se pegaban a mi glande y acariciaban mi piel con frenesí. No pude aguantarme más y me corrí como nunca dentro de ella ¡Qué placer! Durante años yo me había bebido su leche y ahora era ella quien se bebía la mía.
Cerré los ojos y me dispuse a disfrutar de los últimos chupetones cuando sentí como mi padre se colocaba a horcajadas sobre mi pecho.
-Esto aun no ha terminado hijo.
Miré qué tenía delante y vi su polla apuntando a mi boca. No esperó a que yo mismo la abriese para empezar a empujar y pronto sentí como su glande se abría paso por mi garganta. Fue un poco angustiante por que me dio arcadas, pero no se apiadó de mí y la siguió metiendo. La llevó hasta el fondo y la meneó dentro de mi boca hasta que eyaculó dentro de mí Años después, volvía a mamar leche de nuevo, aunque esta vez, no sabía muy bien. Papá sacudió las últimas gotas de esperma sobre mi cara y humedeció sus dedos con ellas antes de introducírmelas en la boca para que me las comiese también.
-¿Está rico?- Preguntó mi padre sonriendo.
-No mucho- Le contesté riendo
Y, después de aquello, nos pusimos a ver la tele del dormitorio como una familia feliz y volvimos a dormir juntos una noche más. Sin embargo a la mañana siguiente, no fue un drama tener que despertarse.
Que morbo! Hermoso relato!
Mmm, 11 añitos ricos sin pelito para lamerlo hasta las bolas. Hermosa pedofilia 🤤
Me gustó. Que rico ser la mami, le saco leche a cada rato!!