Francisco
El Trío .
Desde ése día, Sabina era mi novia oficial, al menos en mi casa y en el colegio. Sabina se había encargado de contarle a sus compañeras y éso se hizo público. Cualquier acto del colegio y fiesta escolar o privada íbamos juntos.
Éramos los tres, ya que a Sabina no le daban permiso si no iba Eduardo y Eduardo la chantajeaba. A lo menos tenía que hacerle sexo oral a su hermano..
Pero eso no era problema para mí, no me molestaba que Eduardo se cogiera a mi novia, aunque éso lo hacía cuando estábamos los tres, me decía Sabina. Que cuando ellos estaban solos, ella no dejaba que él se la cogiera, sólo conmigo.
Aveces Sabina iba sola a mi casa, le decía a su mamá que iba donde una compañera. Esas tardes lo pasábamos genial, conversábamos hacíamos el amor, nos reíamos, volvíamos a coger, jugábamos el PC, veíamos páginas xxx , a ella le gustaba que me la cogiera mientras veía los vídeos. Hablábamos de incesto y eso nos excitaba y seguíamos cogiendo.
Cuando llegaban mis papás ya no queríamos más. Estábamos duchados, vestidos, con la mesa lista y viendo televisión sentados en el sofá del living.
Después la iba a dejar, nos parábamos en una plaza y nos besábamos como buenos novios. Eso pasaba una vez por semana, las otras veces yo iba a su casa, lo que aprovechaba Eduardo de tocarme o hacerme oral en cuanto se pudiera. Sabina sabía lo que había entre Eduardo y yo, amaba a su hermano y a mi, y nosotros la amábamos a ella.
Los dos, cuando se podía, me hacían sexo oral, era rico verlos como se turnaban, como buenos hermanos. Eduardo la amaba, la cuidaba y la protegía. De éso yo estaba agradecido de Eduardo. Además que a ella le gustaba ver como me cogia a Eduardo o él a mí. Nunca hubo duda de nuestra masculinidad, sólo que nos gustaba, disfrutábamos tener sexo entre nosotros.
Finalmente se acabó el año escolar y llegaron las vacaciones. De nuevo en el rancho del abuelo y nerviosa, nerviosa?, si, ansiosa de ver a Francisco. No sé porqué él me producía esa sensación. Sólo de pensar en él me hacía sentir coqueta.
– Qué hermosa que estás! – ésa exclamación me hizo sentir deseada.
Francisco tenía 17 y era un muchacho tostado y fornido. Debía medir 1.60. Yo, a mis 13 años, blanquita, semi rubia, ojos trigueños, de 1.65 de estatura, contextura media algo atlética sin ser musculosa.
Nos abrazamos, nos besamos, nos acariciamos y nos tocábamos.
– Qué linda y qué rica que estás – me decía mientras me masturbaba. Yo hacía lo mismo con él, sólo que el suyo era más grueso, pero nunca fue un problema para mí.
Se sentó en la banca y comenzó a besármelo, veía como lo disfrutaba, sus manos acariciaban mis nalgas, me penetraba con los dedos. Que delicia.
– Mi niña, dese vuelta – lo estaba deseando.
Me di vuelta y me puse en posición. Hacia casi un año que no lo sentía, pero a pesar de haber tenido sexo con Eduardo casi todo el año, no era lo mismo.
Sentir como abría mi año a medida que iba entrando era algo que me trastornada y el pequeño dolor lo hacía más exquisito.
A los pocos minutos ya veía como mi erección comenzaba a disparar sus jugos por todos lados. Aunque con Eduardo hacia lo mismo, pero no era lo mismo, con Francisco era su niña y me hacía sentir así y me gustaba serlo.
De hecho, antes de ir al granero esa tarde, me puse unas tangas de mi mamá y la remera rosada. Cepillé mi melena, me puse algo de maquillaje, suave, miré mi trasero en el espejo y me fui a encontrarme con mi amor de toda la vida.
A pesar de haber acabado, haber eyaculado todo lo que tenía acumulado, seguía con la erección, él seguía cogiéndome como si fuera el último día y yo lo disfrutaba como loca.
– Así, así! – le decía. – Dame más, dámelo todo – mientras me lo clavaba a fondo. El roce del entrar y salir me volvía loca, al punto de que cuando comenzó a eyacular dentro de mí, volví a tener otro orgasmo eyaculado de nuevo.
– Quédate así, no lo saques – le dije afirmándolo de la pierna contra mi.
Descansamos unos minutos y seguimos cogiendo. Una mezcla de sonidos, mis quejidos, los de él, el entrar y salir, el golpe de su pelvis contra mis nalgas bañadas en su semen que sonaban como un aplauso matemático, rebotaba en las paredes del granero como si fuera un eco.
Finalmente y tras una penetración continua y salvaje, volvía a disparar mis jugos por tercera vez, mientras él volvía a rellenar lo que había escapado de mi ano y chorreaba por mis piernas hasta el piso.
– Te amo – me decía al oído sin soltarme.
– Yo también te amo – le decía sintiéndome llena, feliz y relajada.
Nos duchamos y nos sentamos a conversar y a descansar.
Me preguntó por cómo me había ido durante el año. Que me había echado mucho de menos. Que cada ves que se masturbaba pensaba en mi. Todo esto mientras las caricias iban y venían.
No le podía contar que durante el año era un bonito recuerdo, pero no tuve tiempo para echarlo de menos.
Después de un rato, de las caricias mutuas, del sexo oral mutuo, volvimos a coger y volví a tener un par de eyaculaciónes y volvió a llenarme hasta el estómago con su abundante esperma.
Finalmente nos despedimos, como dos enamorados. El se fue caminando hacia el portón de entrada y yo a mi casa a acostarme en la cama a retocerme de placer y felicidad.
Al día siguiente, en la laguna me bañaba y después me acostaba en el pasto esperando que llegara el momento de ir al granero, a que Francisco me cogiera rico.
Era como un vicio para mí. Si me acordaba de Francisco, en algún momento del día o de la noche, tenía una erección y mi ano comenzaba a palpitar, hasta tenía contracciones de deseo.
El fin de semana llegaron mis padres. Yo estaba feliz de verlos, pero triste porque no vería a Francisco hasta el lunes.
El sábado en la mañana me levanté temprano al baño. Estaba sólo con slip, suelo dormir desnudo pero cuando salgo de mi pieza me pongo slip.
Pase por la pieza de mis padres y lo vi durmiendo tan bien que no pude resistir ir a acostarme con ellos. En mi casa lo hacía aveces.
– Mamá, puedo acostarme contigo un rato – le dije suavemente tratando de no despertarla pero que despertara.
Ella abrió un ojo y me sonrió.
– Si, acuéstate nomás, pero tengo que ir al baño – dijo levantándose. Llevaba sólo una polera sin mangas que le llegaba a las caderas.
Tenía un lindo trasero, cuando la vi caminar hacia la puerta.
Mi papá dormía vuelto hacia en otro lado. Me quedé acostado de espaldas hasta que mi mamá volvió, de frente la encontré más linda. Su rosado clitoris asomaba entre sus labios vaginales, cosa que a Sabina no.
Me hice un lado para que se acostara. Me hizo cariño y me besó dulcemente en los labios como siempre. Le devolví el beso con todo mi amor.
– Vamos a dormir otro poco, es muy temprano – dijo dándose vuelta.
La abracé cucharita, me acomodé en su lindo trasero y me puse a dormir.
Mi papá se dio vuelta y me abrazó a mí. Él estaba completamente desnudo, atraves de la delgada tela del slip sentí su miembro entre mis nalgas. No tenía una erección, pero podía distinguir cada parte de su miembro. Sentí como mi año se calentaba, pensé bajarme los slip para sentirlo mejor. Me acomodé inconscientemente contra él.
Nunca antes me había pasado algo parecido y muchas veces me fui a acostar con ellos. Ahora tenía una erección contra las nalgas de mi mamá. Si no hubiera tenido los slip, dónde lo tendría ahora? Me preguntaba.
Si me bajo los slip voy a sentir a mi papá pero también voy a ponérselo en el trasero a mi mamá.
Al parecer mi mamá no lo sintió o no le molestó. Tal vez está acostumbrada a sentirselo a mí papá. Con un movimiento se acomodó y se pegó contra mí y me empujó contra mi papá.
Parece con todo ese movimiento, casi imperceptible, hizo que mi papá comenzara a tener una erección.
Ahora mi deseo fue mayor. Deseaba a mi papá más que a mi mamá. Sentía a mi año húmedo y maldecía haberme acostado con slip. Y si todo fuera poco, me tomó de las caderas y me apretó contra él.
Ahora su pene hacia presión contra mí ano. Lentamente comencé a bajarme los slip, iba a ser muy difícil ya que quedaría atrapado en su pene. Tenia que sacar su mano de mi cadera para poder bajarme el slip. Tomé su mano con cuidado, la saqué y la puse en mi muslo. Como que se despertó y se puso de espaldas. Aproveché de bajármelos hasta medio muslo y esperar que me abrazara de nuevo.
Mi erección que estaba en el año de mi mamá, seguramente ahora la sintió y se acomodó empujando hacia atrás. La penetré sin ningún problema ya que a pesar de mis 14 o 15 centímetros de largo, no tenía más de tres de diámetro.
Después de quedar pegada a ella me quedé quieto. Me estaba quedando dormido cuando mi papá se da vuelta y me abraza de nuevo. Su flacidez pasó en un par de minutos a una erección total. Me di cuenta de que no era más grueso que el de Francisco y que a pesar de que amaba a Francisco, tener a mi papá adentro era algo ni soñado y mi propia flacidez, volvió a su dureza dentro de mi mamá.
Estaba atrapado en medio de los dos, pero me sentía muy feliz. Volvía a mi infancia.
Cuando desperté, mi mamá se había levantado y yo tenía la flacidez de mi papá aún adentro.
Me quedé quieto pensando que hacer. Que va a pasar y se da cuenta de que esta adentro de mi. Que va a pasar si tiene una erección. Que va pasar si me coje y eyaculo en las sábanas. La solución llegó rápida y sencilla. Se dio vuelta al otro lado y siguió durmiendo.
Me levanté sigilosamente, me subi los calzoncillos y me fui a mi pieza. No se si supo lo que pasó. Mi mamá se dio cuenta pero no me dijo nada hasta años después.
Y así fue como comenzaron mis vacaciones en la hacienda del abuelo.
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