Francisco
Francisco .
Mi mamá se quedó dos semanas conmigo. Sólo los dos de lunes a viernes, el viernes en la noche llegaba mi papá y se iba el domingo en la tarde.
Ésas fueron las mejores vacaciones de mi vida, algo que nunca olvidaré. De lunes a viernes íbamos a la laguna y nos bañábamos desnudos. Jugábamos en el agua como dos adolescentes.
– Me haces volver a mi adolescencia, hijo – me decía cuando estábamos acostados el pasto desnudos, después de hacer el amor.
Ella parecía una adolescente, tenía una linda figura, lindos pechos, ni chicos ni grandes, angosta cintura, caderas en proporción y largas y hermosas piernas. Ella debía tener en ese tiempo entre 36 y 37 años. Me tuvo a mí a los 20.
Lloramos el domingo que se fue con mi papá.
– Tengo que volver a trabajar, hijo. De lo contrario me quedaría contigo todo el verano –
Y de nuevo sólo, recordando los días felices que pasé con mi mamá.
Una tarde el abuelo me pidió que le comprara algunas cosas, mi abuela me encargó unos remedios y algunas cosas del supermercado.
Tomé la camioneta del abuelo y me fui al pueblo. Hice todas las compras, hasta unas cervezas que el abuelo no me había encargado. El sólo toma vino tinto.
Estoy terminando de cargar la camioneta y me encontré con él. Si, con él, con Francisco.
– Hola Francisco! – lo saludé efusivamente dándole un abrazo.
– Hola, cómo estás – me respondió no tan efusivamente, o no como yo esperaba.
Francisco tendría por ese tiempo unos 21 o 22 años. Pero representaba más, se veía como de 25 o 26. También se veía como cansado. Regularmente vestido y de la misma altura, poco más de 1,60 en cambio yo superaba el 1.75. Y de contextura delgada me hacía ver más alto aún ya que el era de contextura gruesa y con algo de panza.
Lo invité a unas cervezas y conversamos un poco, le pregunté por la Anita María y ahí me contó su historia.
– Para serte sincero, me porté mal con la Anita María. La segunda vez que la llevé a juntarse contigo y me fui a trabajar, no me fui a trabajar.
Los seguí para saber a dónde iban y lo que hacían. Así fue como descubrí la laguna, verlos bañarse desnudos y ahí entre los matorrales, escondido, me masturbé viendo como te la cogias. Después que se fueron al agua de nuevo, entonces me fui a trabajar.
Estaba furioso contigo, no sólo me fuiste infiel, además te cogias a mi hermana. En la semana yo la miraba y me acordaba como era desnuda y eso me excitaba.
Una tarde le pregunté si le gustaría ir a verte al otro dia. Yo tenía que hablar con mi mamá y contarle todo un cuento para que le diera permiso a ella con la promesa de cuidarla, llevarla y traerla de la casa de su compañera.
Ella me dijo que si. Le puse la condición de que tenía que tocármelo. Ella abrió la boca para protestar, pero le conté lo que había visto. Ella avergonzada, bajo la vista y aceptó. Ésa noche, después que mi mamá se durmió, fui a la pieza de ella a cobrar lo prometido. Como ella sabía hacerlo, lo hizo súper bien y me hizo eyacular. Dormí feliz.
A la semana siguiente, ella me dijo que quería verte y le dije que no. Entonces me ofreció hacerme lo mismo, le dije que no, que además tendría que chupármelo. Y así lo hizo. A la semana siguiente le dije que tenía que coger conmigo.
La noche anterior me fui a su pieza, me estaba esperando desnuda como le había dicho. Me metí entre sus piernas y le pregunté en un susurro al oído si estaba lista. Ella asintió con la cabeza y entonces se lo meti todo de un viaje. Ella se quejó y se tapó la boca con la mano.
Como estaba enojado contigo y con ella, no tuve piedad y le di duro, fuerte y salvaje. Ella cerraba los ojos y ahogaba sus quejidos con la mano. Cuando finalmente me descargué completamente, me levanté y la miré, estaba de espaldas, totalmente desnuda, su vulva lamina, con los brazos y las piernas abiertas, los ojos cerrados y la cara vuelta hacia la pared, iluminada por la luna que entraba por la ventana. La misma luna que vi reflejada a en sus grandes ojos, al momento de penetrarla.
Me dio un remordimiento, pero no fue violación, ella lo quiso, me justificaba a mí mismo.
La tapé con la ropa de cama y me fui a mi pieza. Al otro día todo era normal, como siempre, ella no dijo nada, así que me sentí aliviado.
Cada vez que la llevaba a juntarse contigo, yo me la había cogido la noche anterior. Claro que ahora tenía más cuidado y trataba de que ella lo disfrutara y tuviera un orgasmo antes de que yo acabara.
A cada momento me daban más ganas de estrangularlo. Mi Anita, mi amor…
– Y porqué al año siguiente no apareciste tú ni ella? – le pregunté cómo reproche. A cada momento mi amor por Francisco se iba cayendo a pedazos.
– Ah, bueno, después que tú te fuiste, ella no quiso nada conmigo. Pero ella no podía ir a ningún lado sin mí, de manera que yo le cobraba por eso y al final ella se resignó a hacer el amor conmigo.
El problema fue que tres meses después que te fuiste me dice que está embarazada. Casi se me cayó el pelo, empezamos a inventar una historia que mi mamá se la creyera. No podía decirle que yo la había embarazado. Al final inventamos un cuento de una violación que ella por vergüenza no lo contó y como no le llegaba la regla no pasaría nada.
Mi mamá armó un escándalo de padre y señor mío. Si hasta fuimos a carabineros a hacer la denuncia, pero mi hermana no sr acordaba de cómo era el violador y cómo había pasado tanto tiempo ya no se podía hacer nada.
Mi mamá dijo que conocía una vieja que hacía abortos. Mi hermana no quiso y yo dije que era muy peligroso. Que yo me iba a poner a trabajar para que a ella y la guagua no le faltara nada.
– Y porqué no me contaste Francisco, podría haber hecho algo –
– No, ella no quiso, le daba vergüenza de sólo pensarlo –
– Y qué edad tiene la guagua ahora? –
– La niña tiene tres anos, va a cumplir los 4 en mayo –
– Dile a la Anita María que quiero verla. Bueno, me voy – le dije.
– Podrías llevarme? –
– Si, vamos –
No podía decirle que no, aunque ganas tenía. Ibamos por el mismo camino. No hablamos en todo el viaje. Al llegar al portón se bajó.
– Dile a la Anita que quiero verla –
Lo último que le dije antes de entrar a la hacienda.
No volví a verlo ni a Anita María tampoco.
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