Francisco
Anita María 3 parte .
Me desperté pensando en que le iba a decir Fran cuando me preguntara qué hicimos con Anita.
No podía contarle de la laguna.
La verdad es que estaba muy confundida, amaba a Fran pero me gustaba Anita.
Ésa tarde en el granero hicimos el amor como todos los días. Generalmente eyaculaba antes que él y a él eso le gustaba, seguía unos minutos más hasta que me llenaba.
Después nos abrazabamos, nos acariciabamos suavemente, con cariño. Me decía que se lo chupara y yo lo hacía con gusto. Después volvía a cogerme y a llenarme. A veces volvía a tener una segunda eyaculación.
Nos despedimos como siempre, dos enamorados y se fue. No me preguntó nada del día anterior.
Siguieron pasando los días, en la laguna recordaba a Anita y después en el granero era la niña de Fran.
Lo bueno era que Fran me amaba como yo era, una con pene, me lo acariciaba, me masturbaba, me lo chupaba y hasta se tragaba mis jugos.
– Te gustan? – le preguntaba después que me dejaba seca.
– Me encantan, sabes que todo lo tuyo me gusta –
Éramos felices, estaba totalmente enamorada de Fran.
Finalmente de Anita no me preguntó nada ni yo quise preguntar por ella.
Terminó el verano y ésa última tarde del granero, después de almuerzo, hicimos el amor varias veces. Por lo menos debo haber tenido unos tres orgasmos anales.
El primero lo tuve dentro de él, fueron pocas las ocasiones, pero algunas veces después de hacerme chuparmelo me pedía que lo penetrara.
Y esa tarde fue así, después de besar mis labios, mi cuello, mis pechos, mis nalgas, mt ano y mi pene, me pidió que lo penetrara.
Se dió vuelta y se apoyó en la banca, abrí sus nalgas, apoyé mi glande en su ano y empujé.
Lo sentí quejarse, le pregunté si le dolía y dijo que no, que siguiera y seguí. No era lo que más me gustaba pero estaba rico. Además me gustaba sertir su erección en mi mano mientras lo penetraba. Lo amaba y el me amaba, me preguntaba si me gustaba y le decía que si, yo preguntaba si le gustaba y él me decía que si. Por más que tratara de evitar eyacular antes que él, no podía evitarlo, uno a uno mis penetraciones iban dejando una descarga de mis jugos profundamente.
Después hacíamos lo mismo pero al revés y me hacía tener esos ricos orgasmos anales.
A pesar de que le decía que no me tocará mientras me penetraba porque eso me hacía acabar más rápido, con las dos manos en mis caderas, me hacía eyacular por lo menos 5 minutos antes, pero igual disfrutaba esos 5 minutos. Lo sacaba entero y volvía a meterlo profundamente, hasta sentir que sus testículos chocaban con los míos.
Algunas veces me cogía estando de pie, lo tomaba del cuello y cruzaba mis piernas por su espalda, mientras me sostenía por mis nalgas, ponía su pene en mi ano y ma penetraba a fondo.
Fueron momentos inolvidables, de felicidad y dicha plena.
Finalmente esa tarde, después de una rica ducha mutua, nos secamos, nos vestimos, nos besamos y nos despedimos hasta el próximo verano.
De vuelta a clases, mi pelo largo del verano se transformó en una melena corta, que era mi peinado habitual, mi uniforme nuevo y mis útiles.
Con mis compañeros, me preguntaron cómo estuvieron mis vacaciones, yo les decía » bien » mientras ellos contaban sus aventuras. Si supieran, si yo les contara, pensaba y me reía internamente.
Eduardo feliz de verme después de casi tres meses.
– Te he echado de menos – me susurró al oído. Yo no podía decir lo mismo, no me acordé de él para nada.
Sabina estaba muy linda y se sonrojó cuando le dije. Increíble como se había desarrollado en tres meses. Había crecido de todas partes.
Caminamos juntos hasta la esquina de siempre y nos separarnos, cada uno a su casa.
El día que no tocó gimnasia, Eduardo me dijo que esperaramoa un poco. Cuando nos fuimos a las duchas estábamos solos. Ahí me di cuenta que el también había crecido.
– Qué lindo lo tienes – me dijo mientras me lo jabonaba.
– A tí también te ha crecido – le dije mientras se lo jabonaba a él.
No era lo mismo que con Fran pero era rico igual. Después eyacular en su mano y el en la mía, nos duchamos nos vestimos y nos fuimos del colegio.
– Ustedes siempre son los últimos – reclamó Sabina.
– Ya sabes como es, le ayudamos al profe después de la clase – decía Eduardo.
– Umm – decía ella no muy convencida.
– Vamos a hacer la tarea juntos esta tarde? – me preguntó un día Eduardo.
Yo sabía a qué se refería, pero no quería ir a su casa por Sabina .
– Bueno, pero en mi casa – le dije.
– Porqué no en la mía? – me preguntó.
La verdad es que no quería y estaba usando la escusa de Sabina.
– Es que está Sabina y no crees que ella se da cuenta? – le respondí.
– Ella me dijo que te dijera – dijo Eduardo.
Esa y tarde caminamos los tres hasta la casa de ellos. Al llegar me di cuenta que no estaba la mamá, había salido y ellos sabían que estarían solos.
Nos fuimos a la habitación de Eduardo, él se quitó la ropa y yo solo los pantalones y los slip.
Nos sentamos en la cama, comenzamos a tocarnos y después nos acostamos de espaldas mientras no tocabamos mutuamente.
Estábamos en eso cuando entra Sabina y se acuesta a mi lado.
Solté inmediatamente a Eduardo cuando la ví y Eduardo me soltó a mi. Sabina comenzó a tocarme, la miré a los ojos y me sonrió. Me di vuelta hacia ella. Le dije que era muy linda.
Eduardo se levantó, se puso unos boxer, una polera y salió de la habitación.
Puse mi mano en su muslo y comencé a hacerle caricias. Ella me miraba con sus grandes ojos negros. Subí mi mano por debajo de la falda falda lentamente, ella me acariciaba lentamente. Llegué a su entrepierna y me di cuenta de que no tenía ropa interior. Ella abrió las piernas para darme facilidad.
Ahora ambos nos tocabamos lentamente. Sentía que su mirada me llenaba el alma. También sentía que ella estaba cada vez más mojada.
– Quieres que te lo meta? – le susurré al oído.
– No, ahora no, talvez otro dia – me dijo.
– Quieres que te lo chupe? –
– Si, me gustaría – le dije.
Se arrodilló entre mis piernas y poco a poco sus besos y lamidas fueron siendo más intensas hasta terminar succionando mi pene.
– Espera, creo que voy a acabar – le dije apoyándome en los codos y apretando con mis manos el cubrecama cerrandolas.
El no dijo nada y siguió chupando con más ganas. Solté mi primer chorro en su boca, los demás sobre mi estómago y mi pelvis mientras ella seguía masturbándome y parte de mis jugos resbalaban de su boca.
Se limpio la boca con el dorso de la mano y tomando un rollo de papel higiénico del velador comenzó a limpiarme.
Cerré mis ojos y me acosté de espaldas sobre la cama descansando relajadamente.
Cuando terminó me dió un beso en la boca y me preguntó si me había gustado.
– Si, me encantó – la verdad es que Francisco había hecho lo mismo muchas veces y me gustaba mucho, además de que el metía un dedo en mi ano, lo que lo hacía más rico. pero ahora había sido genial, talvez por ver la linda cara de Sabina, no sé.
– Te quieres duchar? – me preguntó.
– Te vas a duchar conmigo? – le pregunté.
Se quedó pensando un rato.
– Está bien, no te preocupes, me ducho en mi casa – le dije.
– Pero ya te vas? –
– Si, quiero ducharme y cambiarme ropa –
Se levantó, me tomó de la mano y nos fuimos a la ducha. Me saqué la camisa que era lo único de ropa que me quedaba y la ayudé a desnudarse. Ella sólo tenía una polera y la falda corta, nada más.
– Eres hermosa – le dije mientras ella daba el agua y yo acariciaba sus nalgas.
– Te gustan – dijo ella dándose vuelta y mirándome a los ojos .
Le dije que mucho mientras entrabamos a la ducha caliente. La jaboné entera por todos lados y ella a mí, nos enjuagamos y nos besamos bajo la ducha. Después salimos y nos secamos mutuamente. Cuando estuvo de espaldas a mi puse mi erección entre sus nalgas.
– Quieres mi potito? – me preguntó dando vuelta la cara para mirarme.
– Sólo si tú quieres – le dije
– Me va a doler? – preguntó.
– Voy a tratar que no te duela –
Yo sabía que dolía la primera vez que te penetran y este me parecía un potito chiquito.
Tomé un poco de jabón líquido y me puse en mi pene, me di cuenta de que estaba nervioso, era mi primera vez con alguien que no fuera Fran. Le puse a ella y la penetré con un dedo. Después puse mi pene y comencé a dar empujoncitos, uno tras otro hasta que en un momento entró todo mi glande.
– Aaah – dijo como un quejido.
– Te duele mucho? – le pregunté.
– Un poco – dijo ella.
Se lo saqué, seguramente fue muy pronto, pensé.
– Si quieres seguimos otro día – dije sin soltarla.
– No, sigue pero despacito – me dijo.
Seguí punteando como en un juego, no tengo que apurarme pensé. Pero todo era demasiado rico. La veía a ella por el espejo sobre el lavamanos, veía sus hermosas tetitas. Su cara cuando de cuando en cuando levantaba la cabeza para mirarme.
De pronto me di cuenta de que iba a acabar. Entonces presioné con la intención de echar mis jugos adentro, pero la mitad quedó afuera entre sus nalgas, lo que hizo que la segunda vez mi glande entró echando el segundo chorro todo adentro al mismo tiempo que ella exalaba un quejido. La tercera ves estaba a la mitad y al último lo tenía todo adentro disparando mis jugos más adentro aún.
Nos quedamos así unos minutos, ella levanto la cara y me miró.
– Te dolió mucho? – le pregunté
– No mucho, pero estuvo rico. A ti te gustó? – me preguntó cómo adivinando mi respuesta en mis pupilas.
– Ah, si , estuvo muy rico – yo seguía con mi pene adentro, sería la presión o el calorcito o las dos cosas que yo seguía con mi erección.
– Bésame – dijo dando vuelta la cara. Nos besamos así, ella de espaldas a mí, y yo con una mano euno de sus pechos y con latra en su estómago mientras hacía presión contra el lavamanos.
– Ahora déjame – dijo inclinando el cuerpo hacia adelante.
Saqué lentamente mi miembro de su ano mientras veía que mis jugos comenzaban a salir. La última parte fue expulsada de su ano.
Se metió a la tina y se agachó para orinar, me senté en la taza del escusado a mirarla. Veía como goteaban mis jugos de su ano. Su vulva hermosa, sus labios gorditos, inchados y rosados.
Se levantó abrió la ducha y comenzó a lavarse. Yo me lavé en el lavamanos. Después tomé una de las toallas y se la pasé para que se secara mientras yo me secaba con la otra.
Después en la pieza de Eduardo terminé de vestirme, tomé mi mochila y salí. En el living estaba Eduardo viendo televisión. Me despedí de él y caminé hacia la puerta.
– Te vas sin despedirte? – era Sabina.
La abrace y la besé, se veía radiante, me acompañó a la puerta y nos besamos nuevamente antes de salir.
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