GEMELAS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por dulces.placeres.
GEMELAS
Lo que leerán a continuación sucedió hace siete años, apenas éramos unas adolescentes de quince años, tímidas, descubriendo el mundo.
Todas las mujeres por ascendencia de mamá tienen como herencia grandes bustos, mis tías, mi abuela e incluso mi madre.
Por el lado de papá, por el contrario, todas portan buena cola, mi otra abuela y mis otras tías, todas culonas.
Y toda esa generosa mezcla de pechos y culos se consumó en nosotras, sacamos lo mejor de lado de mamá y lo mejor lado de papá.
Notarán que hablo en plural, esto es debido a mí hermana gemela, Roxana, con la cual somos más que simples hermanas.
Siempre fuimos muy unidas, espejo una de otra, no hacía falta que nos habláramos para entendernos, con un gesto, con una mirada era suficiente, hasta creo que psíquicamente siempre estuvimos conectadas.
Como dije anteriormente, y siendo honesta, siempre fuimos muy bonitas, llamábamos la atención por nuestra presencia, y si una era bonita, más llamábamos la atención siendo dos exactamente iguales.
A los quince estábamos demasiado desarrolladas para nuestra edad, medíamos más de un metro setenta, usábamos noventa y cinco o cien de corpiño y teníamos las piernas y los culos más deseables del colegio, además teníamos un bello rostro, cabellos enrulados y largos, color castaño y ojos verdes, que no son muy comunes por estos lados.
Las gemelas Gonzalez eran conocidas y famosas, hasta habíamos tenido propuestas para modelar y hacer producciones fotográficas, cosa que no fueron permitidas por nuestros padres por ser menores de edad, nos sobraban los chicos y oportunidades.
Todos veían en nosotras, dos mujeres, porque nuestro físico era de perras de veinte, no de adolescentes de quince, es más, nuestras mentes aun no estaban a la altura de nuestros cuerpos, creo que nos habíamos quedado en los doce, o en los trece, nuestro dormitorio estaba plagado de peluches y muñecas de nuestra infancia que negábamos dejar de lado y archivarlas en el cajón de los recuerdos.
Los chicos nos gustaban, como no, pero nos podía la vergüenza y en algún punto nuestra belleza terminaba por volverse en contra y devorarnos a nosotras mismas…
Papá trabaja en una empresa cementera, mamá es secretaria en una clínica, somos de clase media, vivimos en una casa mediana, esas típicas con un dormitorio matrimonial y un segundo cuarto para nosotras, Roxana está estudiando abogacía y yo quiero ser azafata, me encantaría vivir en el aire, pero bueno, volvamos atrás, nuestro dormitorio estaba tal cual como ahora, una cama a cada lado del cuarto, con amueblamientos para nuestras ropas y una ventana que da al exterior, en esa época las paredes lucían un rosa pálido que nosotras mismas nos habíamos encargado de decorar, era nuestro lugar de secretos y de largas charlas íntimas de hermanas que se prolongaban hasta altas horas de la madrugada, hasta que le sueño nos vencía…
Así nos confesamos nuestro primer beso, nuestra primera vez, y hasta ese amor imposible que todos tenemos en alguna oportunidad…
El once de octubre no sería un sábado más para nosotras, sería una hermosa marca en nuestras vidas que guardo en lo profundo de mi corazón, un antes y un después.
Habíamos ido con mi hermana gemela a un shopping de la zona, estábamos muy putas esa noche, miramos vidrieras, cenamos y se nos ocurrió ir al cine, no había muchas opciones, así que decidimos ver una de suspenso, fue una mala elección…
Estuvimos gritando las dos horas que duró la película, asesinatos, sangre, imposible de narrar, los cierto es que Roxi y yo salimos casi temblando de la sala y nos pareció ser parte de la historia, había sido espeluznante…
Volvimos a casa tan rápido como pudimos, justo cuando se desataba una feroz tormenta, fuimos al baño, hicimos nuestras necesidades y nos encerramos en la pieza, con la puerta cerrada, me puse mi top de dormir, apenas con mi bombachita y me enterré en mi cama, me tapé con la sábana a pesar del calor que hacía, como si me sirviera de protección contra un presunto asesino…
Traté de dormir, pero los estruendosos truenos y la luz entrecortada de los relámpagos que se colaban por las tablillas plásticas de la ventana me hacían estremecer, me hice un ovillo, apreté los ojos, sabía que todo estaba en mi mente y quería bloquearlo, había sido solo una película, pero no podía, tiritaba de miedo en el calor primaveral, creo que es una experiencia que a cualquiera le sonará familiar, a quien no le pasó, como sea, me estaba muriendo, por lo que sentí la conexión con mi hermana…
Murmuré en voz baja, casi como un suspiro, rogando que estuviera aun despierta
– Roxi… Roxi! estás dormida?
– No… como voy a dormir con esta tormenta… – respondió con premura y en el mismo tono de voz, apaciguado pero inquieto
– No me puedo dormir…
– Yo tampoco… estoy temblando como una hoja…
– Para que habremos ido a ver esa película…
Luego de un corto silencio de ultratumba mi hermana sugirió
– Romi… por qué no vienes a mi cama y nos protegemos una a la otra?
Si ella no lo proponía seguro yo lo haría, así que sin mediar palabra, en la oscuridad me dirigí a su pequeña cama de una plaza y me acurruque junto a ella, me abrazó muy fuerte, Roxana estaba de lado, de espaldas a la pared como si esta le sirviera de protección, y yo en cucharita apretada contra su cuerpo, ella me rodeó con su brazo y lo depositó en mi abdomen, me sentí protegida con mi cuerpo pegado al suyo, sintiendo su respiración en mi nuca, pegando mi culo a sus caderas, sintiendo su cuerpo contra el mío y sus grandes pechos clavados en mi espalda.
Se sentía tan rico, pronto el miedo pasó y su mano acariciando mi barriguita me hacía saber que no dormía, no sé si era la situación, su aroma, su cuerpo pegado al mío, sus caricias o qué, pero como si yo misma me estuviera tocando sentí mis pezones endurecerse, sentí una electricidad pecaminosa en mi clítoris y mi vagina inundarse en flujos.
Traté de apartar esos pecados de mi mente, pero como siempre mi gemela y yo estábamos en la misma sintonía, como si mi mente tuviera poder sobre ella la mano de mi dulce hermana fue subiendo lentamente, colándose bajo el top para dedicarse a acariciar mis pechos, la dejé hacer, me encantaba y fue como si yo misma lo estuviese haciendo, apretando con delicadeza mis pezones, no podía creerlo…
Ella me apretaba más y más, sus tetas me quemaban en la espalda, y su mano hacía maravillas en mis pechos, estaba perdida, mojada, inundada, sin decir palabra tomé su mano con la mía y la deslicé hacia abajo, lentamente, para colarla bajo mi tanga, en mis bellos púbicos, ahí la dejé, Roxana fue más abajo, acariciando rítmicamente mi clítoris entre sus dedos, me sentía acabar, me iba a acabar…
Giré de repente, no era el momento, no todavía, levanté su remerita para apoyar mis grandes tetas contra sus grandes tetas, las tetas de mi hermana, era un espejo, un espejo al que daba y del que recibía placer, mi boca buscó su boca, nos besamos, nos fundimos en una, nos revolcamos, y gemimos, sus besos sabieron hermosos, a pecado, a locura, dejé sus labios y fui a lamer sus pezones, a llenarlos de saliva, luego fue su turno, y volvieron los besos, nuestras manos recorriendo nuestros cuerpos, acaso quien hubiera podido entenderme mejor que ella?
Los minutos pasaron lentamente mientras la temperatura se elevaba en el cuarto, lejos habían quedado los miedos, Roxana me susurro al oído mientras besaba su cuello
– Hermana… quisiera lamerte la conchita…
Me estremecí, una vez más nuestras ideas parecían estar conectadas… saqué con premura mi bombacha y me aseguré que ella hiciera lo mismo, no quería recibir sin dar, por lo que me acomodé de costado en un perfecto sesenta y nueve, bajo los quejidos de la pobre cama que soportaba ambos cuerpos, le ofrecí mi sexo desnudo mientras abrí sus piernas para comer el suyo, estaba tan mojada como yo y la excitación de lamerle la concha a mi hermana me enloquecía, su sabor áspero inundó mi boca, su clítoris estaba enorme y fácil de comer entre mis labios, su conchita regordeta se abría ante mis lengüetazos y no quería soltarla…
Pero era difícil, porque ella me chupaba la mía al mismo tiempo y me hacía perder concentración, no podía estar en ambos lados al mismo tiempo, sus manos se mostraron hábiles acariciando mis piernas y glúteos y sus dedos se perdieron en lo profundo de mi concha para luego rasgarme rítmicamente sin despegar sus labios de mi clítoris…
Ella pudo más, me entregué a su lamida, apenas me estiré un poco más, tomé una de mis tetas y solo acaricié su clítoris con mi pezón, una y otra vez, no lo podía creer, pero estallé en un interminable orgasmo en la boca de mi hermana, como nunca había acabado, por suerte los ruidos de la fuerte lluvia aplacaron mis gemidos…
Volvió a mí y nos fundimos en un beso placentero, se notó satisfecha, con su objetivo cumplido entonces volvió a pedir
– Sabes que quiero? Que me chupes el culito…
Roxana se acomodó en cuatro patas casi sin dejarme lugar sobre el colchón, arqueó su espalda sobre y sus ancas quedaron disponibles, esbeltas, con sus piernas abiertas, fui sobre ella, directo al objetivo, abrí sus nalgas y rodee una y otra vez su esfínter, en círculos, con delicadeza, sentí la rugosidad de su piel en mi lengua, fui haciendo los círculos más pequeños hasta hacer centro en su orificio, la sentí excitada, caliente, y al ir lamiendo y besando busqué penetrarlo lentamente con la puntita, ella se mostraba receptiva, el calor volvía a mi sexo, pasé nuevamente uno de mis pezones recorriendo su culito y su conchita, volví a lamerlo, una y otra vez…
Me sentí dueña de la situación, me acomodé tras ella, junté mis dedos índice, mayor y anular y se los metí en la concha hasta el fondo, estaba inundada, hasta que la palma hizo tope en la entrada, literalmente empecé a cogerla como si mis dedos fueran un pene y Roxi empezó a retorcerse de placer, sentí sus dedos masturbar su clítoris y sabía que llegaría si seguía, yo hubiera llegado…
Mientras la cogía con mis dedos apoyé el pulgar en su esfínter que permanecía lubricado por los besos que le había dado, y la leve presión que hacía solo enloquecía a mi hermana.
No lo busqué, solo que ella se fue relajando y su orificio fue cediendo al punto que la falange se introdujo en él.
Así llegó, acariciándose, con varios dedos inundados en su concha y mi pulgar en su cultito, fue excitante sentir las contracciones espasmódicas de su anillito marrón apretando mi dedo…
Volvimos a besarnos, a comernos las bocas, dulcemente, mujer a mujer, hermana a hermana, gemela a gemela, sentadas frente a frente.
Sin decirlo, sin proponerlo, ambas fuimos por lo mismo, conectadas mentalmente, abrimos nuestras piernas y las cruzamos, nos entrelazamos, una por arriba, otra por abajo, su argolla hirviendo se pegó a la mía, empezamos a refregarnos, arriba, abajo, clítoris contra clítoris, fue increíble, gozamos como putas en celo, gozaba con su placer, gozaba con mi placer, gemíamos, transpiramos, nos esperamos, llegamos nuevamente, ambas al mismo tiempo, juntas como buenas gemelas…
Fue suficiente por esa noche, nos vestimos en la oscuridad, lejos habían quedado los miedos, era tarde, nos abrazamos solo que ahora frente a frente, y nos seguimos besando y acariciando, suavemente, lentamente hasta quedarnos dormidas.
La claridad de la mañana siguiente nos sorprendió aun enredadas, abrí los ojos y el rostro de mi hermana estaba centímetros del mío, era mirarme en un espejo, solo esperé observándola hasta que ella abrió los suyos, solo sonreímos, estábamos adoloridas puesta que la cama era pequeña para dos…
Fue nuestro secreto, nadie lo supo, solo ella, solo yo…
Pasaron ya siete años, y esa primera noche comenzó a repetirse, noche tras noche, una y otra vez.
Hoy seguimos compartiendo el cuarto, ella en la misma cama, yo en la misma cama, muchos se preguntan cómo dos chicas tan hermosas no tienen novio, no forman pareja, es que nadie imagina que nosotras tenemos lo que queremos, amor de gemelas…
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