GIGOLÓ ADOLESCENTE
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por icss.
-¿Cuánto tiempo te podría llevar pintar la casa?
Mirando para unas grietas que había en una pared, le respondí:
-Quince o veinte días.
-¿ A cuánto?
-A 30 euros diarios.
Fátima miró para su abuelo, que era parapléjico y estaba en una silla de ruedas.
El viejo parpadeó dos veces.
La chavalita me dijo:
-Le parece bien.
-¿Ya comprasteis la pintura, los tintes, la escayola y la lija?
-Sí, cincuenta kilos de pintura, cinco de escayola, tintes y diez papeles de lija.
¿Llegarán?
-Para empezar.
Ya te diré cuanto más tenéis que comprar.
Las azules pupilas de Fátima se clavaron en el paquete de mi pantalón vaquero, y se clavaron con descaro, como queriendo adivinar el tamaño del miembro que se escondía bajo él.
-¿Cuándo vas a empezar, Quique?
A mi o me toreaba ninguna mocosa.
Le miré para los dos pequeños bultitos que hacían sus tetas, y le respondí:
-Mañana, si a tu abuelo le parece bien.
Don Manel volvió a parpadear dos veces.
Fátima, me dijo
-Parece.
Fátima, era (y es, aún no cumplió los trece) una adolescente de 12 años, delgadita, pecosa, con media melena de cabello negro rizado.
Sus tetitas eran pequeñitas y su culito respingón.
Era guapa y muy risueña.
Don Manuel era un sesentón, que había quedado parapléjico dos años atrás, debido a una coz que le diera en la espalda un caballo.
Su mujer, doña Adela, se había marchado con un muchacho joven cuando su marido quedó impedido.
Yo cumplí hace poco los 18 años, mido 1m 75 cm, tengo el cabello largo y cuerpo estilizado.
Las mujeres que amé decían que tenía el físico de un Adonis.
Dos días después, en el trastrero de la casa.
donde estaban los materiales.
me quité la ropa y quedé en pelotas.
Iba a poner la funda blanca, dándole la espalda a la puerta, que estaba abierta, cuandó oí la voz de Fátima.
-Bonito culo.
Lo tenía y lo tengo, tengo un culo bonito, redondo y prieto.
Me di la vuelta y vieron mi cuerpo con la verga colgando.
Fatima y don Manuel, que estaba delante de ella sentado en la silla de ruedas, se quedaron mirándola.
Les dije:
-Perdonad, debí cerrar la puerta para cambiarme.
Fátima, colorada como una grana, y mirando para mi verga, respondió:
-Debiste.
-¿Qué se os ofrece?
-Quiero ver como mezclas el tinte con la pintura.
-Hasta mañana o pasado no la voy a hacer.
Fatima no quitaba los ojos de mi verga.
-Vístete que me pone nerviosa ver esa cosa.
No tuve más que poner la funda, ya que los tenis viejos no los había quitado.
Fátima y su abuelo se fueron.
El primer día me dediqué a rascar y a escayolar donde estaban las paredes más deterioradas.
Fátima, cada media hora, me hacía una visita para ver si necesitaba algo.
Llegué a la conclusión de que quien necesitaba algo era ella, y en una de las visitas, le pregunté:
-¿Y tú no necesitas nada?
Puso cara de picarona al responder:
-¿Por qué me lo preguntas?
-Por nada.
-Se franco.
¿Por qué lo dices?
-Sabes bien porque te lo digo.
A los doce años ya pica.
-A los once ya me empezó a picar.
¿Tanto se me notan las ganas, Cuco?
Sus palabras me confirmaron lo que me imaginaba.
El cuco es un pájaro que pone los huevos en el nido de otro.
La chavalita sabía a que dedicaba mi tiempo libre y era más lista de lo que yo pensaba, la indirecta del cuco así me lo decía.
-Tanto es poco.
Un completo te iría de perlas.
-¿Y eso qué es?
-Sexo oral, vaginal y anal.
Fátima se volvió a poner colorada.
-Me voy, me voy que ya hablé demasiado.
A los diez minutos de irse de mi lado, fui al servicio a cambiarle el agua al canario.
Iba a coger la manilla de la puerta, cuando sentí, en bajito, algo así:
-Ooooooooooooh.
Sí, sí, si, sí, sí, sí, sí.
Aaaaaah.
Me viene otra vez.
-un silencio largo- Aaaaaaaah.
No había que ser muy listo para saber que Fátima se hiciera un dedito y se había corrido.
Me fui y le cambié el agua y la leche al canario en el otro sevicio.
Al día siguente, por la tarde, iba a comenzar a pintar, cuando me llamó Fátima.
Fui a la cocina.
Encima de la mesa había una jarra con limonada y tres vasos.
Dos ya estaban mediados.
-Siéntate a la mesa, Quique.
Me senté delante del vaso vacío, que estaba justo enfrente del de don Manuel, lo llenó, y me preguntó:
-¿Cuánto me cobrarías?
Me hice el tonto.
-No subió de ayer a hoy, 30 euros.
-Por el completo.
Quiero sentir tu polla dentro de mí chochito, dentro de mi culito, y.
No la dejé terminar.
-¡¿Y me lo preguntas delante de tu abuelo?!
-Él lo que quiere es que yo disfrute.
-¿Y tú cómo sabes eso?
Fátima, miró para su abuelo, y le dijo:
-Parpadea dos veces si quieres que me folle Quique, abuelo.
Don Manuel, parpadeó dos veces.
Fátima, necesitaba polla.
-¿Cuánto me vas a cobrar?
Me levanté, se levantó, la agarré por la cintura y le pegué un morreo que la dejé temblando.
Después, le dije:
-Cien euros.
-Una amiga me dijo que a su madre y a ella les cobraste cincuenta.
La volví a besar.
Su pequeña mano derecha acarició mi polla por encima del pantalón.
Después de besarla, le pregunté:
-¿Bea?
-Sí.
-Es cierto, pero fue por separado, y me da a mí que don Manuel quiere mirar.
¿Me equivoco?
-No, no te equivocas.
-Lo dicho, si quieres un completo son cien euros.
Fátima miró para don Manuel, que era el que soltaba la pasta.
El hombre volvió a parpadear dos veces.
-Trato hecho.
Le eché un trago a la limonada, luego le dije:
-Te voy a hacer unas preguntas y tienes que contestar con la verdad.
-Dispara.
-¿Te masturbas?
-Sí, hace un año que lo hago
-¿Cuándo te masturbaste por última vez?
-Esta mañana.
A mi abuelo le encanta ver como lo hago y como me corro.
Don Manuel era un mirón, eso explicaba que me pagase por follar a su nieta.
-¿Ya te follaron antes?
-¿A que viene esa pregunta?
-Necesito saberlo para darte placer desde el principio.
-No, en mi chichi sólo entraron dedos.
-¿Cuantos?
-A veces uno, otras dos, otras tres, y otras cuatro.
-¿Te comieron el chichi alguna vez?
-Sí.
-¿Delante de tu abuelo?
-Sí.
Miré para don Manuel, pero el hombre no daba ni tenía.
-¿Quién te la comió?
-¿Eso importa?
-No, es curiosidad.
Si no quieres no me lo digas.
Tenía ganas de decirlo.
-Me la comió Juanita, y me corrí como nunca antes me había corrido.
Juanita era una chavala de 16 años que estaba para comerla viva.
-Pagaría por haberlo visto.
-¿Te gusta ver a dos chicas haciendo cositas?
-Sí.
Cambiemos de tema.
¿Te follaste el culo con los dedos?
Ahora fue ella la que me besó a mí.
-Un poquito.
-¿Ya te vino la regla?
-¿Lo preguntas por curiosidad?
-No, te lo pregunto por seguridad.
¿Te vino?
-No.
-Bien.
No tengo condones.
La agarré por las nalgas y la apreté contra mí.
Ella rodeó mi cuello con sus brazos, y me preguntó:
-¿Te gustan mís besos con lengua?
-Sí, mucho.
-Me enseñó a darlos Juanita.
Nos seguimos besando.
Fátima, sentía mi verga empalmada latir sobre su vientre.
-Necesito correrme.
-¡¿Ya?!
-Ya.
-No seas impaciente.
Trae tres tazas y una jarra de vino tinto de la bodega.
-El abuelo y yo no bebemos.
-¿Quieres pasártelo en grande o no?
-¿De barro o blancas?
-De barro.
Se fue a la bodega y trajo una jarra de vino de dos litros y tres tazas de barro.
Las puso sobre la mesa y retiró la limonada.
-Echa vino en las tres tazas.
-Ya te dije que yo no bebo, y al abuelo se lo quitó el médico.
-¿Os vais a morir por tomar una taza de vino?
Medió las tres grandes tazas.
Le eché un trago a la mía, y le dije:
-Dale de beber a tu abuelo.
Fátima, le puso la taza de vino en los labios a don Manuel, y le dio de beber.
¡Tragaba que daba gusto! Fátima, le djo:
-¡Las medicinas no las tomas así, goloso!
Al acabar de beber el vaso de vino, en los labios de don Manuel se dibujó una sonrisa.
Fátima, me dijo:
-¡Milagro! Hace más de dos años que no sonreía.
-A lo mejor es porque no tenía motivos para hacerlo.
-Tenía, tenía.
El jugo de mis corridas le encanta.
-¡¿Te masturbas y te corres en su boca?!
-Sí, me paga por hacerlo.
-¡Joder con don Manuel¡ Bebe tu vino.
-Me voy a poner contenta.
-De eso se trata.
Se lo bebió.
Yo acabé de beber el mío.
Me levanté.
Me puse al lado de don Manuel.
-Vamos a jugar.
Quítame la funda.
Fátima, me abrió la cremallera.
Me quitó la funda.
Mi polla, morcillona, quedó colgando a un metro de don Manuel.
Me quité los tenis.
Fátima, se puso en cuclillas, cogió la verga en la mano, la metió en la boca, la meneó.
La mamaba bien, supuse que don Manuel tenía algo que ver.
Al tenerla tiesa del todo, exclamó:
-¡Jesús, que pedazo de estaca!
Lo de la estaca lo debió decir porque mi polla acaba en punta (Si alguna quere verla no tiene más que pedirme una foto de ella a: capalo.
33@gmx.
es) y es gorda y larga.
-Levántate y date la vuelta.
Se dio la vuelta para que le bajase la cremallera de su vestido azul , pero lo que hice fue rasgárselo, (el vestido cayó al piso) y meterle un chupón en el cuello, darle la vuelta y meterle la lengua en la boca.
Fátima, con sus hermosas tetitas al aire, me dijo:
-Eres un animal.
¡Y me gusta que lo seas!
Cogí la jarra y llené mi taza de vino.
-Coge una teta con las manos y métela dentro de la taza.
-Bésame antes.
Le di un cachete en el culo.
-¡Mete una teta dentro de la taza!
Metió una teta dentro de la taza.
Después eché un trago de vino.
La volví a besar con lengua y le di a beber vino de mi boca.
Cuando le lamí la rosada areola y le chupé el diminuto pezón y metí toda la teta en la boca, ya la tenía embriagada, embriagada de pasión.
-¡Qué bien lo haces! ¡Tengo el chochito como una charca!
Al dejar de jugar con esa teta, sin decirle nada, metió la otra en la taza, y después me dijo:
-Mama.
No se la mamé.
Derramé el vino tinto de la taza sobre sus tetitas, el vino bajó hasta su chochito.
Con las bragas blancas manchadas de vino, me agaché.
Se las rompí con los dientes y con las manos.
Su chichi estaba rodeado por pelusilla y cuatro pelitos jugando al tute.
Lamí el coño encharcado de babas con sabor a vino y subí lamiendo hasta llegar a la teta.
Ahora sí, ahora se la mamé con lujuria.
Después le mamé la otra, le lamí, chupé y mordí los pezoncitos y acaricié las tetas.
Fátima ya gemía sin control.
Sabía que si le comía el pequeño chochito se iba a correr en mi boca.
La levanté cogiéndola por los sobacos y la puse sobre la mesa.
Retiré las tazas de vino y la jarra.
Encogió las piernas, se echó hacia atrás y las abrió enseñando su pequeño chochito, abierto y lleno de babas.
Le acaricié las tetitas y le metí la lengua dentro.
Lamí varias veces desde su ojete a su clítoris.
Metí todo su chochito en la boca.
La puse a punto.
Fatima, cogió mi cabeza con las dos manos, la apretó contra su chochito y frotando su clítoris contra mi lengua, liberó el caudal que llevaba dentro.
-¡¡Sí sí, sí, sí, si, sí, sí, sí, sí, sí, si!! ¡¡¡Me corro!!!
Fátima, con los ojos cerrados, temblaba y jadeaba.
Su corrida llenó mi boca de jugo, un jugo cremoso y dulzón.
Estaba terminando de correrse cuando le empecé a meter la cabeza de polla en el coño.
De su garganta salió un grito de dolor:
-¡¡¡Aaaaaaaay!!!
Metí todo el glande.
-¡¡¡Qué me rompes!!!
Se la fui metiendo hasta la mitad, y después saque y meti, sin pasar de ahí.
Al rato, me dijo:
-Hasta el fondo, métemela hasta el fondo.
Se la metí hasta el fondo y comencé a follarla con suaves golpes de riñón mientras le acariciaba las tetas.
Ni dos minutos tardó en decirme:
-¡Me voy a correr otra vez, me voy a correr! ¡¡¡Me corro!!!
Fátima se corrió haciendo un arco.
Un hilo de jugo cremoso salió de su chichi, bajó y pintó su ojete de blanco.
Al acabar de correrse no me lo tuve que pensar dos veces, saqué la verga del coño y se la metí en el culo.
Al meterle el glande, con los ojos abiertos como platos, exclamó:
-¡Cooooooooño!
Le pregunté:
-¿Te dolió?
-No, me hizo cosquillas, no te jode.
-¿La saco?
-Nó, síguela metiendo, pero poquito a pocó.
Se la fui metiendo a cámara lenta.
Después de metérsela a tope, le di canela fina.
Al ratito.
-¡Sí, sí, sí, sí, sí, sí! ¡¡Me viene otra vez, me viene otra vez!! ¡¡¡Sííííííííí!!!
La nalgueé mientras se corría.
Era multiorgásmica.
La segunda que me encontraba en mi corta carrera como gigoló.
Al acabar de correrse, y aún tirando del aliento, me dijo:
-Ahora en el coño.
-su lenguaje ya era fuerte- ¡Jódeme el coño otra vez!
Se la saqué del culo y se la metí en el chochito
-¡Dame, dame, dame fuerte, dame fuerte que me voy a correr otra vez!
Le di caña.
Al rato se quedó muda.
Me miró.
Vi como se le ponían los ojos en blanco.
Su chochito apretó y empapó de jugo mi polla.
Se estaba corriendo.
(Don Manuel, sintiendo los gemidos de placer de su nieta, tuvo una pequeña erección) Fátima, quedó sin fuerzas, como muerta.
La cogí por la nuca.
Hice que se incorporase.
La levanté y la cogi en alto en peso.
Pesaba tanto como una pluma.
Ella rodeó mi cuello con sus brazos, mi cuerpo con sus piernas y me besó.
Me acerqué más a don Manuel, para que viese bien lo que le hacía a su nieta.
Besándonos, comencé a darle caña.
Al poco, me decía:
-¡Me voy a morir de gusto!
La folle a lo bestia.
Fátima, mirando para don Manuel, le dijo:
-¡¡¡Me voy a morir de gusto abuelo, me voy a morir de gusto!!!
El último orgasmo de Fátima fue espectacular.
Sus gemidos eran escandalosos y sus temblores de enferma mental.
Don Manuel vio como el coño de su nieta goteaba jugo cremoso mientras me comía a besos.
Yo vi como don Manuel manchaba su pantalón.
Se había corrido.
No quise ser menos y le llené a Fátima el coño de leche.
Al acabar iba a decirle lo de la corrida de su abuelo, pero Fátima había sentido tanto placer que perdiera el conociniento.
Le quité la polla, la cogí en brazos, y con mi leche y su jugo saliendo de su coño la llevé a la sala y la dejé sobre el tresillo.
Volví a la cocina.
Eché el vino que quedaba en una taza, bebí la mitad y le di la otra mitad a don Manuel, que lo bebió con ganas.
Al acabar de beber volvió a sonreír por segunda vez en dos años.
Cogi el tabaco y el mechero en el bolsillo de la funda y encendí un cigarrillo.
Vi como me miraba.
Le pregunté:
-¿Quiere una calada?
Parpadeó dos veces.
Le dio al cigarrillo una calada, y dos y tres.
Nos fumamos el cigarrillo Winston, a medias.
Después empujé su silla de ruedas y lo dejé en la sala al lado de su nieta, que dormía plácidamente.
Mente Caliente.
Foto?
Intenté mandarte un mensaje al correo y no pude ojalá pueda contactarte por aquí