Gladys, una gordibuena tontita pero no tanto
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Por Empalador
Mi prima lejana Gladys es así: estatura mediana, cabello castaño, piel entre blanca y rosada, tetas y piernas muy grandes pero por sobre todo un culo gigante, un portento de carne.
Cuando niño frecuentábamos su casa en el campo con mis padres y otros familiares y se hacían verdaderas reuniones que se extendían hasta la madrugada del día siguiente.
Luego, el contacto se fue perdiendo, fuimos creciendo y nos veíamos poco y nada.
Una noche en casa de un tío nos reunimos nuevamente y la fiesta familiar fue un éxito.
Ahí, la vi a Gladys, tras varios años.
Sonrió al verme.
Yo tenía 25 en aquel entonces, ella 27 o 28.
Su hablar era pausado y le costaba el entendimiento de ciertas cosas.
Mi madre nos decía que tenía un retraso madurativo.
Jamás lo cuestionamos y la aceptamos así.
Todo transcurrió normal hasta que acostado en casa, comencé a tocarme pensando en Gladys.
Lo cierto es que durante gran parte de la noche, ella estuvo rozándome con sus piernas, apoyando sus pechos en mi, acercando su culo a mi pija.
De alguna manera lo hizo, no sé si accidental o de adrede, pero no podía sacarme todo eso de mi cabeza.
Me imaginaba lo que habría bajo su pollera, como serían sus pechos.
Tanto me calenté que terminé acabando en mi mano, deseoso de sus carnes.
Dos semanas después nos reunimos en su casa en el campo, un domingo.
Estaba ansioso por verla, aunque a la vez la empresa me parecía imposible, si bien pensar en tener sexo con ella era utópico, me conformaba al menos con tocarla, sólo había que buscar el momento y el lugar.
En la mesa, ella se sentó cerca mío, a la par para ser más exacto.
De nuevo sentía el roce de sus piernas en las mías; ella estaba con pollera, yo tenía una bermuda.
Comenzaba a excitarme, a imaginar cosas.
Lo que no sabía era como iba a llevarla a algún lado para gozarla.
Conforme pasaba la tarde, una amiga de ella, Irene, tiró onda con un primo, por lo que diseñamos un plan: salir a caminar los 4 por el campo, hacer medio kilómetro para adentrarnos en un bosque y luego dividirnos.
Mi primo claro está, no se imaginaba lo que yo quería hacerle a nuestra gordibuena prima.
Era cerca de las 7 cuando en medio del bosque nos separamos.
El sol, casi ni entraba por los árboles, había refrescado un poco, eso sí.
Cuando ya no vimos a nuestro prima, la tomé de la cintura a Gladys y le dije:
-Vamos para allá.
Al no oponerse le dije: -Estás linda.
Inmediatamente me mordí los labios por decir eso, pensaba que ella lo podía tomar mal y ponerme en aprietos.
Sin embargo, Gladys me la hizo demasiado fácil.
Llegamos a un árbol tupido, bajo él, sucedió lo inesperado: mi prima se subió su falda, bajó su bombacha, agachándose con toda su humanidad hacía mi.
Yo no lo podía creer, ver tremendo pedazo de carne, además, de mi prima retrasada al fin y al cabo, sólo para mí.
Bajé mi bermuda, manoseando mi pene erecto con desesperación, ensalivándolo con el fin de meterlo en su estrecho agujero, al cual escupí y le metí primero un dedo, luego dos, alternando.
Ella gemía.
Mi pene comenzó a penetrarla, un suspiro escapó de Gladys.
Jadeaba, mientras mi pija dura la taladraba.
Agarraba su culo blanco, gigante, carnoso, con ambas manos, lo amasaba, no quería dejarlo escapar de mis manos.
Ella contraía el ano cuando la embestía fuertemente hasta venirme regio, acabar un río de leche.
-Esta leche me la sacaste vos Gladys, expresé a pura calentura, viéndome ella desde su posición como botaba esa espesa y hervida leche entre las hojas caídas de los árboles.
Nos acomodamos la ropa pero yo seguía caliente.
Desprendi su suéter, metiendo mis manos en su blusa.
Desprendí los dos botones de esta para ver sus enormes pechos.
A la luz de la incipiente luna, se veían blancos con grandes pezones rosados.
Le chupé los pezones, observando como ella cerraba los ojos.
Sentimos un movimiento por lo que hice que se prendiera la blusa y el suéter rápidamente.
-No se lo digás a nadie, Gladys.
A nadie.
Ella asintió con la cabeza.
Mi primo venía de la mano con Irene y nos invitaban a irnos.
Yo quedé con ganas de más y me parece que Gladys también.
Se me ocurrió un plan para seguir gozando a Gladys, siendo mi primo partícipe necesario de mi plan, ya que tenía que verse con Irene, para así salir los 4.
Logramos el viernes de esa misma semana que ambos habíamos gozado a nuestras respectivas parejas, encontrarnos de nuevo.
En mi auto, las recogimos de la puerta de la casa de mi prima con la excusa de ir a la ciudad a tomar un helado.
¡Vil mentira! A menos de dos kilómetros paramos en un descampado, bajé del auto para que mi primo e Irene hagan sus cosas, tomé a Gladys de la mano como inocentemente, perdiéndonos en la oscuridad de la noche y los arbustos.
Lo bueno y morboso del asunto es que nadie sospecharía de nosotros.
Apenas, nos veíamos los rostros, la abracé de atrás y le pedí:
-Entregame el culo como ese día por favor.
Le tocaba los pechos por sobre su suéter.
Ella sin decir nada, como si de un robot que obedece se tratara, subió su pollera negra, bajó su tanga blanca y se puso en la misma pose del otro día.
Le metí la pija sin miramientos.
-Cometela, cometela.
Me dolía metérsela en seco pero de verdad no me importaba.
Tanto taladré su ano, que lo saqué embarrado y con un poco de sangre.
Al venirme dentro suyo, mis sacudidas la excitaron demasiado porque ella se sacudía con su culo en mi dolorida y cansada pija.
Fácilmente la debo haber cogido por lo menos quince minutos en esa posición.
Nos cambiamos y nos fuimos al auto.
Me sorprendía su frialdad para el sexo.
Hablaba nada cuando estaba conmigo.
Llegamos hasta el auto, deteniéndonos antes porque este se movía.
Irene de espaldas se montaba a mi primo.
Esto nos evitó tanto, que hice que la gordibuena de mi prima, me masturbara mientras yo la tocaba y abrazaba de atrás.
Traté de que no nos vieran y pronto lo suspendimos al terminar ellos su amorío.
Volvíamos y mi primo me confesó que Irene ya no le atraía.
Es más, ella le hablaba permanentemente de mí.
Hasta Gladys sabía que ella quería tener algo conmigo.
Sin embargo, fui el último en enterarme.
Traté de convencerlo sin éxito que la siguiera viendo de manera de seguir cogiéndola a mi prima.
El se negó y como no aflojaba tuve que decirle la verdad.
-¡Lo sabía, lo sabía! Me confesó que le excitaba la idea de ver a mi prima conmigo.
-Si se enteran es para quilombo.
Aprovecharte de una discapacitada.
Bueno, no era para tanto, le respondí.
Tan tonta no es.
Mi primo aflojó.
En la próxima entrega les contaré todo lo que le hice a Gladys, como apareció Irene en esta historia y que papel jugó también mi primo.
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