hagamos el amor igual. escrito por ambarconeja
Mi marido y yo no nos veíamos hacía una semana, porque sus negocios a veces lo privan de disfrutar de los privilegios de un hogar, una esposa y una hija..
Hagamos el amor igual
Era jueves. Por suerte Boca Juniors le había ganado a un equipo brasilero, y eso le agregaba un tinte de felicidad a la noche. Mi marido y yo no nos veíamos hacía una semana, porque sus negocios a veces lo privan de disfrutar de los privilegios de un hogar, una esposa y una hija. Yo soy secretaria en un consultorio odontológico, y muchas veces le dije que no tenía que deslomarse tanto en el trabajo. Con lo que yo ganaba, más lo que nos entraba por el alquiler de un departamento en San Isidro, estamos más que bien. Pero él es un empresario exitoso, y en el fondo nos gustaba darnos ciertos lujos.
Nuestra hija Brisa es un encanto. Con 8 años es la mejor alumna de su tercero escolar, tiene muchos amiguitos y se destaca siempre en las actividades caritativas. Si fuese por ella, se la pasaría ayudando a todo el mundo. Ama a los animales, le enternecen los bebés, y se pone furiosa cuando las personas no comprenden el daño que le hacemos al planeta tirando basura, contaminando y coloreando cada poro de nuestra miseria con desinterés. Encima es la mimada de sus abuelos. Por el momento no pensamos en tener otro hijo, aunque ella cuando puede nos lo reclama.
La cosa es que, apenas Gastón entró a la casa, yo abrí un vino para acompañar a la tabla de fiambres y quesos que lo esperaba en la mesa ratona. Ese partido era importante, casi tanto como nuestro reencuentro!
¡hola mi amor! ¿te extrañéee guachaaa!, pudo decir mientras yo le comía la boca desaforada, como una adolescente regalada en la puerta de calle. Creo que un par de vecinos nos vieron. Encima yo le manoteé el bulto, y él me sobó las gomas, además de pellizcarme la cola por abajo del vestido azul de gasa que traía, bien suelto y escotado. Después de eso no hubo más palabras, porque un besuqueo estruendoso, incendiario y cargado de jadeos nos sumió en una nube gaseosa, impoluta y estrellada. Le desprendí casi toda la camisa sin darme cuenta, y él me desabrochó el vestido que lentamente comenzaba a descender por mis piernas, aún con la puerta abierta. Cuando reparé en que todo aquel que pasara por la vereda me vería la tanga encajada en el orto, cerré la puerta con cierto susto, y tal vez, eso alertó a Brisa
¡paaaapiiiii! ¡viiiniiisteee! ¡te extrañé un montonaaazooo!, decía Brisa bajando las escaleras a toda velocidad, para que Gastón la envuelva en un abrazo intenso, mientras sus rostros lo iluminaban todo. Estábamos felices. Gastón le habló de los regalos que le trajo de su estadía por Brasil, pero le dijo que no se los entregaría hasta después de comer.
¡hiiiijaaa, estás preciosa, como siempre!, le decía Gastón, subiéndosela a los hombros para dar saltos por la casa, mientras yo me arreglaba el vestido y me reía, porque varias veces ella le tiraba los pelitos del brazo. Hasta tuve tiempo de inspeccionar el bulto de mi marido, y un sacudón me impulsó a comerle la boca, aunque Brisa permaneciera ahora sobre su espalda. Es que lo tenía hinchado, y seguro que hasta le dolía por lo apretado de su pantalón.
¡bueno bebé, bajate, dejá a tu papi tranquilo un ratito, y andá a lavarte las manos, que ya vamos a comerrrr!, ¡seguro debés tener un hambre fatal!, le dije a Brisa a la vez que preparaba las aceitunas y ponía maní en un cuenco. Pero mi última frase se la dediqué a él, mirándolo a los ojos, y señalándome las tetas. Siempre me dio resultado coquetearlo con mis gomas. A él le encantan, y a mí me pone muy puta que me derrame toda su leche en ellas.
Apenas Brisa entró al baño lo llamé con la mirada, le pedí que se saque la camisa y me chuponeé el cuello mientras le pajeaba el paquete sobre el jean.
¡qué dura la tenés hijo de puta! ¿no te revolcaste con ninguna garotiña no? ¿esa pija me está esperando solo a mí? ¡esta noche quiero que me cojas toda! ¡estoy re calentita gordi, y quiero mucha pija!, le ronroneaba firme a mis intenciones de volverlo loco. Pero no pudimos seguirla, porque Brisa irrumpió en la cocina, con sus acotaciones habituales en esos momentos.
¡heeey, cheee, que yo estoy acaaá! ¡no se olviden que soy una nena, y no tengo que ver esos chuponazos que se dan!, dijo recogiendo los vasos para llevarlos al living.
¡tenés razón mi amor! ¡pasa que tu mamá me extrañó mucho, no Meli?!, dijo sin inmutarse, mordiéndose los labios ante mis ojos en celo.
¡aparte, ya está por empezar el, el segundo tiempo! ¡síii, el primero me lo perdí, como un boludo! ¡pasa que mi hermano necesitaba que le lleve… bue, cosas de nosotros! ¡ahora vamos a comeeer!, decía Gastón acomodándose en el sillón, con el control remoto en la mano y un vaso de cerveza negra en la otra. Brisa se sentó en un puff a comer palitos salados y papitas, y yo al lado de Gastón, aunque sabía que no me prestaría mucha atención entre las jugadas polémicas del partido y lo mal que jugaba Boca. de igual modo brindábamos, comíamos y nos reíamos de las ocurrencias de la enana. Yo, cuando podía le metía una aceituna en la boca con mis dedos, o le daba un quesito de mis labios, o dejaba que un par de gotitas de cerveza caigan en mi vestido.
A 15 minutos de que termine el partido, Brisa se levantó del puff y nos dijo con toda la amabilidad: ¡papis, ustedes me van a tener que disculpar, pero la princesa de la casa se está desvaneciendo de sueño! ¡por los regalitos pa, no te preocupes, que mañana a primera hora te voy a joder a la cama para que me los dés! ¡pero ahora, mmm, creo que, no doy más del stress! Y luego de desperezarse, bostezar y chocarse el vaso que había olvidado en el piso, nos dio un beso a cada uno para subir las escaleras con toda la pachorra y meterse en su cama.
Al rato nos grittó desde allá: ¡mamiiii, voy a ver una peli de terroooorr!
La verdad, no estábamos tan de acuerdo con que mire sola una peli de esas. Pero creo que la calentura pudo más, y casi que al unísono le respondimos: ¡bueeenooo hijaaa, pero no apagues la luz!
En ese entonces, yo me lancé como una gata alzada sobre su bulto, en el exacto momento en que el referí daba el pitazo final. Boca ganó 2 a 0, y mi garganta quería festejar a lo grande!
Le sobé la pija con una adrenalina que no me cabía en los recuerdos, le desprendí el pantalón gimiendo sin mesura, y en cuanto le liberé la verga me empecé a dar golpecitos en la nariz y en la boca con ella.
¡qué partiiido looocoo! ¡jugamos horrible, pero tenemos un orto! ¡aaaay bebéee, asíiii, pegate en la carita perra! ¡cómo extrañaba esas tetas, y esa boquita de mamadora! ¡qué golazo hizo el muerto ese papáaaá! ¡que la chupen los brasucas esos! ¡y vos también, chupala toda putonaaaaa!, me decía desvariando entre lo que acababa de suceder y los encantos de mi boca. Yo se la escupía, se la apretaba, lo dejaba que me sarandee las tetas, que me pellizque y estire los pezones, y que me arranque el pelo. Yo no sé la quería chupar, porque sabía que en ese estado el muy turro se viene en seco enseguida. Pero él insistía, y yo no podía hacerlo sufir.
¡dale nenaaa, metela toda en esa boquita, y mamala toda, qué te hacés la linda guachaaa! ¡dale, que te gusta la mamadera putitaaa!, dijo, casi coincidiéndole a los primeros chorros de semen que comenzaron a edificar una catarata entre mis labios, mentón y nariz. Me tragué todo lo que pude rejuntar de mi rostro, y sin pedirle permisos me le subí en la falda y le comí la boca.
¿te gusta tomar tu lechita de mi boca nene? ¡ahora nos vamos a la cama porque, yo estoy re quenchi pendejo! ¡quiero que me hagas tu puta, quiero ser tu perra sucia!, le decía cuando sus dedos cruzaban las permeables barreras de mi tanga para moverse como peces en los jugos de mi concha, y su dedo más inteligente estimulaba mi punto de placer.
¡uuuuf nenaaa, tenés la conchita depiladaa, y re mojada, calentona!, me dijo alzándome en sus brazos, dispuesto a subirme así a la pieza. Seguro me revolea arriba de la cama, me arranca la tanga y me come la concha como sabe que me hace volar. A excepción de un primo con el que por ahí nos encamamos a escondidas, Gastón es el mejor chupándome la concha. Pero, mi amor tuvo una idea mejor. Me pidió que me ponga en cuatro, aunque con las rodillas en el parquet, y los brazos en la cama. Me subió el vestido, me dio unos cuantos azotes en la cola mientras me decía: ¡eso por portarte mal cuando yo no estoy! ¡seguro que te garchaste al dentista, y al doctorcito de los implantes! ¿te revolcaste con tu primo también cochina? ¿querés que tu marido te prepare la mema con más lechita zorra?!
Entretanto yo le decía: ¡síiii perroo! ¡le hice un pete al dentista, y a mi primo, lo dejé que me re apoye la verga en el orto! ¡aparte, salí dos veces a caminar por la plaza sin corpiño! ¡y me re mojé las tetas con agüita mineral!
Así estábamos de incendiados, inmersos en lo nuestro, al borde de comenzar a eclipsarlo todo con mis gemidos y su sudor. Cuando a él le pareció escuchar que Brisa nos había llamado. Yo estaba tan puta que lo convencí de que pudo haberlo imaginado. Además, yo no había oído nada.
Pronto, sus brazos me apresaban en una furia violenta, con su pija en la entrada de mi concha, mientras mis rodillas ardían en el suelo. me moreteaba las tetas con vigor. Me dejaba los dientes marcados en la nuca y los hombros. Me sacudía del pelo, gemía como un diablo en mis oídos y, cada vez que introducía su pene hinchadísimo entre mis mieles vaginales me bombeaba unos segundos para después sacármela, y entonces volver a cogerme, cortito y rapidito como sabe que me fascina. Ni siquiera me había sacado la tanga!
Cuando nos cansamos de esa posición, aprovechando que él me soltó de la jaula de sus brazos recios para abrir una latita de cerveza que teníamos en el frigobar, yo me puse a gatear por el suelo, babeándome la cara y lamiéndome los dedos, hasta que llegué a su pedazo de carne erecta, dispuesta a comérmela toda. Estaba tan necesitada que, ni me di cuenta que la puerta del cuarto estaba abierta, como los poros de nuestra excitación. Ni bien me prendí a ordeñarle la verga, mientras él eructaba por la birra y se meneaba por mis lamiditas, le pedía la leche con voz de nenita, le sacudía la pija contra mis tetas y me metía sus huevos en la boca para expulsarlos con todo, repletos de saliva. Él permanecía de pie junto al placard empotrado en la pared, lacerándome la espalda con sus uñas, pellizcándome la cola cada vez que yo me incorporaba un poquito, y regalándome cachetaditas en la cara cuando me engolosinaba con su pija todita adentro de mi boca.
Pero de repente lo inusual, lo imprevisto. Brisa se apareció en la pieza, lloriqueando, pálida y sin poder hablarnos. Yo manoteé una camisa de Gastón, al menos para taparme las gomas, y él corrió presuroso a meterse en la cama.
¿qué pasa hija? ¿dale, contanos, que está todo bien! ¡te dijimos que no veas esas pelis! ¡eso te pasa por no escucharnos! ¡aparte, no tiene sentido que te pongas así!, le decíamos entre los dos para calmarla. Pero Brisa seguía inmóvil, descalza, con las mejillas acaloradas y apenas un vestidito suelto. Gastón la llamó para que se acueste un ratito a su lado, por encima de la sábana, desde donde aún se percibía la erección de su pene. él sabía cómo curarle las ñañas. Yo estaba desencajada. Me había cortado el momento, y a pesar de que me conmovió verla así de asustada, me enojé con ella. Claro que intenté no demostrárselo. Gastón le hablaba acariciándole el pelo, le prometía comprarle un helado en la mañana, y darle los regalos siempre y cuando nos jurara que no volvería a internarse sola con esas películas. Yo ya me había puesto un camisón cortito mientras bebía una copita de tequila, y me preparaba para darme una duchita. Esperaba que Gastón de buenas a primeras le diga a nuestra hija que ya era hora de irse a la cama, y luego las recomendaciones para que no tenga sueños feos. Pero entonces me dijo, observando que la pibita empezaba a quedarse dormida: ¡Meli, dejemos que duerma con nosotros! ¡sí? ¡pobrecita! ¡yo creo que extrañaba vernos juntos otra vez!
En ese momento lo odié. No le respondí. Solo me detuve a mirar cómo él le hacía cosquillas para despertarla y arroparla a su derecha bajo la tibieza de las sábanas.
¡y ahora, a dormir princesa!, le dijo mientras le besaba una mano, y yo me acostaba a su izquierda. No podía explicármelo, pero tenía unas ganas de mandarlo a la mierda, casi tan intensas como el deseo de coger toda la noche. Pero Brisa irrumpió en nuestra intimidad, y Gastón no leyó mis intenciones.
Al rato los dos hablábamos casi en susurros, a nuestros oídos, y bien pegaditos, frente a frente. Yo sentía cómo su pene volvía a crecer junto al ángulo de mis piernas, y cómo mis pezones desnudos, porque me quité el camisón en cuanto Brisa se durmió, le quemaban el pecho de calentura, tan erectos como mi clítoris atrapado en mi sexo.
¡de la que zafamos Meli! ¡creo que del susto ni se dio cuenta que estábamos en bolas!, dijo acariciándome las gomas, y yo me le hacía la histérica quitándole las manos.
¡no me toques nene! ¡si me vas a calentar, hacete cargo después! ¡igual, no sé, no es buena idea que duerma con nosotros!, dije con la bronca de no habere podido concretar lo que nos merecíamos.
¡bueno, pero es esta noche nomás! ¡che, hablando de ella, está cada vez más culona, o me parece a mí?!, dijo pellizcándome una nalga.
¡síii, va a ser culona como la madre!, le dije comiéndole la boca, después de pasarle la lengua por los labios.
¡espero que no sea tan putona como la madre!, subrayó deslizando alguno de sus dedos por mi zanjita, desde arriba hacia abajo, y luego al revés.
¡nooo, va a ser más putona que yo! ¡aparte, todos le van a hacer regalos, porque es re pícara! ¿viste las ocurrencias que tiene?!, opiné cuando su pubis se animaba a golpear silenciosamente al mío, con su pene casi afuera del calzoncillo.
¡encima ese vestidito le queda precioso! ¡se le re ve la bombacha!, dijo con un atisbo de morbo que, lejos de preocuparme o de ponerme nerviosa me encendió la sangre.
¿viste? ¿y te gusta que se le vea la bombacha a tu hija?!, le dije mientras le agarraba la pija para pajeársela. Fue todo muy rápido como para detener el ritmo de los sucesos. Enseguida su boca se adueñó de mis pezones, mi mano del ardor del cuero de su pija venosa, y mi boca de sus dedos. Le encanta que se los muerda y lama!
¡pará Meli, que está la nena!, decía mientras los dedos de su otra mano me tironeaban la tanga, y su presemen me salpicaba las piernas.
¡basta gordi, hagamos el amor igual, con la nena en la cama, como cuando era una beba! ¡cogeme toda guacho!, le dije al tiempo que todo mi cuerpo se escabullía bajo la sábana. Sabía que si le escupía la verga y le fregaba las tetas contra ella no tenía elementos para resistirse. Así que, lo hice, fiel a mis mandatos.
¡sabés que cuando estoy calentita no puedo parar pendejo!, le dije, antes de propinarle la primera de unas 5 o 6 escupidas, y de atrapar esa pija babeada entre mis tetas. No sé en qué momento fue que le toqué las piernas a Brisa, y que mi olfato entró en contacto con sus olores. Pero, de repente, tomé una de las manos de Gastón, con la que me enredaba el pelo para manipular mi cabeza apenas me metí su pija en la boca, y la ubiqué en la entrepierna de Brisa. Incluso, me las arreglé para meter dos de sus dedos debajo de su bombachita. En ese exacto momento, su leche me invadió hasta el estómago con su estallido feroz, abundante y pasional. No sabía qué me pasaba. Pero me devoré su semen soportando que su pija estuviese un buen rato instalada en mi garganta. Gastón no me hizo fácil aquello de poner su mano en la fuente sagrada de su nena. Pero ni bien comencé a subir y bajar con mi boquita por su mástil resbaladizo, se dejó llevar, y me embarazó la garganta.
¡le tocaste la vagina a tu hija guachito! ¿te gustó no? ¡tiene la bombacha mojada, y con olor a pichí! ¿se la vas a cambiar? ¡cómo me acabaste puerquito!, le decía, ahora encima de él para convidarle el sabor de su esperma, viendo el brillo de sus ojos desencajados por mi osadía.
No sé cómo llegamos a todo lo que sucedió después. Recuerdo que en breve Brisa estaba destapada, con el vestido por su pancita, y que Gastón le olía la bombachita, aprovechándola dormida cara al cielo, mientras yo le chupaba la pija y le escupía los huevos, arrodillada a sus pies.
¡hoy cuando te la subiste a caballito, seguro que se calentó la nena!, le decía para ponerlo bien loco, y él reaccionaba al igual que sus pistilos. Después los dos nos comimos la boca mientras él le iba deslizando suavemente la bombachita por las piernas hasta sacársela por completo. Brisa dormía paciente, irremediable y sin prisa. Apenas ese calzón rosadito y húmedo era un bollito entre sus manos, le pedí que se lo pase por la pija.
¡dale nene, pajeate con la bombacha de tu hija!, le dije a media voz, cuando ahora yo le miraba la vagina y las piernitas. La cubrí con la sábana, y mientras le comía la boca a mi marido pensaba en lo hermoso que sería ver a mi nena poniéndose la bombacha rebalsada de semen de su padre. Estaba fuera de toda razón posible, y no entendía por qué.
Pero entonces volvimos a la cama. Él se acostó para recibir mi concha prendida fuego en los contornos de su pija, y una vez que mis tetas comenzaron a rozarse en su pecho, no lo soporté más. Empecé a cabalgarlo con todas mis fuerzas, mientras él guardaba la bombacha de la nena debajo de la almohada. Me sostenía del respaldo de la cama y saltaba en su pubis. Gemía, me babeaba, le pedía que me chupe las tetas, nos entrechocábamos haciendo que la cama se mueva y se queje de tanto placer, le pedía la leche y le pasaba la lengua por donde pudiera de su cara o su cuello. Él intentaba callarme, controlar mis jadeos y los suyos, hacerme entender o recordar que la nena estaba en la cama.
¡cogé así nene, y dejá a tu hija tranquila, dame pijaaaa, quiero verga neneeee, haceme tu putitaa!, le decía, aunque no con todo el volumen que hubiese querido. Naturalmente, era lógico que tarde o temprano Brisa se despierte.
¡heeey, papi, maaaa, qué onda? ¿qué hacen?!, dijo ni bien abrió los ojos. Yo no podía perderme detalles de sus expresiones, ya que era la que dominaba la situación.
¡nada hija, estamos, con tu papá, buscando un hermanito para vos! ¿querés? Te gusta la idea?!, le decía agitada, improvisando tal vez.
¡vos no pares, dame más pija, la quiero toda!, le decía luego comiéndole la boca a mi marido.
¡Bri, si querés andá a tu pieza, hasta que nosotros, te llamemos!, dijo casi en un hilo de suspiros atragantados un Gastón perturbado, incapaz de comprender por qué todo se nos fue de las manos.
¡nooo, quedate hija, que tu papi me da la leche, y listo! ¿síii? ¿te gusta que tus papis te den un hermanito?!, pronuncié mientras le tocaba los pechitos por adentro del vestido.
¿y, y mi bombacha? ¿por qué no tengo, si yo, yo tenía bombacha!, dijo apenas se destapó, intuyo que pensando en irse a su pieza, tal vez confundida por todo lo que veía, escuchaba y analizaba.
¡yo te la saqué, porque tenías olor a pis bebé! ¿qué pasó? ¿te measte mientras veías la peli?!, dijo Gastón, ahora con la pija más dura entre mis paredes vaginales, las que habían dejado de fagocitarla por un momento.
¡noo, no sée, no me acuerdo! ¡qué vergüenza, haberme hecho pis! ¡perdón pa!, dijo la nena, mientras nuestro ritmo era un cataclismo de sensaciones que iba en aumento.
¡no importa hija! ¡sacate el vestido, que seguro también te lo mojaste, y quedate ahí, que ya terminamos!, le dije sin demasiados escrúpulos.
¡pero me voy a quedar desnuda pa!, dijo ella, reticente a cumplir con mis órdenes. Pero por suerte Gastón me acompañó, al tiempo que sus huevos parecían impregnarse con mis jugos, y las sábanas no alcanzaban a juntar tanta humedad.
¡sacate el vestido y punto Brisa! ¡hacele caso a tu mami!, dijo con voz de trueno. A él siempre le obedecía sin cuestionarle.
¡bueno Bri, si querés ayudar a que tu hermanito nazca fuerte, sano y, para que tu mami quede embarazada más rápido, nos tenés que ayudar! ¡Él debe saber que tiene una hermana!, le dije, con otra idea alocada en el cerebro. Gastón me miró desafiante. Pero no pudo prohibirme lo que le anuncié a Brisa, mientras el fragor de mis vaivenes quedaba en suspenso.
¡lo único que tenés que hacer es, es sentarte en la carita de papi! ¿te animás?!, le largué.
¡Melisa, qué decís?!, me desautorizó Gastón. Pero una vez más perdió su temple.
¡dale Brí, sentate en la cara de papi, mientras nosotros terminamos! ¡y no tengas vergüenza de estar desnuda! ¡si nosotros te cambiábamos los pañales cochina!, le dije con una sonrisa, viendo que al fin nuestra hija se predisponía a colaborar. En cuanto Brisa tuvo entre sus piernas la cara de su padre, agarrándose del respaldo de la cama para no caerse, volví a cabalgarlo con todo. Mis tetas se friccionaban contra la cola gordita de Brisa, y mi vagina tenía un concierto de descargas cuando la pija de Gastón tocaba una y otra vez el tope de mi canal.
¿te gusta que tu mami te pegue en la cola con las tetas Bri? ¿tiene olor a pis la nena amor? ¿le vamos a enseñar a tu hermanito a no mearse en la cama con las pelis de terror no cierto?!, decía, oyendo el olfato depredador de Gastón en la vagina de su hija, y las risitas de ella porque seguro que sus bigotes le hacían cosquillas.
¡síii putaaa, tiene olor a piis, tomá la lecheeee!, empezó a gritar desaforado, cuando comencé a sentir que toda mi vulva se llenaba de semen, que sus huevos golpeaban mi humanidad, que Brisa se reía inocente, y que mis tetas contra la cola de nuestra pequeña ardían de un éxtasis divino.
Fue todo tan intenso que, no supimos qué hacer ante las evidencias. Brisa sentada en el pecho de su padre, desnuda y con la vagina mojada. Yo, goteando semen de mi conchita, agitada, satisfecha y sin elementos para retar a nuestra hija. Y Gastón, aturdido, desbocado, con el pito deshinchándose lentamente, y con la bombacha de Brisa en la mano.
¡tomá hija, llevala a lavar! ¡si querés ponete otra, y en 5 minutos volvé, que tu madre y yo tenemos que hablar! ¿sí?!, dijo Gastón con lo que le quedaba de aliento. Brisa se levantó diciendo: ¡son re ricos los besos en la vagina papi!
En ese preciso páramo que nos ofreció la noche, Gastón me increpó: ¿cómo se te ocurrió todo esto? ¡estás loca Melisa! ¡podemos hacerle un daño muy grande a Brisa!
¿qué¿ ¿acaso vos no le chupaste la conchita? ¡te calentaste tanto como yo hijo de puta! ¡y no me lo niegues!, le dije mientras buscaba una bombacha para darme una ducha.
¡me voy a bañar! ¡vos deberías hacer lo mismo, antes que vuelva tu hija!, agregué tras mirarlo a los ojos.
¡no sé Meli! ¡ni hablar que me puse al palo! ¡pero, qué sé yo!, tartamudeó.
¡mirá Gastón, lo que pasó ya fue! ¡podemos hablar con ella y explicarle que esto fue, solo par, para que yo me quede embarazada, y listo!, le decía, totalmente convencida de que tenía todas las ganas del mundo de quedar preñada. Fin
Uuuh la puta madre estoy en el laburo y tengo la pija re dura. Quien escribió esto?
tengo una hija de 4… no sabes como me pusiste… quiero mas de esta familia..!!!
Seria hermoso si te la chupa y mas si tu mujer comparte, futuro trio
me encanto, fue muy erotizante, espero mas aventuras de esta familia
Excelente relato , pero un consejo escribe más pausado , a veces no se entiende bien en que posición está cada uno . Espero que lo continúes
Demasiado bueno pero tiene un final muy abrupto, la historia tiene mucho futuro
Delicioso !! sigue por favor !!
Tus relatos son un manjar para degeneradas como yo, quedé encharcada y te elogiaría mucho más pero lamento mucho que no publicaste más desde 2021 y tus relatos son pocos y demostraste harto potencial. Ojalá al menos estés bien, de corazón. Tuvimos la pandemia y es feo elucubrar, pero ya sabes.
Si volvieras, amaría leer de mamis o mujeres con niños ya que muchas pedos tenemos ese morbo, aunque ya deberían ser más grandes tipo 11 para tener el picho duro y poder cogérselas o que los chupen.
Beso y super gracias!
Hola Lore,
yo tengo dos historias personales algo parecidas pero nunca me he atrevido a contarlas. si quierea puedes cntactarme y nos ponemos de acuerdo.
Saludos!