Hermanos Religiosos Extraños
Contaré como fue que unos hermanos me enseñaron el mundo de la perversión, mientras su familia no tenia ni idea que pasaba en su casa.
Mi familia era demasiado religiosa y desde pequeño crecí con sus ideologías impuestas, por lo que durante mi niñez, pubertad y parte de mi adolescencia, no disfrute mi vida como otros chicos. Hablar de sexo en casa era un pecado, era un tema tan tabú que con tan solo tocar mi pene de niño, recibía una corrección. Así que crecí con ese miedo y respeto hacía lo sexual.
De familia conservadora, y sobre protectora, tenía un manto que no me dejaba ser libre, ni para salir a la calle. Hasta que en la iglesia donde asistíamos hablaban que para el desarrollo personas y espiritual, algunas familias acogían a otros miembros durante un lapso de tiempo para que conozcan sobre dicha religión en otra ciudad. A mi familia le pareció buena idea y a los 17 años, me dijeron que si quería intentarlo para conocer otro lugar. Acepte y fue así como un señor llamado Isaac ofreció recibirme con su familia por un mes y enseñarme más del mundo religioso. Convenció a mi familia al comentarles que tenía un hijo de mi edad, otro de 13 y una pequeña de 10. Mis papás tuvieron contacto telefónico con él y miembros de aquella iglesia que asistiría y me dejaron ir.
Salí de mi ciudad una tarde y después de horas de viaje, finalmente llegue al que sería mi hogar por un mes y medio, mientras pasaba verano. El señor Isaac fue por mí a la terminal de autobuses, y me llevo a su casa. De camino lo conocí mejor, era muy amable y se veía que estaban encantados con la idea de recibirme. Me contó de su esposa y sus hijos, esperando que mi estadía sea agradable.
Arribamos a la casa, por ahí de las 10 de la noche. Ya era algo tarde, me ayudo a llevar mi maleta adentro y me mostró su casa. Era algo pequeña, pero tenía su toque hogareño. Su esposa doña Marta fue la primera en presentarse ante mí, después de darme una bendición llamó a sus hijos para que los conociera. Fue ahí cuándo tuve mi primera sorpresa. Llegaron dos hermanos, Diego de 17 y Carlos de 13. Los dos estaban en paños menores, cosa que para mí era algo nuevo, ya que mi familia era tan puritana que ni nos podíamos mostrar en ropa interior. Diego vestía una camiseta sport sin mangas de color blanco, y una truza blanca, demasiado corta y pegada, que se le podían ver parte de sus nalgas. Y Carlos vestía una camiseta igual a la de su hermano, con una truza no tan corta como la de Diego, con estampados de balones de fútbol, algo infantil.
Trate de disimular mi sorpresa. Si mal no recuerdo, no había visto antes a personas semi desnudas y sobre todo con tanta naturalidad delante de sus padres y un extraño. Me saludaron y sus papás les dijeron que de ahora en adelante ellos iban a estar conmigo para enseñarme las reglas de la casa, algunas cosas de la ciudad y lo del grupo de jóvenes que pertenecíamos. Doña Marta me sirvió de cenar y ya luego de una pequeña charla, tanto ella como su esposo afirmaron que era tarde y que debíamos ir a descansar. A mi me tocaba dormir con Diego y Carlos. El señor Isaac me llevó a su habitación y les dijo a sus hijos que ahora debían compartir cama conmigo, ninguno protesto. Salió de la habitación y nos dejo solos a los tres. Carlos empezó a hacerme preguntas para conocerme mejor y me di cuenta que era un niño amable que me iba a caer bien. Diego no era de muchas palabras pero igual converse un poco con él. Nos dimos cuenta de la hora y decidimos que era hora de dormir. Ellos dormían en una cama juntos y ahora les tocaba compartir conmigo. Diego me dijo que si quería podía dormir en calzones como ellos para estar cómodo, pero a mi me daba mucha pena ser visto en interiores por otros. Solo entre al baño a ponerme un short con el que usualmente dormía y una playera cómoda. Me acomode en la cama, ellos me dejaron elegir el lugar que quisiera, me quede a una orilla y hablamos un poco más, hasta que Diego se quedo dormido, luego Carlos se volteó para dormir y yo no podía dormir, estaba intranquilo durmiendo en casa ajena y sobre todo, durmiendo con dos chicos semi desnudos. Sentía algo extraño. Porque según la biblia era algo así cómo pecado.
Logré dormir y me despertó Carlos para desayunar. Iba a cambiarme para estar presentable, pero dijo que no hacía falta. Él y Diego estaban igual que anoche, sin vestirse. En la cocina, conocí a Ximenita, su hermanita menor quién estaba dormida cuando llegue. Doña Marta nos presentó y ella muy risueña, me platicaba sobre las cosas que le gustan y me preguntaba todo de mí. Era una niña muy linda. Al contrario de sus hermanos, ella si estaba vestida, bien peinada y arreglada. Me cayó bien desde que la vi. Terminando de comer, todos nos teníamos que arreglar para ir a la iglesia. La única lista era Ximenita. A Carlos y a Diego los mandaron a bañarse, se bañaban juntos. Otra cosa que me sorprendía. Me dijeron que después de ellos podía bañarme yo. Mientras doña Marta se metió a bañar también a su cuarto, el señor Isaac se arreglaba en el suyo. Yo me quede con Ximenita platicando en la sala. Vestía un vestidito rosa, unos zapatitos blancos y un moño en el cabello. Aunque era una niña siete años menor que yo, me agradaba estar con ella, nunca había convivido tanto con una mujer, aunque sea esta una pequeñita. Ya Carlos salió de su habitación y me dijo que podía bañarme, ellos habían terminado. Fui por mi ropa y mis cosas de baño y entre al baño de ellos para ducharme y salir listo.
Las cosas fueron irrelevantes ese día, solo me presentaron con más gente de la iglesia y me llevaron a conocer un parque. Volvimos a casa y en la noche, nos mandaron a dormir. Tanto Diego como Carlos nuevamente se quedaron en ropa interior y yo dormí igual. Durante unos días, todo era salir, conocer y nada relevante. Pero un Sábado en la tarde, Carlos y yo estábamos solos en el cuarto. Platicábamos mientras él leía un cómic y de la nada cambió la platica preguntando como era mi pene. No esperaba ese tipo de pregunta y no supe que responder, le pedí que me afirmara lo que preguntaba y me platicó del pene de él y de Diego. Me contó que Diego ya tenía pelo ahí y que a él apenas le estaba saliendo, quería saber si al igual que su hermano yo ya tenía vello púbico. Me puse algo nervioso y apenado, jamás me habían hecho ese tipo de pregunta. Él notó que me puse colorado y se río de mí, amenizó las cosas diciendo que eramos hombres y no era nada del otro mundo. Apenado le respondí que igual tenía, y solo dijo «wow, que chido». Cerrando la plática de golpe como si nada.
Después de ese día, no pasó nada interesante, hasta el día Martes, que Diego se estaba bañando. Tardo un montón en el baño y luego salió vistiendo solo una toalla. Se dirigió a la gaveta donde guardaban sus calzones y tomo unos, pero no se los puso, solo los sostuvo en su mano y se sentó al lado de mí para platicar. Me dijo que si no me gustaba alguna chica del grupo de jóvenes. No entendía su platica hasta que entendí que hablaba de forma pervertida. Me empezó a hablar de Jazmín, que era la más buena del grupo. La describía como un «cochino» dirían mis papás. Hablaba de sus pechos, su trasero y la manera que se la comería, o sea cogería. Me sorprendí de conocer ese lado de Diego. Me quedo viendo con inocencia y se empezó a burlar de mí, por mi cara, me dio un leve golpe en el hombre y me dijo que deje de ser tan santo. Dijo que tenemos la misma edad y buscamos lo mismo. Cosa que era verdad, pero yo estaba muy reprimido por mi familia. En eso se puso la truza y se quitó la toalla, se acostó cerca de mí y me pregunto si me he masturbado. Nervioso y apenado, me quede callado y noto que era obvio que no. De nuevo se burlo de mí y me confeso que había estado masturbándose en el baño, por eso había tardado. Ingenuamente le pregunte si sus papás sabían y me dijo que era obvio que no. No era un idiota para decirle a sus papás. Le dije que eso estaba mal y solo me respondió «mamadas». Luego prendió una consola de juegos y se concentró en ella al darse cuenta que yo era alguien bastante aburrido.
Esa misma semana. Carlos había tenido un problema de estreñimiento. La familia eran tan abiertos entre ellos, que lo comentaban delante de mí, como si nada. Después de asistir a misa e ir al cine, pasamos a una farmacia por unos supositorios. De regreso a casa, Carlos protestaba porque no quería usarlos, el señor Isaac le dijo las consecuencias graves que podía tener si no hacía popo. Llevaba seis días sin hacer. Cosa que era de preocuparse. Al llegar a casa, comenzó el martirio de Carlos. Se había puesto grosero con sus padres al rehusarse a ponerse los supositorios. Pasaron un buen rato discutiendo, hasta que finalmente el señor Isaac y él entraron al cuarto donde me quedaba. Diego y yo estábamos jugando videojuegos y escuchábamos a Carlos llorar y quejarse del dolor por el supositorio y por evacuar después de tantos días. El señor Isaac le pidió a Diego que le pasará un calzón de Carlos, se lo dio y cerró la puerta del baño para ayudar a su hijo menor a bañarse. Poco después, salieron el señor Isaac y Carlos ya listo para dormir. El señor Isaac nos deseó buenas noches y se retiro para dejarnos solos. Me había parecido una experiencia algo bizarra, pero era por el bien de Carlos. Diego hizo un comentario burlón a su hermano diciéndole que si le había dolido el culito. No me quise reír, pero no pude evitarlo. Carlos en lugar de mostrarse apenado, lo tomo con gracia y nos contó el enorme tamaño del mojón que había hecho, como si hubiera cagado un bebe. Nos reímos de su anécdota y como que ese momento me hizo sentir en confianza con ellos, también haciendo un chiste de lo sucedido. Los dos me vieron con asombro, dándoles gusto que estaba empezando a dejar mi lado correcto y ser más liberal.
Ya más noche, nos fuimos a acostar. Diego se desvistió y nuevamente los dos me dijeron que porque no dormía en calzones también. Les confesé que me daba algo de pena. En eso Diego se puso algo hostil al decirme que parecía una señorita miedosa. Yo a ellos los veía diario en paños menores y no les importaba. En eso tenían razón. Carlos siguió a su hermano, diciéndome que yo he visto cosas más penosas de ellos y nunca han demostrado vergüenza conmigo. Llevábamos una semana y días de convivir, era justo hacer lo mismo. Fue un impulso de tantas palabras que me dijeron, que me quite en short quedándome en truza como ellos. Aplaudieron mi acto. Sentí algo de comodidad al desprenderme de mi short, pero sentía una pena enorme que los hermanos me estuviesen viendo las piernas semidesnudas. En eso Diego levanta la sabana y observa su entre pierna para voltear a ver luego la mía. Y pregunta «¿Quién de los dos la tiene más grande?». Me quede casi paralizado de los nervios. Ellos tenían mucha curiosidad y yo me sentía como un pecador, solo por estar en calzones junto con ellos. No dije nada y Carlos dijo que apostaba que yo le ganaba a Diego. Eso libero un espíritu de competencia en Diego y me pidió que se la mostrase, obviamente dije que no, que estaba loco. Se burlo de mí nuevamente pero esta vez con algo de coraje, él dijo que le daba flojera mi forma de ser y que debía empezar a ser más machín. Para poner el ejemplo, el mismo se bajo la truza mostrándome su pene. Quede impactado, era el primer pene que veía aparte del mío. Tal como Carlos me había dicho tenía mucho vello púbico y estaba semi erecto, no se veía grande. En eso insistió que se le mostrará, Carlos también insistía para verlo. Estaba en una encrucijada, no sabía que hacer. Eso según mi religión era algo malo. Sentía la sangre caliente de los nervios, pero por otro lado el pene se me comenzó a parar, no entendía porque. De tanto insistir, poco a poco deje salir mi pene de mi truza y la cara de aquellos dos hermanos fue de asombro. «A la madre, la tiene grande», exclamó Carlos. Y Diego me miraba aquel palo algo alzado con algo de sorpresa y celos, al ver que la tenía más grande que él. Me sentía con mucha pena, pero admito que descubrí que mi ego se sentía enorme aquella noche por lo que decían aquellos dos. Ya Diego como mal perdedor, dijo que de nada servía que la tuviera así, cuándo no he cogido con ninguna morra y ni siquiera me he masturbado. Carlos se sorprendió al saber que no me había masturbado nunca y me pregunto si era verdad. Ya me había dejado llevar y fui sincero al decirle que no. Pareció como si le dije una mala noticia, dijo que eso estaba mal, que no podía vivir sin sentir aquel placer. Para mi sorpresa, Carlos también ya se masturbaba, los dos hermanos lo hacían seguido. Me confesaron que lo hacían seguido y desde que llegue no lo habían hecho juntos. Yo era el culpable de ello. Los dos se miraron con algo de complicidad. Diego fue a ponerle seguro a la puerta y dijo que esa noche me iban a enseñar a masturbarme, les dije que no, pero volvieron a insistir. Diego sacó unas revistas y unos CDs con pornografía. Tenían un buen de material. En eso Diego tomo su laptop y puso un CD y reprodujo un vídeo de una chica que estaba siendo cogida por un tipo enorme con un pene inmenso que la maltrataba, pero ella gozaba. El pene de Diego creció, no más que el mío y Carlos se tocaba por encima de su truza. Diego escupió su mano y con esa agarro su pene para frotarlo de arriba para abajo y con la otra acariciaba sus huevos. Yo estaba en medio de los dos, nervioso sin saber que hacer. Veía ese vídeo con temor que Dios me castigará, pero ver a esa chica tan voluptuosa hizo que me excitará, y más el hecho de tener a dos hermanos masturbándose al lado mío. Tenía pena de preguntar como hacerlo, pero era más mi calentura que pregunte. Esta vez Diego no se burlo de mí, y me dijo que lo observará e hiciera lo mismo que él. Veía como se tocaba y empecé a imitarlo. Carlos también se quito la truza y sacó su pequeño pene aun en desarrollo, para acariciarse a si mismo y estar a la par, masturbándonos los tres. La pena dejo mi cuerpo, y como diría mi abuelo, el pecado se apodero de mí. Ahí estaba yo haciendo lo que muchos llaman mi primera chaqueta, junto a dos hermanos. No importaba otra cosa en ese momento más que darme placer. Sentí mi pene explotar, lo vi rojo y pensé lo peor. Luego escuche a Carlos quejarse, se había venido, mancho su mano y su cuerpo de semen. Aunque no tenía nada de experiencia, sabía que me iba a pasar lo mismo y momentos después, lancé chorros de semen alrededor. Salió disparado casi a los extremos, manchando un poco a Diego quien se quejo por eso, mientras Carlos solo se reía. Diego seguía demasiado excitado, aun con su mano en su pene, casi extrangulándolo, y bajando más su otra mano tocándose cerca del ano, se ve que tenía bastante experiencia y que disfrutaba masturbarse, se escuchaba gemir un poco, y un par de minutos después de mí, también se vino. Respiraba bastante agitado, se recostó en la cama y nos dije «les gane». Ahí supe que era alguien competitivo. Los tres quedamos exhaustos, nos miramos y empezamos a reír. Me preguntaron que tal había estado y les confesé que me gustó, pero me sentía algo mal. Me regaño Diego y dijo que no pensará en esas cosas. Dijo que poco a poco me iba a dar igual. Y fue verdad. Hasta aquí concluyo esta parte, más adelante contaré lo demás que viví con ellos en ese viaje. Fue tan solo el inicio.
Puto relato caliente, me puso duro el pene.
Que rico es la paja y que bueno que encontraste quienes te quitarán esa idea de que era algo malo, continua