HERMANOS SIN TABU 7. CLASES DE SEXO ANAL
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Crystal69.
Capítulo 7
Mamá nos metió una buena regañada cuando le tuvimos qué confesar porque Estefy no podía sentarse correctamente.
Resultaba que, al ser el primer anal de mi hermanita (yo era experta en eso) el culo le ardía un poco y hasta caminar se le hacía difícil.
Yo me reía, claro porque me causaba gracia, aunque a mi pequeña hermana no le era muy grato.
Sólo le quedaba el bonito recuerdo de las dos pollas taladrándole el anito y la boca.
—Ni hablar —dijo mi madre —, tendré que ponerte una crema para aliviar tu malestar.
Anda.
Quítate la ropa.
Estefy, malhumorada como siempre, se bajó los shorts y se recostó en la cama.
Yo me quedé con ella, acariciándole la espalda para consolarla y mirando su culito respingón.
Sus nalguitas blancas eran preciosas y el sólo recordar que una buena verga se había hundido entre ellas bastaba como para ponerme un poquito caliente.
Mamá regresó con una crema analgésica.
—A ver, ponte en cuatro.
—¿De a perrita?
—Sí, de a perrita —repitió mi madre con los ojos en blanco.
Estefy se acomodó.
Yo le ayudé a mamá abriéndole las nalgas a mi hermana.
Su anito estaba un poco rojo y seguía un poquito dilatado.
Con razón le incomodaba tanto.
Mi mamá, suspirando con resignación, deslizó sus dedos por el culo de mi hermana, rodeando toda la orilla de su tierno agujerito.
Era increíble ver a mamá en acción porque se mantenía muy concentrada, como si Estefy fuera una niña de diez años y le estuviera curando un raspón en la rodilla.
—¿Era grande esa polla?
—Sí —contesté —, enorme.
Ella insistió en que la penetraran.
—Pues muy mal, idiotas —replicó mamá —, pudiste sufrir un desgarro anal, Estefy.
—Lo siento —se lamentó mi hermanita dulce.
—Está bien que inicies tu vida sexual, pero tienes que ser más consciente.
En ese momento Alec entró a la habitación y lo primero que vio antes de retroceder fue a nuestra mamá con el dedo en el trasero de nuestra hermanita.
—¡Vete de aquí! —le gritó ella, y Alec, sonriendo avergonzado, se fue.
—Con eso tienes, hija.
Ahora quédate aquí y descansa.
Y tú, Andrea, más te vale que cuides más de esta niña.
—Sí, mamá.
Lo haré —esperé a que mi madre se fuera, y entonces le di una fuerte nalgada a Estefy —¡Tonta! Por tu culpa me regañaron.
—¡Oye! Pero tú también disfrutaste de verme.
¿Crees que no te vi la cara? Te estabas mojando con ver cómo me rompían el culo.
Se subió los shorts y se sentó con las piernas cruzadas.
Ahora que se sentía mejor, esbozó una sonrisa al recordar su primer anal en la playa.
Con la carita soñadora y risueña me preguntó si volveríamos a encontrarnos con esos sujetos, a lo que yo le dije que no, porque para empezar ni sabíamos quiénes eran ni si iban a contarle a alguien más la experiencia.
No obstante Estefy se moría por volver a probar lo que se sentía tener una verga por el culo.
—¿Tú lo haces mucho, Andrea?
—Sí.
Sigo siendo virgen pero eso no impide disfrutar del sexo —recordé a papá, y lo vergota que tenía.
Un escalofrío me recorrió.
Esa sin duda mataría a Estefy —Ahora tienes qué descansar.
Iré fuera a tomar aire.
—Voy contigo —insistió y caminando chistoso, fue conmigo hasta el jardín.
Soplaba una brisa marina deliciosa y hacía mucho sol.
Me quité la camisa y los pantalones para quedarme con mi bikini y me fui a buscar una silla playera para recostarme.
Estefy se acomodó a mi lado y se quitó el brasier para que el sol le quemara las tetitas.
—¡Alec! —hablé a mi hermano que jugaba con Ángela y Lorena en la playa —¡Trae el bloqueador aquí!
Vino enseguida y al verlo, casi me mojé.
No llevaba camisa, sólo un bañador que le resaltaba el tremendo bulto que tenía en la entrepierna.
Me sonrojé un poco por tener pensamientos con mi hermano, aunque Estefy, que siempre estaba hambrienta de sexo, tomó a Alec de la mano y lo atrajo hacia ella.
—Ponme bloqueador ¿sí hermanito?
—Bueno, pero date vuelta.
Puse los ojos en blanco.
Estefy estaba experimentando el deseo sexual más fuerte de su vida, sobre todo porque estábamos en la playa y era natural que todos estuviéramos casi sin ropa.
Ella se colocó boca abajo y mi hermano no perdió tiempo de ponerle el bloqueador por toda la espalda, deslizando esas fuertes manos por la piel clara de nuestra hermana.
—No olvides el culo —le sugerí, y él, sonriendo, le bajó los shorts a Estefy.
Como la muy pervertida no llevaba ropa interior, sus nalgas redonditas quedaron expuestas a mi hermano, que de inmediato se sintió un poco cohibido.
No obstante frotó el trasero de su hermana menor con muchas ganas, tantas que incluso ya no parecía un masaje, sino algo más.
Dejó que sus manos se perdiera entre esas nalgas.
Estefy quedó rojita y yo le tuve mucha envidia en ese momento porque ansiaba sentir a mi hermano.
Entonces me quité el sujetador y me di media vuelta.
—Me toca a mí, Alec.
—Voy enseguida —dejó a Estefy y se concentró en ponerme el bloqueador a mí.
Yo me relajé y justo estaba abriéndome las nalgas como a mi hermanita, cuando mamá salió.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó a mi hermano.
Él se puso colorado y se paró.
Claro que su polla estaba erecta y se le dejaba ver.
—Esto… mamá…
—Ustedes están incorregibles —dijo negando con la cabeza y en actitud cansada —.
Hagan lo que quieran, ya me da igual.
Pero Alec ya no quiso seguir.
Avergonzado, mi pobre hermano mayor entró a la casa, seguramente a masturbarse como un simio en celo.
Mamá se rió cuando él se fue, y de un movimiento veloz se quitó el sostén del bikini.
Sus hermosas tetas copa C quedaron al aire, respingonas pese a su edad, y se recostó en la otra silla que estaba a mi lado.
—Ustedes se quieren coger a Alec ¿verdad? —nos miró con un poco de picardía —.
Bueno, no se los voy a impedir.
Merecen probar el incesto.
—¿Incestabas, mamá? —preguntó Estefy visiblemente interesada.
—Con su tío, o sea mi hermano.
Tenía quince años y mis hormonas estaban como locas.
Dejamos de hacerlo cuando conocí a tu padre, pero fueron los mejores años de mi vida.
Hacerlo con el hermano es… muy interesante.
Eso sí que nos había sorprendido, y de repente no me pareció raro porqué mi madre era tan abierta al sexo con nosotras.
Me planteé en la posibilidad de decirle que mi padre y yo teníamos un rollo, pero no me atreví.
—¿Cómo sientes el culo, Estefy?
—Mejor.
Ya me puedo sentar.
—No sabes cómo hacer sexo anal.
No te la pueden meter entera al inicio.
Tienen que dilatarte, y no anden acostándose con cualquiera.
No saben si están enfermos o no.
Por otro lado… —nos sonrió con ternura —, creo que ya es hora de enseñarles algunas cosas sobre el sexo.
Me sonrojé un poco por la mirada que mi madre nos echó.
Estefy, sin embargo, se veía muy interesada en aprender las lecciones de mamá.
Cuando mi padre llegó y nos vio a todas en la playa con las tetas al aire actuó con total naturalidad y le dio un flamante beso en la boca a mamá.
Ella, sonriendo, le agarró la polla por encima del bañador y se la sacudió.
—Ésta es una buena polla.
—No frente a las niñas —dijo él, y algo apenado, se alejó de regreso a la casa.
Mamá se rió.
—Su papá a veces es un poco tímido, pero no se preocupen.
Cuando tiene que actuar, actúa.
Y nosotras bien que lo sabíamos.
La carga sexual en esa casa estaba muy fuerte.
Mientras cenábamos salchichas, Estefy no dejaba de comerlas como si estuviera mamando una verga.
Se las metía enteritas a la boca y les pasaba la lengua por todo lo largo.
Yo me reía en silencio.
Mamá tosía de vez en cuando y papá, sentado a mi lado, no perdía tiempo de acariciarme las piernas por debajo de la mesa.
Lorena y Ángela se daban tiernos besitos y se alimentaban la una a la otra.
—Deja de jugar con la comida —dijo mamá, riendo al ver a su hija menor meterse toda una salchicha a la boca.
—Creo que alguien quiere comerse otra cosa… —canturreó mi gemela Ángela.
Alec se rió.
—Pues a mí se me antoja comerme una empanada.
Todos nos reímos, especialmente Lorena.
—Yo me como una empanada todas las noches —dijo mirando a mi hermana, y ella le dio un tierno besito en la boca.
A mis padres les alegraba ver a mi hermana tan feliz, y también les ponía algo calientes porque en más de una ocasión bromeaban sobre que su hija era una buena come conchas, cosa que a mí me daba risa.
Estefy se rió un poco y empezó a tentarnos con la salchicha, dándose con ella golpecitos en la lengua.
—Si tanta hambre tienes —dijo Alec —, aquí tengo una bien grande para ti.
—Ya quisieras —mencionó ella.
—Muéstrala —sugirió mamá.
Todos nos quedamos callados, hasta mi papá.
Ella sonrió con coquetería —, vamos si en nuestra familia nada es tabú.
—Esto… ¿papá?
—-Hazlo —rió nuestro padre, al que la situación le estaba gustando.
Alec, colorado otra vez, aceptó y se puso de pie para que todos le veamos.
Entonces, de un rápido movimiento, se bajó los pantalones.
Su polla estaba algo flácida pero grande.
Sus huevos colgaban como dos pesados sacos.
Incluso Lorena, que era lesbiana, no despegó la vista de ese paquete.
Ni yo, que me lo quería comer.
—Adelante, Estefy —dijo mamá con voz tranquila.
La pequeña pervertida tiñó sus cachetes de rojo y nos miró a todos.
Papá me sobaba la pierna esta vez muy cerca de mi triangulito.
Nadie nos miraba.
Lorena abrazó a Ángela.
—Estamos esperando —mamá estaba imparable.
Poco a poco la verga de Alec cobró tamaño, excitado por la situación.
Estefy se vio atrapada y para hacer valer su nombre, se salió de la silla, se puso a cuclillas frente a Alec, nos miró a todos, nerviosa.
Respiró profundamente, abrió su tierna boquita y se metió la polla de su hermano.
Lorena se pasó la lengua por los labios.
Yo sudaba del calor que estaba haciendo.
Mamá miraba con una feliz sonrisa a su nenita consentida pegándole tremenda mamada a su otro hijo.
Estefy tenía sus ojitos cerrados y su carita seguía colorada, pero mamaba feliz, con más fuerza y velocidad mientras que Alec sólo se dejaba querer.
En un momento papá llegó a mi vagina y deslizó un dedito en mi coño por debajo de la ropa.
Mamá no perdía detalle de lo que pasaba con sus hijos, y luego levantándose, se arrodilló junto a Estefy.
Cuando la chica sacó el pene de su boca, nuestra madre se apresuró a tomarlo con sus labios.
Le dio tiernos besitos y recorrió la base hasta el glande con la lengua.
Yo gemí cuando sentí el dedo de papá tocar mi himen, porque yo era virgen, así que separé un poco las piernas.
Madre continuaba chupando la monumental verga de mi hermano, y esta vez con más velocidad mientras lo masturbaba.
—Mama los huevos —dijo papá a su hijita.
La chica muy obediente, buscó un lugar y deslizó toda la lengua por los testículos de Alec.
Yo ya estaba muy mojada, demasiado que papá sacó sus dedos de mí y me mostró la humedad que tenía.
—Querido —dijo mamá —, puedo ver qué haces desde aquí.
Deja a nuestra hija en paz.
—Ah… lo siento.
—Ven aquí, Andrea —me guiñó un ojo y yo en un dos por tres me levanté.
Aquello se estaba saliendo de control.
Papá se acomodó en la silla y sin tabú alguno se sacó la verga y comenzó a masturbarse.
Al ver que todos estábamos desenfadados, mi hermana y Lorena empezaron a besarse con más intensidad.
Yo estaba arrodillada, esperando a que me tocara el turno.
Mamá se separó y se limpió la saliva que le escurría de la boca.
Luego rió seductoramente y me empujó la cabeza para que tomara el pene de Alec con mis labios.
Al fin, al fin le podía comer la verga a mi querido hermano, y cuando sentí cómo ese falo de carne ardía dentro de mi garganta, me encendí tanto que mamé con orgullo y amor, como si pudiera estar haciéndolo toda la noche.
Su verga me llenaba entera la boca y me obligaba a separar la quijada.
Me movía de adelante para atrás como una niña disfrutando de su dulce.
No era la primera vez que veía el pene de mi hermano, pero lo había deseado desde siempre porque me producía gran placer tenerlo sólo para mí.
—Por el culo ¿sí? —dijo Estefy —¿mamá, puede?
—Si, amor.
Anda, Andrea.
Dale chance a tu hermana.
A duras penas me separé.
La hermosa Estefy se bajó los shortcitos y se puso a cuatro como una perrita en celo.
Mi papá no dejaba de masturbarse.
Sus huevos colgaban felices en su bolsa.
Lorena le comía el cuello a mi gemela, pues estaban más metidas en su rollo lésbico que en el mío.
Alec se arrodilló hasta que su dura verga señaló la entrada de mi hermanita.
Mamá le abrió las nalgas y escupió un poco en el anito rosado de ella.
Antes de que la penetraran, nos dijo que sería importante primero usar los dedos para dilatar.
Así, lentamente metió el anular en el huequito de su hija mientras que con cariño le acariciaba la cabeza con la otra mano.
Estefy carraspeó y cerró los ojos.
—Está muy apretado.
Con razón le lastimó —observó mamá, concentrada en su labor.
Ella no mostraba mucha cara de excitación.
Más bien era como una profesora guiando un experimento.
Después metió otro dedo y lo sacó rápido.
Volvió a introducirlo lento y otra vez lo sacó rápido.
—Mamita… —gimió Estefy.
—¿Si, amor?
—Me gusta.
—Lo sé, cariño.
Te gusta tener mis dedos en tu culo.
Ah, mi hermosa bebé —casi creímos que mamá lloraría de amor maternal.
Papá por otro lado se la estaba cascando como un simio en celo, y me llamaba con la mirada.
—Ve… —dijo mamá mirándome con algo de coquetería —, yo me encargo.
Gateé lentamente hasta papá.
Él se quitó los pantalones y yo, como niña buena, empecé a tantear sus huevos con mi lengua.
Eso arrancó un suspiro y más cuando la verga me entró a la boca.
No era la primera vez que mamaba su polla pero traté de que así pareciera.
—¡Auch! —gritó Estefy y la miré.
Ahora mamá la estaba perforando el ano con tres dedos suyos, pequeños pero la pobre estaba en que se reía o disfrutaba.
Para que la erección de Alec no se fuera, madre le chupaba la verga al tiempo que dedeaba a mi hermanita menor.
Dejé de mamar un rato.
Incluso Ángela y Lorena se detuvieron para ver cómo mamá acercaba el pene de su hijo al culo de su niña consentida.
El anito de Estefy ya estaba dilatado, hermoso y profundo.
La polla de Alec entró con algo de fricción.
Mamá escupió un poco y dirigió la penetración.
Mi hermanita soltó una lágrima cuando poco a poco ese falo de carne se empezó a internar en su culito rosado.
Se mordió los labios y tensó la espalda.
—Que entre toda —dijo mamá, cuidando que Estefy no se levantara.
—Lorena, ayúdame.
—Voy —dijo la novia de mi gemela y le ayudó a mantener las grandes nalgas de Estefy abiertas.
—Duele…que la saque.
—Dolerá más si la saca ahora.
Despacio, Alec.
Tranquila hija.
—Me aprieta mucho —mencionó mi hermano.
—Creo que ya sé que hacer —dijo mi papá y se fue con ellas.
Puso su verga a la altura de la cara de Estefy y se la metió en su tierna boquita de labios rosados.
Cuando la pequeña pervertida vio que su papá le ofrecía polla, empezó a mamar sin descaro y muy rápido para olvidarse del dolor que sentía por atrás.
Ahora el pene de Alec estaba completamente enterito en el recto de mi adorada hermanita.
—Sácalo despacio —ordenó mamá.
Alec procedió a hacerlo, y cuando su verga se deslizaba hacia afuera, Estefy soltó a papá y gimió de gozo.
—¡Qué rico!
Mamá rió.
—Lo mejor del sexo anal no es cuando el pene entra, sino cuando sale.
Alec removió toda la polla, y luego la volvió a meter.
Estefy gritó de dolor, y gimió de placer cuando la sacó.
—Así, ahora con más rapidez.
Alec obedeció y metió y sacó su pene con más velocidad.
Se tuvo que apoyar de la espalda de mi hermanita para mantener el equilibrio.
Estefy ya no podía mamar a papá porque lo soltaba al tener que gritar y gemir al mismo tiempo.
Ángela sacó su móvil y tomaba fotos por todos lados y ángulos.
Yo sólo miraba y me masturbaba a la vez.
Escuchando los gemidos de mi adorada y amada hermana menor, como la follaba Alec.
Mamá sonreía tranquilamente.
Papá tenía los ojos cerrados y golpeaba con su glande la cara de su hijita.
En un momento él eyaculó y le embarró toda la cara de lechita caliente.
Ángela, llevada por la lujuria, se dedicó a lamerle los cachetes y los labios a nuestra hermana para limpiarle el semen.
Alec a los pocos minutos se corrió.
—Está bien.
Puedes llenarle el culo de semen —dijo mamá, y él así lo hizo.
Estefy rió.
— Se siente calientito mamá.
Ahhh, que ricoooo.
—Y no te puedes embarazar.
Ya, hijo.
Saca tu pene.
Alec lo hizo.
Goteaba de semen.
—Ahora, amor, Estefy, tienes que pujar para sacar la lechita de tu hermano.
—Sí —dijo la pequeña princesita y el semen salió a chorros de su culito, goteando en el piso.
Después se dejó caer al piso, exhausta por la tremenda follada que habíamos hecho en familia.
Mamá rió y le dio un cálido beso en los labios a ella, y besó tiernamente las vergas de papá y de mi hermano.
—Bueno, hasta aquí llegamos.
Piensen en lo que ha pasado y mañana me dicen sus conclusiones.
La clase de sexo anal se acabó.
***
Espero les haya gustado, no olviden dejarme un comentario si gustan, o mandarme mensajes al buzon, trato de responderles a todos 🙂
saludos! busquen mis otros relatos en mi perfil, son bienvenidos jeje
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