Hermanos sin tabu cap 11
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Crystal69.
La tía Joan era muy sensual en toda la extensión de la palabra.
Tan pronto como hubo terminado de bañarse, se tendió sobre la arena y se quedó ahí para asolarse, con las piernas abiertas y exponiendo su precioso coño a todos los que pasaran cerca.
Mi papá estaba junto a ella y le untaba bloqueador por todo el cuerpo, incluso por sus pechos los cuales él masajeaba delicadamente.
Podía ver como la polla de mi papá adquiría un poco de grosor.
Mi mamá reía y estaba encantada de que Alec también le pusiera bloqueador en la espalda.
Lorena y mi gemela estaban un poco más alejadas de ellos, tendidas en una toalla mientras daban un buen espectáculo de besos lésbicos a los curiosos.
—Entonces, tío, sólo quedamos tú y yo.
—Parece que todos los demás se han entretenido.
Me giré hacia él.
Era un hombre fornido de casi un metro ochenta.
Los dos estábamos en el mar, con el agua hasta la altura de nuestro estómago, de modo que mis tetas estaban al descubierto.
Como mi tío era nudista no les prestaba mucha atención, lo cual ayudaba a manejarme con confianza con él.
—¿Quieres… hacer algo? —le pregunté coqueta y me pequé a su cuerpo, de modo que mis pechos le rosaron la piel.
Él me miró con una coqueta sonrisa —Algo a solas ¿te parece?
—¿Qué tienes en mente, sobrina?
—Bueno, si quieres cogerte a la hija de tu cuñado… mi culo está listo.
Mi tío Mauricio se rió un poco y miró en derredor.
Luego me metió un buen beso con lengua y tomada de la mano salimos del agua.
Su polla no estaba parada pero si que estaba adquiriendo un bonito grosor.
No era la más larga, pero se veía apetitosa, con un glande bien formado que comenzaba a hincharse ante la respuesta de evidente sexo.
Yo iba con mi sonrisita de oreja a oreja, y ya me estaba poniendo un poco mojada y no precisamente por el agua.
Pasamos junto a unos muchachos que seguramente estaban en la universidad y se me quedaron mirando abobados.
Fingí que no les miré y continué pegada a mi tío, que me llevaba hasta un sitío algo más alejado de los nudistas, justo debajo de una palmera.
—¡Maldición! Olvidé la toalla.
Espera, vuelvo enseguida.
—No, iré yo, tío.
Igual tengo que ir por un condón.
Volví por la arena caliente y me acerqué a mamá, que disfrutaba del sol.
—¿Qué pasa cariño?
—Tío me va a coger ¿tienes condones? —le pregunté mientras husmeaba en su bulto.
Nada más decir eso mi papá se puso en alerta.
—¿Qué Mauricio qué?
—Este… pues vamos a tener un poco de sexo, papi.
—Déjalo, déjalo —dijo su hermana —.
Se supone que para eso es esta experiencia ¿no?
—Pero Andrea es virgen.
¿Estás de acuerdo en que sea tu tío el que te desvirgue?
—Ash, no me va a desvirgar.
Lo haremos por detrás.
—Ah… —eso alivió a papá, y no perdió tiempo de mirarme el coño con un brillo de deseo en sus ojos.
Entonces se me ocurrió una idea excelente.
—¿Papi? ¿quieres venir conmigo? Así no te pondrás celoso.
—¡No estoy celoso!
—Entonces ven.
Miró a mamá como si le pidiera permiso.
Ella sonrió.
—Ve.
Dejó a mi tía.
Le tomé de la mano y lo llevé hasta donde estaba tío Mauricio.
Mi corazón latía enormemente ante la premisa de tener sexo con dos hombres más adultos que yo, y los dos dotados con penes gruesos que al final de cuentas era lo que más importaba, y no tanto el largo.
Literalmente se me hacía agua la vagina y nada más llegar, los dos hombres se dieron una palmada y se acostaron en la arena uno junto al otro.
—Mauricio, más te vale no ser tan duro con mi bebé.
—Descuida.
—Ay, papi, que tampoco tengo un culito de cristal —me reí y me senté entre ellos.
Tomé la verga de cada uno con la mano y comencé a masturbarlos al mismo tiempo.
Me olvidé de lo que era el pudor.
Además mi pecho latía deprisa ante la idea de tener sexo con mi papá y mi tío, y no sólo eso, sino que lo haría en un sitio público, a la vista de muchas personas.
Aunque estábamos en un lugar algo apartado, los playeros me veían y yo les podía ver a ellos.
Imaginé que debería de gustarles la imagen de una muchachita como yo jugando con dos penes a la vez.
—Veamos… ¿a quién me comeré primero?
Antes de poder hacer algo más, papá tiró de mí.
Me subí a horcajadas sobre él y miré a mi tío con una divertida sonrisa.
—Ups.
Te ganaron.
—Carajo.
—Pero disfruta del espectáculo.
Acto seguido tomé a papá de las mejillas y le di un sensual beso con lengua.
Él era un hombre maduro y si me olvidaba que yo era su hijita, el sexo se volvía un poco aburrido.
Para que fuera excitante debía tener muy presente que él era mi padre, el hombre que me había cuidado desde niña.
Eso alimentó el morbo e hizo que le besara con más intensidad mientras él me apretaba las nalgas con ambas manos.
En seguida bajé a besos por su pecho y me di la vuelta, de tal forma que mi culo quedó justo sobre su boca y mis labios a la altura de su pene.
Papá no perdió tiempo en separar mi coño con sus dedos y hundir su lengua entre ellos.
Estaba mojada y segura de que mis jugos le estaban humedeciendo toda la boca.
Yo tomé su verga entre mis deditos y primero le di un beso al glande.
Acto seguido me lo metí a la boca con suavidad, disfrutando de cada centímetro que se me enterraba en la garganta.
Mi tío miraba la escena asombrado y con una sonrisa mientras se acariciaba la verga.
Le guiñé un ojo y continué con lo mío.
Me separé cuando gemí porque papá tiró de mis labios vaginales con sus dientes.
Se sentía tan bien cuando su barba raspaba contra mi clítoris.
Además mi mamada estaba acaparando la mirada de varias personas, mujeres y hombres por igual, que disfrutaban del show como si fuera una película porno en vivo.
Me dio un poco de pena seguir con lo mío, pero era más mi deseo de ser cogida por estos dos hombres que no me interesó tener público.
Tío se levantó y se colocó a mi lado.
Yo me incorporé con las piernas flexionadas para no ahogar a papá con mi culo, y después tomé el pene de Mauricio y me lo llevé a la boca con una mamada rápida.
Podía ver en la distancia que algunas mujeres también mamaban las vergas de sus esposos.
Estaba despertando el deseo de las otras personas y comprendí porque a Estefy le gustaba que la vieran coger.
La verga de Mauricio me llenaba toda la boca y con la lengua de papá haciendo estragos en mi clítoris me estaba sintiendo en las nubes.
tío sacó su pene y me dio golpes con él por toda la cara.
Después me lo restregó por todos lados, incluso por los oídos.
Me sentía como una niña recibiendo su regalo de navidad, feliz y a la vez muy excitada.
Papá se cansó de chuparme el coño.
—Ponte en cuatro —me pidió y yo le obedecí.
Me tumbé sin dejar de ver a las personas.
Incluso les saludé con la mano.
Papá se acomodó detrás de mí y embarró mi ano de saliva.
Después sentí como dirigía su miembro hasta mi agujerito e irrumpía en él con evidente facilidad.
Ya que el sexo anal era el paraíso para mí, lo practicaba muy seguido y por lo tanto ya no ofrecía la misma resistencia que antes, pero cuando el pene estaba en mi interior, yo apretaba los músculos y levantaba el trasero para atraparlo.
Mi padre gimió cuando lo hice y luego deslizó la verga lentamente hasta sacarla.
En seguida la volvió a meter de un empujón.
—Me toca —dijo tío.
Noté como intercambiaban lugares y cuando el grueso pene de Mauricio me penetró, el cambio fue instantáneo.
Di un grito de placer y luego me reí.
La saliva me caía por la comisura de la boca.
Adelante dos mujeres también estaban de a perrito y sus maridos bombeaban dentro de ellas.
Papá acercó su verga a mi boca.
Le pedí que se hiciera a un lado mientras se la mamaba, para que yo pudiera ver a las otras personas que disfrutaban igual que yo.
Con un dedo les indiqué que se acercaran un poco más.
Las mujeres hablaron con sus maridos y rieron.
Poco después, dos parejas se aproximaron unos metros más, de tal forma que ahora las podía ver con claridad.
Una de ellas era de raza negra, pero muy atractiva, con tetas preciosas y un rostro muy bonito.
La otra era rubia y pecosa, con pechos frondosos de los cuales manaban gotitas de leche.
—¿Estas amamantando? —le pregunté mientras se ponía en cuatro frente a mí y su marido, detrás de ella, le rompía el coño.
—Sí.
Tengo un bebé de medio año.
Por cierto, me llamo Mayra ¿tú?
—Andrea, y ellos son mi papá y mi tío.
—¿Incesto? Genial… ag… amor, no tan fuerte.
La mujer de color no mencionó nada.
Se colocó a mi lado.
Su esposo habló con mi papá y le preguntó si le gustaría penetrar a su mujer.
—Lo siento.
Incestamos, somos nudistas, pero… sólo lo hacemos entre familia.
Me sorprendí de que él dijera eso, pero también me agradó.
Si iba a tener sexo con otra mujer más valía que fuera entre familia ¿verdad? El hombre dijo que no había problema y se dedicó a ensartar a su mujer, cuyas tetas se mecían al ritmo de las cogidas.
—¿Y vienen aquí con toda la familia? —preguntó Mayra con naturalidad, como si su esposo no le estuviera rompiendo el culo.
—Sí… ahg…
—Ah, qué lindo… uhmm, ay, sí, amor sí…
—Tú marido es muy guapo.
—Y está bien armado.
Uy… sí, dame por el culo, por el culo.
Me reí y me la pasé charlando un poco más con Mayra, y era chistoso porque conversábamos entre gemidos.
Mi papá y mi tío se turnaban para romperme la cola.
Uno me la daba duro, otro suave y me costaba distinguir quién era quien porque no les podía ver.
—¿Te gustaría lamerme un poco el coño? —me preguntó Mayra sin descaro
—Este… claro.
Me guiñó un ojo y se dio media vuelta, ofreciéndome una vista de su perfecto culito.
Su coño estaba tan limpio como el de un bebé y sus labios se aplastaban formando lo que Alec llamaba una perfecta empanada.
Pequeñas gotitas de flujo y semen le caían.
Se veía tan apetitosa que no dudé un segundo en hundir la boca en ella, sentir su aroma a sexo y su sabor a mieles de mujer.
Oí como Mayra gemía.
Busqué su clítoris y me concentré en él, en el sabor de sus jugos vaginales y en morderlo y tirar suavemente de los pliegues de su vagina.
—Ah, si.
Lo haces bien, Andrea.
Muy bien, de hecho.
Lame más fuerte.
Para ser una madre joven tenía un apetito voraz y yo también.
Me fui directo contra su culito.
Luego se separó un poco.
—¿Te puedo lamer a ti?
—Si logras quitar a estos dos de encima de mí.
—Ah, no es necesario.
Dame espacio.
Como pudo, Mayra se arrastró por debajo de mí hasta improvisar un delicioso 69.
Abrió sus piernas para darme una hermosa visión de su coñito, el cual yo me apresuré a llevarme a la boca.
Mi tío se acercó con su polla poco después y se masturbó rápidamente frente a mí.
Yo le correspondí con unas mordidas y deslizando mi lengua por sus huevos grandes y pesados.
De repente un chorro de semen me pegó la cara y se me metió hasta por la nariz.
Me reí mientras su leche se descargaba por toda mi cara.
Gotitas caían en el vientre de Mayra.
—¿Alguien eyaculó sobre mí? —preguntó, con su voz ahogada por mi vagina en su boca.
—Mi tío.
—Ah…
— Enseguida te limpio —deslicé mi lengua por todo su vientre y recogí el semen hasta comérmelo todo.
También limpié la verga de mi tío.
En ese momento la mujer de color gimió muy fuerte.
La saliva se le caía por la comisura de la boca.
Su marido presuroso salió de su culo, se fue a su boca y le clavó la verga justo cuando descargaba chorros de semen.
La boca de la mujer se infló y luego escupió una buena cantidad de lechita caliente.
—¿Quieres que le limpie? —le pregunté.
—Hazlo, si quieres.
Tomé el pene de su marido y también me lo acerqué a la boca.
Mamé de él, cuya verga negra era tan gruesa que a penas me entraba por los labios.
La dejé totalmente limpia y bañada de saliva.
Cuando me separé también vi que el esposo de Mayra me ofrecía su pene.
Sonreí y puse los ojos en blanco ¿desde cuando soy la limpia pijas? De todos modos también a él le lamí hasta dejarlo limpio.
Y de repente sin que pudiera hacer nada, tanto el pene de mi tío como el del esposo de Mayra se clavaron en mi boca.
No podía hablar ni gemir.
Tuve un orgasmo excitada tanto por la verga de papá en rompiéndome el culo, los dientes de Mayra castigando mi clítoris y dos penes en la boca ¿qué más podía pedir?
—Ay, eso fue hermoso —dijo Mayra cuando me levanté.
Sus pezones seguían sacando pequeñas gotitas de dulce leche materna.
Se sentó en la arena feliz de la vida y su marido al lado con la verga flácida.
La pareja de piel oscura se despidieron de nosotros y volvieron a su grupo de amigos.
—Entonces… eso fue rico —dije con una sonrisita y mis dos hombres al lado.
—Cariño, nuestro niña —habló el esposo de Mayra.
La mujer giró la cabeza.
Vio que una chica venía de una caminata en la playa y traía a una niña tomado de la mano
—Uy, terminamos justo a tiempo —se volvió hacia mí —.
No te he presentado.
Él es mi esposo Hans, yo soy Mayra.
Esa pequeña de allí es mi hija Mariana.
La mujer que viene con ella es mi hermana menor, Sofia.
—¿Son una familia de nudistas?
—Sí, y estaríamos encantados de poder volver a tener un encuentro, si te parece, claro.
—Este… pues creo que sí.
Sólo tendrías que conocer a toda mi familia.
—Creo que si lo hablamos con tía Joan estará de acuerdo —dijo papá —.
Ella es la experta en nudismo y eso.
—Perfecto —sonrió Mayra, se acercó y me dio un besito en los labios —.
Estaremos allí, en esa sombrilla verde tomando el sol.
Si les interesa, vengan a vernos y discutiremos donde llevar a cabo nuestra orgía, o cualquier otra práctica que les guste.
Vámonos, amor.
Adiós a todos, un gusto conocerlos.
Mayra se fue caminando coquetamente.
Sus nalgas se movían respingonas y tenía una cintura muy estrecha.
Para ser mamá de dos hijos se conservaba joven y muy atractiva.
Llegó con su hija y la abrazó cariñosamente.
Después se giró hacia mí y se despidió con la mano.
Le devolví el gesto.
—¿Qué hacemos? —les pregunté a los dos hombres.
—Creo que… podría ser interesante —dijo tío.
Los tres nos reímos.
Nuestra próxima sesión iba a incluir seguramente a una mujer con las tetas llenas de leche.
Esa… era una de mis más grandes fantasías.
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