Hermanos sin tabú. Cap 13 y 14 Final
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Crystal69.
Hola! gracias por todos sus mensajes y apoyo, aquí siguen los últimos dos.
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Capítulo 13
Aquella orgía se estaba saliendo deliciosamente de control.
El cuarto del hotel se llenaba con los gemidos de todos los participantes.
De un lado a mi hermanita Estefy le estaban perforando la recién abierta conchita con fuerza por la polla de mi hermano.
Mayra estaba sobre ella, con la entrepierna justo a la altura de la boca de la chica disfrutando de la mamada que le estaba dando, y Hans no perdía ni un segundo en comerle los pequeños y respingones pechos, masándolos con ternura y fuerza a la vez, metiéndose sus pezones a la boca y tirando de ellos como si quisiera arrancárselos.
Todo parecía discurrir a cámara rápida porque la adrenalina me corría por las venas al ritmo de las embestidas de Sofía y su arnés.
Dado que yo era virgen aún, el juguete se estaba enterrando en mi trasero con una profundidad increíble, casi dolorosa y placentera.
Por fortuna la hermana de Mayra me había puesto mucho lubricante.
Yo me limitaba a disfrutar, a sentir como mis tetas se sacudían con cada penetración.
—Ya me cansé un poco —dijo la mujer, despegándose de mi culo un momento —¿Quieres hacer otra cosa?
—Sí… —acepté.
Me dolía el culito y necesitaba dejarlo descansar.
Casi al mismo tiempo los que estaban con Estefy la dejaron para que respirara.
Me acerqué cariñosamente a mi hermana y la vi tendida en el colchón, sonriendo como una princesa sexual cubierta tanto de la leche de Mayra, de las mordidas de Hans y con la vagina roja por las constantes penetraciones de nuestro hermano.
—He perdido la cuenta de los orgasmos que he tenido —dijo Estefy, sentándose al borde de la cama con las piernitas separadas —.
Me duele todo el cuerpo.
—Pues yo todavía tengo energías para más —mencionó Alec, masturbándose animadamente para nosotras —¿no quieres que te desvirgue?
—No, gracias.
Todavía no me siento segura para eso.
—Es una lástima.
Quizá lo era, pero en el fondo, o quizá no tanto, yo todavía esperaba por la verga de papá.
Descansamos unos momentos.
Sofia fue a preparar un poco de té para todos y lo bebimos mientras platicábamos sobre cosas triviales.
Obviamente estábamos desnudos y listos para continuar cuando las cosas volvieran a encenderse, lo cual no tardó mucho porque de repente, en un acto de cariño y amor, Mayra y su hermanita comenzaron a besarse, a tocarse los senos y a recorrerse el cuello con lamidas.
—Desde muy jóvenes hemos incestado —confesó Mayra, feliz mientras su hermana le daba tiernos besitos a sus pechos y bebía gotitas de leche que sobraban.
Eso bastó para volvernos a calentar.
Miré el reloj.
Ya era tarde, aunque no creí que mis padres fueran a molestarse si nos atrasáramos un poco más.
El único problema, al cual no le prestaba mucha atención, era a la virginidad de Estefy.
De seguro mi madre se molestaría mucho cuando supiera que su adorada bebita ya no era tan bebita.
Para no quedarnos atrás, Estefy me abrazó por la espalda y recorrió mi cuello con besos mojados.
Podía sentir la presión de sus pechos en mi piel y su calor.
Me excité al instante cuando sus deditos hurgaron en mi vagina, separando mis labios y metiendo las yemas lo poco que mi himen se lo permitía.
Comenzó a empujarme a la cama y caímos de tal forma que yo quede boca abajo y ella sobre mí.
Besó mi nuca y arañó mi espalda.
Ahora podía sentir su húmeda conchita en contacto con mis nalgas.
—Quédense así —dijo Alec.
Vi que se acercaba con la polla tiesa, separaba las nalgas de Estefy y hundía su miembro entre ellas.
Dado el grito de dolor de mi hermanita, deduje que le había clavado la verga en el mero culo.
En seguida mi hermanita se echó al frente y gimió con dulzura a mis oídos.
Escuchar esos sonidos me estremeció en cada músculo de mi cuerpo y me llenó de amor de hermana.
Le pedí a Alec que esperara un poco mientras yo giraba para quedar boca arriba, tomé a Estefy de las mejillas y la besé con mucha pasión, enredando nuestras lenguas, intercambiando con ellas besos babosos hasta que se me fue el aliento.
Cubrí su boca con la mía sólo para escuchar como gemía y su sonido me penetraba.
Tuve un orgasmo con sólo eso.
Poco después yo también deseaba perder la virginidad, y me fue muy difícil controlarme en ese aspecto que opté por alejarme un poco de las pollas e irme con las hermanas, que en ese momento estaban haciendo un brutal 69.
Mayra, abajo, penetraba el coñito de Sofia con un dildo mientras su hermana hacía lo mismo.
—¿Me puedo unir?
—Claro, amor —dijo Mayra, que se separó de su hermana, se acomodó de lado y abrió sus piernas.
Acto seguido Sofía se puso entre sus muslos y empezó a lamer los deliciosos juguitos de su hermana mayor.
Comprendí qué querían realizar así que me uní rápidamente, de tal forma que ahora yo lamía el coño de Sofia mientras que Mayra hacía lo mismo con el mío.
Estábamos las tres en un delicioso círculo de lesbianas, gimiendo como niñas mientras nos devorábamos el clítoris mutuamente.
Luego oí los gemidos de Estefy y miré con curiosidad.
Como ella tenía el cuerpo pequeño y esbelto, mi hermano Alec la cargaba.
Ella tenía las piernas enredadas en su hermano y también sus brazos.
El pene de Alec la penetraba por la vagina, y poco después, Hans se acercó e irrumpió en el pequeño y estrecho anito de la chica.
—Tómame fotos —vi que me pedía Estefy.
Dudé un segundo, pero al final me gustó la idea y acepté.
Fui por la cámara y empecé a tomar imágenes de la súper cogida que le daban a Estefy.
Me acerqué justo a su entrepierna, donde las dos vergas se enterraban con profundidad.
Me quedé allí mirando y tomando fotos hasta que unas gotas de sus juguitos cayeron en mi rostro.
Mi dulce hermana estaba muy lubricada, excitada mientras dos hombres se la cogían a la vez.
¡Cuanto quería estar así! Pero estaba reservándome para papá.
Dejé la cámara a un lado y volví con las hermanas, que me aceptaron de inmediato.
Al tiempo que una de ellas me comía el coñito y la otra me daba leche materna, vi a mis hermanos metidos en un apasionante beso.
Las mejillas de Estefy sonrojadas, los músculos de los brazos de mi hermano cubiertos de sudor, el ritmo frenético en que los penes entraban por los agujeros de la chica… nos miramos los tres y sonreímos.
Al diablo el tiempo, íbamos a disfrutar toda la noche si se podía.
Por la mañana todos se despertaron en diferentes lugares.
Yo, por ejemplo, estaba en la cama durmiendo entre Mayra y Sofia.
Mi hermanita estaba en el piso, sobre una sábana y dormía con los dos hombres.
—Oigan… arriba.
Despierten todos.
Estábamos muy cansados por la orgía de la noche anterior.
Me desesperé un poco mientras nos vestíamos y nos despedíamos de la pareja de nudistas.
Intercambiamos teléfonos por supuesto porque ellos dijeron que sería de lo más genial volver a coger todos juntos.
Luego mis hermanos y yo nos metimos al coche y emprendimos el camino de regreso a casa, sabiendo que nuestros padres nos iban a matar.
Estefy a penas se estaba quieta y se quejaba que le ardía el culo.
Yo estaba igual.
Alec, feliz, conducía y tarareaba una canción, como si nada hubiese pasado.
Al entrar a la casa quien nos recibió fue papá, y obviamente estaba furioso.
—¿Qué demonios estaban haciendo? ¡Ya vieron la hora que es!
—Nos… quedamos dormidos —me excusé.
—¿En dónde?
—Este… eso no importa mucho, estamos bien y hemos regresado.
—Sí, claro.
Eso puedo verlo.
A Estefy se le ven todos los chupetones en el cuello y también a ti, Andrea.
—Tuvimos un trío entre nosotros —afirmó Alec.
—Y yo perdí mi virginidad con mi hermanito adorado.
—¿Eso es en serio?
—Si…
Pensé que se molestarían con Estefy, pero fue todo lo contrario.
Se pusieron felices por la proeza de mi hermano y todos bajaron de las habitaciones.
Decidieron hacer una pequeña celebración por que Estefy era ahora toda una mujer.
A mí, personalmente, me parecía exagerado, pero tía Joan me dijo que en la familia, en las costumbres sexuales de las mujeres, la virginidad era un tesoro y que cuando se perdía con la persona indicada y con consentimiento se tenía que celebrar.
—A la única que le falta perderla es a ti —dijo tía mientras comíamos al medio día —¿Ya elegiste a un hombre de nuestra familia o quieres a alguien externo?
Miré a todos los machos presentes.
Alec se estaba besando cariñosamente e intercambiando mimos con la pequeña de Estefy, la cual parecía auténticamente enamorada de su hermano mayor.
Papá y tío tenían muy buen dote en sus pijas, y elegir se me estaba haciendo un poco difícil, pero quería perder mi virginidad ya.
—Pues… mamá, sino te molesta, me gustaría que papá…
—¿Molestarme? No, como crees, hija.
No creo que haya un mejor hombre para convertirte en mujer que tu propio papá, así que si eso quieres, eso se hará.
Esa tarde comenzaron los preparativos para nuestra orgía en honor a mi pequeña vagina, la cual pronto dejaría de ser la misma.
Estefy sugirió que filmáramos todo y lo subiéramos a una página de vídeos porno, pero el resto se negó porque era algo meramente familiar, como un cumpleaños.
La chica hizo un mohín por esto pero al final decidió que estaba bien y no grabaríamos nada.
Yo tenía que pasar por todo un ritual femenino con las mujeres de la casa.
Así pues las chicas estábamos en una habitación, todas desnudas por supuesto.
Consistía en realizar algo que Joan llamaba la noche de las musas, en las que madres, hijas y hermanas montarían una pequeña orgía de besos para brindarle amor a la chica que iban a desvirgar, o sea yo.
Me parecía algo ridículo pero las costumbres son las costumbres.
Mamá y tía, siendo las mayores, fueron las primeras en actuar.
Mi mamá se acostó con las piernas bien abiertas y separó sus labios vaginales con sus dedos.
Acto seguido, su cuñada se acostó y empezó a lamer de esos deliciosos jugos.
Estefy, desobedeciendo a todos, empezó a grabar con su teléfono como tía le comía la concha a mami, y al parecer le gustaba que la filmaran porque mandaba besitos a la cámara.
Lorena y Ángela miraban todo y se masturbaban mutuamente, y no tardaron mucho en hacer un rico 69 justo al lado de las otras dos, de tal forma que sólo Estefy y yo estábamos sin mucho que hacer.
Lo importante de esa noche no fue tanto la orgía lésbica, sino lo que sucedió después, cuando todo hubo terminado y todas, incluida mi hermana, pasó su lengua por mi clítoris.
Llegó la hora de que me hicieran mujer por papá, así que me vestí con un baby doll, una tanguita y sin sujetador por supuesto.
En la sala ya habían tendido unas colchonetas y almohadas para que todo se pudiera llevar a cabo.
Mi padre ya se encontraba encuerado, con la verga al descubierto y semierecta.
Estefy tomaba fotos sin cesar.
Nada más llegar con papá, él me abrazó y me dio un saludable beso en los labios.
—¿Estás lista, cariño?
—Sí, creo —contesté nerviosa.
—Pueden comenzar cuando quieran —aceptó tía Joan, y nada más decirlo, algo en mí se activó, la lujuria y el morbo de coger con mi papá, coger como se debe.
Me agaché rápidamente y tomé su polla entre mis labios.
La llevé a la boca rápidamente y mamé con cierto frenesí, metiéndomela rápidamente y sacándola despacio.
Como mujer es increíble sentir como un pene se pone duro en nuestra boca.
Acaricié sus huevos, que estaban grandes y pesaban lo suyo.
Cerré los ojos cuando al fin toda la verga quedó erecta y chuparla se hizo una deliciosa total.
Cuando la hube empapado de saliva por completo, me tiré al suelo y me abrí de piernas tanto como pude.
Mamá y tía Joan me ayudaron a sostener mis tobillos, de tal forma que toda mi entrepierna quedaba a la vista.
Papá se relamió los labios y pensé que me penetraría de inmediato, pero no fue así, sino que se dedicó a bajar la boca a mi coño y comerme el clítoris con mucha fuerza, pasión desenfrenada y amor e padre por su hija.
Mis jadeos se hicieron presentes.
Arqueé la espalda y miré a mamá, que me sonreía con ternura.
Estefy siguió tomando fotos cada vez más cerca de mi coño para captar todo detalle.
Podía sentir como mis jugos resbalaban, mezclados con la saliva de mi papá.
Cuando estuve perfectamente mojada, entonces llegó la hora de la verdad.
Mamá me acarició la frente.
Ángela y Lorena me chupaban las tetas.
La verga de mi hermano se enterró en mi boca y yo mamé como si fuera un biberón.
Entonces cuando sentí cómo mi papito hundía su polla en mí, grité de dolor y me brotaron unas lágrimas.
Tuve que sacarme la polla de mi hermano, la cual eyaculó en mi rostro justo en ese momento.
El semen que cayó fue recogido por mi mamá, que deslizó su lengua cariñosamente por toda mi cara.
Papá no sacó su verga en ningún momento y empezó a bombear con fuerza.
—Dame tu polla, hermano —le pedí a Alec.
—No —dijo Joan —déjala que gima.
Gime, perrita, gime más fuerte.
Movido por las palabras de su hermana, papá aumentó la velocidad de sus embestidas.
—Dios… hija como aprieta tu coñito.
Y era cierto.
Ante esa nueva interrupción, mi vagina todavía no estaba totalmente ajustada al tamaño y por lo tanto cada cogida, aunque placentera, iba acompañada de dolor.
Gemí de placer y de angustia, pero invadida por un extraño sentimiento de que esas sensaciones no se fueran nunca.
Papa vino a socorrerme y me besó.
Yo lo apreté con mis muslos y brazos mientras continuaba con su pene dentro de mí.
—Me corro…
—Eyacúlame por dentro, eyacúlame toda.
Lléname de lechita papito.
Y lo hizo.
Sentí la descarga de rico semen invadiendo todo mi interior.
Papá jadeó y clavó su verga más fuerte para sacar hasta la última gota de esperma.
Yo tardé unos segundos en recuperar la respiración y en sentirme mejor porque sí que me había dolido perder la virginidad.
Papá se separó de mí y mamá fue corriendo a limpiarle la verga con la boca.
Mientras tanto…
—¡Le sale la lechita de la vagina! —dijo Lorena.
Tía Joan sonrió.
—¿Quién quieres que te limpie?
—Emm…
—Yo, yo, yo, —pedía Estefy, pero no la elegí a ella, sino a mi hermana lesbiana.
—Ángela.
—¿Qué…? ¡Jo! Que mala.
—Sólo es semen, amor —la apremió Lorena, su novia.
A regañadientes, mi gemela se pasó el pelo para atrás, se acomodó entre mis piernas y cubrió la entrada de mi coñito con su boca.
—Puja —dijo tía con una sonrisa.
Lo hice.
Contraje con fuerza el vientre y empecé a expulsar toda la descarga de semen que papá había depositado en mí.
Vi la cara de mi hermana cuando empezó a comer, y metió su lengua por mi recién formado agujero para limpiar todo el interior.
—Listo, pero ya no me pidas que lo vuelva a… ¡Auch! ¡Tío! —se quejó Ángela cuando furtivamente nuestro tío le metió la puntita de la polla en el culito.
Nos reímos con diversión, porque esa orgía familiar todavía daba para más.
Capítulo 14
Me desperté al día siguiente con un lindo dolor en todo el cuerpo, de esos en los que sabes que has hecho una tontería y no puedes hacer otra cosa más que estirarte y desear que fuese una linda mañana.
Sin embargo, a pesar de la gran cogida que me habían dado la noche anterior por mi papá, una parte de mí se sentía algo vacía.
Supuse que extrañaba mi virginidad lo suficiente como para querer reconsiderar todo esto de haberla perdido.
Decidí no darle la suficiente importancia o me devanaría la cabeza con ello.
Me vestí con la camisa de mi hermano, sin nada debajo por supuesto y bajé.
Todavía era temprano, por lo que la casa veraniega estaba en silencio.
Me paseé por la cocina y luego fui a ver a las habitaciones, espiando qué sucedía.
Mamá y papá dormían juntos, abrazados con amor.
Mi tía Joan y mi tío Mauricio hacían lo mismo.
Lorena y mi gemela, Ángela, descansaban desnudas en su habitación.
Sin embargo Estefy y Alec no estaban allí.
Escuché risas en el baño y fui a ver qué pasaba.
La puerta estaba entreabierta y entré con naturalidad.
Lo primero que vi me hizo despertar de todo.
La pequeña Estefy estaba bajo la ducha, con los brazos apoyados en la pared, el culito levantado y una pierna sostenida por Alec, quien la penetraba suavemente.
—Ah, ¿no sabes qué es la privacidad? —me riñó Alec, fingiendo haberse enojado.
Yo sonreí coquetamente y me acerqué para darle un besito en la boca a mi hermanita.
—Ustedes dos sí que no pierden el tiempo.
—Bueno, nos despertamos y se nos ocurrió coger en la ducha.
Me reí.
Estefy había encontrado mucho placer, y al final de cuentas de eso se trataba nuestras vacaciones, de dar rienda suelta a todos nuestros deseos sexuales, sin olvidar claro que todo quedaba en familia.
Me lavé la cara, distrayéndome con los gemidos de Estefy y de Alec mientras tenían sexo junto a mí.
No me quería unir a ellos porque los últimos días mi libido había estado a tope y necesitaba un descanso.
Más tarde cuando todos almorzábamos, mamá anunció que ya era hora de volver a casa.
Todos contamos lo que más nos había parecido de la experiencia.
—A mí me encantó ser follada por todos —dijo Estefy orgullosa.
Vestía una bonita minifalda de mezclilla y tenía las piernas firmemente cruzadas.
—A mí… me gustan las pollas —confesó Ángela con la mirada baja.
Su novia le dio un beso en el cuello.
—Yo preferí ver a todos mis hijos coger entre sí —mencionó mamá.
—Y yo los amo a todos —exclamó mi tía Joan, ampliamente feliz de que al fin hubiese tenido la oportunidad de incluir a nuestra familia en su mundo incestuoso.
Papá se demostró igual de alegre.
—Pero la diversión no se acaba con las vacaciones —dijo Alec —¿verdad? Podremos llegar esto a casa.
—Claro que sí, hijo —aceptó mamá y le puso una mano en la entrepierna —,y personalmente me muero de ganas por probar lo que tienes allá abajo.
Papá sonrió.
Claro que le fascinaría compartir a su esposa con su propio hijo.
Esa era una fantasía siniestra, desalmada y morbosa.
Con razón no muchas personas aceptaban una relación de nuestro tipo.
Total que al final de la tarde, luego de otra orgía familiar, tomamos nuestras cosas y volvimos a casa.
Mis tios se fueron por su camino y nosotros conducimos todo el camino de vuelta, más unidos que cuando llegamos, aunque de por sí ya lo estábamos.
Sin embargo, con el pasar de los días comencé a sentirme un poco sola.
Alec y Estefy se habían hecho inseparables.
Anunciaban que ahora eran novios, y su relación meramente sexual había tomado tintes más románticos.
Iban al cine, salían a cenar y cogían como locos.
No permitían que nadie más participara.
Mis padres lo aceptaban y los apoyaban.
A mí todavía se me hacía rara la idea de esa relación sentimental.
Una cosa era el sexo más salvaje y prohibido, y otra andar de melosos dándose de comer en la boca.
Por otro lado a veces yo no participaba con mis padres cuando me lo pedían.
Prefería comerle el coño a mi gemela, o meterme en un trío de lesbianas, o irme a follar con algún amigo, pero me sentía vacía sin saber por qué.
El sexo no me faltaba y me encantaba tenerlo.
Entonces una noche mientras cenábamos me di cuenta de qué ocurría.
Mis padres se demostraban un profundo amor, y también mis hermanos y hermanas.
Ellos tenían sexo con sentimientos y yo… sólo follaba.
Me faltaba sentirme amada, y aunque no iba muy de la mano con mi personalidad, empecé a sentirme un poco desplazada por todos.
Pasó una semana sin que tuviera relaciones, y luego dos.
Mis padres comenzaron a preguntarme qué ocurría y yo siempre les contestaba con evasivas para que no supieran los celos que me daba verlos juntos.
Y además lo aceptaban.
Ya no hacían orgías porque Estefy no soportaba ser cogida por alguien que no fuera su hermano.
Solamente Ángela de vez en cuando le mamaba la polla a papá y dejaba que él le eyaculara.
Mi hermana lesbiana se estaba haciendo un poco adicta al semen.
—Bueno, ¿qué te sucede? —me preguntó Estefy cuando entró mientras yo estaba en la bañera —.
Los últimos días has estado rara.
—No quería interrumpirles.
Y francamente ya me cansé de coger.
—¡Uy! Eso sonó a sacrilegio.
Como no me reí, ella se puso seria y se sentó al borde de la bañera.
Me acarició el pelo.
—¿Qué pasa? De verdad, cuéntame.
Me preocupas.
Suspiré.
Los ojos se me llenaron de lágrimas y le tuve que contar la verdad sobre mi soledad, mi malhumor y mi falta de amor.
Ella me oyó atentamente y luego pensó unos momentos.
Después sonrió.
—Lo que tú necesitas es a tus hermanos.
De eso me encargo yo.
—¿Qué?
—Cuando termines ven a mi habitación.
Me pregunté que es lo que Estefy quería decir con eso, así que me apresuré a bañarme y me envolví con la toalla.
Salí del baño y al entrar a su alcoba vi a mis hermanos ahí.
—¿Qué es esto? ¿intervención?
—No, hermana querida —dijo Ángela y se aproximó para darme un beso en la boca.
Luego me quitó la toalla y la dejó caer —.
Vamos a darte todo el amor que quieras.
—¿Qué?
—Sí, ven con nosotros —bramó Estefy.
Las dos me tomaron de la mano.
Me tiraron a la cama y me abrieron las piernas.
—¡Esperen…!
No lo hicieron.
Nada más tenerme bien abierta, dejaron que Alec se aproximara.
Se había quitado la camisa y las bermudas.
Su polla, aunque flácida, ya se notaba un poco grande.
Sin reparos se arrodilló.
Me sujetó de las caderas y me sonrió.
—Todo esto es para ti, Andrea, para que dejes de sentirte sola.
Me sonrojé.
—Hermanos…
—¡Ya, que empiece la fiesta! —exclamó Ángela.
Y dio inicio con la boca de Alec haciendo destrozos en mi vagina.
Separó mis labios con sus dedos y concentró sus esfuerzos en mi pequeño clítoris al que le faltaba ser estimulado.
Mientras tanto Ángela se mantenía firme con mis piernas abiertas para darle a Alec todo el espacio que necesitara.
Estefy fue otro cuento.
Ella se acomodó a mi lado y me dio un beso terriblemente jugoso en la boca.
Luego siguió por mi cuello hasta mis tetas, las cuales juntó y apretujó.
Incluso las levantó para que yo misma pudiera lamerme los pezones.
Qué rico se sintió morderme mis propias puntitas.
Me dejó así unos momentos mientras se desnudaba rápidamente, se paraba sobre mí y dejaba caer su hermoso culito justo a la altura de mi boca.
—Lame, perrita —dijo con toque sexy, y ya comprendiendo lo que mis hermanos deseaban, lo hice.
¡Ah! Los jugos de mi dulce hermanita me encantaban.
Sabían diferentes a los de Lorena, de mamá, de Ángela y de tía Joan.
Eran más sabrosos, como delicioso aceite.
Me apresuré a lamer las gotitas que caían y agradeciendo que las mujeres de mi familia fueran tan buenas lubricando sus coños.
Luego de que Alec terminó de darme sexo oral, me tomó de los tobillos y los puso sobre sus hombros.
Estefy se hizo a un lado, pero no me dejaron respirar porque en seguida mi gemela puso su vagina al alcance de mi lengua.
También estaba sumamente mojada y no perdí un segundo en lamer aquél fresco manjar, a deslizar mi lengua por los pliegues de su coñito y morderle los labios.
En ese instante la verga de Alec me penetró y yo gemí con total satisfacción.
Sentí que Estefy me lamí el clítoris para aumentar mi excitación, y vaya que estaba dando resultado porque en unos momentos gemí y tuve que dejar de comerme a Ángela.
Mi gemela rió.
Se abrió los labios con sus deditos y rogó que la penetrara con mi lengua.
Lo hice, explorando cada rincón de su dulce agujerito que manaba como una fuente.
Sin embargo ya me estaba cansando de las conchas.
Necesitaba de una polla cuanto antes.
Alec lo entendió de inmediato y se arrodilló en la cama.
Yo me puse a cuatro patas y no tardé nada en devorarle el pene, metiéndolo hasta el fondo de mi garganta mientras él me tiraba de cabello y me guiaba.
La saliva me escurría de la comisura de la boca.
Tuve que controlarme para no tener arcadas.
Estefy logró hacerse espacio debajo de mí y se concentró en lamerle las bolas a nuestro hermano.
Ángela miraba todo encantada y lo filmaba con una cámara de vídeo.
Me dijo que sonriera y así lo hice.
A continuación la dejó grabando sobre el buró y sacó de debajo de la cama una caja blanca.
De ella extrajo un arnés sumamente grande y no tardó mucho en colocárselo.
—Levanta el culito —me pidió, y yo lo hice.
Ella se acomodó detrás de mí, y separó mis nalgas con antusiasmo.
—¿Por el culo o por la vagina?
—Vagina —dije, separándome unos segundos de la polla de Alec.
—A la orden, hermanita adorada.
Nada más sentir cómo el arnés me entraba, grité de placer.
La superficie de esa polla falsa tenía un delicioso relieve que me destrozaba por dentro y me hacía gemir mucho más.
Oía como me daba de nalgadas fuertes.
—¡Vamos, grita más perrita! ¡Grita más!
—No puede, tonta.
Tiene mi verga en la boca.
—Ah…
Nos reímos.
¡mis hermanos me estaban cogiendo y yo lo adoraba.
Estefy salió un momento de la habitación y volvió, ahora ella también traía un arnés igual de grande que el de Ángela.
—¿Se puede saber de dónde lo has sacado? —le pregunté.
—Es mío —dijo con una risita de niña —.
Ya que a ti te encantan los penes, podríamos simular que somos hombres y darte lo que tanto anhelas.
—Pues se están tardando —les dije.
Nos acomodamos de la forma en la que la polla de mi hermano me seguía llenando la boca.
Mientras tanto Ángela se colocó justo debajo de mí.
Verla a ella fue como mirarme al espejo y eso me excitó más.
Mis tetas grandes caían y aprisionaban a las suyas.
En un segundo, su arnés se abrió paso hasta mi vagina y la perforó con suma brusquedad.
Gemí.
Al hacerlo el pene de mi hermano me entró en la garganta.
—Van dos —dijo Alec.
—Y aquí viene la tercera —exclamó Estefy, muy feliz.
Ya había humedecido mi anito con su lubricante.
No perdió tiempo en abrirme las nalgas y en introducir todo su jugete dentro de mi recto.
Yo grité al notar esa dolorosa penetración.
Alec me dio tiempo de que me tranquilizara, pero no podía hacerlo porque mis dos amadas hermanitas me estaban rompiendo allá atrás.
Podía sentir como sus dos juguetes entraban y salían a diferentes ritmos.
En el culo, el placer era inmenso, pero en la vagina lo era también.
Mi hermano se alejó para mirar con sumo atractivo la escena, y yo desvié la mirada al espejo y lo que vi me encantó.
Estaba yo de perrito, con el culo arriba y siendo cogida por dos mujeres muy hermosas.
Mis tetas se movían libremente con cada embestida.
Nuestros cuerpos sudaban y nuestras vaginas no dejaban de soltar abundante lubricación.
—Esto… me fascina.
¡Mas duro! ¡Mas duro, putitas! ¡Oh, si! ¡Sí! —grité cuando ellas se movieron mucho más fuerte y se reían de mí forma de hablar.
Poco después decidimos cambiar un poco la posición.
Consideramos usar el arnés para metérselo a nuestro hermano, y casi lo logramos, pero no se dejó y todo se volvió una situación de lo más cómica.
Así pues yo me coloqué uno de los juguetes.
Estefy se puso a cuatro patas y me ofreció su anito.
Yo no dudé un segundo.
Le puse un condón al consolador y acerqué la punta, primero rozándola con suavidad y después metiéndosela hasta la mitad.
Ella no gimió.
Su culo ya estaba acostumbrado.
—Espera… cambiemos de posición —dijo y se giró de costado, abriendo sus piernas.
Yo me coloqué de la misma posición, penetrándola todavía.
Levanté un muslo y dejé que ahora Ángela y su arnés se unieran a la fiesta, y como pudo hizo a un lado la correa del arnés que me sujetaba y también me lo introdujo por el coño.
Alec, por supuesto que no se perdió la fiesta y él introdujo toda su verga en el coñito mojado de Ángela.
Y de repente allí estábamos los los cuatro, mezclados en la orgía más hermosa de nuestra vida, gimiendo todos juntos como los buenos hermanos que habíamos sido desde niños.
Tuvimos nuestros orgasmos, en especial le prestábamos atención a Estefy, cuya dulce voz nos ponía a mil.
Después de eso Alec y Estefy se tiraron al piso bocaarriba.
Yo me senté encima de la polla de mi hermano y Ángela sobre el arnés de nuestra hermanita menor.
—Despacio… —le dijo la chica mientras su hermana mayor dejaba que el juguete se le metiera por el anito.
—No sé cómo me convences de que me rompas el ojete —protestó Ángela.
—Sabes que te gusta, mujer.
—Sí… pero sigo siendo lesbiana de corazón y me da un poco de pena saber que mi culo se está comiendo un juguete de plástico.
Eso nos dio risa.
Con mucho cuidado Ángela se deslizó hacia abajo hasta que todo consolador se le hubo enterrado.
Luego volvió a subir y a bajar lentamente.
—¿Mejor? —le dije.
Estabamos frente a frente, mirándonos cavalgar al mismo tiempo.
—Sí.
Vaya, así me veo cogiendo.
Qué bueno que somos gemelas.
—Lo sé —me reí y la tomé de las dos manos mientras terminábamos de sincronizar nuestros movimientos y cabalgábamos a la par.
En poco a Ángela dejó de producirle ese molesto dolor y se encontró disfrutando de lo mismo que yo.
Se reía y no paraba de decir lo mucho que le encantaba ser follada por detrás, y más si se trataba de una mujer.
Cuando mi gemela y yo tuvimos nuestro orgasmo, decidimos probar algo nuevo y nos pusimos arrodilladas una tras la otra, de tal manera que mientras yo mamaba la polla de Alec, Ángela me penetraba el coño y tras ella Estefy le hacía lo mismo.
—Ah… me corro, niñas.
En seguida las tres nos separamos y rodeamos el pene de nuestro hermano, que siguió masturbándose rápidamente hasta que sus huevos descargaron una potente eyaculada sobre nuestras caritas.
El semen nos bañó a las tres.
A mí me entró por la boca.
A Estefy le dio en la frente y sólo a Ángela se le metió en la nariz y la hizo hacer caras graciosas.
Tras eso nos reímos como buenas hermanas y nos tiramos a la cama para amarnos entre las tres mientras nuestro hermano se recuperaba.
Se sentó a disfrutar del show lésbico.
Estefy y Ángela hacían unas tijeretas hermosas, y yo miraba atenta como sus coñitos intercambiaban sus juguitos y sus muslos se movían rápidamente produciéndose más placer.
Fue tan excitante ver a mis dos queridas hermanas hacerlo.
Más tarde yo también hice unas tijeras con Estefy mientras Ángela se empezaba a preocupar por mi hermano y le practicaba una mamada de emergencia.
Le lamía hasta las bolas con mucho ahínco, como si en su mente sólo hubiera hombres y no mujeres.
Entre tanto Estefy y yo nos mirábamos, sonreíamos con amor de hermanas y cuando tuvimos nuestro orgasmos, se subió sobre mí y me besó llena de pasión.
—Está listo —anunció Ángela, trayendo felizmente al hombre de vuelta a la acción.
Ésta vez hicimos una “torta” como decía Estefy.
Abajo yo, boca abajo.
Encima mi gemela y arriba de las dos, Estefy.
Alec tenía de dónde elegir y no tardó en penetrarnos alternadamente a las tres.
Era divertido, muy divertido aunque algo incómodo tener a mis hermanas encima de mí y no saber en qué momento nos penetrarán.
Como no pesaban mucho porque eran delgadas, no había más problema.
El pene me entraba a mí luego de salir empapado de los jugos vaginales de Estefy, e inmediatamente se iba contra Ángela para volver a mí.
Era una sensación indescriptible.
Al final las tres alcanzamos el clímax de una manera genial.
Mis hermanos me tiraron a la cama, y se recostaron a mis lados.
Bueno, sólo Alec y Ángela para comerme las tetas, porque Estefy apoyó mi cabeza sobre sus piernas y me acarició la cara.
—Te amamos, Andrea.
Puedes unirte a nosotros cuando quieras.
Será más divertido.
Somos hermanos.
Jugamos como niños y ahora también lo haremos ¿verdad, Ángela?
—Sí.
Aunque sigo siendo un poco lesbiana, puedo comerte el coño cuando quieras.
Sólo tienes que pedírmelo.
—Yo yo también ¿verdad?
—Claro, hermano.
Sonreí y los traje hacia mí para besarlos a cada uno de boca en boca.
—Los amo.
Son lo máximo.
Estefy sonrió y me besó los labios.
—Quiero que tengamos más tardes como esta.
Recuerden que somos hermanos sin tabú ¿verdad?
Nunca pudimos estar más de acuerdo los cuatro.
Y eso éramos.
Hermanos que se amaban, que follaban y se apoyaban.
Hermanos sin tabú.
FIN
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