HERMANOS SIN TABU CAP 6 (CON MI HERMANA ESTEFY)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Crystal69.
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Capítulo 6
Para el medio día la tensión sexual entre todos los miembros de la familia era palpable.
Debido a los calentones que nos dimos nosotras las mujeres por el juego de la botella, Ángela y Lorena no habían salido de la habitación durante horas.
Si pegaba mi oreja a la puerta del cuarto, podía escuchar sus murmullos, gemidos suaves y risas mientras tenían sexo.
Ya que mis padres no estaban porque habían salido a comprar algunas cosas al centro del pueblo, ellas dos podían darse el lujo de revolcarse en la cama sin que nadie les dijera nada.
El pecho me latía desbocado de sólo imaginarme a mi gemela desnuda, comiéndole el coño a Lorena, o chupándole las tetas como si no hubiera un mañana.
Estaba en eso, deleitándome con mis imaginaciones, cuando alguien me tocó la espalda.
—¿Qué haces? —preguntó Alec, pegando su cuerpo a mí y poniendo su boca muy cerca de mi oreja.
—Estoy oyendo cómo esas dos se divierten —susurré.
Las manos de Alec se posaron en mis caderas y pegó la oreja a la puerta.
Los gemiditos de Ángela eran dulces y agudos.
Nos moríamos por ver lo que estaba sucediendo, pues el morbo era tal que no me hubiera importando formar parte de su sesión.
Incluso recordé cómo le había perforado el coño a mi propia hermana, y eso sólo me calentó un poco más, con una urgente necesidad de meter mi mano entre mis piernas y tocarme para aliviar la tensión.
Por lo visto mi hermano pensaba lo mismo, y se pegó un poco más a mí, de tal forma que podía sentir su erección sobre mis nalgas.
Como si nada moví un poco mi trasero para incentivarlo a agrandar su polla, y él se dio cuenta, así que nos miramos con una sonrisa pícara.
—¿Qué crees que haces, traviesa?
—Sólo… intento entrar en calor.
Aquello podía derivar en algo más que simples coqueteos.
Me di media vuelta, despegando el oido de la puerta.
Mi hermano me tomó de la cintura y me atrajo hacia él.
Yo le rodeé el cuello con los brazos y me le pegué al cuerpo.
Ya que él era un poco más alto que yo, mi boca quedaba justo a la altura de su pecho y le di unos besos allí.
Sus manos bajaron hasta mis caderas y continuaron un poco más hasta apretarme el culo con mucha fuerza, tanteando la carne y después, recorriendo mi cuello con besos.
Él era mi hermano, el hombre que adoraba y que me hacía sentir como una niña.
Me encontraba tan excitada que fue difícil no resistirme al impulso de meter mi mano entre sus pantalones y tocar su pene, que para esos momentos ya palpitaba y hervía por la sangre acumulada.
No pensé en nada en ese momento, como si no pudiera contenerme porque me encontraba tan caliente que me hubiera follado a mi hermano en ese momento.
Claro que las cosas no pudieron seguir así.
Mis padres llegaron justo en medio del faje y nos tuvimos que separar de inmediato y sin decir nada.
Él se fue a su cuarto y yo me quedé en el corredor, excitada y mojada por culpa de mi hermanito.
Más tarde él y mi padre se fueron a nadar.
Mi mamá decidió tomarse una siesta.
Ángela y su novia seguían en la habitación, así que sólo estábamos Estefy y yo, solas en el cuarto.
Ella en su laptop y yo mirando una revisa de modas.
—¡Andrea! ¡Mira! —exclamó, señalando su pantalla —.
Estuve investigando un poco de éste lugar y dice que hay una playa nudista muy cerca de aquí.
—¿Nudista? Eso suena bien —miré el mapa.
No quedaba muy lejos.
Podríamos ir si nos lo propusiéramos, y tal como estaba la mirada de mi hermanita, supuse que en eso estaba pensando —¿Estás segura de que te puedes desnudar frente a otras personas?
—Claro.
¡Vamos! Sólo nosotras.
Tomamos el autobús y ya.
Volveremos en unas horas.
—Es que… no sé.
A mí no me da eso de andar desnuda frente a desconocidos.
Tú eres la rarita a la que le gusta exhibirse.
—No seas mojigata.
Anda, vamos.
No tardó mucho en convencerme.
Yo adoraba a mi hermana menor, así que dije ¿por qué no?
Apurada por ella, empaqué un poco de bloqueador solar, toallas y otras cosas para la pequeña excursión que íbamos a hacer.
Le dejamos una nota a nuestra madre y tomamos el autobús en el paradero de la esquina.
Estefy iba muy guapa, con una minifalda de cuadros y un top.
Era una diva andante y envidiaba su belleza exótica, tierna y casi infantil e inocente, como de quien no rompe un plato.
Crucé un brazo alrededor de su cuello y le dejé un besito de pico en sus labios.
Unos chicos que estaban en el asiento frente a nosotros nos miraron y se rieron con expresiones alucinadas por lo que veían.
Le estaban echando el ojo a Estefy.
Llegamos a la playa, y tuvimos que andar por un camino de tierra e internarnos un poco entre la maleza.
El campo nudista estaba justo frente a nosotros, y era espectacular.
No se veía una sola persona vestida.
Incluso las familias y sus hijos andaban sin nada.
Estefy sonrió, victoriosa, y antes de poder decirle nada, se desabrochó la falda, se quitó su tanguita, su top y su sujetador.
Metió todo a la bolsa.
—¿Qué esperas? ¿vamos a nadar, Andrea?
—Bueno… ya voy, sí.
Penosa, me bajé los shorts y la camiseta.
No llevaba nada más, así que quedé desnuda en un dos por tres.
Miré el cuerpecito de mi hermana, tan virginal que casi quería que se conservara así, con sus labios vaginales todavía apretaditos y su coñito depilado.
Sus tetas, que no eran más grandes que las mías, estaban firmes, con sus pezones un poquito tiesos por la emoción.
Nos tomamos de la mano y bajamos por la pequeña duna hasta la playa.
Yo esperaba que las miradas se posaran en nosotras, pero no era así.
Creo que la gente ya había perdido la curiosidad, porque todos estaban desnudos.
Hasta los ancianos, lo cual no era un espectáculo muy agradable a mis ojos.
Por un lado vi a una pareja de adultos, tendidos en la arena.
La mujer, despreocupada, le masajeaba las bolas a su esposo mientras platicaban.
Unas niñas corrían por ahí haciendo castillos de arena, un negro se paseaba por la orilla, con su inmensa polla meciéndose.
Dos chicas se estaban dando cariñitos untándose bloqueador, y muchas otras personas tomaban el sol o se daban chapuzones.
Estefy, que tenía una manía por observar a los demás, estaba en el cielo, y lo podía ver por su sonrisa de oreja a oreja mientras miraba a todos sin excepción.
Sacó su toalla de la bolsa y se recostó a la orilla de la playa, con las piernitas algo separadas y se puso sus lentes de sol.
—Todos te están viendo el coño, hermanita.
—De eso se trata.
Me recosté junto a ella para tomar el sol.
Vi que algunos hombres pasaban y le lanzaban miradas lujuriosas a mi hermana, y a mí también, lo cual sólo me incomodaba un poco más, pero con el pasar del tiempo me sentí menos apenada, por lo que también separé un poco mis piernas para que toda mi piel se bronceara.
Me puse un poco de protector solar en las tetas y las piernas.
Estefy había ido a dar una vuelta, a ver los cuerpos de los demás, porque de eso se trataba una playa nudista, de observar el cuerpo humano en su estado natural.
—Hay una pareja cogiendo, ven a ver.
—¿De verdad?
Seguí a Estefy a un sitio un poco más alejado, entre unas piedras.
Efectivamente vimos, escondidos de los demás, a dos novios que follaban.
Ella sobre él cabalgaba su polla, y lo mejor de todo es que estaban practicando sexo anal.
El ojete de esa mujer debería de estar muy flexible porque el pene del hombre entraba y salía con mucha facilidad.
Sus gemidos se escuchaban casi al mismo nivel que la de las olas rompiendo en la orilla.
Mi hermanita estaba alucinada, y noté que tenía una mano entre sus piernitas.
Yo también estaba excitada viendo como esa polla se hundía en el culo de esa mujer.
El sexo anal era maravilloso.
Yo era casi adicta a él, puesto que todavía era virgen.
Entregar mi vagina era un regalo para el elegido, pero el resto de mis agujeritos no importaban.
—Auch —dijo Estefy —.
Me intenté meter un dedo por el culo y me dolió.
—Mensa.
Tienes que lubricarte.
Me miró coqueta.
—¿Me enseñas?
—¿Qué? —me sonrojé —¿aquí?
—Sí.
¿por qué no?
Sin decir más, Estefy se puso en cuatro y me ofreció una vista panorámica de su trasero.
Incluso se abrió las nalgas, permitiéndome ver sus labios estrechos y su anito rosado.
Toda mi hermana era un precioso angel, una princesita sexual.
Bastó esa imagen de ella para que me calentara a más no poder, y desviando la mirada de la pareja que cogía, me dediqué a darle placer a Estefy.
Primero le separé mucho las nalgas, y dejé escapar una gotita de saliva sobre su culito.
Luego, lentamente, dándole un beso en sus pompas, deslicé mi dedo anular en su agujerito.
Estefy se estremeció.
—¿Nunca habías hecho sexo anal?
—Nunca…
—Entonces te va a doler.
—No importa.
Sigue, hermana.
La pequeña recargó su peso en la arena.
Yo escupí un poco más y comencé a meter mi dedo más profundo en su culo.
Por dentro, ella ardía.
Se sentía tan bien para ella y para mí.
Aunque se quejaba de dolor, al poco rato ya estaba encantada, e incluso movía sus caderitas para que mi dedo entrara y saliera con mayor facilidad.
Escupí más y más sobre su anito hasta que quedó tan lubricado que pude meterle dos dedos.
Su vaginita emanaba gotitas de flujo, que yo me apresuré a recoger con mi lengua.
Sabían tan bien, dulces y salados al mismo tiempo.
Estábamos en eso cuando dos chicos aparecieron, y también venían desnudos, con sus pollas semi erectas.
Yo me asusté un poco y me quedé quieta, con mis dos dedos dentro del culo de mi hermanita.
—Perdón —se disculparon ellos, visiblemente apenados —.
No queríamos ver, adiós.
—Esperen —dijo Estefy —.
Quédense.
Tienen que mirarme.
—¡Estefy! ¿qué crees que haces? —le reclamé.
—Son mis gustos.
Tú sigue.
Deja que miren.
Es excitante, ya verás —aseguró con una sonrisa.
Yo no estaba muy de acuerdo con que me miraran desconocidos, aunque por otro lado los chicos sí que se acercaron y se sentaron en las rocas.
—Entonces… sólo mirar.
Volví a lo mío, un poco menos excitada por tener público desconocido.
Estefy estaba encantada con ellos, y sonreía mientras conversaba con total naturalidad.
Le contó que somos hermanas, y que estábamos aquí admirando el paisaje y divirtiéndonos.
Poco a poco los dos chicos empezaron a interesarse más por mi hermanita que por lo que yo hacía, aunque sus pollas comenzaban a ponerse más grandes.
La del moreno, sin duda, era la mejor, gruesa y no tan larga.
Justo como a mí me gustaban.
Las de su amigo era menos gruesa pero más larga, con un gran glande rosado.
Los dos tenían enormes huevos que les colgaban lampiños.
—Entonces… ¿quieren participar? —les dijo Estefy.
Saqué mis dedos de ella.
—Oye, no les digas eso.
Se me acercó al oído.
—Por favor, deja que me la metan por el culo.
—Estefy…
—Tú dijiste que debía probar cosas nuevas.
Anda, vamos.
Tengo muchas ganas.
Por favor, por favor, por favor.
Oír a mi propia hermana menor rogarme para que le dejara hacer sexo anal era raro, y cómico a la vez.
Puse los ojos en blanco y luego miré las pollas de los tipos, que estaban listas para la acción.
Los muy cabrones hasta se estaban masturbando lentamente mientras conversaban entre sí.
—Oigan —les hablé —.
Éste es el trato.
Pueden hacerle sexo anal a mi hermanita, pero sólo eso ¿sí?
—De acuerdo —rieron los dos.
Estefy, la muy putita, me guiñó un ojo y se puso como una perrita a cuatro patas.
El tipo de la polla más larga se le acercó por detrás, le separó las nalgas y de un tirón le deslizó el miembro por el ano a mi hermana.
Ella gritó de dolor y yo me asusté.
—¡Ten más cuidado, imbécil!
—Estoy bien —rió Estefy —.
Deja que yo me mueva.
El muchacho se quedó quieto y fue ella quien comenzó a ir de adelante para atrás, marcando su ritmo.
Yo me quedé a un lado mirando cómo él perforaba a mi hermana, que empezaba a gemir ya como una putita en celo.
Su vocecita tierna emitía ricos gemidos que incluso a mí comenzaban a excitarme.
El otro muchacho, de la polla gruesa, se arrodilló y acercó su miembro a la boquita de la chica, que no perdió tiempo y empezó a mamar como si fuera su biberón.
En cierta forma, ver a Estefy con sus ojitos cerrados de placer, comiéndose ese pedazo de carne que a penas le entraba, resultó ser demasiado excitante para mí.
Me tumbé a un lado y abrí mis piernas.
Deseé no ser virgen para poder meterme los dedos hasta el fondo.
Tuve que consolarme, mirando fijamente a mi hermana, recordando cómo era de niña, dulce, carismática, divertida y risueña jugando con sus muñequitas y sus tacitas de té.
Y ahora esa misma niña, convertida en una joven mujer, estaba recibiendo polla por ambos extremos.
¡Y lo gozaba! El de atrás empujaba con su pene y hacía que la verga de su compañero se hundiera más en la boca de Estefy.
Ella se la sacaba para tomar aire y poco después volvía a lo suyo.
Así nos la pasamos un rato, con sus gemidos volviéndome loca.
En un momento determinado el tipo preguntó:
—¿Me puedo correr dentro de tu culo, amor?
—Sí… ¡ah! ¡hazlo!
Comenzó a taladrarla con más velocidad.
Su cara se puso roja.
Estefy soltó la otra polla y empezó a gemir con más fuerza.
Luego el hombre se quedó inmóvil, con los ojos en blanco y las manos en las nalgas de la chica.
Su polla bombeaba semen al interior de mi hermanita dulce y preciosa.
Luego la sacó.
En ese momento gotitas de leche caían del culito de Estefy.
—Eso… fue genial.
—Me toca a mí —dijo el otro hombre.
—No… suficiente.
Me duele bastante —dijo Estefy y se sentó a mi lado, la respiración agitada y la cara rojita.
El otro muchacho que se había quedado con la polla parada no buscaba como parar su erección.
—Ven —le dije, y él sonriendo como todo un galán, se acercó.
Gateé hasta él, me arrodillé y me metí la glande a la boca.
Desde que lo vi me había atraído un poco, así que mamé con entusiasmo, los ojitos cerrados y saboreando esa sensación de que no me lo podía comer del todo por su tamaño.
Él me sujetó del pelo y empezó a marcar el ritmo.
Me dejé controlar y luego bajé hasta sus huevos.
Me encantan los testículos muy grandes, mientras más mejor, y los de éste hombre eran de muy buen tamaño, viriles y calientes.
De repente sentí que otra lengua paseaba junto a la mía.
Era Estefy.
La muy cabrona trataba de robarme el aperitivo, y por un momento competimos por ver quien se metía el pene a la boca.
De nuevo parecíamos dos niñas jugando y tratando de ganar un helado.
Nos reímos, divertidas y luego me rendí.
Estefy mamó la verga y yo los testículos del hombre.
El amigo de éste, viendo lo excitados que estábamos, empezó a pajearse mientras me tocaba el culo y trataba de meterme los dedos por la vagina.
Le dije que yo era virgen, así que ni lo intentara.
Mi hermanita y yo chupamos la verga de ese hombre durante un buen rato, hasta que sin previo aviso, el tipo eyaculó sobre nuestras caras.
Nosotras nos quedamos abrazaditas, mejilla con mejilla mientras una descarga de leche caliente nos caía en la cara.
Estefy la saboreaba al momento y yo también, pues se resbalaba por nuestro cuello, pegajoso y dulce.
—¿Y bien? —le dije a mi adorada hermana mientras le limpiaba con mi lengua un poco de semen en sus labios —.
¿te gustó?
—Tenemos que volver a hacerlo —dijo sonriendo, y me abrazó muy fuerte, pegando su cuerpecito sudado y enlechado con el mío.
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