Hermanos sin tabú capítulo 3 (en la playita con papá)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Crystal69.
Sin más incidentes esa noche, al día siguiente todos ya estábamos rumbo a pasar unas agradables vacaciones en la casa veraniega que le habían dado a mi hermano Alec sólo por ésta ocasión.
Resultaba interesante para todos saber qué clase de persona era el amigo de él como para prestarle semejante lujo que nos permitía quedarnos allí.
Los siete íbamos en el coche, que era algo pequeño, así que estábamos algo apretujados.
Mis padres en los asientos delanteros y nosotros detrás.
Bueno, yo me había sentado en las piernas de mi hermano para hacerle lugar a Lorena, la novia de mi hermana gemela Ángela, y Estefy iba al extremo, demasiado entretenida jugando con su consola.
—No te muevas mucho, hermana —me decía Alec, que estaba pasándose de lo lindo con mis nalgas justo encima de él.
Lorena y Ángela se daban algunos besitos y se reían de mí, que estaba sonrojada por sentir el volumen de la polla de mi hermano erecta debajo de mi culo.
—Cuidadito allá atrás —advirtió mi madre, especialmente a mí.
Desde el incidente no me atrevía a mirarla a la cara, y tampoco Estefy porque estábamos muy apenados por el arrebato incestuoso que habíamos hecho.
Mi padre no estaba del todo enterado, y menos mal.
A Alec parecía divertirle mucho la situación, y tenía inocentemente sus manos puestas en mis piernas y no perdía un momento en acariciarlas furtivamente.
Yo me mordí el labio inferior de gusto, y más cuando él de manera silenciosa empezó a deslizar un dedo dentro de mis shorts de baño, que eran muy cortos y sexys.
—Lo haré despacio —dijo a mi oído.
Yo me estremecí al sentir sus manos cerca de mi rajita y lancé una risita cuando halló mi clítoris y empezó a jugar con él.
Mi gemela se dio cuenta y frunció las cejas, señalando a papá con la mirada a modo de advertencia.
Ella sí estaba enterada de nuestro encuentro con Alec.
Puso los ojos en blanco y continuó dándole cariñitos a su novia.
La pobre Estefy estaba sola.
Durante casi una hora me acostumbré a tener los dedos de mi hermano acariciando suavemente la entrada de mi coño, y para esos momentos ya estaba muy mojada y con ganas de que me la metiera hasta el fondo.
Deseé incluso que se quitara el pantalón para que pudiera sentir su polla en mi piel, y quizá adentrarla en alguna otra parte.
No tuve suerte y seguí disfrutando.
De repente noté que la mano de mi hermana gemela se posaba sobre mi pierna y me empezaba a acariciar.
Le lancé una mirada interrogativa, y ella, riendo, apartó los dedos.
¿Qué significaba eso?
Total que llegamos a la playa después de un par de horas.
Alec le dijo a mi padre por donde estaba la casa de su amigo y nos fuimos directo para allá.
La encontramos rápidamente, porque estaba algo alejada de las demás, rodeada de palmeras y de arena.
Era de dos pisos, blanca y con un bonito balcón que daba a la playa.
Mis padres fueron los primeros en entrar mientras que nosotros fuimos a dar una vuelta para ver el océano.
La brisa era fresca y salitre.
No habían muchas personas y el sol era delicioso.
—Bienvenidas —dijo mi hermano y nos abrazó a Ángela y a mí.
—Uy, odio quemarme —se quejó nuestra hermana menor y haciendo una cara de disgusto se fue a la casa.
Lorena no perdió tiempo de nada y se quitó la blusa y los shorts.
Debajo traía un sexy bikini de hilo dental que resaltaba sus grandes y bien formadas nalgas.
Mi gemela la abrazó y se dieron un flamante beso de lengua.
—¿Te metes al mar conmigo, amor?
—No me he puesto mi bañador.
—Te espero.
¿Ustedes?
—Enseguida volvemos.
Lorena se zambulló al agua primero.
Nosotros volvimos a la casa y nos apuramos a repartir las habitaciones, puesto que pasaríamos unos días allí.
Sólo habían tres cuartos.
Mi madre y mi padre eligieron uno, el de la cama más grande, mientras que a mí, a Estefy y Lorena nos acomodamos en otro.
Ángela, que era la lesbiana de la familia, la pusieron a dormir con mi hermano.
Esa era la estrategia de mamá para que no hiciéramos nada indebido puesto que como a ella le gustaban más las chicas que los chicos, y prácticamente era como el ángel de la familia… bueno.
Ya saben cuál fue la lógica materna allí.
—¿Se van a meter al agua? —nos preguntó mi padre.
—¡Sí! —le respondimos a la vez.
Entramos a cambiarnos sólo las mujeres, incluida mamá, que no tenía descaro en desnudarse frente a sus hijas.
No había morbo, exceptuando por Estefy que miraba con algo de malestar los pechos de las demás.
A pesar de que era parecida a nosotras, en algunas medidas no había desarrollado lo mismo.
Tenía un bonito culo de nalguitas respingonas, pero sus tetas no se comparaban a las de mamá, una madura en plena belleza, ni a Ángela y a mí, que eramos más jóvenes y algo más bronceadas que ella.
Lo que sí nos sorprendió fue su bikini, cuya parte baja era tan pequeña y blanca que casi se transparentaba.
—¿Hija? No está algo pequeñito?
—¿Tú crees? —dijo con inocencia dando una vuelta.
El hilo dental se le metía entre las pompas —.
A mí me gusta.
—Sí, pero si tu papá y tu hermano te ven, no te dejarán en paz.
Especialmente tu hermano.
—Mamá, lo que pasó… —comencé a decirle como para tratar de disculparme —, fue un error.
No sé cómo ocurrió.
—Ya, ya.
Sé que Alec les atrae.
Incluso yo que soy su madre puedo decir que es muy atractivo.
Eso nos sorprendió a todas.
—Pero entiendan que son sus hermanas y que deben de respetarle y no hacer esa clase de cosas.
Pueden conseguirse un novio para ello, o hagan como su hermana Ángela —le guiñó un ojo a ella y se rió.
Mi hermana se sonrojó.
—¿Qué? —preguntó Estefy —¿Que nos consigamos una novia? Bah.
A mí me gustan las pollas bien grandes.
Mi madre se rió algo ruborizada por el desenfado de su tierno pastelito de azúcar que era Estefy.
Desde que la canalla era una niña siempre había sido algo salidita y decía cada cosa en el momento menos oportuno.
, y ahora que era mayorcita las cosas no mejoraban.
—Bueno, bueno.
Andando, a bañarse.
El sol golpeó a la pobre Estefy, que tuvo que ponerse bloqueado por miedo a perder la tonalidad clara de su piel.
Ángela y yo nos tomamos de la mano y corrimos al agua, en donde Alec y Lorena se estaban bañando.
Mi padre que andaba con su vientre tonificado al sol se quedó en la arena con mamá a su lado, abrazados y dándose algunos besos.
Como mi padre llevaba un bañador ajustado, yo no perdí detalle de cómo su miembro comenzaba a tomar forma debido a la lengua de nuestra madre que le daba besos amorosos.
—¿Ya vieron eso? —dijo mi gemela —, parecen adolescentes.
—Nosotros también deberíamos divertirnos —dijo Alec y procedió a quitarle el sostén a Estefy de un tirón que se quedó tiesa un segundo y luego se cubrió los pechos.
—¡Alec! ¡No seas imbécil! —le gritó y le dio de golpecitos.
—¿Por qué no? —nos dijo Lorena y acto seguido se desprendió de su sujetador.
Sus tetas morenas quedaron al aire, mojadas.
Mi hermana gemela también se deshizo del suyo, y yo sin poder quedarme atrás, y excitada por ver las tetas de mis hermanas, también lo hice.
Estefy resopló.
—Está bien, al menos denme sus cosas para que lleve a la playa.
Regresó poco después.
—¿Mamá te dijo algo en que te vio sin sostén? —le preguntó Alec.
—Se rió y dijo que está bien, que necesito algo de color en mis pezones.
—Pero si son bellísimos —Lorena no perdió tiempo de darles un apretón.
—¡Oye! ¡no soy lesbiana, no me toques!
—Pero bien que tu hermana te masturba ¿verdad?
—Eso es diferente.
¡Ash! ¡Alec, tú tampoco!
Estefy estaba algo cambiadita.
Cuando no estaba excitada podía ser la chica más santa del mundo, pero le bastaba mojarse un poco u escuchar la palabra anal para convertirse en toda una depravada quien le gustaba ver a sus padres cogiendo.
Total que las cuatro sin sostén nos bañamos.
Hubieron algunos roces, especialmente entre Alec y yo.
Me gustaba porque estábamos jugando a la pelota y él se ponía detrás de mí, rosando su polla con mi culo intencionalmente.
Lorena, que había tomado a la pobrecita de Estefy como su juguete, se dedicaba a molestarla pellizcándole los pechos o las pompas de vez en cuando.
Nuestra hermana menor se lo tomaba a juego y se reía.
A esas alturas todos nos divertíamos.
—¡Oigan! ¡Vengan acá! —nos llamó papá y salimos.
La cara cuando nos vio a las cuatro chicas son sostén fue épica.
Especialmente los melones de Lorena que se bamboleaban.
—Ehm… iba a ir a pescar ¿vienen?
—Yo sí —dije enseguida.
—Pasamos —mencionaron los demás al unísono.
Lorena y Ángela querían seguir jugando, y Estefy me lanzó ojitos coquetos y señaló a Alec con la mirada.
Comprendí cuáles eran sus intenciones, pero ya no podía dejar a papá sólo.
Tomamos la caña de pescar y nos fuimos a una zona algo alejada de los demás, donde no habían personas y estaba un viejo muelle que nadie usaba.
Nos sentamos en la orilla y él preparó las cañas de pescar.
Yo llevaba un camisón para guardarme de él por cosas esas de la decencia y para que mamá no me echara la bronca de andar semi desnuda frente a su esposo.
—¿Qué pasó entre ustedes? —me preguntó —.
Los noto raros.
Hablo de ti y de Alec.
También Estefy.
¿Se pelearon?
—Ehm… no precisamente —me reí al recordarlo.
Mi padre me miró con curiosidad.
—No soy tonto.
Puedo ver que Alec les atrae como hombre, y no le culpo.
Ustedes ya están bastante bien formaditas.
—Ay, papá.
Es que…
—¿Qué pasó? Aunque por tu risa me doy una idea.
—Bueno… —confiaba mucho en mi padre, pero ¿tanto como para confesarle que estuvimos a punto de quitarle la virginidad a mi hermana Estefy?
—¿Lo hicieron?
—¿Qué? Bueno…
—No importa.
Me lo puedes decir.
Es más.
Te confesaré que a tu edad sentía mucha atracción por mi hermana, tu tía Sofi.
—¿La tía Sofi? ¿Tú?
Ahora mi padre se puso algo colorado.
—Sí.
Te lo confesaré pero prométeme no decirle a tu madre.
A cambio me dirás lo que ocurrió ¿vale?
—Eh… bien.
—Como sabes, mi papá, tu abuelo es decir, murió de cáncer, así que sólo nos quedamos mamá, mi hermana y yo.
Debido a la depresión, tu abuela se volvió un poco alcohólica y dejó de hacerse cargo de la casa.
Sofi y yo tuvimos que ser los que la cuidaran y con el tiempo, la atracción que nos teníamos era mucha.
Desde niños nos bañábamos juntos y nuestros primeros tocamientos fueron entre nosotros.
—Justo como yo y mis hermanas.
—Sí —se rió al recordar —.
Mi primera mamada me la hizo ella.
Le di un golpecito en el hombro.
—De seguro tía Sofi lo disfrutó.
—¡Jajaja! Mucho —hizo un poco de silencio —¿quieres verme la polla?
—¿Qué?
—Te la puedo mostrar, pero no le digas a mamá.
Ya la has visto por accidente, pero no a propósito.
—Ehm… —dije mientras se me dibujaba una cara de traviesa —.
Vale.
Muéstrame.
Miró en derredor por si había alguien, y luego me pasó la caña para que la sostuviera.
De un sólo movimiento se bajó el short del bañador y su miembro quedó al aire.
Yo sentí cómo la cara se me quedaba roja al ver esa verga que comenzaba a pararse.
Tenía el glande al desnudo y unas venitas llenas de sangre se notaban debajo de la piel.
—Papá… —me reí como una tonta sin poder apartar la mirada.
—Tócala.
—Eh… no lo creo.
—Hazlo, nadie lo sabrá.
Sé que te mueres de ganas.
—¿No te molesta que sea tu hija?
—Al contrario.
A mí me encanta lo que haces con tu hermana Estefy, y más lo que hicieron con Alec.
Mientras lo decía, su polla empezó a levantarse más.
Sus huevos colgaban como dos pesados sacos.
—¿Te gusta? ¿Apruebas que nos toquemos entre nosotros? —pregunté sorprendida.
Mi padre era algo así como el inocente, y sólo mamá era algo pervertida en comparación.
—Sí.
Mira como la muevo.
Su polla palpitó.
¡Dios! Yo… me estaba excitando con el pene de mi padre.
Miré por si había alguien y luego, algo cohibida aún, rodeé su verga con mi pequeña mano.
Hervía y palpitaba.
Mi padre cerró los ojos.
—Muévela un poco, Andrea.
—¿Así?
A esas alturas qué importaba si lo masturbaba.
Tragué saliva.
El corazón me daba brincos mientras le marcaba una paja a mi propio padre, que parecía estar disfrutando de lo lindo.
—Más rápido, Andrea.
Me divertía.
Más que estar excitada, lo encontraba deliciosamente divertido y morboso.
Sí había soñado con el arma de él, pero no de hacerlo.
Era algo muy diferente.
Comencé a mover mi mano con más velocidad, y de repente noté que sus dedos se deslizaban por mi pierna y se metían hasta acariciarme el coñito justo encima del bikini.
Una descarga de electricidad me llegó cuando su dedo se abrió paso entre los pliegues de la tela y comenzó a jugar con mi clítoris.
—Ah, hija.
En ese punto ya nada me importaba.
Absolutamente nada.
Me hice a un lado el cabello.
Bajé la cabeza y hundí esa deliciosa verga de mi padre en mi boca.
El dejó de jugar con mi vagina y se quedó estático, disfrutando de mi boca.
Paseé mi lengua por el glande, y solté saliva para tratar de comerme todo ese trozo de carne.
Su pene palpitaba dentro de mis labios.
Él me acariciaba la espalda y el cabello, luego me sujetó de la coleta y comenzó a marcar el ritmo al que quería que le mamara.
Yo me tuve que despegar para coger algo de aire, y luego sin más él me volvió a empujar para que me penetrara por la boca.
Estuvimos así durante un rato.
A mí ya me dolía el cuello y la mandíbula por la posición en la que estaba chupando.
Sentir la polla de mi papá envuelta de mi saliva me excitaba, pero también me llenaba de algo parecido al amor.
Le estaba dando placer al hombre que me había traído a la vida, y qué mejor que hacerlo en su verga.
Suavemente lo recorría con mi boca
—¿Así, papito?
—Así, corazón.
Sigue, bebé.
—Quiero lechita —le coqueteé como una nenita —¿me das lechita, papá?
—Sí… la que quieras.
Anda, chupa.
Me gustaba jugar así.
Mamé y mamé tanto hasta que de pronto toda una descarga de delicioso semen me llegó hasta la garganta.
Me tomó por sorpresa.
No estaba lista para tragarme el esperma de papá y algo cayó en la base de su pene.
Me separé y luego un segundo disparo me bañó la cara.
—¡jajaja vaya que estabas lleno.
Papito que rica lechita tienes.
—Oh, me encanta cuando hablas así.
Me limpié el semen de la cara.
Su polla empezó a quedar flácida pero conservando su buen tamaño.
—Eso, mi querida hija, es el incesto.
¿Te gustó?
—Mientras sea semen —dije riendo.
Él me cruzó un brazo y me dio un beso en la comisura de la boca.
—Van a ser unas buenas vacaciones, Andrea.
—No lo dudo.
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