HICE MUJER A MI HIJA Cuarta parte
Irene es introducida or sus padres en el sexo grupal..
PRIMERAS PARTES, PUBLICADAS EN SEXO SIN TABUES, CON MI NICK DE CORSARIO1971
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/incestos-en-familia/hice-mujer-a-mi-hija/
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/incestos-en-familia/hice-mujer-a-mi-hija-segunda-parte/
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/incestos-en-familia/hice-mujer-a-mi-hija-tercera-parte/
HICE MUJER A MI HIJA. Cuarta parte.
Tras ponerse sendos pareos semitransparentes sobre sus bikinis, Anna e Irene bajaron de nuevo a la planta baja, justo en el momento en que unos empleados de un catering salían de la cocina tras dejar todos los elementos para la comida. La mesa del comedor estaba totalmente montada, con su mantel blanco impoluto, platos, copas de vino, cubiertos y servilletas.
Elisabeth, en tanga, se encontraba sentada tranquilamente en el regazo de George, frente a Ricardo, y ambos saboreaban sendas copas de vermouth mientras charlaban. George, de vez en cuando, acariciaba distraidamente los pezones de Elizabeth, erguidos y duros.
Ricardo y George comentaban algunas operaciones realizadas por el banco, de las cuales habían obtenido muy interesantes comisiones, mientras Elizabeth acariciaba y pasaba la lengua por el pecho de George.
– Hola, papi, mami y compañía, se os ve muy divertidos, no? -ironizó Irene. -No podríais dejar un poquito el trabajo y hacernos caso a nosotras?? ¿Queréis ver cómo me ha quedado el rasurado?
Y uniendo la acción a la palabra se levantó el pareo y, tras quitarse el tanga se exhibió ante George, que, tras observarla detenidamente, pasó los dedos por su entrepierna separando levemente los labios de la vulva.
-Perfecto, tienes un conejito muy suave, eh? Y muy mojadito, eso me encanta.
-Cosas de las hormonas de la adolescencia -sonrió Ricardo – las tiene en plena efervescencia.
– Y su fiesta de cumpleaños no ha contribuido a calmarlas, curiosamente -añadió Elizabeth.
-Bueno, afortunadamente eso es algo que tiene fácil solución -guiñó el ojo George. -¿Qué tal te llevas con Anna?
– Muy bien, George, seguro. Tienes una hija muy simpática, y muy guapa, y con una lengua y unos dedos maravillosos -se rió Irene. -Aunque imagino que eso vendrá de familia.
– Bueno, chicos, ¿qué os parece si nos ponemos a comer, que el catering se enfría? Sentaros a la mesa, vamos.
-Anna se encargará de servirnos -contestó George. -En la cocina tienes todo lo que te hace falta.
Anna se dirigiò a la cocina, donde estaban colocadas las viandas que habían traido los empleados, y, doblado sobre una silla, algo que parecía un uniforme. Se lo probó, y en efecto, era un uniforme de criada, muy corto, falda con ligero vuelo y el canesú minùsculo, dejando ver la casi totalidad de sus pechos. En el asiento de la silla había dos cuencos metálicos.
Preparó unas bandejas con entremeses y otros comestibles y las sacó al comedor con un carrito, comenzando a servir, en primer lugar a Ricardo, luego Elizabeth, George, y por último a Irene, colocando luego sus dos cuencos a los pies de George. Al pasar al lado de Ricardo, éste la retuvo, pasando la mano por sus muslos y acariciándola el coño.
-Es espectacular cómo se ha puesto desde hace un año que la conocemos. Tiene ahora… cuantos? -prreguntó a George.
-Dieciséis recién cumplidos. Cuando la conocisteis tenía los 15.
– Y una experiencia que para sí la quisieran muchas mujeres más adultas. Aprenderás mucho de ella, Irene.
– Bueno, espero que de los cuatro -sonrió su hija.
Ana sirvió la comida y escanció vino en las copas, echando agua en uno de los cuencos y la comida en el otro. Se arrodilló al lado de George.
– Señor, permites que tu perra coma a tu lado? -preguntó a su padre.
– Sí, perrita, ya sabes lo que tienes que hacer.
Anna se arrodilló frente a los cuencos y, con las manos a la espalda, comenzó a comer, sorbiendo agua de vez en cuando.
– Y cómo es que la tienes con un plug, George? -preguntó Elizabeth.
– Desde la última vez que estuvimos juntos, creo que hará unos cuatro meses o así….
– Cinco -afirmó Ricardo.
– Eso, cinco meses, tu marido me comentó las ganas que tenia de follar por el culo a Anna, pero yo le comenté que en ese momento lo tenía algo dilatado, porque hacía poco que la había usado yo, y no le daría el placer que se merecía. Por eso, estos cinco meses lo ha mantenido cerrado, hasta ayer, que le puse el plug cuando me llamó tu marido. Así lo tendrá preparado, pero no abierto del todo.
– Muy considerado, George -sonrió Ricardo -muchas gracias. Pero no lo tendrá algo dolorido?
– No me seas cínico, Ricardo, que yo sé que disfrutas cuando tu mujer grita cuando la follamos el culo. Y os sugiero que, si Irene está recién abierta, le pongáis también un plug el día que vayáis a usarla, para que tenga el culito algo más blando. Lo suficientemente prieto como para que os dé gusto y lo suficientemente elástico como para meterla bien.
– Eres un experto, George. Ha sido montada una sola vez, así que tú serás el segundo – se rió esta vez Elizabeth. -Por cierto, que Irene está intrigada por el estereotipo ése del tamaño de la gente de tu raza, jajaja. ¿La puedes aclarar algún concepto?
– Bah, como tú bien dices, son estereotipos. Mejor que lo note ella en vivo y luego me dé su opinión. Aunque siendo casi virgen, se podrá hacer una idea.
– A ver si me la vas a romper, eh? -sonreía Elizabeth.
– ¿Estas tú rota, preciosa? Y me has tenido dentro varias veces, eh? -se reía George.
– Pues por eso te lo digo, cabronazo, por la experiencia que tengo contigo -frunció los morritos Elizabeth.
Así transcurrió la comida, entre risas e indirectas, calentando lentamente el ambiente, ya festivo y lujurioso desde un principio. Cuando terminaron, Anna retiró sus cuencos vacíos y desmontó la mesa, llevando todo a la cocina mientras el resto de los comensales se acomodaba en el amplísimo sofa del salón.
Irene se despojó del pareo, quedando en tanga, colocándose frente a George.
¿Puedo? -preguntó antes de sentarse sobre sus piernas, frente a él y con las suyas abiertas a los lados de las George.
-Claro que sí, cariño, ponte cómoda.
Irene abriò la camisa de George y comenzó a acariciarle el pecho, pasando las manos por los hombros y sus amplios pectorales.
-Qué fuerte eres, pareces un atleta -musitó al oído.
– Bueno, algo fuí, pues en la Universidad jugaba al basket.
Irene comenzó a besar en los labios a George, que correspondiò acariciándole las nalgas y la espalda. Irene bajó la cabeza hasta alcanzar el pecho del hombre, pasando la lengua y mordisqueando los pezones, mientras George metía los dedos entre el leve cordón del tanga y tiraba de él hasta quitarlo. Metió la mano por debajo del cuerpo de Irene y su dedo pulgar entró fácilmente en el coño de la joven.
-Es cierto, putita, estás empapada, y sólo acabamos de empezar. Si que eres cachonda, golfa. Voy a disfrutar rompiéndote el culo -musitaba al oído de Irene.
En ese momento entró Anna en el salón.
-Vaya, golfos, habéis empezado sin mí.
-Te estaba esperando, perrita, ven y siéntate conmigo -le dijo Ricardo.
– No os aceleréis, que al final vamos a follar de lo más incómodos -protestó Elizabeth, que se levantó y, subiendo al piso superior, trajo varios edredones que extendió por el suelo.
-¿Veis como las prisas no son buenas? Además las perras deben follar en el suelo, como debe ser. ¿Y a vosotros, no os apetece ver el reestreno de Irene?
– Pues sí, la verdad -dijo Ricardo aproximándose a la pareja que se acariciaba. Irene estaba ya totalmente desnuda, y pugnaba quitando los pantalones de George, acariciándole así mismo el culo, arrodillándose ante él y metiendo ansiosa la gruesa polla en su boca. Se separó un poco de él:
-¿Conque estereotipos? ¿Conque no me crea todo lo que dicen? Pues no sé cómo serán las pollas del resto, pero la de George es inmensa. Me da hasta miedo.
– Zorra, no quedamos que sólo habías visto la de tu padre? -se rió Elizabeth.
– Y es verdad, y la de papá es grandísima, si lo sabré yo, pero la de George es monumental.
-Recuerda lo que te dije, pequeña. Si no se sabe usar, igual da grande que pequeña. Afortunadamente, nuestros machos saben como utilizarla. -Apostilló Elizabeth.
Irene se acostó sobre los edredones, mientras George, sentado sobre sus talones le acariciaba el coño, y extendía el flujo hasta el ano, acariciándolo lentamente con los dedos. Ricardo se dirigio a Anna.
-Cariño, no me quiero perder ésto, asi que, si no te importa esperarás un ratito, vale?
– Claro, pero no te importará que mientras juegue un poquito con tu hija, no?
– Claro que no, tengo una cierta vena voyeur – se rió Ricardo
– Y yo qué? -protestó Elisabeth – Nadie me va a hacer caso?
– No te quejes. Hoy la reina de la fiesta es Irene, así que lo suyo es dejarla bien preparada , -contestó Ricardo.
Se inclinaron los tres sobre el cuerpo de Irene, Elizabeth besándola suavemente en los labios, Ricardo lamiendo sus pechos y sus pezones, mientras Anna acompañaba a su padre, mojándole el culo con saliva y los flujos de la propia Irene.
-Así, preparadla que yo ya estoy casi listo -dijo George, enarbolando su polla inmensa totalmente hinchada. Se inclinò y tomó un bote de lubricante que previsoramente había dejado a su lado.
-Untala, Anna, métele un dedo con el lubricante -ordenó a su hija.
Irene, con los ojos cerrados respiraba agitadamente. Su pecho subìa y bajaba al compás de su respiracion, se mordía los labios expectante mientras sentia las caricias de todos sobre su cuerpo.
Anna mojó el dedo corazón con una generosa porción de gel lubricante, mojando los alrededores del ano de Irene, y metiendo a continuación el dedo hasta el fondo, lo que le provocó un leve movimiento hacia delante.
– Esperad, casi mejor me pongo a gatas, os parece?
Irene se colocó a gatas, quedando sus labios precisamente sobre el coño de su madre, por lo que sacó la lengua, comenzando a besarlo y lamerlo, mientras Elizabeth se lo ofrecía, subiendo las caderas y apretándolo contra ella.
-Así, cariño, así, me encanta cómo lames.. .
Irene siguió lamiendo el coño de su madre mientras George, tomando su polla, se acercó a ella, apoyándola directamente en su ano, moviéndola circularmente y embadurnando su cabeza con la mezcla de lubricante, saliva y flujos, mientras con los dedos acariciaba el clítoris.
– Separa un poquito las rodillas y sube el culo, cariño. Voy a entrar -musitó al oído.
Y apoyando el glande sobre el ano, empujó sobre Irene. Sólo entró la cabeza, pero el grito de Irene fue sobrecogedor.
– Aaaaayyyyyyy, por favor, por favor, para, me duele muchìsimo.
– Sólo tienes metido el glande en el culo, relájate y cuando lo estés te meteré un poquito más -le tranquilizó George.
– Sácalo, por favor, sácalo, espera un momento -suplicó Irene.
George obedeció, se retiró un instante, viendo el ano de Irene dilatado, enrojecido y lleno de lubricante, agregando un poco más con los dedos.
– Voy otra vez. Relaja el culo y aguanta un poquito -dijo empujando de nuevo, consiguiendo introducir un par de centímetros.
Irene lloraba a moco tendido.
– No puedo, por favor, no puedo, es insoportable. Tienes la polla grandìsima, no me cabe.
– Si te cabe, sólo hay que dilatarte poco a poco -dijo metiendo dos dedos en el ano de Irene, que movía las nalgas intentando zafarse mientras su madre la sujetaba por los hombros y animaba a George.
– Venga, George, tercer intento y fóllatela duro. Ricardo lo hizo y claro que gritó, pero al final le entró a tope. Venga, aprieta. Y tú, Irene, aprieta tambien hacia atrás, verás cómo te entra.
– Que no, mamá, que es muy grande, os lo suplico -y se interrumpio con un grito al clavarla George un par de centímetros más – Por favor, por favor, te lo suplico, George, no puedo soportarlo.
Elizabeth acarició suavemente la cara de su hija, hablándola cariñosamente para calmarla.
– Tranquila, pequeña, tranquila. Todas hemos pasado por ello y sabemos que al pricipio es un poquito difìcil, pero te acostumbrarás y luego serás tú misma quien lo pida. Caliéntate y recuerda lo bien que lo pasaste con papá. ¿Recuerdas como disfrutaste al sentir la leche calentita en tu culo? Pues esto va a ser igual, pero mucha más. Nosotras te acariciaremos para que estés siempre mojada, quieres, cariño?
– Si, mamá, por favor, diselo a Anna, acariciadme el coño mientras George la mete. George, por favor, aunque me oigas gritar, no pares y sigue metiéndola. Quiero que lo hagas hasta el fondo, que disfrutes de mi culo, como disfrutas del de mamá y el de Anna, por favor… Como si fuera tu perra.
Elizabeth y Anna se colocaron cada una a un lado de ella, acariciando suavemente tanto el coño de Irene como los huevos de George, incrementando más todavía su erección. Ricardo , frente a su cabeza, le acariciaba despacio los pechos puntiagudos, haciendo resaltar con los dedos la dureza de los pezones y susurrandola al oìdo:
– Tranquila, cariño, disfruta, nota todas la manos que te acarician, déjate llevar y goza. Siente el placer que vamos a darte. Al principio será duro, pero luego será genial.
Los pechos de Irene estaban totalmente sensibles ante las caricias de su padre, mientras su coño se licuaba con las de su madre y Anna. Sentía sus caricias en el clìtoris enhiesto, sus lenguas por la espalda, el culo, las caderas, y el pene durísimo de George en la entrada de su ano, usándolo para embadurarlo con una mezcla de fluidos, liquido preseminal y lubricante.
Irene, con los ojos cerrados y mordièndose los labios presa de la excitaciòn que sentia, bajó la cabeza hasta el suelo, apoyándola en los antebrazos y elevando instintivamente las nalgas. Las caricias de Anna y su madre en el coño la estaban llevando al borde del orgasmo, pero no, aún no…
-Por favor, George, métemela, hazme sentirla bien hondo. Te prometo no gritar, y aunque grite, sigue hundièndola, no pares.
George apoyó su glande sobre la pequeña abertura y empujò, primero levemente y luego con un fuerte impulso de sus caderas, introduciendo casi la mitad del miembro en el culo de la joven, que, fiel a su promesa, solo soltó un fuerte gruñido, manteniendo la posiciòn de sus nalgas. George retiró su polla unos centímetros para volver a empujar con mayor ímpetu, penetrándole todavía más.
Esta vez Irene no pudo contener un grito agudísimo mientras abría totalmete los ojos. Pero se sobrepuso enseguida, animando a George.
– Sigue, George, sigue, no te importe si grito, sigue hundiéndola.
– Te la clavaré toda, cariño, vas a tenerla entera en tus tripitas.
Volvio a retirarla, esta vez totalmente, para embadurnar de nuevo la cabeza de la polla con los restos de lubricante y fluidos que seguian alrededor del ano de Irene, que ya se presentaba como un redondo agujero rojizo. Volviò a apoyarla y de nuevo un fuerte movimiento de caderas la enterró casi por completo en el cuerpo de la chica, que de nuevo soltó un gruñido casi animal.
– Aaaaaaggggghhh, Diossssss….. pero sigue, sigue hasta el fondo -gritó Irene.
El resto de los participantes tenían los ojos brillantes de lujuria. Ricardo seguia acariciando las tetas de Irene, que se bamboleaban levemente a cada embestida, Anna había metido la cabeza entre las piernas de Irene y lamìa su coño con fuerza, con alguna incursiòn en los huevos de su padre, mientras Eizabeth aprovechaba las retiradas de George para separarle las nalgas y hundir asímismo la lengua en su ano, excitándole aún más si cabe.
George se retiró de nuevo, volviò a jugar con el ano dilatado de Irene y volvio a meter la polla, pero esta vez el empujòn de las caderas fue más potente y penetró hasta que sus huevos golpearon las nalgas de Irene, que sólo exhaló un suave quejido. Comenzó en ese momento un fuerte movimiento de metisaca, así como, de vez en cuando, algún movimiento circular, como si fuera un taladro. Aparte de los jadeos de los participantes, cada vez más excitados, se oía el chapoteo del cuerpo de George al chocar contra el de Irene.
Elizabeth, excitada, animaba a George en su fuerte metisaca:
– Así, George, asíiii, clávasela bien hondo. ¿ves que bien lo aguanta?. Qué culo más rico tiene, verdad? Azótaselo, ponlo bien coloradito.
George comenzó a palmear las nalgas de Irene, cada vez más fuerte, marcando el ritmo de las embestidas, hasta que comenzaron a enrojecer.
Ricardo aprovechó los labios entreabiertos de su hija para incrustarle la polla casi hasta la garganta.
.- Lameeeee, cariño, lame. Así estás ensartada por los dos sitios. Mmmm, que lengua tienes, putita. George, que tal la perrita? Ya la tienes clavadita, eh??
– Ricardo, aquì tenemos los mejores culos que hay. Somos los tíos más afortunados. Tenemos tres putas de categoría. Mirala como se mueve, hasta empuja para que le pueda entrar más.
En efecto, Irene movía las caderas circularmente para sentir aún más la polla en sus intestinos, apretando hacia George como si le fuera factible penetrarla más aún. Cosa imposible, pues los huevos de éste golpeaban rítmicamente las nalgas de la joven, uniendo sus chapoteos al sonido de los azotes.
George cambiò de posiciòn, con gran desilusiòn de Elizabeth, que disfrutaba lamiéndole el ano y profundizando con su lengua. George inclinó la cabeza de Irene totalmente hasta el suelo y le subio el culo, colocándose él en cuclillas sobre ella, y clavando la polla, esta vez sin ningùn tipo de parada, hasta el fondo y bombeándola con fuerza.
Anna no tuvo más remedio que salir de entre las piernas de Irene, momento en que Elizabeth la agarró del pelo y le incrustó la cara entre sus piernas.
– Te has quedado sin chochito que lamer? Pues aquì está el mio, Mete bien la lengua, zorra.
Pero Ricardo también se había quedado sin quehacer, pues la cabeza de Irene estaba apoyada totalmente en el suelo, así que, en una postura similar a la de George, se colocó sobre la cabeza de Elizabeth.
– Y tú te has quedado sin culo que lamer, verdad? Pues lame el mío. Lame mi culo y los huevos -dijo, colocándose en cuclillas sobre su cabeza, presentando los huevos y su culo al alcance de la boca de su mujer.
Las manos de Elizabeth iban de la cabeza de Anna, apretándola contra su coño, hasta sus pechos acariciando y estirando los pezones, en pleno paroxismo de lujuria.
George seguìa bombeando violentamente el culo de Irene, que sólo soltaba leves gemidos, mezcla de dolor y placer, hasta que, llevando las manos a sus nalgas, las separó totalmente, invitando a su amante a que bombease todo lo profundamente que se le antojara, cosa que hacía George sin ningun remilgo.
Los gemidos de placer se repartian por la sala. Elizabeth estaba al borde del orgasmo, Anna se acariciaba violentamente el coño y la polla de Ricardo estaba a punto de explotar. George sacó de nuevo la pollla del vientre de Irene y la volteó, colocándola acostada de espaldas y subiendo sus piernas por encima de los hombros, dejándola más descansada. A continuaciòn, de nuevo la insertó dentro de Irene, bombeándola violentamente. Ella se acariciaba los pechos, con los ojos cerrados y mordièndose los labios, esta vez al borde del placer.
Ricardo estaba a punto de correrse, por lo que se retiró de la boca de Elizabeth y comenzó a chuparle y mordisquearle los pezones.
– No quiero correrme aùn, cariño. Quiero reservarme para el culo de Anna, pero te aseguro que tambien tendrás tu racion de leche.
Elizabeth fruncio los labios, poniendo morritos.
– O sea, que le vas a dar tu lefa a la putita, eh?? Y a tu mujer, nada de nada. Pues la cogeré del culo, primero de tu hija, y luego del de Anna. -y se ríó de la broma gastada a su marido -tras este paréntesis, de nuevo sujetó a Anna por la nuca, aplastándola la boca contra su coño y apretándole los pezones hasta que gritó, a modo de venganza por dejarla sin su raciòn de leche. A los pocos segundos un aullido indicaba el comienzo de un larguìsimo orgasmo mientras mantenìa la boca de Anna pegada a su coño.
Ricardo se acercó donde George bombeaba a su hija, que se encontraba ya al borde del éxtasis. Le acaricio la cara y los labios.
– Que tal hija? Disfrutas? -le besó los labios.
– Papá, es imponente, me está destrozando el culo, pero es imponente, estoy a punto de correrme como una cerda. Pero por favor, que no la saque que siga clavándola hasta el fondo. Dame tu leche, George, por favor, dame toda tu lecheeee.
Irene se estaba corriendo. Un orgasmo la atenazaba el vientre espasmódicamente, apretando y soltando la polla de George debido a las contracciones que sentía, y tuvo que soltar un grito….
– Me corroooooooo, George, que me corroooooooooo, papá, aprieta los pezones, apriétalos, por favooooorrrrr, me estoy corriendoooooo.
Irene parecia víctima de un ataque de epilepsia. Con las piernas sobre los hombros de George, subia el culo arriba y abajo violentamente, intentando meterse aún màs la polla en su interior. George la sacó un poco, entre gritos de Irene, para luego, violentamente incrustarla hasta el fondo y soltar chorros y chorros de leche espesa que Irene notaba en sus intestinos, caliente y viscosa.
– No la saques, por Dios, no la saques…. Qué placer, por favor, que gusto. Has soltado mil litros de lefa en mi culo, jooooo, no puedo más. Pero no la saques todavía, no la saques.
Irene disfrutaba relajándose, tras el orgasmo, con la imponente polla de George todavia en su interior, que lentamente iba tomando su postura de reposo. Cuando ya estuvo fláccida, la retiró lentamente, chorreante de esperma. Elizabeth tardó poco en abalanzarse y limpiársela con la lengua con todo esmero, para luego sujetar las caderas y las nalgas de su hija y beberse toda la leche que le chorreaba. Luego se puso bajo ella, que en cuclillas, acabó de regarle la leche que le caía a goterones del culo.
Los demás participantes se reían, bromeando, viendo la cara embadurnada de Elizabeth, la postura de agotamiento de George e Irene y la polla totalmente dura de Ricardo, lamida por Anna, que veìa su próximo turno.
George acariciaba suavemente a Irene, al igual que Elizabeth…
– Estás mejor, cielo?, -le decía suavamente su madre, acariciándola
– Estoy agotada, pero feliz a tope. ¿Has disfrutado, George? ¿lo has pasado bien? -preguntaba ansiosa Irene.
– Hija por las cantidades de leche que te ha dejado dentro, mal no parece haberlo pasado, eh, George?
– Què culo tiene. La verdad es que al principio pensaba desistir y dejarlo para otro día, pero se ha portado como una campeona. La ha tragado hasta el final, y parece que incluso querìa más. ¿Qué, defraudada por la polla negra? -se rió George.
– Ni hablar. Creo que a partir de ahora pillaré para mi culo todas las que se me aproximen.
– Pues te vas a convertir en un verdadero zorrón, hija -se reía Elizabeth.
– Es que no sabes el placer que da, mamá
– ¿que no lo sé? Será porque no me la has metido nunca, verdad, George? Y no acaba el día hasta que yo también disfrute como una perra, que el orgasmo que me ha dado la golfilla de tu hija no me ha dejado del todo satisfecha, George.
– Por supuesto que sí, Eliza, pero antes veamos como disfruta Anna, que debe de estar hirviendo.
Anna se colocó asímismo a gatas, ofreciendo su culo a Ricardo, que le sacó el plug lentamente, girándolo como si fuera un corcho en una botella. Lo hacía disfrutando al oir los gruñiditos que hacía la joven. Lo sacó con un nuevo gruñido de Anna, mientras Elizabeth le masajeaba el clítoris excitándola y su padre le untaba una generosa raciòn de lubricante, hasta que le hizo una seña a Ricardo.
-Está lista. Y no te andes con remilgos, que ella está más acostumbrada. Gritará
igual ,pero tú sigue hasta el final. Cuenta tu placer, no el suyo, ella ya se correrá.
Ricardo apoyó la cabeza de su polla sobre el brillante ano de Anna y apretó con firmeza, arrancando también un grito de su garganta y unas lágrimas en sus ojos.
– ¿Te duele? -indagó Ricado.
– Sí, un poco, pero sigue, señor, sigue. ¿Quieres que empuje yo también hacia ti?
– Sí, y no te cortes para gritar, que eso me encanta y me la pone más dura.
George se colocó delante de ella y enseguida Anna se apoderó de su polla, comenzando a babearla y lamerla con ganas, mientras Irene y Elizabeth, observando atentamente se acariciaban suavemente el coño.
Ricardo empujó fuertemente, enterrando en su totalidad la polla en el recto de Anna, que respondió con un grito, engullendo hasta la garganta la polla de su padre.
– Cuidado, George, no sea que te quedes sin polla de un mordisco -se rio Ricardo mientras comenzaba a bombearla con ritmo y deslizaba la mano entre las piernas para acariciarla el coño.
George, sujetándola del pelo, le levantaba la cabeza de vez en cuando, sacándola para que tomara aire y volvía a introducirla hasta el fondo, provocando las arcadass y babeo de su hija.
– Así, zorra, así, juega con la punta, – y Anna se sacaba la polla para pasar la lengua sobre la cabeza mientras con la mano recorria el grueso tronco, arriba y abajo.
– ¡Que culazo tiene tu hija, quieres creer que me aprieta la polla como si no quisiera soltarla? Y quiere más, quiere que se la meta todavía más al fondo. Pero si la tiene toda metida ya. La puta está acostumbrada a la tuya y se cree que todos somos “superpolla”. A este paso no voy a aguantar mucho, la voy a llenar.
– Sigue bombeando, señor, te gusta que cierre el culo y te la coja? -preguntaba Anna dejando de lamer provisionalmebte a su padre.
– Si, puta, sí, aprieta este culo tan bueno que tienes -no me dejes sacarla. -se excitaba más aun Ricardo.
– Por favor, azótame, azótame. Me excita aún más que me azotes fuerte el culo. Pega a tu puta, señor, pègame -suplicaba Anna y Ricardo palmeaba con todas sus fuerzas sus nalgas, aumentando la potencia de las acometidas, mientras Irene, con la cabeza totalmente entre las piernas de su madre le lamìa el coño frenéticamente.
– Estás empapada, mamá, tienes el chochito chorreando, está riquisimo
. Calla, so zorra, sigue lamiendo que me tienes ya casi a punto.
– Te voy a sorber toda, mamá, estás riquisima.
Ricardo y George continuaban disfrutando con las acometidas a las que sometìan a Anna.
– Cabálgala, Ricardo, cabálgala -amimaba George a Ricardo, que enrrolló el largo cabello de Anna en su mano, echando hacia atrás su cabeza, como si fueran las bridas de una cabalgadura, facilitando la entrada de la polla de George en la boca de su hija, que estaba ya cubierta de babas que goteaban hasta sus pechos.
Anna seguìa aguantando las acometidas, tanto de Ricardo como de su padre, cada vez más profundas, llegando casi hasta las arcadas, acumulándose las babas en su boca y notando los huevos de Ricardo golpeando sus nalgas. Notaba ya unas fuertes contracciones, preludio del fortìsimo orgasmo que se avecinaba.
– Señor, puedo correrme? Estoy totalmente a punto, señor, por favor, puedo correrme? Pero no pare, por favor, siga clavándomela, por favor, rómpame el culo si es preciso, pero siga, siga, por favor, déjeme correrme -suplicaba mientras las lágrimas saltaban de sus ojos y corrian por su cara, mezclándose con las babas que la embadurnaban.
– Aguanta puta, aguanta, que yo tambièn estoy a punto de llenarte, que tal vas, George? -dijo Ricardo, con la voz ronca de placer.
– A punto de llenarla también. Intentamos corrernos a la vez y llenarla toda de golpe?
– Yo estoy ya listo, me duelen los huevos, están a punto de reventar. Esta perrita es capaz de dejarnos secos. Venga, vamos, vamos, correteeeee -gritó a Anna mientras borbotones de lefa inundaban el recto de la joven, mientras hundia el pene hasta el fondo, notando las contracciones del intestino y el útero de Anna, presa de un brutal orgasmo, a la par que recibìa en su boca los cuajarones de la polla de su padre.
– Siiiiiii, señor, siiiiiiii, me vais a matar de gustooooo, seguid echandome leche, seguiiiid – gritaba Anna con el rostro desencajado al notar como su joven cuerpo se inundaba, se tensaba al maximo y luego caìa desmadejada sobre el edredón.
Elizabeth hundió los talones, levantando totalmente la pelvis para incrustar su coño en la boca de su hija,
– Siiiiii, Irene, siiiiii, toma mis jugos perra, lameeee, me estoy corriendo como una cerda, Diooossss, que lengua tienes, que lengua tienes, lame, perrita, lámemeeee.
Irene quedó unos instantes lamiendo el encharcado coño de su madre, para luego girarse y tomar entre sus labios la polla de su padre, que salìa del culo de Anna totalmente pringosa tras la monumental eyaculación, y limpiarla a lengüetazos para luego sorber directamente del culo de Anna. Elizabeth, mientras hacía lo mismo, lamiendo los churretones de la cara de la joven y limpiando la polla de George, que refregaba por la cara de su hija.
Pasaron unos minutos hasta que todos cayeron desmadejados, respirando agotados tras la tensiòn que habían mantenido durante casi dos horas. Anna abrio los ojos, brillantes de placer y se aproximò a Ricardo para besarle fuertemente en los labios.
– Gracias, señor, gracias. Espero que lo haya pasado tan bien como yo.
– Si, Anna, tienes un culo formidable. Y es alucinante cómo abrazas la polla con tu culo, yo creo que me has ordeñado tú solita -se reía Ricardo.
– Bueno, cuando consiga moverme traeré algo de picar, que sin reponer fuerzas no creo que duremos mucho, y a mí aún me falta recibir unas buenas pollas -suspiraba Elizabeth.
(CONTINUARÁ)
Wooooooooooow, deliciosooooooo!