Hijos del Diablo… (3)
Les relato mi fin de semana con mi Jaimito, mi Bebé; lo calenté de más, casi enloquece y pagué las consecuencias. Me lastimó mucho. Fue muy desconsiderado, todo el día he estado en cama, me dejó muy maltratada. Hoy me voy a dormir con mi Hermana….
(continua la historia…)
Hola querida y querido, amigos:
Les escribo mi tercer relato. Esta vez les contaré de mis aventuras de fin de semana con mi nene, Jaime, del largo fin de semana que pasamos en compañía de su deliciosos y resistentes miembro y testículos, el cual empezó muy bien el sábado por la noche, pero no acabó bien la madrugada de hoy. Lo provoqué de más y creo que exageramos.
Es lunes 2 de febrero por la tarde y me quedé en casa, hoy no pude ir a trabajar. Estoy muy maltratada. No hubo manera de convencer a Jaime de que su cosota no me iba a caber por atrás. Lo calenté demasiado, muchísimo, a tal grado que no entendió razones. Fue terrible, no me gustó, me lastimó mucho la colita. Además traigo diarrea, no es caca, es esperma de mi hijo combinado con sangre de mi recto. No puedo ni caminar. Estoy hecha pedazos, he estado en cama casi todo el día. Lo peor es que ya no tarda en llegar de la Prepa y de seguro va a traer ganas, hasta tiemblo de pensar cómo la va a traer de gordota y cabezona chorreándole de su miel, esa que le sale. Ya lo conozco, desde que cierre la puerta tras de sí se la va a sacar del pantalón y me va a buscar por los cuartos y la cocina masturbándosela, y donde me encuentre me va a poner de rodillas ante él y su monstruo para golpearme suavemente con él las mejillas, diciéndome lo mucho que me extrañaron «Mi vergota y yo, Mami», mientras me fuerza tantito los labios con su cabezota para que se la chupeteé y se la lama. Y lo peor es que ya no se conforma con que se la chupe, no, quiere cogerme y metérmela hasta que pida paz. Ya le hablé a mi sobrina, Lucy, para que se venga a quedar con él a dormir mientras yo me voy con mi Hermana con la excusa de que estoy muy enferma del estómago, para que me cuide. Y descansar por lo menos una noche. Ojalá que mi hijo no se enoje. Es más me vale, ya no puedo más. Ahí que Lucy lo entretenga toda la noche, aunque estoy segura de que hoy si se la va a meter todita. Pobre muchacha, mañana va a andar igual o peor que yo, toda rozada y des-bocinada. De seguro hoy no se le escapa a su primo. Mañana que Jaime me cuente cómo le fue con ella y yo la observe, les platico.
Les decía que el fin de semana empezó el sábado por la noche. Jaime se fue al fut-bol. Cuando se despidió, a medio día, le dije que por la noche lo esperaría con una sorpresita. Yo estaba lavando ropa, vestida con un pantaloncito que había cortado hasta la rodilla años antes, de mezclilla, al cual le corté más de lo que estaba, hasta bien arriba en mis muslos para ponérmelo delante de él, con una blusa de tirantes (nunca las usaba, hasta ahora) sin sostén y unos zapatos viejos de tacón. Éste, junto con otros shorts, pequeñas faldas y zapatos de tacones de diferentes alturas, ya es mi uniforme de trabajo en casa desde hace dos años. ¿Qué conveniente, verdad?.
Cuando le dije eso de la sorpresita, lo miré con lascivia y lo tomé de una mejilla. Sin importarle que dos de sus amigos lo esperaban en la sala me tomó de la cintura y me repegó contra él apoyándome su animalote en el vientre y metiéndome su lengua hasta la garganta, riéndome de nervios lo separé y bajito le dije que se controlara, que ahí estaban sus amigos. Él me dijo que no me preocupara, que no se alcanzaba a ver y me sacó una teta, se agachó y se metió el pezón en la boca mientras me sobaba la otra. Me recargó en el lavadero, se hincó y se echó mi muslo derecho al hombro izquierdo recorriéndome el pantaloncillo a un lado, desde luego no traía calzones. Me metió toda la lengua en la vagina y la empezó a mover muy rápido. Yo lo tome del copete con mis dos manos y lo enterré lo más que pude entre mis piernas. Así estuvo chupándome y lamiéndome mientras nos mirábamos a los ojos, yo desde arriba y él desde abajo, sólo se le veían sus ojazos cuando se escapaba hasta mi culito para lengueteármelo, metiéndome toda la nariz en mi rajadita. Fueron cerca de cinco deliciosos minutos, cuando uno de sus amigos le gritó que se hacía tarde, que ya era mucha despedida… ¿Vería algo?. Quién sabe, nos valió. Mi hijo levantó y me dio un beso con su lengua otra vez, se limpio la cara con la ropa mojada que estaba lavando y se fue.
Sobra decirles que yo me quedé muy caliente. El resto del trabajo doméstico lo hice muy inquieta y excitada. Seguido me tenía que mojar la cara, el cuello y hasta el pecho. Me urgía algo grande para meterme entre las piernas. Pensé en meter en agua caliente un ratito un pepinote, el más grande de los que tenía en el refrigerador, para que se le quitara lo frío. Allí mismo en la cocina me lo enterré todo, sentada en un banco de madera. Me lo sacaba empapado de baba de mi vagina. No, no era lo mismo, le faltaba la cabezona, el grosor y los latidos del ensueño de vergota que tiene mi hijo.
Me di una ducha rápida y me fui a la estética de la colonia. Le dije a un chica que me pusiera unas pestañas postizas y me maquillara muchísimo, que tenía una fiesta de disfraces de la oficina e iba a ir vestida de María Antonieta. También que le diera mucho volumen a mi cabello. Quedé putísima. Ni yo misma me reconocía, se lució la muchacha. Los ojos se me veían inmensos y les dio un toque muy perverso con sombras de las caras y delineadores de los más finos. También me aplicó rubores en tonos violetas, rosas y morados todo en mate, nada nacarado, con delineadores en la boca, y labiales esos sí brillantes, que daban ganas de comérmela a besos y ponerme allí una buena verga.
Me fui a casa y me bañé otra vez, recortándome bien los bellitos del pubis, depilándome con calma las axilas y el bikini. Saqué el resto de la «sorpresita» y me empecé a vestir. Ya eran las 7:00 PM, Jaime llegaría en media hora, más o menos…
Para empezar, una tanguita en color negro, muy fina, como satinada, con un triángulo de tela al frente, otro más chiquito atrás y unidos por una cinta de tela en «Y».
Unas medias negras, también muy finas, con un elástico suave para ajustárselas a medio muslo. Encima la pieza principal del conjunto: una bata, negra, satinada también, finísima, me costó muy buenos pesos. Larga, hasta los tobillos. Pegadita de la parte de arriba y al llegar a la cintura se «volaba». Por delante no se cerraba, es decir, quedaba abierta cerca de 30 centímetros aunque estuviera abrochada con un lacito que para el efecto traía, descansando en mis sinuosos costados, dejando ver todo el frente de mi cuerpo, excepto mis pechos, es decir: el canal de mi tetas, mi vientre, y la tanguita, que formaba una vista muy erótica al verse sólo la parte central de ella en negro contrastando con la claridad de mis muslos suavecitos. En los pies, unos zapatos de tacón cerrados y muy altos, los más altos que encontré y compré para este día. Me vi al espejo y no me gustó, no sé… suprimí las medias y busqué unos zapatos de plataforma muy alta que me compró Fer una vez que andábamos de viaje y quería ver cómo luciría de «teibolera», caliente mi Amor… dónde andará?.ya me puse triste… En fin; gané mucha estatura, andaba por encima del metro y 75 centímetros!!
Me paré frente al espejo otra vez y me impresioné con lo que él me devolvía. Guauuu, estaba como para que me fueran a vender. Cualquier chulo hubiera estado muy contento con una perra como yo en su establo, lo habría hecho ganar mucho dinero, me veía muy «cara», DEVERAS!!! Sin las medias y con esos zapatones me veía deliciosa, me dije yo sola que mi hijito se iba a poner muy contento y caliente cuando me viera. MENSA….
De rato llegó, en lo que abría me fui y me paré en la sala, con las manos en la cintura, bien erguida, mostrando mis senos y echando mi pierna izquierda a un ladito para verme bien putona. Entró y se me quedó mirando como desorientado, no me reconocía!, afinó la vista y preguntó: Má, eras tú??. No, mi amor soy tu mujer, te gusto? , le contesté quitándome las manos de la cintura y abriéndome la bata sólo de las piernas hacia abajo, mostrándoselas.
Tomó aire sin separar los dientes, haciendo un sonido parecido al que hace la carne en un comal bien caliente y dijo nervioso: Mamacita….. digo, mamita… estás bien buena!
Se me vino encima, pero yo lo paré en seco con mis manos y le dije que esa noche sólo me iba a mirar. Puso cara de «no mames» y se lo repetí. Me dio mucha cosa ver la mueca de frustración que puso, casi rayando en la tristeza y en el desencanto, sin quitarle de encima la mirada , como mirando algo muy lejano e inalcanzable para él, a mis piernas que se veían larguísimas y muy apetecibles. Olí su sudor de toda la tarde en el estadio y le dije que si me quería tocar, se tenía que bañar. Sentí feo que me viera así: inalcanzable, soy madre, no?. Allí mismo se quito la playera y se subió corriendo al baño. Me senté en un sillón que quedaba frente a la escalera, puse la tela de la parte de debajo de la bata sobre el asiento a mis costados dejando ver todas mis redonditas piernas y lo llamé. Llegó al ultimo escalón sin quitarme los ojos de mis piernotas y mi tanguita y me dijo «mande», dócil, obediente… «Te lavas bien MI cosota, papi, te la quiero comer mucho…» Poniendo mi cara de caliente, como a él le gustaba. Sólo dijo, sí Mami… y se fue a bañar. Me fui y me serví un jaibolito y saque una cerveza para él y me senté donde mismo. A los 5 minutos bajó desnudo, con la manguera muy crecida y chorreando miel- sólo después de tocársela un rato le salía eso, ahora debía estar mucho muy caliente- era una visión increíble verlo bajar la escalera con el garrote bamboleándose de lado a lado sobre un muslo y luego sobre el otro; se le veía hermoso, gigantesco y pesado. Cuando la pierna correspondiente bajaba un escalón casi no le rebotaba, sólo se cimbraba, lo traía macizo, duro… rico. ¡Qué vergota tiene mi hijo!
Se sentó a mi lado y le di su cerveza, le tomó un trago y dijo que ya se le andaban bajando las que se tomó en el juego; ya venía «jaladón» (medio borracho) y yo no pude ver que eso tal vez sería un problema. Pendeja!!
Me dijo que me parara y que le modelara. Lo hice, le caminé muy lento y le enseñaba mi atuendo. Me dijo que la cara se me veía diferente, que parecía vampiresa, que los ojos se me marcaban mucho y que se me veían muy grandes. Lo miraba muy fijamente a propósito, callada, sin expresión en mi rostro, mostrándole mis ojos, mi cara inexpresiva, incluso mirándolo con desprecio. Se puso muy caliente, se agarraba el miembro inflamado a tope y se lo zarandeaba con pasión, tomándose la cerveza desesperado. Me acerqué a él y le dije, LE ORDENÉ, que no me tocara. Dejó la cerveza a un lado sin quitarme la vista de la entrepierna que se me veía increíblemente apetitosa enmarcada con la bata negra y con mi tanga muy negra y apretada, entre mis satinadas piernas.
Me planté frente a él y le dije que acercara su cara solamente. Le pasé la vulva y los muslos por la cara sin agarrarlo sino con mis manos deteniéndome la bata a los costados de mi sinuosas caderas. Le dije que sólo sacara la lengua y me hice a un lado la tanga pasándole mi pubis por ella, poniendo su lengua entre los pliegues de mi vulva muy despacio, riquísima y fría por la cerveza.
Subí un pie en el asiento del sillón donde estaba sentado y le dije, diabólica, que me metiera la lengua hasta donde le alcanzara. Empecé a temblar y me vine como loca en su boquita, me tomó de atrás de mis nalgas y se metió más en mis interiores, con su lengua completamente metida en mí. Me sacó la lengua y me volteó de espaldas a él, me retiró el hilo de la tanga y hundió la cara entre mis redondas nalgas aspirando fuerte y mordiéndome la parte interna de mis pompis. Condenado muchacho, cómo había aprendido en los últimos meses… Me lengueteó el culito riquísimo, casi me metía media lengua. Me empiné apoyada en la mesita de centro y arqueé bien mi cintura para que no batallara para llegar lo más profundo que quisiera. ¡Qué placer!, me vine otra vez, era demasiado, desde la tarde andaba muy urgida. Ardiendo.
Le dije que me la metiera, que ya no aguantaba. No me hizo caso, estaba concentrado en mi culito, me quería rellenar de lengua la cola, quería llegar lo más adentro posible. Al ratito me le separé, me quité la tanga y me monté en su pitote. Me lo metí hasta que me topó, me abrí la bata y le eché mis pechos en la cara, me los chupó con hambre de bebé. Me quité la bata y me lamió las axilas, como le gustaba a mi Fer!!, cómo sabría?… Me metió la lengua en la boca y nos besamos con furia. Me separé de su boca y levanté mis brazos para enseñarle mi cara bien maquillada, mis ojos perversos y excitados, mis tetas, y su nuevo juguete: mis axilas bien depiladas y tibias. Lo increíble, se vino como nunca en 20 minutos que teníamos cogiendo. Ahora no aguantó tanto, como siempre que dura más de 40 duro y duro. A veces hasta una hora. Ahora no! ahora se vació como caballo, gritando de excitación y placer los 7, 8 9 hasta 10 borbotones de leche de hombre de 17 años; los sentí todos con fuerza inusual, con una potencia digna de un garañón de pura sangre. Me salí de él y me tiré en la alfombra de rodillas a limpiársela. Todavía la traía bien parada, no perdió nada de erección y de firmeza. Era increíble… estaba bien resbalosa, le olía a semen. Se la lamí todota, grandota, gordota, durota. Se la masturbaba con mi manita que sobre ese animal parecía de niña, le tallaba la cabezota con la palma de mi mano y con la otra se la exprimía y cuando salía otro goterón de leche se lo chupeteaba de la cabezota que estaba muy hinchada y amoratada.
Nos fuimos a mi cuarto, quería que me la metiera toda la noche. Estábamos realmente poseídos por el diablo, incluso en las escaleras lo volteé cuando iba delante de mí un par de escalones arriba y me prendí de su garrote, sin tocarnos con las manos le chupetié el jitomatote de cabezota que traía y le lamí los huevitos cerca de 15 minutos. Me la rebotaba en la cara y en la boca sólo moviendo sus músculos abdominales, sin agarrasela.
Cuando llegamos a mi cama íbamos casi inconscientes de la calentura, la verga la traía impresionante, grandísima. Rápido saqué mi cinta de costura del cajón del buró: ¡¡¡26.1 cms de largo!!! Se la enrollé en mero enmedio con la cinta para ser más precisa, (quería ser precisa con ustedes cuando, orgullosa, les diera las medidas de lo que me están dando todos los días): 18.1 cms de circunferencia y la cabezota, en el mero borde del glande: 19.9 cms!!!; cómo podía yo meterme algo así en la boca? IMPOSIBLE.
Me puso boca abajo en la cama y me la metíó muy fuerte. Me quejé. No le importó, me siguió azotando desconsiderado por atrás, me dolía mucho, la traía muy gordota y dura. Se lo dije, se lo grité… no le importó, me estaba lastimando como nadie, bueno, como no lo hicieron su padre biológico y mi Fer, mi hijo era mi tercer hombre, y vaya hombre…
Empecé a llorar, no a berrear fuerte, sino de sentimiento. Me daba cosa sentir a mi hijo tan desconocido, además no quería que se fuera a sentir mal. Aguanté como buena madre hasta que se corrió, hasta que descansó. Me quedé quieta, como dormida. Aturdida, casi inconsciente, sentí que me metía dos dedos muy suavemente en la vagina. Me quiere curar. Pobrecito… se apenó con lo que me hizo… BABOSA!!!, estaba sacándome parte de su leche y se la untaba a lo largo del animalón y también me la estaba untando en la colita. Como yo estaba amenzada no caí a la cuenta hasta que sentí la punta de la macana en mi hasta entonces cerradito culito y con terror sentí como se abría camino mientras me mantenía bien pegada al colchón con su mano libre por detrás de mi cuello. Extrañada, incluso sentí una almohada en mi vientre, ¿cuándo me la puso allí?, nunca me di cuenta.
Para no hacerla tan larga, porque ya va a llegar y no quiero ni verlo, te diré que me metió la cabezota y como 10 centímetros de pescuezo de verga, eso hace como 17 cms de profundidad los que invadió sin compasión en el ano de su propia madre, quien por más que le ordenó, rogó y lloró que no me lo hiciera, le valió y se dejó ir. Sin sacármela del culo me cogió horas, se vino creo que cuatro veces; yo ya ni sabía lo que pasaba, sólo lo escuchaba bufar como salvaje en mi espalda y sentía como me removía el colon y el intestino grueso con sus mocos que le salían a presión, ni así me la sacaba, no quería que me le escapara. Hasta que empezó a clarear se salió de mi, su madre y se fue abajo, a la sala a poner música y seguir bebiendo; tomó vino y cerveza todo el domingo, cayó completamente borracho hasta el anochecer del domingo. Afortunadamente para mí. Si me hubiera vuelto a dar su bestia creo que habría muerto ese día. Yo no me salí de la cama ni a comer, estuve echando en el baño sus mocos todo el día por la cola y por la vagina y sólo lloraba como una nena que perdió algo muy amado. No por el dolor físico, sino por el dolor de mi alma, convencida, sí ya no hay duda… Era cierto…
Fer, Mi Vida, tienes razón; como siempre, EN TODO siempre tuviste la razón, Amor Mío, éste es Hijo del Diablo… Ya mejor me voy, no vaya a llegar… pobre de Lucy, mi sobrina, a ver cómo amanece mañana. Les platico después. Chao…
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