¿HIJOS INCESTUOSOS?
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Han pasado cinco largos años desde que me asenté en el extranjero, tiempo en que he tratado de mantener el mayor contacto con la que fue mi mujer, pero sobre todo con mis tres hijos, el mayor hoy de 17, Mariana de 15 y la menor de tan solo 12 añitos. Ya antes de irme fuera del país prácticamente habíamos terminado con Mónica, mujer fogosa, muy atractiva, mi novia de juventud. La razón, sencillamente eramos incompatibles de carácter. Al menos ese fue el argumento ante el juez.
Pues entrando a lo que quiero relatarles, hace unos meses tuve a bien tomarme unas vacaciones y que mejor ir a visitar a mis cachorros. Mónica estuvo de acuerdo, pues como dije terminamos en buenos términos, mis hijos se pusieron felices. Eran 5 años de no vernos físicamente, aunque estábamos en contacto lo más que podíamos.
La llegada a la casa fue de lo mejor, mi ex se veía como siempre guapa. Mis hijos habían dejado de ser los niños que recordaba, Ernesto el de 17 era todo un galán, alto, atlético, bien parecido. Blanco de piel igual a su madre. Mariana se había transformado en una belleza de niña, 165 de estatura, hermosos ojos que enamoran, cuerpo muy bien formado, sus caderas me hicieron recordar a Mónica cuando nos conocimos. Daniela la menor ya no era la bebe consentida de hace 5 años, a sus 12 años era muy bonita, flaca y de piernas largas, cabello lacio muy largo, rostro alargado muy fino, piel delicada y blanca igual a la de sus hermanos. Los cuatro nos fundimos en un emotivo abrazo, era mucho tiempo sin vernos.
Mi mujer tuvo a bien que me quedara a dormir en su casa, pues a pesar de llevar mucho tiempo sola no tenía pareja. Pude ver en los infantiles ojos de nuestros hijos una mirada cómplice, creí entender que sabían que sus padres tendrían sexo esa noche.
Vale aclarar que también vivía en la casa un hijo mayor de mi ex. Alberto, fruto de una relación anterior, tendría este 21, alto, moreno igual que su padre, el cual murió recién nació su hijo. Era mi hijo de crianza, quien siempre se llevó muy bien conmigo al grado de verme y tratarme como su verdadero padre.
Mónica sabía cómo excitarme. De entrada se vistió con esa ropa sexi que tanto me gustaba, camisón corto hasta media nalga, cacheteros negros transparentes del frente, el pelo suelto. Sus bien torneadas piernas eran un delirio a la vista, sus pechos parecían quererse liberarse del sostén en donde se hallaban prisioneros. Era una belleza de hembra muy calenturienta al sexo si lo sabría yo. Me mamo el rabo como si hubiera estado a dieta por mucho tiempo, su ardiente lengua recorría mis 17 cm de verga como si en ello se le fuera la vida, con sus manos me acariciaba los huevos y suspiraba profundo. De vez en vez se tragaba todo lo que podía hasta atragantarse, tosía, pero no por eso dejaba de deleitarse chupando todo lo que era suyo decía.
Yo le acariciaba su culo arrastrando deliberadamente mis uñas provocándole sonoros gemidos de placer, gotitas de saliva empezaron a escapársele por la comisura de su boca. Los pezones de sus pechos se le marcaban como almendra bajo sus ropas.
Le quite sus calzones y aun con su camisón puesto la coloque al borde la cama con sus piernas abiertas dejándome toda su vulva a mi disposición y empecé a lamerle el coño, húmedo y caliente, de olor a hembra excitada. Sus piernas se abrían y cerraban al ritmo de la chupada que le daba. Uno de mis dedos se había ido a explorar el huequito de su ano, Mónica parecía a un punto de colapso sexual.
– Malo – me dijo – métemela yaaa.
Muy complaciente me pare en el piso y girándola para dejarla a 4 sosteniéndose en la cama me puse detrás y tomando mi verga entre mis manos se la coloque en la entrada de la vulva y empuje hasta enterrarle la cabeza, mi ex suspiro como agradecida. Mis manos se aferraron a sus caderas y comenzamos a coger como hace más de 5 años no lo hacíamos. El sonido de mi cuerpo chocando con sus nalgas era la mejor melodía que podían escuchar mis oídos. Mónica no paraba de decir cuan rico sentía, que quería más, que la quería toda, que se la mandara hasta el fondo, que se moría…
Eran minutos de placer y de sexo entre ex como muchas veces habíamos tenido desde que nos separamos. Porque ciertamente aun divorciados Mónica y yo seguimos teniendo intimidad.
– ¿Me subo? – pregunto sabedora que era una de mis posiciones favoritas –
Y Ambos de manera casi mecánica nos colocamos cada quien en su posición. Yo de espaldas sobre la cama, ella como ágil jinete se colocó a horcadas sobre mi mástil y tomándolo en sus manos se lo puso a la entrada de su cueva y sin darse tiempo a pensar lo engullo a la primera sentada. Mis manos firmemente agarrados de los cachetes de su culo, quizá para sentir la suave piel que nos galopaba o talvez solo con la intención de ayudarle a marcar el ritmo. Mónica se movía eufórica de arriba ensartándose cada vez con más fuerza en mi estaca, su respiración agitada, un surco de gotitas de sudor aparecieron en su frente. Su concha empezó a sufrir espasmos, su espalda se arqueo hacia atrás y dejando salir una bocanada de aire exploto en un largo orgasmo, algo como fuego empezó a deslizarse por mi verga obligándome a correrme como caballo con sendos chorros de leche en su interior.
Fue entonces cuando creí ver la sombra de alguien desaparecer tras las cortinas de la ventana. ¿Quién será? – Pensé – al tiempo que Mónica se pegó a mí para fundirse en un apasionado beso. – Que rico coges – musito entre dientes -. Le correspondí sin que mis manos dejaran de acariciarle sus nalgas y la espalda, aunque la llama de la duda clavaba sus raíces en mi mente por saber quién estaría espiándonos.
Pasaron los días y una tarde mientras Mónica y yo matábamos el tiempo viendo televisión en la sala, fue ella quien empezó a contarme que estaba preocupada por nuestro hijo Ernesto. Según que no le había conocido novia y hasta le había notado que tenía amigos con inclinaciones gay. – Mira a Alberto – me dijo refiriéndose a mi hijastro – A esa edad ya andaba de don Juan entre las niñas de aquí de la vecindad y Ernesto ni siquiera amigas tiene.
La verdad el tema me tomo por sorpresa. La idea de que mi hijo pudiera tener inclinaciones homosexuales era lo que menos esperaba. Trate de explicarle que no todos actuamos igual y que quizá ese fuera el caso de nuestro hijo.
– ¿Sabes? – me dijo en tono que denotaba confidencialidad – Una vez, cuando Ernesto tenía como 12 años lo encontré jugando con Mariana (Nuestra segunda hija). El muy degenerado le había quitado los calzones y estaba besándole los pechos. Ni tetas tenia todavía, pero ahí estaba chupándole todo.
– ¿Y qué paso? – pregunte intrigado –
– Pues le pegue como nunca antes lo había hecho. Le di una buena y le dije que si lo volvía a encontrar le quemaría el pito. También a Mariana le di lo suyo.
Aunque hoy estábamos hablando de mis hijos y que no era para nada una buena noticia. No pude dejar de pensar en que el destino o la vida misma es un tanto revanchista. Porque yo mismo durante muchos años en mi época de niño y adolecente fui participe de relaciones con mis hermanas, primas, y hasta con mi madre. Luego ya adulto también tuve sexo con mis sobrinas y para colmo con la misma madre de Mónica (Mi ex suegra), también con dos de sus hermanas (Mis ex cuñadas). – Ah Caray – pensé – esto no puede repetirse. Aunque el fantasma del incesto me preocupo de sobremanera, pesaba más el que mi hijo mayor pudiera ser gay. No por sentimientos homofóbicos, pues respetaba las orientaciones sexuales y hasta de vez en cuando había satisfecho a más de alguno.
La conversación quedo ahí. Quizá ninguno quiso profundizar en las posibles preferencias sexuales de uno de nuestros hijos.
Hacia un par de semanas desde mi llegada a casa de mis hijos y trataba de que aprovechar al máximo el tiempo que pasábamos juntos. Salíamos de paseo, pero sobre todo intentaba hacerles entender que ante cualquier situación podían confiar en nosotros sus padres. Mónica y yo parecíamos recién casados, noche tras noche cogíamos como si el mundo se fuese a acabar. Llegue a pensar que la sombra de la otra vez había sido solo producto de mi imaginación hasta que de nuevo sentí que nos observaban. Cuando acabamos nuestro juego con mi ex y ver que ella se quedó dormida me cubrí con una toalla y salí a la sala. Estaba a oscuras. Al frente quedaba el cuarto de Ernesto, al fondo dormía Alberto mi hijastro y a la izquierda mis hijas Mariana y Daniela.
– Ha de ser mi imaginación – pensé –
Dispuesto a regresar a mi cuarto me gire y fue entonces que creí escuchar pequeños gemidos, apagados como si quien los emitiera tratara de ocultar lo que estaba sintiendo. Agudice mis sentidos y otra vez achaque a mi imaginación lo que supuestamente había escuchado.
Otra vez iba a entrar y de nuevo los gemidos, susurros más que voces. ¿De dónde venían? Del cuarto de Ernesto, no. Del cuarto de Alberto, muy lejos. Del de las niñas, no puede ser. Tratando de agudizar mi oído camine hasta el centro de la sala y/o fue mi imaginación pero alcance a escuchar lo que antes había llamado mi atención y por increíble que pareciera era del cuarto donde dormían mis hijas.
– No puede ser – pensé tratando de negarme a mí mismo lo que supuestamente había oído.
Fueron largos minutos de espera parada en medio de la sala y al no volver a escuchar nada regrese a mi cuarto, Mónica descansaba de lado dando un espectáculo de lujo. Al sentirme a su lado pasó su brazo sobre mí musitando un TE AMO. El sueño me abandono esa noche, pensando en que algo extraño pasaba en esa casa, también en que mis vacaciones se acababan. El abrir y cerrar de una puerta interrumpió mis cavilaciones, segundos después otra puerta imito a la primera. Alguien salió de un cuarto y entro al otro descifro mi cerebro. Estaba claro que mis hijos se visitaban entre sí en horas de la madruga, pero ¿quién a quién? ¿Por qué?
Seguiré contando……
VACACIONES EN FAMILIA (Viaje a la playa)
Excelente relato.. Sentí emoción, ganas, y hasta el pene me quedó babeado