HIJOS INCESTUOSOS. El viaje a la playa
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
ANTECEDENTE
Mónica fue mi novia de infancia, pero por azares de la vida cada quien tomó diferentes caminos. Siendo años después cuando nos volvimos a encontrar, ella era viuda a los 22 con un niño de 5 años.
Sin más nos casamos, Alberto su hijo pasó a formar parte de mi familia. Luego nos embarazamos y nació Ernesto, año y meses después Mariana y finalmente Daniela.
Alberto creció llamándome papá, aunque Mónica nunca le oculto su origen. Fue un niño que supo ganarse a pulso mi amor de padre por él.
Tenía Alberto una peculiaridad, un pene nada normal para su edad. A los 8 años su pito ya le medía los 10 cm o más. Según Mónica era herencia de su difunto marido, de quien me contaba, tenía un pene de más de 20 cm. Me lastimaba cuando hacíamos el amor – me dijo – en más de una ocasión. Creí sentir que Mónica se sentía orgullosa de tener un hijo con el pito fuera de lo normal.
Tuvimos un matrimonio bastante estable, buen sexo. Aun así nos divorciamos a los 10 años de casados, con la promesa de que nuestra separación no sería excusa para no atender a nuestros hijos.
Dentro de lo posible cumplimos. Mónica y yo éramos buenos amigos, tanto que cuando hubo oportunidad teníamos sexo. Mis hijos algunas veces nos cuestionaban, que si podíamos llevarnos tan bien porque no vivíamos juntos. Diferencias irreconciliables – decía sonriendo – mi ex mujer.
Un día de tantos se me presentó la oportunidad de trabajar en el extranjero, lo checamos con Mónica. Supimos que era una buena oportunidad de superación para todos y terminé yéndome a vivir lejos de mis hijos. Con el tiempo y ya establecido inicié una nueva relación, eso sí, dejé en claro mis responsabilidades para con ellos, tanto económica como el estar comunicados lo más que pudiéramos. Así pasaron 5 años, llegaron mis vacaciones y fue cuando decidí regresar y pasarlo con mis hijos que tanto quiero, siendo entonces que estando instalado en casa de mi ex mujer creí saber que mis hijas eran visitadas por alguien en su cuarto por las noches, tal como conté en mi anterior relato.
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EL VIAJE
Llegamos a la playa tal como lo habíamos planificado. Nos instalamos y mis hijos fueron los primeros en querer ir a bañarse, como ya se habían puesto sus ropas de baño nos pidieron ir a la playa. Ok – les dijo Mónica – pero tienen que regresar antes del almuerzo. Dicho y hecho, los 4 se fueron entre risas y abrazos de hermanos.
Sin poder evitarlo, no pude dejar de ver el paquetote que se le formaba a Alberto en su short. También no pasé de largo lo bien que se veían las niñas en traje de baño, Mariana a sus 15 era todo un ejemplar, Daniela aunque sólo tenía 11 y tener un cuerpo flaco la verdad que se veía hermosa. Sin pensarlo ahí estaba yo pensando lo sucedido la noche, en que creí descubrir que mis hijas tenían su secreto en lo relacionado a sexo. Sin más y a pesar de que me negaba a la idea de ver a mis pequeñas como mujeres, me empalme. Ahí estaba yo con la verga parada, agradeciendo en mi interior cuando las vi irse con sus hermanos a disfrutar de las olas.
Cuando ya nos quedamos, Mónica no desaprovechó y ahí mismo en la ducha me obligó a cogérmela hasta quedar cansada. Tanto que me dijo que iba a tomar una siesta, que fuera yo a hacer los arreglos para el almuerzo, lo que me pareció bien.
Como era temprano decidí salir a caminar y porque no ir a ver lo que hacían mis hijos. Una vez más volví a sentir ese pensamiento de que algo pasaba y no sabía que. ¿Dónde estarán? – pensé – porque no estaban a la vista.
Un tanto preocupado caminé hacia la playa y nada. ¿Qué se harían? ¿Les habrá pasado algo? Fue un mesero quien me dijo que los había visto ir hacia la zona de manglares, un lugar poco accesible y lleno de riscos y hacia ahí me encamine.
A cada paso no dejaba de pensar que algo malo podía pasarles, pero también algo me decía que iba a descubrir algo que muy en mi interior imaginaba. ¿Dónde estarán? – decía para mí – No los veía. Como si hubiera necesidad ahí estaba yo caminando de puntitas, sigiloso, escudriñando entre los arbustos y fue cuando los vi. Estaban en un claro qué convenientemente cubrían unas rocas y aunque desde donde estaba sólo podía ver a Alberto sabía que ahí Estaban también mis hijas. El pensamiento de que al fin sabría la verdad se apoderó de mi mente.
Paso a paso me fui acercando hasta que llegue al lugar donde podía verlo todo y no estaba equivocado. Pude ver a Alberto parado con su 190 de estatura con mi hija Mariana en cuclillas mamándole una verga como de 22 cm de largo y gruesa como macana de policía. Ambos completamente desnudos. Más al fondo y recostada en el suelo estaba Daniela mi hija de 11 con Ernesto su hermano dándole lengua en su chochito todavía sin vello. Igual estaban desnudos.
Resultaba evidente que no era la primera vez que Mariana mamaba una verga, lo hacía con destreza, engullendo lo que podía y sin dejar de masturbar con las dos manos aquel pollon que se cargaba su hermano. Ernesto mi hijo igual demostraba que tenía experiencia en dar placer con la lengua, porque Daniela parecía estar en el mismo paraíso del placer a juzgar por los gestos de su carita.
No supe que hacer. Porque aunque lo presentía, ver aquella escena era algo para lo que no estaba preparado. Mi verga estaba que reventaba de excitación bajo mis ropas y un extraño deseo de sexo se había apoderado de mí, que sin dudarlo ya estaba yo con mis 17 cm de fuera jalándomela.
Pude ver cuando Danielita se incorporó para ahora ella mamarle el pito a Ernesto su hermano, que aunque no lo tenía tan grande como Alberto era como de 17 o 18 cm recto y sin muchas venas. Igual que Mariana no era su primera vez dándole placer con la boca a un pene.
Alberto por su parte había ido a colocar a Mariana sobre una roca en forma de banca y ahora era él quien le chupaba el chocho a Mariana, mientras que su gran verga se le mecía como badajo de campana. Los cinco gozábamos.
Fue Alberto quien pareció saber que había llegado el momento de la penetración y como a su indicación se colocó Mariana sosteniéndose con sus manos a la misma roca donde estaban. Lo vi tantear varias veces con su enorme verga la entrada de la vulva de Mariana como si con su mismo líquido quisiera lubricarla y empujó. El rostro de mi hija se llenó de satisfacción.
Otra vez la embistió y luego otra vez y ahí estaba mi hija con esa vergota hasta el tronco. Pude saber que está vez había sentido algo de dolor por la expresión de su rostro. Alberto también pareció darse cuenta y como bien amante se mantuvo quieto para que su hermana se acostumbrara al tamaño de su pene. Cuando creyó conveniente empezó a culearla muy despacio como si quisiera disfrutar cada penetración, Mariana había cambiado la expresión de su rostro, había pasado de dolor al gozo, a lujuria.
Daniela mi niña de 11 seguía diligentemente mamándole el pene a su hermano Ernesto, quien parecía estar a punto de llegar al orgasmo. – Va acabar en su boca – pensé – aunque lo descarte cuando lo vi sacársela y empezaron a caminar en dirección a donde estaban Alberto y Mariana.
No podía creer lo que veía, mi hija, la menor, esa que apenas tenía estas estaba colocándose igual que su hermana apoyándose en la roca y Ernesto su hermano se había puesto detrás suyo y ya le rosaba la cabeza del pene en la entrada.
– La va a lastimar – me dije –
Y como si quisieran darme una respuesta de una sola embestida ahí estaba Ernesto con media verga en el interior de su hermana, eso sí, ella parecía no estar acostumbrada. Un gesto de dolor se dibujaba en su rostro, tanto que pensé presentarme y parar todo aquello, detener para que no sufriera mi pequeña.
Lo hubiera hecho, pero Mariana mi otra hija me contuvo al escuchar sus jadeos de gusto, de excitación, de sentirse feliz con la verga de su hermano dentro. Daniela igual ya no parecía sufrir, Ernesto ahora la estaba bombeando suavemente sin meterle toda la polla y ella parecía gustarle.
Todos gozábamos.
Alberto comenzó a moverse más rápido, sacando en cada embestida casi toda la polla para luego empujársela de nuevo hasta el fondo, lo que parecía agradecer mi hija con sendos gemidos. Ernesto seguía dándole media verga a Daniela, yo me jalaba.
Fue cuestión de tiempo. Alberto súbitamente le sacó la verga a Mariana y se derramó en sus nalgas, yo en los matorrales que tenía al frente. Ernesto seguía, pero luego vi que le sacaba el pene y como Daniela se abrazó a él de frente, luego lo rodeo con sus piernas para luego subir hasta quedar como sentada sobre su abdomen. Ernesto la ayudó sosteniéndola de las nalgas y poco a poco se colocaron de tal manera que la punta de los 17 cm de mi hijo quedó a la altura de la entrada del chochito sin vello de mi pequeña. – No le va a caber – pensé – Y como si me escucharán poco a poquito fueron acoplándose hasta que no quedó nada fuera, Danielita tenía hasta el tronco todo el pene de su hermano.
Lo demás fue sencillo, Ernesto la ayudaba a cabalgarlo hasta que aulló de gusto, acabo adentro. Lo vi sacarle la polla escurriéndole semen. Semen que luego limpio con su boca Daniela, Mariana hacía lo propio con la verga de Alberto, ambas demostraban cuanto sabían de sexo.
Pasó a paso me aleje dejándolos solos, pensativo. Que haría hoy que sabía el secreto de mis hijos. Le digo a su madre. La verdad no tenía respuestas y quizá ni el tiempo, porque debía regresarme en 3 días.
Cuando llegue al hotel mi ex seguía dormida. Encargue lo que íbamos almorzar y decidí esperar a que el tiempo me diera algún consejo. Media hora después llegaron mis hijos, felices, riendo, alegres de poder compartir una vacación con su padre.
Nada se dijo durante el día. Fue hasta la noche cuando ya estábamos en casa, que en un momento que quedamos solos los 5 les entregue una servilleta (Las tomé del hotel donde estuvimos) y les pedí que leyeran lo que había escrito en ella hasta que estuvieran en su cuarto: VI LO QUE HICIERON EN LA PLAYA CON SUS HERMANOS Y ME GUSTÓ ¿CUÁNDO LO HACEMOS LOS 3 JUNTOS?
Seguiré contando…
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