Historia con papá
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por harsar.
Soy hija única. Mis padres se separaron cuando yo acababa de cumplir los catorce años. Mi madre se lió con otro hombre. Según dijo posteriormente, mi padre no es nada apasionado. El nuevo amante de mi madre no me gustaba nada, y no era por solidaridad con mi padre, ni nada de eso. Era él como persona. Tenía una forma de actuar, que me daba miedo. Yo me quedé con papá. Los vecinos nos miraban como con pena, algunos y otros con burla. Una noche, me quejé amargamente a papá.
—No soporto cómo nos miran los vecinos, papá. ¡No lo aguanto!
—Lo sé. A mí tampoco me hace ninguna gracia.
—Me gustaría vivir en un sitio donde no tuviéramos vecinos.
—¿En serio? ¿Tú y yo solos, sin nadie alrededor?
—Sería ideal, papá.
—¿Y en invierno? ¿Y si nos quedamos aislados?
—Bueno, en ese caso, teniendo una buena calefacción en casa, y acurrucándonos los dos juntos en el sofá, no habría problemas.
—¿Y qué me dices de las tormentas? Te asustan un montón.
—Entonces, espero que haya una habitación completamente insonorizada. Y si estás en casa, me acurrucaré contra tu cuerpo hasta que pase la tormenta.
—Ya veo que lo tienes todo planeado.
Me abrazó fuerte, me dio un ligero beso en los labios y se separó, diciendo:
—Me voy a la cama. Y ya pensaré en tu idea, cielo.
Yo también me fui a la cama. Por más que trataba de pensar en otra cosa, las únicas imágenes que se me venían a la mente, eran el abrazo de papá y su beso en los labios. Un beso en el que no había habido nada sexual, pero me estaba imaginando cómo sería ser besada por esa boca. Me quedé dormida y no sé cuánto tiempo dormí. Me desperté con un sueño erótico en el que estaba haciendo el amor con papá. Estaba completamente excitada. Fui al baño para refrescarme y poder dormir tranquilamente, cuando oí hablar a papá. Me asomé a su habitación. Estaba dormido, pero también tenía un sueño erótico, ¡conmigo! Siempre dormía desnudo y en su sueño, de alguna forma se había apartado las mantas y tenía la mano en su tremenda polla. En su sueño, no hacía más que decir mi nombre, ‹‹quiero follarte››, ‹‹quiero ser tu amante, hija mía››, ‹‹quiero dejarte preñada››.
Esas palabras me volvieron a excitar. Entonces me acordé que habíamos puesto una grabadora en cada habitación. Yo acusaba a papá de roncar y él no se lo creía. Él decía que yo también roncaba. Y cada uno, sin que el otro se enterara, pondría esa noche una grabadora. Fui a mi habitación y busqué la grabadora. La encontré y la puse en funcionamiento. Ronquidos no se oían, pero sí palabras igualmente sexuales hacia mi padre: ‹‹qué hermosa polla››, ‹‹fóllame papá››, ‹‹hazme un hijo, papá››. Volví a poner la grabadora en marcha, me metí a la cama y al final, conseguí dormirme. A la mañana siguiente, papá se fue temprano a trabajar. Fui a su habitación, cogí la grabadora y la puse en marcha. Se oía lo que yo había escuchado por la noche y luego unos ronquidos. La tarde siguiente, me llamó por teléfono diciéndome que iba a buscarme. Que tenía una sorpresa para mí.
Cuando llegó, me monté en el coche y fuimos por una carretera que no conocía hasta una ciudad bastante lejana a la nuestra. Por los estudios que pensaba realizar, en un futuro iba a tener que desplazarme a esta nueva ciudad. A las afueras, el coche se metió por un estrecho camino. Papá abrió un portón, condujo unos cinco minutos más y llegamos a una casa grande, muy grande.
—Oh, papá, me encanta. Esta era la idea que yo tenía.
Entramos en casa y la recorrimos entera. Nos encantó. Tan sólo había que pintar algunas habitaciones. Después de salir de allí, fuimos a la ciudad y cenamos pronto en un restaurante de comida rápida, para después, volver a nuestra casa. Después de llegar, empecé a bromear.
—Y ahora, a la cama y a roncar, ¿no, papá?
—¿Roncar, yo? ¡Ahora verás si tú roncas o no!
—Y tú te darás cuenta de lo fuerte que roncas, papá.
Yo ya sabía que yo no roncaba. Tenía la respiración fuerte, pero no eran ronquidos. Lo que no tenía ni idea era de cómo iba a reaccionar papá cuando oyera las dos grabaciones.
Nuestra sala daba a la sala de los vecinos, que en aquel momento estaban discutiendo. Papá me dijo:
—Ponte cómoda y escuchamos las grabaciones en mi habitación. No me apetece que ningún vecino pueda oír nada.
Me puse el pijama, sin nada más por debajo y fui a su habitación. Papá sólo vestía unos calzones. Nos sentamos sobre la cama y papá me pasó su brazo por los hombros mientras ponía lo que se grabó en mi habitación. No dijo nada después de escuchar mis palabras aunque sí me apretó más. Después puse lo que le escuché a él. Después apagué la grabadora.
—Vaya, parece que los dos soñamos con lo mismo —dijo papá apretándome contra él—. Y con respecto a la casa, hay un pequeño problemilla, aunque tenemos un año para cumplimentar el requisito. Y es que dentro de un año, en esa casa tienen que habitar un mínimo de tres personas.
—¿Tendremos que encontrar un inquilino?
—No tenemos por qué. No hace falta que el tercer miembro sea adulto. Puede ser un niño.
Me quedé pensativa unos instantes.
—Bueno, por mí no hay ningún problema, teniendo en cuenta nuestras palabras: que tú quieres verme preñada y yo quiero que me hagas un hijo… Supongo que si nos damos prisa, para dentro de un año habrá un tercer miembro pequeñito.
—¿Estás segura? ¿Tienes alguna experiencia en el sexo?
—Aunque sólo tengo catorce años, estoy completamente segura que quiero tener hijos contigo, papá. Y respecto a la segunda pregunta… no. No tengo ninguna experiencia en el mundo del sexo, pero confío en que tú me enseñes. Prometo ser una alumna aplicada.
—Está bien. Aunque sabes que para eso, tienes puesta demasiada ropa, ¿no?
Me solté, me levanté y me quité el pijama. Luego, le dije:
—Tú también llevas mucha ropa, papá.
Se levantó y se quitó el calzón. Tenía la polla bastante crecida. Una polla grande y dura, aunque tremendamente suave. Papá, adivinando, quizá mis pensamientos, me dijo:
—No te vas a romper con este armatoste, cariño.
Después me abrazó fuertemente y me besó en la boca. No el beso de la noche anterior, sino un beso goloso. Su lengua bailaba con la mía, mientras sus manos acariciaban todo mi cuerpo. Luego, me puso de cara al espejo y él se colocó detrás de mí. Sus manos acariciaron mis pezones mientras me hablaba al oído.
—Estos pechos alimentarán a mi bebé y espero que tengan suficiente leche con para tomar yo también… Antes has dicho que estás segura que quieres tener hijos conmigo. ¿En cuántos pensabas?
—En todos los que pueda o quieras.
—Mmm… Me gustan tus ideas. Como iba diciendo, estos pechos alimentarán a todos los bebés que tengamos, este vientre se pondrá como un hermoso globo con los bebés que crezcan dentro —bajó sus manos a mi chocho, y con los dedos empezó a acariciar mi raja y mi clítoris. Yo me estaba volviendo loca de placer—. Y por esta cueva, entrará mi semilla y a los nueve meses saldrá un precioso bebé.
Me dio la vuelta y me preguntó:
—¿Sabes lo que es un 69?
—Sí, papá. No lo he practicado nunca, aunque he visto hacerlo en la tele. La teoría me la conozco toda, tan sólo me falta la práctica.
Hicimos un 69 para abrir boca. Aunque al principio me daban arcadas, conseguí tragarme todo su semen. Luego, ya fue coser y cantar. Yo también me vine en un buen orgasmo. Seguimos abrazados, besándonos y acariciándonos. Al poco, volvimos a estar a punto. Papá abrió completamente mis piernas. Acarició mi chocho mojado con la punta de su pene y entró. Se paró un instante para que me adaptara; volvió a coger impulso y entró hasta el fondo. Grité por el dolor. Papá se paró nuevamente. Después de unos segundos, empezó a moverse, lenta y suavemente. Empecé a seguir su ritmo con las caderas. Poco a poco, los vaivenes fueron aumentando. El placer que estaba sintiendo era increíble. ¿Que papá no era apasionado? Anda que si llega a serlo… Esa noche lo hicimos un par de veces más. A partir del día siguiente fue más fácil. Llegó el verano y nos trasladamos a la nueva casa. Desde la separación, no habíamos tenido ninguna noticia de mi madre. Después del traslado, una noche estábamos en la sala hablando. Me acurruqué contra él y le dije:
—Corrígeme si me equivoco, pero a mi parecer, no has estado tan afectado por la separación. Esa es mi impresión, al menos.
—Tienes razón, cariño. La cosa entre nosotros se había enfriado hace muchos años. La verdad, es que por mi parte, aguanté por ti. No quería que tú sufrieras.
—Según ella, no eres nada apasionado. Aunque si llegas a serlo, en estos momentos, yo ya estaría muerta, por el inmenso placer que me das.
Papá se echó a reír. Me abrazó y me besó golosamente. Después, me dijo:
—Al poco de nacer tú perdí gran parte de la motivación sexual con ella. Después de nacer tú, no quiso hacerlo en dos años. Primero, las semanas después del parto. Luego, la excusa de que no quería que te despertaras. Posteriormente, para ti sería un tremendo shock si nos oyeras gemir o gritar de placer. Y por supuesto igualmente sería un shock si nos vieras besarnos o acariciarnos. En ese tiempo, me acostumbré a cascármela para poder saciarme. Luego, se enfrió. Y cuando lo hacíamos, era muy mecánico. Igualmente, fue bastante más suave que lo que estoy sintiendo contigo.
—Dudo que sea capaz de aguantar sin hacer el amor contigo durante dos años. Tendré que parar durante las primeras semanas después de parir, hasta que el doctor me de permiso, pero luego… nuestros bebés tendrán que acostumbrarse a nuestros ruidos sexuales. E igualmente verán como normal el ver besarnos y acariciarnos.
Dicho esto, me puse sobre él metiéndome su polla hasta el fondo. Para entonces ya estaba embarazada con lo que para cuando se cumpliera el año, habría tres personas en esa casa.
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