Historia de mi familia 5
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por wanttobelieve.
El tercer año de nuestra hija fue muy especial.
Decidimos no llevarla a educación infantil y que esos 3 años la criáramos en casa.
La responsabilidad cayó en mi mujer pues yo estaba la mayor parte del día trabajando.
Insistimos mucho en que pudiera ser independiente, que comiera sola, que se acostumbrase pronto a ir al baño y no usar pañales… Mi mujer la llevaba de paseo a un parque que hay justo a la puerta de nuestro edificio donde también socializó con otros niños y niñas del barrio haciendo algunas amigas, incluso.
También se preocupó de que fuera independiente en su higiene.
Le compro un pequeño cepillo de dientes para que se lavase los de leche que ya tenía.
En más de una ocasión vi como mi mujer se introducía el cepillo en su coño empapando las cerdas antes de dárselo a la niña.
Me gustó la idea y con frecuencia me corría sobre el semen para que lo frotase por todas su boca.
De la educación sexual me ocupaba yo.
Le ponía videos todos los días para que se acostumbrase a ver el sexo como algo natural.
También nos grabábamos con ella y se los enseñábamos para que se reconociese en ellos y lo viera como algo normal.
Según se iba haciendo mayor se manejaba con mayor destreza.
Ahora ella misma me sujetaba la polla al hacerme las mamadas, con sus dos manitas, lo que me permitía a mí poder dirigir su cabeza mientras lo hacía para que cada vez la tragase más profundamente.
No dejábamos de dilatarla ni un solo día para que continuase siendo capaz de ser penetrada en cualquier momento.
Los juguetes que le regalamos en su cumpleaños los usaba con frecuencia ella misma, cosa que me alegraba por ver que disfrutaba tanto como nosotros.
En los fines de semana que no tenía que madrugar era habitual que se colara en nuestra cama buscando juegos.
Ella empezaba a chupármela para despertarme cosa que yo correspondía lamiéndola yo a ella, cosa que cada vez le gustaba más, poniéndose tensa mientras lo hacía cerrando los ojos.
Continué acostumbrándola a la lluvia dorada.
Todos los días al bañarla meaba sobre ella.
Siempre le hacía tragar una parte para que se acostumbrara al sabor, que no le gustaba demasiado al principio.
Pero en cuestión de meses paso de escupir todo lo que le entraba en la boca hasta aceptar beberse un vaso lleno.
Para lograrlo lo hacíamos siempre como premio, solo en días especiales.
Cuando se portaba bien o realizaba algún avance le preparábamos una comida especial y se la acompañaba de un vaso de orina.
Fue tanto el cambió que acabó pidiéndolo ella a veces cuando yo iba al baño.
En esos casos la apoyaba en el borde del váter y meaba sobre su boca directamente, introduciendo poco a poco el pene en la boca para que lo tragara según salía.
Esto le costaba aún bastante pero insistimos mucho en que fuese consiguiéndolo.
También insistí mucho en que le gustase el sabor del semen.
Intentaba dárselo a probar casi a diario.
En muchas ocasiones se lo mezclaba en la comida, en los purés, el yogur, para que lo reconociese siempre como un sabor familiar.
A veces lo hacía sin que ella lo viera pero otras me corría sobre su plato de comida una vez en la mesa.
Le gustaba sobre todo cuando lo hacía sobre galletas o algo dulce.
Como afortunadamente nunca he tenido problemas para correrme varias veces al día (fruto de haber sido, quizá, masturbador compulsivo desde pequeño) no tenía problema para proveerle del suficiente para saciar nuestras fantasías.
Cuando se hubo acostumbrado en casa al sabor le preparábamos aperitivos para tomar en la calle, como bollitos que yo abría y rellenaba con mi semen y que nos encantaba ver como devoraba en el parque junto con otros niños.
También le llevaba a veces una botellita, opaca, con orina para que diera algún trago que otro.
Me excitaba tremendamente verla jugando con otros niños y verla tomar nuestra merienda especial junto a ellos mientras dejaba ver sus braguitas bajo la faldita.
Ella se mostraba desinhibida en ese aspecto, como todos los niños, y despreocupada si la braguita se le movía y dejaba ver su vagina.
En alguna ocasión mi mujer se animó a bajarla sin las braguitas, de forma que cualquiera podía verla mientras ella jugaba.
Noté como la mayoría de edad de mi mujer bajó en parte mi interés sexual por ella, pero no le importó puesto que seguíamos disfrutando junto con la niña.
Al acercarse de nuevo la fecha de los cumpleaños comencé de nuevo a pensar en alguna nueva sorpresa para la pequeña, pero los avances que iba haciendo eran grandes pero no permitía introducir ninguna nueva rutina en el día a día.
Decidí finalmente que esta vez la sorpresa seria simplemente una fiesta en casa con sus amigas del parque.
Mi mujer coincidió que era lo mejor.
Yo aun así sí que prepare un pequeño secreto a espaldas de ellas.
Decidí preparar yo mimo la tarta que comerían las niñas, para lo que reserve varias de mis corridas durante semanas en el congelador, añadiéndolas en la nata del relleno así como en un batido de chocolate que les preparé.
Llegado el día vinieron 4 amiguitas de mi hija a casa, de entre 2 y 4 años.
A cada una le serví un buen pedazo de pastel con mi relleno especial, y disfruté viendo como las 5 niñas saboreaban mi semen.
Cuando todas se fueron y yo me preparaba para una sesión de sexo especial, mi mujer escribía con el móvil.
Le metí prisa para que terminara pero al poco de soltarlo llamaron a la puerta.
LA niña estaba ya vestida con un conjunto especial que le había puesto mi mujer, una especie de bodi de encaje que le había cosido ella misma, y estaba maquillada.
Yo estaba desnudo, al igual que mi mujer.
Preocupado por quien pudiera ser decidí ignorar la llamada cuando veo que mi mujer se dirige a la puerta, abriéndola, para mi sorpresa y miedo pues descubrirían nuestro juego.
En la puerta estaba el vecino del bajo, un señor mayor jubilado, de unos 65 años.
No entendía lo que pasaba al ver como mi mujer le dejaba entrar mientras el hombre, aunque curioso por nuestra desnudez, no parecía alarmarse.
Traía un paquete envuelto en papel de regalo que entrego a mi hija.
No hizo ninguna mención a su atuendo, cosa que me desconcertó aún más.
Mi hija agradeció el regalo con un beso y un abrazo y vi claramente como el vecino se demoraba abrazándola y acariciándola, mientras que el beso se lo daba en la boca.
Me volví rápidamente hacia mi mujer que parecía divertidísima con la situación y pasó a explicarme.
Nuestro vecino solía pasar la tarde en el parque y había entrado en contacto poco a poco con mi mujer y mi hija.
Por lo visto no le había pasado desapercibida la niña ni el hecho de que en ocasiones no llevara braguitas.
Un día en que mi mujer la llevaba sola de paseo nuestro vecino decidió ir un poco más allá al saludarla y le acarició bajo la falda.
Al ver que la niña no rechazaba el contacto lo hizo de una forma más evidente de manera que mi mujer se diese cuenta.
Se alegró al ver que mi mujer consentía el contacto, tras lo que poco a poco fueron intimando relación entre la niña y el.
Me dijo mi mujer que no había llegado más que a tocamientos y que pensó que podría ser r un magnifico regalo para su tercer cumpleaños que la pequeña fuera por primera vez completamente ofrecida a otro hombre.
El relato de mi mujer por momentos me asusto pero finalmente me excito.
Salude al vecino y le ofrecí algo para tomar.
Me dijo que de lo que tenía ganas era de probar por fin a la niña.
Sin más me dirigí a mi hija y le hable.
LE pregunté si sabía lo que tenía que hacer.
Ella negó con la cabeza.
Le explique que lo que hacíamos en casa solo entre nosotros seguiría siendo algo que se hace solo en casa, pero que ahora tendría un nuevo amigo.
Y le pedí que le enseñase lo que sabía hacer.
Nuestro vecino mientras se había desnudado y sentado en el sofá.
SE notaba su edad en su cuerpo, en su pelo blanco.
Eso me excito aún más al ver a mi hija acercarse a él.
Directamente se dirigió a su poya, que estaba flácida.
La sujeto con ambas manos y de golpe se la metió en la boca.
Sin ayuda comenzó a subir y bajar la cabecita una y otra vez.
Mi vecino saco una camarita de fotos y nos miró como pidiendo permiso.
Se lo di y empezó a hacer fotos mientras le chupaba.
Ya estaba completamente erecto y en la boca de la niña no entraba ni la mitad debido al tamaño.
Note que a mi hija le costaba, pues más gruesa que la mía.
Mi mujer se acercó y le acarició la cabeza mientras se esforzaba en tragarla.
Para ayudarla, le empujó para que entrase mejor hasta acabar sujetándole la cabeza ella misma por los lados y haciéndola chuparla cada vez más deprisa.
El vecino las paró al poco.
Se puso de pie y sujetándose la polla con una mano dirigió la cabeza de mi hija para que le chupase los huevos.
Mientras lo hacía le res traga la polla por la cara a mi hija, mojándola con su saliva.
“Chúpame los huevos, putita” le dijo.
Mi hija me miró, pues no estaba acostumbrada a esas palabras, le dije que era algo bueno, un cumplido, e hizo como le decían.
Después el vecino dirigió la cabeza más atrás hizo que mi niña le lamiera el culo.
Cuando quedo conforme se inclinó sobre ella, le abrió la boca, escupió dentro y le follo de nuevo la boca de forma muy dura.
Vi que a mi hija le cayó alguna lágrima pero aguantó bien los embates.
Note que el vecino no aguantaba más y él le sujeto la cabeza para que no sacase el miembro de la boca mientras se corría.
Mi hija ahora tosía y lloraba en abundancia.
Le indique que debía tragar todo aunque una parte cayó al suelo.
Mi vecino también se percató y se lo señaló, haciendo que se agachara a lamerlo del suelo.
Eso termino de excitarme y sin más me dirigí a mi hija, la levante y embutí mi polla en su garganta.
Nunca le había follado la boca tan profunda ni tan violentamente pero ver la respuesta pasiva que había tenido con mi vecino me decidió.
La agarré fuerte del pelo y comencé a bombear como si estuviera fallándole el culo.
Comenzó a sufrir arcadas pero no me detuve.
Al poco vomito mientras me la chupaba pero continúe.
La pequeña lloraba e intentaba débilmente separarse pero mi mujer la acariciaba para calmarla mientras mi vecino sacaba fotos y se tocaba.
Sentí que iba a correrme y lo hice igualmente en su garganta, pero tapé su nariz para obligarla sin remedio a tragar mientras lo hacía.
Al terminar me agaché junta a ella y la bese, se había compartido como una experta y se lo dije “has sido una puta maravillosa, eres la putita de papa” y ella pese a las lágrimas que le caían casi a chorros esbozó una sonrisa.
Vi que mi vecino se acercó.
Estaba de nuevo erecto y pasó su polla por la cara de mi hija, mojándola en sus lágrimas.
Hecho esto la volteó sobre el sofá y empezó a intentar clavársela por el culo.
Era bastante gruesa y le costaba.
Mojó su mano en la cara de mi hija y humedeció de nuevo su rabo para volverlo a intentar.
Viendo que no lo lograba mi mujer escupió en el culo de mi hija y poco a poco fue entrando.
Fue mucho más gentil fallándole el culo que la boca.
Yo me senté en el sofá a ver el espectáculo.
Cuando note que me volvían las fuerzas mi vecino ya había cambiado de postura y la tenía sentada sobre él.
Me acerque a ellos, recosté a mi hija sobre el pecho del vecino y trate de follarla por el coño pero no me era posible.
Viendo mi intención él se levantó, me indicó que me tumbara yo en el sofá y que empezara a follarla, tumbada ella cara a cara sobre mí.
Una vez que la tenía dentro él se acercó por detrás y la penetro también, por el culo.
No entraban mucho ninguna de las dos pero debió dolerle porque mi hija dejo escapar un grito.
Aun así no se apartó ni nosotros tampoco.
La follamos brevemente hasta sentir que nos corríamos.
Lo hicimos dentro.
Nos retiramos y dejamos descansar a la pequeña.
Mi mujer nos trajo bebidas para reponer fuerzas.
Bebí de un trago un gran vaso de cerveza.
Enseguida me entraron ganas de orinar.
Se lo indique a mi vecino que entendió a que me refería.
La niña, tumbada en el suelo, recibió los dos chorros sonrientes.
Su pelo rubio se había oscurecido empapado en orina.
Ella permanecía tumbada en un gran charco.
Mi vecino se dirigió de nuevo a ella: “Bébete lo del suelo, puta”.
Como parecía no entender yo le di la vuelta y le acerque la boca al suelo para que sorbiera.
No lograba más que lamerlo.
Tras terminar mi vecino se sentó conmigo en el sofá confesando que hacía mucho que no estaba con una tan pequeñita y agradeciéndome a mío y a mi mujer la oportunidad.
Yo les agradecí a ambos la sorpresa.
Si al principio tenía dudas el resultado había sido muy satisfactorio para mí y me había dejado con ganas de más.
La niña jugaba en el suelo con los regalos, en medio del charco de orina.
La dejé hacer.
Mi vecino se vistió y se preparó para marcharse.
Pero antes se acercó de nuevo a la niña.
Le dio un beso, profundo, metiéndole la lengua hasta la garganta.
Luego le lamio la cara al tiempo que note le metía un dedo por el culo.
Hecho esto le sujetó la cara con una mano, le escupió en la cara y leporino un bofetón, no muy fuerte pero sonora, diciéndole “eres una puta, dilo”.
La niña repitió “puta”.
El insistió “di soy una puta”.
La niña acertó a decir “soy puta” de nuevo llorando.
“Muy bien, eso es lo que eres” y echando mano a la chaqueta sacó un billete de 50 euros que le metió en la boca.
Al salir me agradeció de nuevo todo.
La niña está de nuevo llorando, con el billete en la mano.
Le dije que me lo diera.
Le explique que no le habían hecho eso como castigo.
Al contrario, el bofetón era muestra de que había sido muy buena niña.
Y para demostrárselo yo le di otro.
Lamí las lágrimas que le estaban cayendo y las escupí en su boca.
Ahora tienes que felicitar a tu madre.
Mi mujer llevaba un rato sentada.
Noté que algunas cosas le habían perturbado pero como s habitual no protestó ante nada.
Tumbe a la niña sobre ella formando un 69 y las dejé comiéndose la una a la otra.
CONTINUARÁ…
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