Historias de una familia nudista – Parte 1 (Encuentro)
Pedro y Alicia son una pareja extremadamente morbosa y tienen claro que quieren educar a sus hijos en la naturaleza y el sexo..
Antes de comenzar es importante dejar claro que este relato y todos los de la serie son completamente ficticios y nada tienen que ver con la realidad. El autor condena cualquier abuso dirigido hacia menores y todo acto que ponga en peligro la salud mental y física de estos. Por suerte la imaginación es libre y tenemos el derecho a disfrutarla como nos plazca.
Pedro y Alicia se conocieron durante unas vacaciones en un camping nudista de Málaga. Ella tenía 15 años y veraneaba con sus padres, pero el pudor de la pubertad había hecho que fuera la primera vez que habían tenido que convencerla para ir. Durante todos los veranos anteriores era ella la que se moría por acudir y pasar los días enteros dando vueltas de la playa a la piscina sin que la ropa la molestara. Sin embargo, era consciente de que su cuerpo había cambiado y atraía algunas miradas que no eran en absoluto de su agrado. Después de pensarlo mucho había llegado a la conclusión de que lo mejor para sentirse cómoda sería hacer solo topless, decisión que sus padres aprobaron sin rechistar.
En casa de Alicia siempre había reinado un clima de libertad completa. Durante los meses cálidos, que eran la mayoría, sus padres hacían vida casi siempre desnudos. Desde pequeña asumió las erecciones esporádicas de su padre y las veces que su madre manchaba algún mueble con sangre de su menstruación como algo completamente normal. A veces, mientras veían la televisión juntos en el sofá, su madre apoyaba cariñosamente las piernas sobre el regazo de su padre y eso hacía que su pene se hinchara sin que les preocupara que ella pudieran observarlos. Su padre solía mirarla con una enorme sonrisa mientras se acomodaba el paquete entre las suaves pantorrillas de su madre y seguía viendo la tele como si nada. Tampoco eran dados a cerrar la puerta de su habitación mientras mantenían relaciones. El amor nunca fue algo digno de ocultar para sus padres y a ella le gustaba saber que se querían. Durante las vacaciones viajaban en una antigua caravana con una sola cama, así que la intimidad era compartida todavía de forma más cercana. Tenían sexo en la misma cama en la que ella dormía casi cada mañana, aunque eran más delicados e intentaban no despertarla en la medida de sus posibilidades. Alicia recordaba con mucho cariño una ocasión en que su madre le había estado dando el pecho mientras su padre la penetraba desde delante con mucho tacto. Recordaba las suaves batidas que sentía desde el cuerpo de su madre y como su padre le acariciaba el pelo con pleno amor. Aquello acabó en un largo suspiro de su padre acompañado de una embestida algo más dura y profunda que pronto se unió con el escalofrío de su madre mientras miraba al techo con los ojos en blanco. En ese momento sus tetas se convirtieron en fuentes y la leche manó con un torrente y un sabor casi sagrados. Después de que ambos se limpiaran habían estado buena parte de la tarde abrazados en la cama, sintiendo el calor en el cuerpo del otro y con el espíritu rebosante de gozo.
Las vacaciones de Pedro solían ser muy diferentes. Aunque su familia tenía un piso en la costa de Málaga, sus padres no perdían la ocasión de salir y dejarlo solo durante la mayor parte del día. Pasaba horas pegado la ventana de su habitación, observando como el mar bañaba la costa o leyendo cualquier cosa que cayera entre sus manos. Cuando fue lo suficientemente mayor, su pasatiempo favorito pasó a ser pasear por la playa. Tenía varios amigos, algunos de calidad, pero por desgracia ninguno compartía su afición por el mar. Pronto descubrió que cerca del apartamento, a poco más de media hora de paseo por la costa, había un camping nudista que desembocaba en una larga playa. Sus rutas siempre acababan allí y, sin que le supusiera un problema mayor, pasó a unirse a diario a la gente mayor que se quitaba la ropa para disfrutar del sol. Se enamoró de las sensaciones que le transmitían la arena y el agua del mar sobre la piel. Aquel lugar también pasó a convertirse en un pilar fundamental para su desarrollo sexual. Aprendió a admirar la belleza en mujeres y hombres por igual y en ocasiones tuvo la suerte de ser testigo de los actos de amor que tenían lugar en la zona al caer la tarde. En una ocasión cerca de una pareja madura que descansaban casi al final de la playa. Cuando la mujer le cazó admirando su cuerpo, lejos de incomodarse, le respondió con una enorme sonrisa. El marido también acabó por darse cuenta y entendió su presencia como una oportunidad para hacer a Pedro participe de su libido. No tardaron en quedarse los tres a solas y entonces el hombre abrió con delicadeza las piernas de su mujer y empezó a acariciar su coño con movimientos suaves, siguiendo la forma de sus labios. Ella le miraba a los ojos con una sonrisa serena que hacía de su belleza un ser inmune al deterioro propio de la edad. El hombre acercó su boca y besó su vagina con pasión, recorriendo los grandes labios de la mujer sin prisa. Cuando estuvo lo suficientemente húmeda como para que Pedro notara su brillo desde su toalla, el hombre le introdujo un dedo que no tardó en llevarla a un merecido orgasmo. Aquel suceso se convirtió rápido en el alimento favorito de su mente mientras se masturbaba en su habitación. Para Pedro las tardes de veranos perfectas pasaron a ser aquellas en las que tomaba el sol desnudo rodeado de gente que compartía su afición y, cuando tenía suerte, podía formar parte de las fantasías de algunos de ellos. Lo malo se desvanecía ante la arena, el agua del mar y un buen libro para pasar la tarde.
Era un domingo cualquiera y Pedro había cumplido 17 hacía unos días. El día no era el mejor para estar desnudo en la playa. Había llovido un poco y la gente del camping no parecía animarse a salir a disfrutar del mar. Todo apuntaba a que el día sería aburrido y solitario. Fue entonces cuando la vio. Tendría su edad o quizás un poco menos. La chica salió del portón que conectaba la playa con el camping y se sentó a escasos metros de él. Ella solo llevaba la parte de abajo del bikini. Cuando se dio cuenta llevaba mirándola embobado un buen rato, le aterró que aquello pudiera incomodarla, pero cuando sus miradas se encontraron una gran sonrisa se dibujó en la cara de Alicia.
Debut y despedida este relato.
Estaría buenísimo que algun dia continuarán este relato
Me. Quede con ganas