Historias febriles 1
Basadas en hechos reales, son una serie de relatos cortos de incesto entre madre e hijo.
La infección.
Aquella noche regresé de la universidad con un fuerte dolor en el abdomen y las cosas no podían ser peores, mi padre estaba ebrio como todos lo viernes, mi hermana le resultaba indiferente mi situación y mí madre aún no regresaba del trabajo. Afuera una tormenta acompañada de relámpagos provocó un apagón en la colonia. Eran más de las 11 de la noche y el dolor se hacía más agudo, una sensación de escalofríos y fiebre, empeoraban mi cuadro clínico.
Por fin escuché llegar a mí madre, sus tacones anunciaban su llegada, estaba molesta porque mi padre no fue por ella al trabajo, de suerte que su prima quien trabajaba con ella y que también tuvo jornada extra le dió un «aventón». Aún así tenía que caminar varias cuadras para llegar a la casa. Estaba hecha una sopa como ella decía cuando alguien se mojaba en la lluvia. Al no traer paraguas (nadie predijo una tormenta así), mamá llegó completamente mojada, se quitó el saco y delgada tela de su blusa se le pegó a la piel, dejando ver su brasier y sus pezones morenos que por efecto del frío estaban erectos. Al menos así la pude ver con la poca luz de la lámpara de gas que usábamos en los apagones. Después de discutir con mi padre de quien no tenía respuesta por estado de ebriedad se dirigió a mi recámara que estaba frente a la suya y con la puerta abierta. Traía una toalla en la cabeza y ya se había quitado su ropa mojada, se había puesto aquel blusón rosa que le cubría hasta media pierna, debajo se podía adivinar que no traía calzones puestos, ya que aquel blusón se le metía entre las nalgas y a diferencia de otras ocasiones no dibujaba el contorno de su calzón. Sus pezones aún seguían erguidos y apuntando al techo. Entre el dolor y la tenue luz del pasillo, podía ver la hermosa figura de mí madre entrando a mi cuarto.
Cómo estás bebé? Me preguntó con esa voz maternal que tanto me gustaba oír… Me siento mal mami, me duele el estómago y creo que tengo fiebre. Inmediatamente fue por el botiquín de la casa y me tomó la temperatura. Mi madre era Química Farmacéutica y tenía algunos conocimientos médicos, además de que sabía inyectar y tenía un diploma en primeros auxilios.
Estás ardiendo niño!! Fué su primera reacción al extraer el termómetro de mi axila. Tomó su lámparita y me reviso la boca y los oídos, luego comenzó a palpar mi abdomen para localizar la fuente del dolor. Ella estaba segura de se trataba de una infección y al ser muy tarde ya no encontraría un doctor para atenderme. Primero hay que bajar la temperatura y aqui tengo un supositorio para tal efecto, me dijo con una sonrisa sarcástica, ya que sabía de mi desprecio por ese método para bajar la temperatura, pero accedí porque era mí madre y porque estaba extasiado con su compañía. Sentía ése hueco en el estómago que aliviaba mi dolor y estaba dando lugar a la exitacion. Aún cuando no era la primera vez que mi madre me colocaba un supositorio en el ano, está vez era distinto, apenas sentí su dedo introducirse en mi recto y mi verga pegó un reparó hasta quedar completamente erguida. Aprieta las nalgas para que no se salga bebé, aprieta fuerte… Me decía con la voz entrecortada… Voy a lavarme las manos, te deje un par de pastillas para bajar tu dolor e inflamación. Apenas salió mi madre y mi primera reacción fue acomodarme el paquete dentro de mis pantalones. Me tomé las pastillas como lo indicó mí madre y el dolor fué cediendo poco a poco hasta casi desaparecer. Mi madre se había ido a la cocina a preparar un té de manzanilla y después de casi una hora regreso con la tetera y un poco de pan tostado. De pronto regreso la luz a la colonia y ella fue a apagar la lámpara de gas, encendió la luz de mi cuarto y se sentó en la orilla de mi cama. Me apapacho y servio un poco de té, tómalo te caerá bien, sugirió. Me tocó la frente y me dijo, aún te siento caliente. Pero yo estaba seguro de que más que fiebre, era la excitación lo que me mantenía caliente. Será mejor que te quites la ropa y duermas en calzoncillos, sentenció. Apenado y con el temor de que notará mi erección, me despoje de mi ropa del lado contrario de mi cama individual. Mi madre se quedó viéndome por unos segundos hasta que un ronquido de mi padre nos sacó de ese incómodo silencio. Creo que hoy no dormiré con tú papá, me das asilo?… Claro, claro respondí con voz nerviosa y tartamuda.
Mi madre se recostó a lo largo de mi cama, con las manos cruzadas sobre su vientre, el blusón dibujaba sus inquietantes formas, sus pezones duros se marcaban con todo y aureola y su pelvis remataba en forma «Y». Comenzé a temblar de la excitación y hasta podía sentir como mis dientes parecían castañuelas. Apaga la luz bebé y ven con mamá, ordenó dando palmadas en la cama indicando mi lugar junto a ella. Ésa era como una invitación a pasar una gran noche y sin duda que lo fue…!!
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!