Historias lamentablemente prohibidas (CONTINUACIÓN)
Por petición de mis seguidores….., continuo con la 2ª parte de “Historias lamentablemente prohibidas”.
Después del “Taller de Literatura” celebrado por Casandra en su casa, todos los presentes se quedaron muy intrigados con lo que habría pasado en cada una de esas habitaciones, en las que algunos afortunados escritores habían entrado para poder vivir sus fantasías en total libertad, alejados de la vista, los juicios y las críticas de los demás, pero ante la insistencia de los que estaban allí, al final Casandra les convenció para que Juan y Mirella hicieran una especie de relato con lo que habían vivido en esas habitaciones, porque todos tenían derecho a saberlo para llegar a conseguir una “Literatura libre”, abriendo la anfitriona esa nueva edición:
—Aquí tenemos a grandes escritores que si se han atrevido a contarnos sus experiencias y fantasías incestuosas en el “Amor filial”, que son ejemplo de valentía para todos nosotros y que tan grandes momentos nos han dado, así que si vosotros queréis formar parte de este Club, tenéis que abriros a los demás, compartiendo esas vivencias con todos los que estamos aquí
En este Taller, cada autor traía escrito su relato para leerlo ante los demás, dando paso Casandra, primeramente a Juan para que expusiera el suyo:
“”Al abrir la puerta de esa habitación nº 9, me encontré a mi mujer Marta en la cama, con nuestras dos hijas Ana y Eloise, mirándome fijamente ante mi estupefacción, ya que las tres estaban desnudas y yo no sabía todavía si esa imagen era real o producto de mi imaginación, hablándome mi mujer:
—Hola, papi, estamos aquí las tres esperándote.
—Marta, ¿qué haces con las niñas en la cama, desnudas….?
—Estábamos pasándolo bien mientras tú llegabas, ¿verdad, niñas?
—Sí, mamá; anda, papá, ven con nosotras….. —me dijo la mayor.
Añadiendo mi otra hija:
—Sí, ven, quítate la ropa tú también.
Yo miraba a mi mujer intentando buscar una explicación a todo eso, pero ella no me decía nada, solo acariciaba la rajita de las niñas, invitándome a acercarme a ellas, por lo que no pude evitar tener una erección en ese momento en el que me estaba desnudando sin saber por qué lo hacía, poniendo cara de sorpresa mis hijas ante lo que estaban viendo, diciéndome finalmente Marta:
—Anda, cariño, ven a disfrutar con nosotras. Yo sé lo mucho que deseabas este momento, tenernos a las tres en la misma cama…..
—Sí, es cierto, pero..… ¿cómo lo sabes?….. y Eloise ¿no es demasiado pequeña todavía para esto?
—¡Ay, cariño! Soy tú mujer y conozco todas tus fantasías y deseos más ocultos. Todos los papás sueñan con disfrutar de sus hijas, da igual la edad que tengan. Ana ya es mayorcita para disfrutar como una mujer, pero seguro que sabrás cuidar de Eloise para que también disfrute del sexo como su hermana.
—¡Oh, Dios! Sí que me conoces bien. Yo nunca me hubiera atrevido a algo así, si tú no estuvieras de acuerdo.
—Quizás si te hubieras atrevido, pero te cuesta admitirlo. Relájate y piensa solo en disfrutar……
Yo me metí en la cama con ellas, colocándome entre mis dos hijas, mientras mi mujer empezaba a guiarlas en lo que tenían que hacer:
—¿Os gusta la polla de papá? Mirarla que durita está ya y que bonita es. Tocársela con las manos, movérsela así y darle besitos para que se ponga más grande…..
Mis dos hijas se pusieron a jugar con mi polla entusiasmadas, la tocaban, la besaban y mi hija mayor se decidió a metérsela en la boca, casi con desesperación, poniéndose a hacerme una mamada como si no fuera la primera vez que lo hacía, diciéndole su madre:
—¡Heeeyy! Ana, tragona. Déjale un poco a tu hermana…..
Mi hija Ana, se la saco momentáneamente de la boca y se la ofreció a Eloise, que la miraba dubitativa, hasta que acercó su boca al mojado glande, brillante por la saliva de su hermana. Y empezó a metérselo poco a poco, pasándole la lengua de una forma deliciosa, para después meterse la polla todo lo que podía dentro de su boca. Simplemente ver su carita haciendo algo así, es una de las imágenes más morbosas que se pueden imaginar.
Mi mujer advirtió mi excitación, y me besó en la boca para acrecentar mis sensaciones, diciéndome al oído:
—¿Quieres correrte en la boquita de la niña….?
—¡Mmmmm, no me voy a poder aguantar!, ¡Siiii…..!
Mi semen salió disparado, sorprendiendo a mi hija Eloise, que acabó con la cara manchada de semen y con la boca llena de él, goteando de sus labios. Perversión en estado puro… Ni en mis más calientes sueños me había imaginado algo así.
Ana también se afanó en lamer el resto de semen que iba saliendo de mi polla, golosamente…. ¿Cómo podría pensar que mis hijas fueran tan viciosas y mi mujer tan morbosa? Esto que estaba pasando no podía ser real, pero yo lo estaba sintiendo como si fuera lo más real de mi vida, y para aumentar más todavía mi confusión mental, escuche a Marta decirle a sus hijas:
—Ahora, niñas, llegó la hora de cabalgar a papá…
Apuntándose rápidamente mi hija Ana:
—Yo primero, que soy la mayor.
Ana se sentó sobre mí, colocándose la polla, que continuaba increíblemente dura como una piedra, en la abertura de su coño, deslizándose suavemente en su interior, hasta que mi hija empezó a subir y bajar rítmicamente con la ayuda de su madre. En ese momento no me paré a pensar si mi hija era virgen o no, porque no me importaba, siendo lo más importante el gozo que me estaba dando, viendo sus pechitos saltar arriba y abajo, queriéndolos atrapar con mis manos para sentir su dureza.
Mi hija Ana, gemía y gemía, cada vez más rápido y más fuerte, saltando sobre mí, gozando como una mujer en su cuerpo de niña. Creo que pocos hombres hubieran aguantado algo así, sin correrse al instante, pero mi primera eyaculación me sirvió para aguantar un poco más, hasta que ella, entre gritos, alcanzó el orgasmo, siendo besada por su madre para acompañarla en su placer, acabando yo por depositar una nueva carga de semen, esta vez en el interior de su coñito, pensando brevemente por un instante, si podría embarazarla, pero ahí estaba nuevamente mi mujer, leyéndome los pensamientos:
—No te preocupes, cariño, la he preparado especialmente para ti, para que pudieras follarla sin problemas……
Esto era demasiado, no podía creérmelo, pero mi adrenalina se disparó más todavía, cuando mi hija pequeña Eloise, se colocó encima de mí, dispuesta a hacer lo mismo que su hermana, pero su madre la paró, diciendo:
—A ti hay que prepararte un poco, para que no te duela demasiado.
Y agarrando su cuerpo, la colocó con las piernas abiertas, sobre mi boca:
—Chúpale un poco la rajita para ponérsela tiernita y dilatada.
Así que me dispuse a degustar ese majar, un coñito lampiño, con la vulva abultada para ser mordida y devorada hasta hacer aparecer de su interior un clítoris diminuto, que asomaba temeroso buscando el contacto con mi lengua, que al sentirlo, hacía estremecer todo su cuerpo como por una descarga eléctrica.
Mientras esto sucedía, mi hija Ana no paraba y se dedicaba a seguir lamiendo mi polla, con auténtica devoción, dispuesta a mantenerla firme para penetrar el coño virgen de su hermana pequeña y mi mujer, atenta a todo, acompañaba cada paso que daban.
Mis lamidas en el coño de Eloise, hicieron que ella soltara sus primeros chorros sobre mi cara, incapaz de contenerse y con su vagina completamente abierta por mi lengua y mis dedos estaba ya dispuesta a acoger la polla de su padre, en un momento mágico que recordaríamos toda nuestra vida.
Ahora sí, su madre colocó a Eloise sobre mi polla, haciendo que entrara lentamente, cada vez un poco más, hasta que la mitad acabó entrando en su interior, y mi hija, no pudiendo aguantarla dentro, se quejó por primera vez:
—¡Ay! Mamá, duele……
—Ya va a pasar, cariño, aguanta un poco más, que te rompa la telita y te entre toda…..
Finalmente, mi polla entró hasta el fondo de su coño, quedándose Eloise como paralizada sobre ella, teniendo miedo de que cualquier movimiento le causara dolor, pero con la ayuda de su madre, fue relajándose, sintiendo cada vez más placer, hasta que perdió totalmente ese temor, al comprobar que lo único que sentía era placer, y ella misma empezó a hacer los movimientos del sube y baja, despacio al principio, pero luego más rápido y llena de confianza, se puso a follarme como una maestra imitando los movimientos que antes había visto a su hermana.
Yo no podía creerme que mi polla estuviera dentro de ella, pero ahí la tenía, encima de mí, como una pequeña muñeca que me estaba follando, superando cualquier sueño que pudiera tener, ya que ni en sueños te atreverías a revivir algo así.
Yo solo sentía su apretado coño presionando mi polla, como si quisiera exprimirme el último semen que quedara en mis testículos, pero esta vez mi corrida fue monumental, soltando una descarga tras otra sin que yo supiera donde tenía guardada tal cantidad de semen, quizás todo ese que nunca llegué a utilizar, porque nunca había tenido una situación tan morbosa y excitante como esta para sacármelo del fondo de mis entrañas.
Mi pequeña niña se quedó como desmayada sobre mi pecho, todavía con pequeñas palpitaciones provocadas por sus orgasmos, que sacudían su cuerpo, pero se la veía contenta y feliz y eso me hacía feliz a mí y por extensión a mi mujer, que aunque esta vez, se había quedado sin follar, su satisfacción por ver a toda la familia tan feliz, lo superaba todo.””
Terminado Juan su relato, Casandra le felicitó:
—Ha estado genial, creo que a todos les ha encantado y siento que a ti te ha cambiado la vida esta experiencia y ahora te sentirás más libre para contar todos tus más íntimos deseos, ¿no es así?
—Sí, cierto. Gracias a todos vosotros. A partir de ahora podré escribir sin miedos y vivir todas esas experiencias.
Pasando seguidamente Casandra el turno a Mirella, para que leyera su relato de lo que había pasado en la habitación nº 6:
“”Fue todo muy raro. Nada más entrar vi allí a toda mi familia, a mi marido, a mis hijos, mi madre…., pero el caso es que empecé a ver imágenes de mi pasado, de cuando yo era niña, que apenas ya las recordaba, pero todo fue encajando como si fueran piezas de puzle. Todos esos recuerdos desordenados empezaron a tener explicación para mí, una explicación que me faltaba y por ese motivo quizás había querido olvidar todos esos sucesos.
Las primeras imágenes que aparecieron ante mí, fueron de cuando mi madre me llevaba a casa de mis abuelos para que me cuidaran mientras ella iba a trabajar. En cuanto mi abuelo se quedaba a solas conmigo, me ponía junto a él, que siempre estaba sentado en una especie sillón grande, poniéndome de pie entre sus piernas. Acto seguido, me bajaba las bragas y poniendo una mano en mi culo, metía la otra entre mis piernas para pasar su dedo por mi rajita. Yo me estremecía con sus toqueteos, e incluso movía mis caderas acompañando sus movimientos, lo que a él le hacía sonreír:
—Como te gusta ¡eh! Eres tan putita como tu madre cuando tenía tu edad…..
Yo recordaba que él me decía esa frase, pero en aquel momento, no llegaba a comprenderla, y el por qué me decía eso, pero ahora, al escucharla, todo se esclareció ante mí. Mi abuelo ya tocaba así a mi madre y ella, sabiéndolo, me llevaba con él para que me hiciera lo mismo o suponiendo que me lo iba a hacer, y no le preocupaba…..
Otra escena que apareció ante mí, fue estando los dos desnudos, yo sentada frente a él con las piernas abiertas, moviéndome mi abuelo para que su polla rozara mi vagina, presionando en ocasiones sobre ella, logrando abrirla ligeramente y haciéndole sentir mi humedad. De pronto, él me echaba chorros de semen que llenaban mi cuerpo, apareciendo en ese momento mi abuela, diciéndome:
—¡Ala, niña! A la bañera ya, a lavarte toda……
Ese momento de la presencia de mi abuela, no sé si es producto de mis sueños, porque no recuerdo que hubiera sucedido en realidad, o quizás sí……. En ese momento, ya no sabía que parte de realidad había en todo eso que estaba viendo, pero al menos, lo que es seguro es que debía estar en mi cerebro, y por un motivo u otro, afloraba ahora.
A mi lado estaban mi marido y mi madre, mirándome complacientes, como queriendo que yo viera todo eso, por los motivos que más tarde fui deduciendo, que eran en definitiva, los de liberar mi mente, para que mi cuerpo pudiera vivir las experiencias que me tenían preparadas en esa habitación de nuestros sueños.
De pronto, mi madre se acercó a mí, diciéndome:
—¿Disfrutaste con el abuelo…?
Yo, un poco confundida por esa forma de hablarme, inhabitual en ella, no supe que responderle, pero ella insistió:
—Puedes decírmelo sin miedo. Ya viste que tu abuelo me lo hacía a mí también y te dejaba a su cuidado para que fuera enseñándote a disfrutar del sexo. Por eso, en casa, desde bien pequeña, empezaste a masturbarte en tu habitación. Yo te vi más de una vez.
—¡Ay, mamá! Qué vergüenza…..
—Que no te de pena, hija. Todavía te queda mucho por disfrutar…..
—¿Qué quieres decir?
—No me digas que no te has fijado en lo guapo que se está poniendo Daniel.
—¿Daniel? ¿Mi hijo?
—Sí, claro, ¿Ya le has comido la polla?
—¡Nooo! Qué cosas dices, mamá…..
—Y tú que tonta eres, hija, parece mentira que no te acuerdes de como tu abuelo te comía el coño.
—¡Ay, mamá! No me puedo creer que tú supieras todas esas cosas y lo permitieras.
—Es que como tú no tenías padre……. ¿Qué te crees que les pasaba a tus amigas?
—No sé. Ellas no me decían nada….
—Cómo te lo van a decir…. Ni tú tampoco a ellas.
Después de tantos años, mi madre me estaba poniendo ante la realidad de la vida y todavía tenía más sorpresas guardadas para mí, cuando llamó a mi hijo Daniel y le dijo:
—Enséñale a tu madre lo que se está perdiendo…..
Mi hijo se bajó los pantalones y me enseñó su polla toda empalmada, como no se la había visto desde hacía tiempo, acertando solo a decir:
—¿Cómo puede ser tan grande…..? Si es un niño todavía…..
—Sí, un niño que te puede hacer ver las estrellas, sino dímelo a mí, jaja —me dijo riéndose, mi madre.
—¿Es que tú ya……?
—Qué inocente eres, hija. Hasta tu hija te da mil vueltas……
—¿Mi hija…..? ¿Pero cómo…..?
—Sí, tu hija Noe ya ha estado en la cama de su hermano y de su padre….
—¿Pero qué está pasando aquí….? No puede ser verdad todo esto……
Creo que la confusión es un sentimiento común al entrar en estas habitaciones, pero no tienes otro remedio que dejarte llevar por todas esas sensaciones de las que no puedes escapar, confirmándomelo así mi madre:
—Venga, échale mano a la polla de tu hijo, que lo estás deseando……
Efectivamente, no podía quitar la vista del hermoso pene que Daniel me enseñaba orgulloso y que por lo visto, mi madre ya había estrenado, entrenado y disfrutado, así que yo no iba ser menos y como no podía ser de otra forma, sentí en mi mano la polla de mi hijo, firme y palpitante, siendo toda una invitación a ser lamida y devorada por mi boca, lo que no tardé mucho en hacer, siendo una de las mamadas más ricas que he hecho en mi vida y el morbo que sentía, incomparable a cualquier otra cosa.
Estaba dándole placer a mi propio hijo, no como madre, sino como cualquier amiga que él podría tener para hacer esas cosas, pero sus primeros chorros de leche en mi boca me hicieron sentir nuevamente una puta, esa puta que ya satisfacía a mi abuelo siendo una niña, con mi boca sacándole la leche, pero prefería no pensar en todo eso y dejarme llevar, para disfrutar plenamente del sexo con mi hijo en este momento, llevándomelo a la cama que tenía al lado, dispuesta a ser follada por él, ya sin ningún pudor, mientras mi madre nos miraba atentamente con ganas de intervenir, pero prefería esperar a que me hijo me hiciera correrme por primera vez con su polla, colocándola entre mis piernas, dispuesto a entrar en el cuerpo sagrado de la madre que le dio la vida.
Cuando la tuve en mi interior, parecía que la sentía mucho más que cualquier otra polla que me hubieran metido en mi vida. Sentía como mi coño palpitaba a su alrededor, ansioso de exprimir hasta la última gota de su mágico semen, que tras follarme vigorosamente, se derramó en mi interior quemándome las entrañas, como si fuera una señal inconsciente de mi sentimiento de culpabilidad al disfrutar del sexo con mi propio hijo.
Pero todo lo que veía y había visto a mi alrededor, me hizo olvidar todo eso, porque a las imágenes de mi pasado, se sumó la visión de ver a mi marido follando a mi hija, como si eso fuera lo más natural del mundo, y a mi madre aprovechando la resistencia de un chico tan joven para volver a follárselo después de follar conmigo.””
Casandra felicitó igualmente a Mirella, diciéndole:
—¡Buufff!, menudo festín que te diste con tu hijo, pero lo que más te llenó de morbo fueron esos recuerdos que vinieron a tu mente, ¿no?
—Sí, es verdad. El recordarlo ahora, de esta forma, les dio una nueva dimensión. No me daba cuenta realmente de como los había disfrutado.
—Esa es la labor que tienen que hacer muchos escritores. Rebuscar entre sus recuerdos para construir sus historias. Tú lo has hecho muy bien y seguramente, esto te servirá para tus nuevas novelas.
—Desde luego. Siento que he abierto una caja llena de material para continuar escribiendo sobre todo eso que no me había atrevido hasta ahora.
Otro autor que había pedido entrar en una de esas habitaciones, era Marcos, y Casandra le había asignado la nº 5. Él no sabía lo que iba a encontrarse allí, porque a veces, las propias fantasías son desconocidas por uno mismo, hasta que no se encuentra de frente a ellas, pero este fue su relato:
““Yo tengo una hija, y suelo frecuentar las playas nudistas, junto a mi mujer y la niña desde siempre, habiendo podido observar en ocasiones, algunas situaciones morbosas que me habían llamado mucho la atención y me habían excitado.
En mis paseos por la playa, pude ver en alguna zona discreta, donde solían acampar familias extranjeras, algunas escenas que me dejaban un poco trastocado. Niñas de la edad de mi hija se estaban metiendo la polla de su padre en el coño, mientras ellos la sujetaban para follarla hasta que supongo que los dos acababan corriéndose.
A veces, después de acabar con su padre, él mismo se la ponía encima al abuelo para que pudiera follarla también. Parecían escenas de otro mundo, otra realidad que yo apenas había explorado con mi hija, con la que solo había tenido algunos juegos, pero sin llegar a follarla.
Después de pasar todas esas imágenes como flashes por mi cabeza, en esa habitación de los milagros, me trasladé a esa playa, en la que paseaba junto a mi hija por la orilla, donde otra niña estaba jugando con la arena, deteniéndose mi hija para ver lo que hacía, y poniéndose enseguida a jugar juntas.
Un poco separado, estaba un hombre, el que supuse que era el padre de esa niña y viendo que ellas se iban haciendo amigas, se acercó a mí, diciéndome con acento extranjero:
—Da gusto verlas tan bonitas con estas edades, ¿verdad?
Yo le contesté que obviamente sí, que se quedaba uno embobado mirándolas, continuando él, con toda naturalidad, la conversación:
—¿Tú la follas ya?
Me quedé mirándole, bastante sorprendido por esa pregunta tan directa, deduciendo rápidamente en mi cabeza, que él si debía de estar haciéndolo con la suya, para preguntarme a mí eso, como si fuera lo más normal del mundo, y sabiendo yo que esa playa era frecuentada por familias liberales, intenté seguir esa conversación tan extraña, pero atrayente a la vez:
—Yo no, todavía no……
—Pues yo empecé hace poco, porque la cría es muy caliente, pero claro, viendo lo que hay en casa……, será normal.
—Que son una familia liberal, me quiere decir….
—Sí, mi hija ha visto desde siempre como follamos con todos y ella se quería unir también.
—¡Vaya! Qué morbo, debe ser genial eso…
Yo miraba a su hija, con esos pechitos en punta y su vagina abultada, sin vello todavía, imaginándome la polla de su padre dentro de ella, mientras la mía empezaba a crecer un poco en ese instante por la excitación.
En esa frase, ese hombre me había dado un montón de información que me hizo ver de repente, como era su vida familiar, pudiéndome el morbo y la curiosidad de conocer al resto de la familia, lo que no tardó en suceder, porque la hija de ese hombre llevó a la mía hacia donde tenían las toallas y donde estaban su hijo y su mujer, que se presentó saludándome y teniendo el mismo tipo de conversación que su marido:
—Qué niña tan guapa ¿Sólo tienes a esta hija?
—Sí, es hija única.
—Bueno, nosotros queríamos la parejita —poniéndome una sonrisa pícara.
Que yo le devolví al intuir lo que quería decir, lo que después ella me confirmó:
—¿A tú mujer no le gustan los chavalines? —señalando al suyo.
—Creo que sí, me doy cuenta de cómo los mira……
Interviniendo en ese momento, el marido:
—¿Qué te parece si nos juntamos? Tenemos la caravana ahí detrás.
Diciéndome en un tono más bajo, aunque podría escucharle su mujer perfectamente:
—¿No te apetece follarte a mi hija?
Esa pregunta actuó como un resorte para mi polla, que acabó de ponerse en completa erección, aunque también implicaba que él haría lo mismo con la mía, a pesar de lo cual, yo creo que inconscientemente le contesté:
—Sí, claro.
Fui a avisar a mi mujer, teniéndole que contar lo que me había pasado, sin creerse mucho lo que le estaba contando, pero aceptando ella en ir a la caravana de estos nuevos amigos, llena de curiosidad. Al llegar, las dos mujeres empezaron a hablar con total confianza, ofreciéndole Hellen, que era como se llamaba esta mujer, a su hijo a la mía:
—Mira que pollita rica tiene ya. Yo no puedo dejar de tenerla en la boca y ya me folla de maravilla.
Mi mujer le miraba embelesada, acogiendo en su mano la polla de ese chaval, en continua erección, la que no tardó mucho en ponerse a mamar, incapaz de resistir ese deseo que quien sabe el tiempo que llevaría rondándole en la cabeza.
Al estar las dos mujeres entretenidas con el chaval, su marido me dijo:
—¿Pasamos dentro de la caravana con las niñas? Tenemos unos colchones ahí.
Yo, muy nervioso, le dije que sí, y allí me vi, dentro de esa caravana con la hija de ese hombre, a mi lado, esperando a ser acariciada por mí y hacerla todo lo que me apeteciera con ella, mientras veía como él cogía en brazos a la mía y se acomodaban en uno de esos colchones.
Mi hija, acostumbrada a sus juegos conmigo, se fue dejando hacer, mientras yo no podía quitarle el ojo, esperando que todo fuera bien con ella, pero a la vez intentaba concentrarme en la preciosidad que tenía junto a mí, empezando a sobar sus pechos, como dos pelotas de tenis, con unos pezones en punta para ser succionados sin fin.
Por un momento, conseguí olvidarme de mi hija, embriagado por la cálida piel de esa cría, que acariciaba por todos lados, agarrando su culito con más firmeza, abriéndole las nalgas para descubrir ese bello tesoro que ya emanaba su néctar.
Aunque me moría de ganas de meterle la polla de una vez, no podía dejar de pasar mi lengua por su vagina abierta y jugosa, que palpitaba esperando a ser penetrada, algo a lo que su padre la habría acostumbrado desde no se sabe cuándo, pero en un instante que miré hacia mi hija, vi como ese hombre había empezado a follarla, sin que yo escuchara ni una queja por parte de ella, disfrutando por primera vez con la polla de un hombre dentro de ella, así que yo hice lo mismo con su hija, resbalando suavemente mi polla en su interior, arrancándole esos estimulantes gemidos que amenazaban con hacerme correr antes de lo que desearía.
No sé quién se correría primero, si su hija o la mía, pero mi corrida fue antológica, como hacía tiempo que no recordaba ninguna tan intensa, haciéndome gritar sin contenerme, no queriendo sacar mi polla de ese tierno y maravilloso coño. Y cuando me relajé un poco, si pude ver el cuerpo de mi hija lleno del semen de ese hombre que también habría disfrutado también lo suyo de ella.
Por la ventana de la caravana, pude ver a mi mujer recostada sobre una silla, ofreciendo su coño al hijo de nuestros nuevos amigos, que se echó sobre ella, empezando a moverse para meter y sacar su polla de esa forma que le habría enseñado su madre para proporcionar el máximo placer a una mujer.
Terminada esta orgía familiar, nos despedimos de ellos, teniendo la sensación por mi parte, al menos, de si eso que había sucedido había sido real, o producto de esas habitaciones mágicas proporcionadas por nuestra anfitriona Casandra””.
Diciéndole Casandra, al terminar:
—¿Cómo te has sentido al escribir el relato?
—Pues como si hubiera vivido todo eso en realidad, porque más de una vez me lo había imaginado mientras paseaba por esas playas con mi hija y veía a otras familias como la nuestra disfrutando de esa forma desinhibida de lo que una situación como esa te puede ofrecer.
—Genial, pero el reto que tienes que conseguir ahora, es hacer sentir a los lectores eso mismo, que sientan que están viviendo todas esas escenas descritas por ti.
—Espero haberlo conseguido gracias a las enseñanzas de este Taller. Creo que todos los escritores deberían pasar por un lugar como este, para que sus historias estén vivas, tengan vida propia y los personajes agarren al lector y no les dejen salir de ellas.
Después de eso, nos quedamos charlando sobre las experiencias vividas allí, intercambiando opiniones y surgiéndonos nuevas ideas para seguir escribiendo este tipo de relatos.
Finalmente, la conclusión de ese “Taller de Literatura”, fue que no debemos dejar que nos roben nuestras fantasías y nuestros sueños, reclamando el derecho a vivir todo eso con libertad desde los relatos en los que se cuentan a los demás, para que se identifiquen con esas vivencias y puedan disfrutarlas igualmente.
uff mas rico el relato
—¿Quieres correrte en la boquita de la niña….?
Uff me corrí como loco leyendo esta parte!!