Hogar carenciado (CAP 1)
Es la historia de Paula y su hijo Franco que viven en un humilde hogar de un barrio carenciado, donde de la precariedad surge un gran amor..
Hogar carenciado:
En los humildes precarios de barrios humildes de las grandes ciudades, también hay historias para contar…
NOCHES LLUVIOSAS (Capitulo 1)
Es la historia de Paula y su hijo Franco que viven en un humilde hogar de un barrio carenciado, donde de la precariedad surge un gran amor.
En un barrio carenciado de la ciudad, en una humilde casita Vivian Paula y su hijo Franco. Ella era una hermosa morocha de 34 años con un largo y rizado pelo negro y una cálida sonrisa.
Mientras que Franco era un adolescente de 13 años curioso y enérgico, a pesar de las dificultades que enfrentaban en su día a día Paula se esforzaba por brindarle lo mejor a su hijo y mantener la alegría en su hogar.
Una mañana en la que Paula se encontraba sola en casa y decidió tomar un baño para relajarse, recordó que había olvidado la toalla para secar su hermoso cuerpo. Sin pensarlo dos veces salió del baño completamente desnuda en busca de una toalla. Lo que no sabía era que Franco ya había despertado y la observaba desde lejos. Completamente atónito por la imagen desnuda de su madre por primera vez.
Franco quedó totalmente impactado por la imagen de su mamá completamente desnuda, con ese cuerpo lleno de curvas y su concha llena de pelos negros. Aquellas casuales imágenes se grabaron en su mente de manera imborrables, despertando en el chico una nueva y desconocida atracción por mamá. A partir de ese momento, Paula se convirtió en la primera fantasía sexual de su propio hijo, una idea que lo excitaba y no podía evitar.
Obsesionado con la imagen de su madre desnuda, Franco comenzó a espiarla a escondidas buscando cualquier oportunidad para volver a verla sin ropa.
Cada vez que tenía la casa para él solo, se escondía en un rincón y la observaba con miradas furtivas, memorizando cada detalle de su cuerpo.
Pero no se conformó solo con espiarla a ella, Franco también encontró la excitación en cosas tan simples cómo escucharla meando en el baño, o ir al baño justo cuando ella salía, solo para masturbarse con su olor a mierda, y esto lo llevó también a oler sus bombachas usadas que encontraba en el ´precario bañito de la casa, cuando su mamá se acababa de bañar.
Los olores de su mamá despertaban en el chico los más bajos instintos que lo llevaba a hacerse las más brutales y enérgicas pajas pensando en ella.
En tanto Paula permanecía totalmente indiferente, ajena a las obsesiones y fantasías que ella había despertado en su hijo. Ella simplemente continuaba trabajando duro para sacar adelante su hogar.
La tensión en la casa aumentaba a medida que el chico se sumergía más y más en sus fantasías prohibidas con la mamá.
Pero todo cambiaría en una noche de intensa lluvia, el mal trecho techo de la humilde casita, filtraba una gran gotera en la habitación del chico y Paula le pidió que durmiera con ella en su cama.
Paula se encontraba acostada en su cama sintiendo cómo el sonido constante de la gotera en la habitación de Franco perturbaba su paz.
Era una noche muy fría en la humilde casita que compartían madre e hijo. Paula cansada de la gotera se levantó y fue a la habitación de su hijo para ver si podía dar alguna solución al problema. Pero al ver quera imposible detenerla, decidió invitar a su hijo a dormir con ella en su cama.
Franco no pudo resistir la idea de dormir junto a ella esa noche.
Esa noche al sentir el calor y la presencia de mamá en la misma cama y tan cerca, lo llenaba de un deseo incontenible.
Una vez en la cama, Franco abrazó a su mamá con fuerza y cariño, sintiendo cómo su corazón latía desbocado.
Recordaba claramente aquella única vez que había visto a su mamá completamente desnuda cuando salió del baño en busca de una toalla para secarse, aquel recuerdo seguía grabado en su mente. Y su pene reaccionaba con una erección que lo sorprendía y excitaba de sobre manera.
Paula por su parte se sintió abrumada por la ternura y el cariño con que su hijo la abrazaba.
Habían pasado años desde que no tenía la presencia de un hombre en su vida. Y en ese momento sentir a su hijo tan cerca despertó en ella emociones y sensaciones que la sorprendían.
Entonces en un momento de desesperación, ella se prometió dejarlo avanzar hasta el punto donde ella pudiera manejar la situación, sabía que era la adulta de la casa, y si bien se sentía muy sola y necesitada, y esta aventura con su hijo parecía la oportunidad ideal para un merecido desahogo, Paula no quería arrepentirse de nada al día siguiente después de esa aventura madre e hijo.
Entonces sin cortar el mágico silencio de la noche lluviosa, Paula se dio vuelta en la cama, quedando bocarriba y totalmente receptiva a los caprichos de su hijito y sus ocurrencias.
Franco interpretó este gesto de su madre cómo un aval a sus avances sobre el cuerpo de la mamá.
Paula suspiró y se prometió una vez más que solo le permitiría acariciarla, tal vez tocarle la vagina, pero que jamás habría sexo entre ellos.
El chico entonces viendo la actitud sumisa y receptiva de mamá, comenzó a acariciarle las tetas sin dejar de besarla en la boca.
Franco exploró con el tacto de su mano el relieve montañoso de las tetas de mami, y una vez agotada su exploración sobre esos cerros gemelos, con su mano bajando suavemente por el vientre de mamá, se embarcó a la conquista y exploración de “nuevas tierras” cual navegante europeo de otras épocas.
Paula lo podía sentir bajando por su vientre por encima de su camisón, y lo disfrutaba tanto o más que él.
Ella podía sentir cómo los latidos del corazón se disparaban en su pecho y su respiración se aceleraba.
Una vez más volvió a repetirse en su mente, que solo lo dejaría avanzar un poco más, que no perdería el control con su propio hijo, para ella lo de esta noche sería un pequeño desahogo, y para su hijo una gran e inolvidable aventura, llena de aprendizajes que le resultarían muy útiles en el futuro.
Pero justo cuando terminó de repetirse estas palabras en su mente una vez más, Paula sintió cómo la mano de Franco llegó a su vagina.
Ella no pudo evitar estremecerse casi de inmediato, cosa que su hijo pudo notarlo perfectamente, cuando todo el cuerpo de Paula se tensó y ella casi jadeó dentro de la boca de su hijo que no dejaba de besarla, ahora ya mucho mejor que al principio.
Paula al sentir la mano de su hijo en su vagina, inmediatamente abrió las piernas, y la mano de su hijo se posó firmemente sobre su vagina.
Paula muy suavemente levantó su camisón, hasta que la mano de Franco se posó esta vez en su bombacha y siempre encima de su vagina.
Franco sintió entonces cómo la mano de mamá se puso sobre la suya, la acariciaba suavemente y la presiona cuidadosamente sobre su vagina, invitándolo a acariciársela sobre la bombacha, y Franco entendiendo la intención de la mamá, así lo hizo.
Así estuvieron un largo rato, sin hablarse, solo caricias y besos en la oscuridad del cuarto de mamá oyendo la lluvia caer allá afuera.
De repente Franco sube un poco su mano hasta llegar al elástico de la bombacha de Paula, e intenta sin éxito meterla por dentro para acariciarle la concha a mamá por primera vez en su vida, y por primera vez en su vida tocar una concha a sus juveniles 13 años.
Paula viendo el intento fallido de su hijo, y adivinando su intención, se quedó paralizada por unos segundos sin saber qué hacer.
No estaba segura cómo iría a reaccionar ella misma al sentir la mano de su hijo en la concha.
Era casi seguro que él no sabría cómo tocarle aquella zona ten íntima, delicada y sensible, por lo que ella tendría que enseñarle guiándolo tal vez con su propia mano, para evitar hablarle y romper ese silencio mágico entre ellos en la oscuridad del cuarto.
Pero Paula tomó coraje y entonces levantó el elástico de su bombacha verde para permitirle a Franco meter su mano por dentro y llegar a tocarle esa concha que tanto deseaba desde hace ya un buen tiempo.
Ella al sentir esa mano por dentro de la bombacha acariciándole su concha, jugando con los vellos del monte de venus, cerró sus ojos y se entregó totalmente al placer abriendo más aún sus piernas para ofrecerle mayor comodidad a su hijo.
Franco estaba atónito con las sensaciones que sentía al acariciar aquella mata de vellos negros que rodeaba la cancha de su madre, su pene se puso más duro que nunca, y ya poco le faltaba para tener un orgasmo en su calzoncillo sin siquiera estimularse o mucho menos pajearse.
Entonces Paula le empujó uno de sus dedos dentro de la zanjita de su concha e inmediatamente el dedo de Franco se hundió en la concha de su madre, quien de inmediato comenzó a temblar, y su cuerpo se estremeció totalmente.
Entonces Paula comenzó a guiar los movimientos de la mano de su hijo, haciéndolo entrar y salir de su cada vez más empapada concha peluda.
El chico pareció aprender rápidamente el movimiento para pajear a mamá, y pronto Paula se confió y le soltó la mano, para entregarse definitivamente al inmenso placer que su novato hijito de 13 años le estaba provocando.
Ella quería gemir, jadear, gritar, aullar o hasta por qué no llorar, para expresar su placer, pero luchó hasta el final con todas sus fuerzas para permanecer en silencio oyendo la lluvia, mientras su hijo la acercaba cada vez más y más a un gran orgasmo cómo hace tantos años no sentía.
Paula luchó por quedarse callada para no alarmar a su hijo, o para no quedar cómo una “mujer de la calle” frente a su hijito querido. Y así fue cómo en pocos minutos más, su cuerpo se arqueó y se estremeció cómo hacía años no le sucedía y fue ahí que Paula alcanzó su gran orgasmo con la fenomenal paja que le hizo Franco.
Ella sentía que no podía más, estaba exhausta, y su hijo seguía masturbándola, ya provocándole dolor, por lo que ella le retiró la mano, se la besó tiernamente, y se la puso en su nariz y boca para que sintiera el aroma de su mamá que tanto lo amaba.
El chico olió, lamió y chupó sus dedos impregnándose de los olores y sabores de mamá por primera vez.
Entonces Paula sintiéndose en deuda con su hijo, lo hizo ponerse bocarriba, y liberándole el pene del calzoncillo, lo tomó con su mano, cerró sus ojos y disfrutó de tener la verga de Franco entre sus manos y poder medírsela.
El tamaño de la verga del hijo de Paula no parecía grande, más bien quizás un poco pequeño, pero
eso no le importó a su mamá, quien igualmente sintió que estaría orgullosa de tenerlo bien adentro una de estas noches, pero por ahora lo más importante para Paula era devolverle el placer a su amado hijito.
Entonces, Paula empezó a pajearlo suavemente.
– ¡Aj, ah…! aaaaahhhh, mamá, aaaaaaahhhh, que bien me pajeás, aaaaaaaaaahhh! Dijo Franquito entre gemidos, mientras su mamá lo masturbaba mirándolo en la oscuridad con una gran y tierna sonrisa.
– ¡ Aaaaaaaaaaaa!. Volvió a gemir el chico con su orgasmo, bañándole la mano a su mamá con semen caliente que salía a chorros de su verga para estrellarse contra las sabanas y caer sobre la mano de Paula.
Ella lo besó tiernamente en la mejilla, y se durmieron abrazados hasta el otro día.
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