Incesto al amparo de la lluvia
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
El agua caía a torrenciales. Llovía desde hace más de media hora y todo pintaba a que seguiría lloviendo. Serían las cuatro de la tarde aunque parecía que ya entraba la noche.
Más de alguna de mis hermanas se había puesto su suéter. – Hace frio – argumentaron -. Cada quien se entretenía en lo que podía, unas platicaban largamente en el cuarto con mama, otras se habían encerrado a chismosear en sus cuartos y porque no decirlo quizá alguna aprovechaba para echarse un polvo con su marido. Era lo bonito de vivir en una casa grande, de finca. De corredores grandes y rodeada de árboles. Un patio de considerable extensión separaba la casa de otra más pequeña que servía de cocina y para guardar leña.
– ¿Y las chamacas? – pregunto mi prima quien había llegado a visitarnos -. Quizás preocupada por su hija, una chiquitita de 13 años, muy guapa, quien me recordaba a su madre de pequeña.
– Han de estar en la cocina – le respondió una de mis hermanas –
Efectivamente, ahí estaban. Pasaban el agua, porque llovía como si fuese otro diluvio universal. Mi prima le dijo que no fuera a salir, que se quedara ahí hasta que pase el agua. Que se abrigara o que se calentara, total estaban en la cocina. – Si – respondió su hija –
Algo no me cuadraba. Esos encerrones de mis sobrinas casi siempre tenían como objetivo, tener sexo. Porque según deduje deberían estar las dos hijas de mis hermanas y de seguro mi sobrino.
Eran unas calenturientas a pesar de tener 11 y 13 las hembras y el varón igual de 13, si lo sabría yo que tantas veces había disfrutado de sus jueguecitos sexuales. Incluso podría presumir que conmigo habían iniciado.
A fin de disimular entre a mi cuarto e hice como dormiría un rato, pero solo entre por una algo para cubrirme y sin que se dieran cuenta en la casa grande me fui rumbo a la cocina, tratando de no hacer ruido me acerque y como no tenía puerta pude ver lo que ya imaginaba. La hija de mi prima y mi sobrina menor en cuclillas mamándole el pene a mi sobrino, la mayor estratégicamente colocado en el hueco de la ventana vigilando en dirección a la casa grande, eso sí, también dándose dedo como toda una putita. Hola – dije – ante la mayor cara de asombro y miedo que puede imaginarse en una niña de 13 años cuando la descubren con una verga en la boca. Mis sobrinos igual se quedaron congelados.
– Sigan –les dije –
Y sin dar tiempo a pensar camine hasta donde estaba mi sobrina Vanesa mi sobrina y le pregunte si necesitaba ayuda al tiempo que con una mano tocaba su vulva. Estaba mojada, lo que me decía cuan excitada estaba. Sutilmente me abrió sus piernas para dejarme explorar su cosita a mi antojo, eso sí, sin dejar de vigilar, aunque estaba demostrado que en eso no era una experta como lo era en el sexo.
El contacto de mi lengua le hizo emitir algunos gemidos, lo que quizá hizo que nuestros acompañantes volvieran en sí y continuaran con lo que habían estado haciendo. De reojo pude observar que Mariana la hija de mi prima estaba muy pendiente de lo que le estaba haciendo a Vanesa. Ernesto mi sobrino bufaba al son de las dos golosas que tenía en su palo, lo vi cómo le indico a Raquel (Era su prima) que se pusiera a cuatro para luego después colocarse detrás suyo y empezara a rosarle la entrada con su pito hasta penetrarla de una sola estocada y así aferrado a sus caderas como estaba empezó a cogerla sin mayor prisa, Mariana se magreagaba el chocho como si en ello le fuere la vida. – Vente para acá – le dijo Vanesa indicándole con su mano que se acercara a nosotros y sin dejar de vigilar para no ser sorprendidos. – Ven – le repitió – Conociendo a mi sobrina, estaba a punto de acabar. Dicho y hecho, gran cantidad de líquidos se escurrieron en mi boca. –UUUUUMMMM gimió.
Quizás el gemido del orgasmo de mi sobrina pudo más que sus palabras, porque ahí estaba Mariana junto mí, desnuda, excitada, con sus pequeños pechos erectos a más no poder, tanto que al contacto de mi mano se erizo por completo y suspiro prolongadamente. – Ven – le dije llevándola hasta colocarla sobre una mesa en donde normalmente se ponían los platos y empecé a lamerle la raja. Era deliciosa, vulva joven con ganas de ser penetrada, el clítoris tan duro como piedra, a mis lamidas casi lloraba. – No dejes de ver afuera amor – le dije a Vanesa mientras me desabrochaba los pantalones y dejaba caer mi verga que increíblemente estaba a medio parar. Eran 17 cm de carne y bastante gruesos que dentro de poco se irían a perforar esa cueva que para mí era de estreno. Mis sobrinos seguían en su cogida, ahora el acostado en unos cartones y ella cabalgándolo. Vanesa seguía dándose dedo a pesar de haberse corrido y en su tarea de vigía.
Por un momento pensé que los gemidos de Mariana podían delatarnos, sino fuese por la lluvia seguramente se escucharían en cualquiera de las habitaciones de la casa. El sentir mi verga en su entrada la puso tensa por completo, la vi cerrar sus ojos y apretar su boca, detuvo su respiración como cuando esperas una inyección. A pesar de estar muy lubricada no fue capaz de soportar más que la cabeza en la primera embestida, una mueca de dolor se dibujó en bonito rostro. Me detuve. Mis sobrinos seguían en lo suyo.
Como sentí que Mariana seguía rodeándome con sus piernas otra vez empuje, estaba estrechísima. De nuevo me detuve. Vanesa nos observaba. Raquel y Ernesto cambiaban de posición. Estaban de misionero.
Un empujón más y ya estaba media verga adentro, otro más y vi su nalgas a centímetros de mis huevos. La hale sin más y ahí estaba mis 17 cm de verga adentro. Lo demás fue sencillo, esperar para luego empezar el mete y saca. Mis sobrinos habían terminado, Raquel afanosamente le limpiaba cualquier rastro de semen a su primo, Vanesa seguía en su tarea de vigilante.
– ¿Ahí Mariana? – se escuchó que preguntaban desde la casa –
– Si – Respondió Vanesa –
– Dile que espere que termine de llover, que no se vaya a estar mojando.
– Si – respondió – Mariana, dice Tía María que no te vayas a mojar – dijo dirigiéndose a Mariana con una sonrisa irónica –
Aquí esta tía, está calentándose.
Cada entrada en ese chocho era una ricura. Apretado pero suave, caliente, húmedo. Eso aunado al sentir ese gordo culo moviéndose en dirección contraria en busca de mi polla, los pechos erectos y los gemidos de Mariana me hicieron llegar a un sabroso orgasmo, más aun al sentir que ella igual estaba acabando de una manera exagerada. Sus quejidos dando gracias no se escucharon por la lluvia. Mariana quedo con ida, aferrada a mí con sus piernas, su respiración casi imperceptible. – Que rico –dijo –
– Ya se está quitando el agua – dijo Vanesa –
Y como si fuese la señal esperada, Raquel y Ernesto se empezaron a poner sus ropas. Vanesa seguía observando. – Pásame mi falda – pidió a Ernesto su hermano ya que ella nunca se quitó su blusa para parecer que estaba vestida si alguien observaba de afuera. Yo igual me puse mis pantalones, camisa. Me coloque mi capa para cubrirme del agua y no sin antes despedirme de mis sobrinos y mi nueva víctima me fui a mi cuarto con el cuidado no dejar que alguien pudiera ver de dónde iba.
– Mariana – escuche que gritaban afuera – Ya está dejando de llover.
– Si ma – respondió la voz de la niña que 10minutos antes había tenido hasta el tope –
Como estaba en bóxer no pude evitar meter mi mano bajo y tocarme la verga para luego decir para conmigo mismo: ERES UN DEGENERADO y sonreí.
Luego les cuento como me cogí a la madre de Mariana.
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