INCESTO ARDIENTE
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por zoohot.
Un grupo familiar común y de clase media.
Padre y madre de costumbres muy conservadoras y dos hermanos: OSCAR, atractivo aunque delgado, poco amigo de los deportes y muy apegado al estudio, silencioso, desde el comienzo de su adolescencia sobrellevando una atracción homosexual muy tapada y reprimida (el entorno familiar y social no lo tolerarìa). Su personalidad no lo hacìa muy popular entre los amigos y amigas, y no promovía la admiración y elogio de sus padres, que hubieran preferido un hijo mayor màs “machote” y menos intelectual y reservado.
El otro hermano, GIAN, bello, muy bello, pese a su corta edad con un rostro atractivo y una expresión viril. Desde muy chico aplicado a la pràctica exitosa de deportes (natación, fútbol y artes marciales) en lo que era un ideal compañero del padre que gustaba mucho de la deportiva y al aire libre. Era el favorito de papà y mamà, el màs consentido. Siendo el favorito, se le permitìa llevar màs largo su cabello castaño claro y usando cortes siempre a la moda, vestir en forma màs informal, y hacer a su voluntad. Gian era “el machito”, festejado por los padres, tolerado en su poca aplicación a los estudios, centro de atención y admiración de amigos y amigas. Habìa entrado a la adolescencia con un cuerpo virilmente marcado por el deporte, siempre bronceado, muy erótico.
En la casa familiar los dos hermanos compartìan un amplio cuarto, donde todo estaba dispuesto al antojo y comodidad de Gian, el favorito, mientras que Oscar aceptaba y consentía en silencio, un poco por imposición familiar y otro tanto por simpatía hacia su hermano menor. Tenìan una buena relación, signada por la dominación permanente de Gian sobre Oscar; este último reconocía la condición de macho alfa del primero.
Oscar debía reconocer íntimamente que se sintió atraído por la hermosura y virilidad de Gian. La pubertad había estallado con fuerza en el màs chico, que acostumbraba salir de la ducha, ir al cuarto y permanecer desnudo incluso ante su hermano, luciendo su cuerpito marcado y perfecto y su sexo ya desarrollado, enorme y generalmente erecto. Piel aterciopelada y lampiño, salvo en las axilas y el pubis donde desde temprano anidaba una abundante vellocidad.
Sexualmente ardiente, en las noches y echado en su cama, Gian se masturbaba violentamente ente gemidos, siendo indiferente a la presencia de Oscar, quien enloquecía de atracción por el vigor del otro machito. Incluso, podría decirse, que lo hacìa ex profeso para demostrar al hermano mayor su machismo y de algún modo desafiarlo. Oscar disimulaba como podía su atracción, pero se mantenía en silencio e inactivo reprimiendo sus emociones. Le fascinaba observarlo, sentir sus olores, contemplar como desenfadadamente mostraba su virilidad.
Una noche, estando los dos ya acostados, Gian –completamente desnudo y erecto en su cama- hizo un gesto a Oscar para que se acercara. Oscar se sentò en el borde de la cama de su hermano, quien le dijo: “Mirà, tocà…”. Tìmidamente al principio, pero màs intensamente al notar la complacencia de Gian, Oscar comenzó a sobar los huevos y la enorme verga de su hermano, notando como èste se tensaba y jadeaba de placer. A los pocos minutos, la verga de Gian soltaba gran cantidad de jugo preseminal, y le ordenò a Oscar “Chupà, chupaaaà!!”. Ya fuera de control la situación, Oscar diò libertad a sus deseos contenidos y lamiò y mamò profundamente el sexo de su hermano, disfrutando los olores y sabores del machito. Despuès de fuertes embates, Gian eyaculò abundamentemente en la boca de Oscar y exigió que tragara el esperma.
Fue intensa esa noche, porque Gian –insaciable- impuso a Oscar que se la mamara dos veces màs. Al fin se durmieron, Gian satisfecho en su lujuria y Oscar colmado de semen, y enamorado de su macho alfa.
A escondidas, el imperio de Gian sobre Oscar se repetía dìa a dìa, noche a noche. En cualquier momento de intimidad o soledad, Gian exigìa a su hermano que le entregara la boca para vaciar sus espermas. Y Oscar se sometìa gustoso a la lujuria adolescente de su macho, que lo seducía quedándose con el torso desnudo y marcando sus fibras musculares demostrando su machumbre.
Asì las cosas, la relación ìntima continuò un tiempo. Hasta que un dìa, los padres salieron antes del mediodía con la intención de pasar la jornada fuera de casa hasta el anochecer, dejando a los hijos solos con muchas indicaciones. Habiendo partido los padres, Oscar observò que Gian no había programado hacer nada fuera de la casa, y lo notò ansioso y nervioso. Le hablaba poco, constantemente se pasaba la mano por el cabello, iba y venìa por la casa.
En un momento Gian llamò a Oscar desde el cuarto. Al entrar, Oscar encontró a su hermano desnudo, erecto, sentado en la cama. Gian le exigió que se desnudara. Se la hizo mamar como de costumbre, pero al poco rato exigió a Oscar que se acostara boca abajo. Cuando lo hizo, Gian le manoseò fuertemente el culo y se lo oliò; enseguida lo montò, se aferrò a su cuerpo y mordisqueándole el cuello, colocò su verga durísima entre sus nalgas, buscando el ano. En varios embates, lo penetrò violentamente arrancàndole un grito. Pero no le importò, lo sujetò con màs fuerza y –completamente penetrado- comenzó a darle y darle furiosamente, entre gemidos.
Oscar vivió todo con sorpresa y al mismo tiempo con placer, sintiendo como se marcaban los músculos de Gian y –finalmente- percibiendo los latidos de su verga en la vigorosa eyaculación que le colocò en lo profundo de su recto.
Gian había sometido a Oscar y se sintò macho dominante. Su lujuria adolescente se disparò y sometió a su hermano varias veces màs a lo largo del dìa. Desde entonces lo hizo su hembra. “Es nuestro secreto, no se lo contàs a nadie” le exigìa.
Naciò asì una incestuosa relación; noche tras noche, dìa tras dìa, Oscar era sometido y fecundado por su macho. Y asì durante varios años.
En otro relato, completarè la continuación de esta historia de placer.
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