Incesto lesbiano
Madre e hija, y su locura orgásmica… .
¡Hola! Me llamo Bianca y soy mexicana… se que siempre que alguien manda un relato como este, dice que de «verdad» ocurrió, pero en serio este sí ocurrió. Tengo veintiún años y vivo con mi madre… mi madre. Es una mujer sumamente bella, muy llamativa de muchas maneras ¡Sentí celos tantas veces de su cuerpo casi perfecto, de su carita hermosa! Se llama Mari Carmen, tiene 45 años, es soltera –divorciada, pues- desde hace unos cinco años y trabaja como diseñadora en una empresa muy grande. Es rubia y no muy alta, sus medidas son: 96, 61, 90; tiene los ojos claros, las piernas firmes y esbeltas, los labios sensuales y delgados, sus senos tienen forma de gota, sus nalgas son firmes, enormes… hasta hace muy poquito, se me hubiera hecho inconcebible una descripción de esa mujer que bueno… nunca había contemplado como una mujer; pero no me adelanto…
Desde que se separó de mi papá – y desde antes creo- no le han faltado pretendientes, pero a ninguno le vio las suficientes cualidades como para llegar a algo, y desde hace mucho se ha dedicado únicamente a su carrera, en la que, por supuesto, es de las mejores.
Ahora, tampoco crean que soy un patito feo… ¡para nada! Cierto es que mi mamá es hermosa, y sin falsa modestia, puedo decir que heredé muchas de sus cualidades… tampoco soy muy alta, soy rubiecita, y las partes que más me gustan de mi cuerpo, heredadas de ella, son mis ojos que también son lindos, azules; y mis pechos que tienen el tamaño para hacerme orgullosa.
Recién terminó el verano, y esta historia ocurrió a mediados. Mis amigas de la escuela habían hecho un plan para ir a la playa recién saliendo, pero mi mamá no me dio permiso de ir con ellas: argumentó que no había dinero, que mis calificaciones no eran muy buenas, en fin; buscó mil pretextos para no dejarme ir, y no me dejó. Yo me enojé como era de esperarse, y me preparé para un verano encerrada en la casa, sin amigas, y de malas con ella.
La verdadera causa para no dejarme ir, y las dos lo sabíamos; era que mis amigas son de ese tipo de chavas sin límites, por decirlo de alguna manera… salen y se acuestan con cuantos chavos pueden, se emborrachan, creo que alguna hasta se mete drogas. A mí tampoco me gusta mucho lo que hacen, creo que principalmente porque me educaron para ser una señorita de su casa; pero al final de cuentas, son mis amigas.
En fin que los primeros días de las vacaciones me la pasaba viendo la tele, hojeando revistas, metida en iternet; buscando formas, en fin; de matar el tiempo. A mi mamá no quería ni verla… me levantaba tarde para no encontrarla, y me acostaba temprano para no tener que cruzar palabra con ella -¡me tenía de malas!- Los fines de semana cuando no podía escabullirme a la plaza, procuraba quedarme encerrada en el cuarto y cuando por alguna extraña razón teníamos que salir juntas a comer o cualquier cosa, nuestras pláticas se reducían a esporádicos monosílabos desencantados.
Así pasaron dos semanas. Un cierto martes o lunes – suelo perder la percepción del tiempo cuando no voy a la escuela- pasó algo inesperado. Mi mamá llegó ya tarde como de costumbre, y como siempre, se metió a su cuarto, se cambió la ropa, se metió a la cama y se quedó viendo la televisión. Nunca realmente me había preocupado, siquiera interesado por lo que veía en la noche, y nunca me hubiera enterado si no me hubieran detenido ciertos sonidos que escuché saliendo de su cuarto, cuando iba camino a la cocina. El volumen de la tele estaba casi al mínimo, pero podía distinguir gemidos. Al acercarme más, pegando casi, casi la oreja en la puerta, pude comprobarlo. Entre abrí poquito, el espacio necesario para mirar con un ojo la tele y pude constatar lo increíble: mi mamá estaba viendo una película porno, una de esas donde solo salen mujeres. En ese momento estaban dos rubias en un baño besándose y acariciándose. La primera de grandes ojos negros, piel blanca y pechos enormes estaba sentada sobre el lavabo, medio desnuda, pellizcándose un pezón con una mano y acariciando con la otra la cabeza de su amiga que se deslizaba por su cuerpo dejando besos en su abdomen, mientras con su mano frotaba la vagina de la primera sobre las pantis. La escena no me asustó, porque bueno, yo ya he tenido experiencias con otras chavas; es más puedo decir que me excitó un poquito porque además, las actrices estaban preciosas; lo que me puso en jaque completamente fue la imagen que vi del otro lado de la tele.
Sobre la cama desordenada, estaba mi mamá recostada, apenas vestida con un precioso conjunto de brassier y pantis de encaje color lila. Tenía los ojos cerrados perdidos en el placer más profundo; dos dedos de su mano izquierda estaban metidos en su boca: los lamía, los besaba, los movía adentro y afuera, luego en círculos; de pronto los mordía tratando de acallar sus gemidos, y sin embargo su respiración era agitada, violenta, inocultable. Presionaba sus senos que el brassier apenas alcanzaba a cubrir uno contra el otro con sus codos, eso y su respiración salvaje les proporcionaba dimensiones magníficas mientras que la luz de la televisión revelaba su tersura alucinante, la silueta de sus pezones endurecidos, y el contorno de su aureola que a causa de la presión, ya empezaba a asomarse. Sus piernas se movían ansiosas, aprisionaba con sus muslos brillantes y fuertes su mano derecha que escarbaba en el interior de sus pantis cada vez más profundo, cada vez más intensamente.
Aquello era la visión de un poema, un poema mórbido y perverso… no se trataba únicamente de una mujer hermosa de piel ardorosa y suave devorada por el calor de sus fantasías; se trataba de mi madre, de mi madre que dejando a un lado su disfraz conservador y aburrido se volvía una hembra deliciosamente salvaje que explotaba ante la imagen de dos chicas que recorren su cuerpo y su forma, que se aprenden, que se tocan…
Traté de contemplar la escena hasta el clímax, pero ya estaba a mil. Sabía que si me quedaba un momento más estallaría, develando mi presencia, y echando a perder ese delicioso momento. Rápidamente y sin hacer ruido corrí a mi cuarto y me encerré. Me masturbé como nunca, me empapé pensando en ella, en su piel, en su excitación; en ese olor salado que rondaba por la alcoba oscura; en sus piernas esculturales y el tesoro que guardan, en su abdomen y sus pechos, y en como la luz del aparato remarcaba sus líneas finas, y su tersura… me incliné a besar mis senos pensando que eran los suyos, me relamí los dedos imaginando que era su humedad la que me llenaba… me vine una vez, y otra, y otra, hasta quedar exhausta.
El día siguiente fue muy similar a los anteriores, mi mamá se fue temprano, yo me levanté ya tarde (había quedado exhausta) y no la vi. Pero las imágenes de la noche anterior seguían en mi mente, seguían electrizándome, y la excitación lejos de irse, iba aumentando. Corrí a su cuarto desnuda (bueno, solo me dejé mis pantis) y empecé a esculcar todo: en el último de sus cajones encontré varios conjuntos de lencería preciosos de seda y de encaje que nunca me imaginé que existieran. Revisé cada uno de ellos figurando como el delicioso cuerpo de mi mamá encajaba en ellos, los besé, los olí, los froté contra mi cuerpo, contra mi cara y mis tetas tratando de llenarme del suave candor que aún ardía en algunas piezas; Seguí escarbando, buscando los rastros de los extraños placeres de mi madre; en el fondo del armario, en una caja de cartón, encontré toda una colección de videos y dvd’s porno, todos lésbicos… puse el primero que encontré y me tendí sobre la cama; la misma cama donde anoche mi mami estaba gozando como una loca. Abrí mis piernas exponiendo mi vagina húmeda como si se la ofreciera a ella, empecé a acariciar mis muslos con su ropa, con unas pantís negras, mientras lamía mi dedito entre gemidos… deslicé después mi mano entre mis tetas, por mi abdomen, como pude que quité los calzones, jugué con mis bellitos y luego froté mi clítoris que ya esperaba ansioso una caricia…
Los sonidos y las imágenes del video, los recuerdos de la noche anterior, y las ideas que poco a poco invadían mi mente me sumieron en el placer más profundo… Me quedaba claro que mi mamá era lesbiana, o por lo menos tenía fantasías con otras mujeres… pero, ¿ con quién soñaba? ¿quién la excitaba? Estaba segura que no era ninguna de sus amigas que yo conocía; a lo mejor era una chavita del gimnasio que nunca había llevado a la casa… sí, eso era lo más probable… seguro tenía encuentros con ella en el sauna; seguro era igual de hermosa que ella, tal vez más joven… seguro cuando fundieran sus pieles húmedas, chocando pezón con pezón como en un beso, tendría esa misma expresión de placer que la noche anterior tenía en el rostro…
Desde hacía mucho tiempo había dejado atrás el tabú del incesto: cierto, mi madre estaba en el centro de mis fantasías, pero al final de cuentas eran solo fantasías, no tenían nada de malo. Además, estaba conciente, de alguna manera muy en el fondo, que lo que hacía tan delicioso esas fantasías, a parte de la imagen del cuerpo escultural de mi mamá, su rostro de placer y demás, era precisamente el hecho de que fuera mi mamá, no sé, supongo que soy un poquito pervertida…
Me masturbé sobre su cama, luego me metí al baño y continué, así pasé casi toda la mañana hasta quedar rendida de nuevo. Después me puse a descansar soñando en la noche, pues sabía que era muy probable que la escena se repitiera otra vez.
Dicho y hecho: Mi mamá llegó, se metió a su cuarto, se cambió (igual que siempre, pues) y yo me hice la dormida, hasta cierto momento, ya entrada la madrugada, que me levanté y fui a su cuarto. Como esperaba en la tele estaba puesta otra porno de lesbianas y mi mamá estaba sobre la cama masturbándose.
En esa ocasión estaba completamente desnuda; solo que en una posición más interesante: como una perrita tenía sus nalgas levantadas, su rostro sobre la almohada su mano derecha frotaba su vulva empapada, y con la otra se estrujaba y se pellizcaba un pezón. Era un espectáculo increíble: era fabuloso ver ese culo grande y firme expuesto, indefenso: bien pude haber entrado y no me hubiera notado; me pude haber acercado después a ella, aprisionado sus caderas, besado sus nalgas, lamido su ano y su vulva: estaba tan excitada que no hubiera puesto la mayor resistencia; pidiéndole que no se moviera, que se mantuviera en la misma posición me hubiera podido quitar la ropa; tallado mis vellitos contra su vagina deliciosa para empaparlos de sus jugos y después, entre beso y beso, hubiera podido terminar de masturbarla con mi pezón endurecido…
No pude más, mi excitación llegó a tope, y sin preocuparme si me veía o no; empecé a tocarme, a meterme los dedos como una loca, intentando igual que ella acallar mis gemidos mordiéndome los labios, y sin embargo, no pude: en un cierto momento un ruidito de placer salió sin control de mi boca, distrayéndola y alertándola de mi presencia.
Mientras se incorporaba y se ponía la bata, yo salí corriendo a mi cuarto; no tardó mucho en alcanzarme.
Traté de hacerme la dormida, pero seguía excitada, nerviosa y apenada y se notaba en mi respiración.
– Bianca, hija, ¿estás dormida?- dijo con la voz todavía cortada por la calentura. Luego se acercó a la cama y se sentó a mi lado. Sin poder seguir fingiendo, medio me incorporé sin atreverme siquiera a verla a la cara, me senté apretándome las rodillas, tratando creo que ocultar el olor todavía fuerte de mi excitación.
eso que viste- continuó, también llena de pena. Yo no acerté decir nada… me sentía descubierta, no solo por haberla visto; sentí que ella de pronto descubría todo lo que había hecho en el día, todas las ideas que había tenido… solo la observaba de reojo tratando de explicarme las cosas con la mirada clavada en el piso: aún ahí se veía despampanante, con el cabello todavía desordenado, con los senos expuestos debajo de la leve bata… sabía que era el peor momento para pensar en eso, pero no podía dejar de hacerlo.
Entiéndeme- continuó- soy una mujer sola, una mujer con necesidades- me miró esperando algo de comprensión o compasión, no sé; y luego dijo: ¿no me dices nada?
¿qué quieres que te diga?- le respondí.
No se, dime lo que piensas, o que, ¿no me vas a decir que nunca lo haz hecho?- me dijo mientras, sucedió lo más extraño, empezó a acariciarme la pierna muy lentamente- dime, ¿no te masturbas?
No se. – la verdad no supe que contestar-
Eso no es cierto- su caricia empezaba a tomar un carácter, digamos, poco maternal…
Dime la verdad, Bianca, ¿ves? no tiene nada de malo, ayer me dí cuenta que me estabas viendo. Y hoy si me di cuenta de lo que estabas haciendo- Me quedé congelada cuando escuché eso.
Dime, ¿Crees que soy bonita?
¡No se mamá!- dije como tratando de ocultar la verdad latente, y de negar tal vez lo que presentía que venía.
Cuando eras chiquita, decías que era la mamá más linda del mundo- me dio un beso en la rodilla y continuó- ¿ya no piensas lo mismo?
No, no es eso- dije ya más «calmada» (si a eso se le puede decir calmada) mientras su caricia en mi pierna se multiplicaba por mi hombro y se hacía más profunda…
Yo también te veo a veces, ¿sabes? Me gustaba verte cuando eras chiquita porque eras una niña lindísima… y más ahora que te estás convirtiendo en una mujer tan hermosa… dime, ¿qué sentiste ayer que me viste? ¿ te excitaste?- acerté con la cabeza, y tras acariciarme el cabello continuó- ¿ te masturbaste?- acerté nuevamente, atreviéndome por fin a cruzar mi mirada con la suya…
¿Te cuento un secretito? A veces cuando te metes a bañar me quedo quietecita sin hacer ruido, te veo y hay veces que también me toco al mirarte- decía mientras sus caricias se hacían más profundas, más evidentes: su mano ya estaba plena (y deliciosamente) acomodada sobre mi pierna, había retirado lentamente el borde de la camiseta que uso para dormir descubriendo la parte superior de mis piernas y la orillita de mis pantis… cada vez se acercaba más y más al interior de mi muslo y a mi ingle.
Ves, no tiene nada malo. Por ejemplo, ayer me di cuenta que te gustaba verme, y sabía que hoy ibas a regresar, y bueno, quise darte algo especial- al decir esto, rozó intencionalmente mi vagina, arrancándome un gemido que venía guardando desde hacía un rato. Tenía miedo, digo finalmente había fantaseado mucho con ella, pero nunca había pensado seriamente en pasar a otro nivel. Pero mi excitación era impresionante. Estaba muy mojada y era evidente, mis pezones estaban endurecidos y mi boca entre abierta.
Ven- me dijo separándose de mi y tomándome de la mano.
¿a dónde?
Ven, te quiero enseñar una cosita…
Fuimos a su cuarto, abrió su cajón y sacó uno de los conjuntos de lencería, uno blanco de encaje. Me pidió que me lo pusiera, y así lo hice. También me pidió que me desnudara lentamente, primero creo que me ví muy torpe, muy burda, luego dándome cuenta de lo que estaba pasando, traté de verme sensual, pero todavía con mis ojos cerrados.
Cuando los abrí ella ya se había quitado la bata, y me miraba fijamente. Su cuerpo era fantástico: sus tetas eran enormes y sus pezones rozados; su cintura chiquita daba paso a unas caderas anchas y lindas que enmarcaban su triangulito de vellitos tupidos, rizados y desordenados. Se acercó a mi con una decisión avasallante, se detuvo a unos milímetros de mi cuerpo para volverme loca con el calor de su piel, y mientras acariciaba suavemente mi cintura con sus dedos, me susurró al oído:
Dime, cuando me viste ahí en la cama hace rato, ¿qué quisiste hacer?
Darte un beso…
¿y porqué no lo hiciste?- ya sin dejarme responder, acercó su boca a la mía y me dio un beso fabuloso, delicioso; su lengua empezó a juguetear en el interior de mi boca, luego hice lo mismo, nos mordimos los labios y separándome un poquito le dije:
es que no era así el beso que quería darte…
¿a no?- empezó a besarme el cuello, luego los hombros, descubrió mis tetas y empezó a lamermelas; luego de darme un lenguetazo travieso en el pezón acomodó de nuevo el brassier y siguió besándome el abdomen, los brazos… mientras una de su mano estrujaba mis nalgas y la otra me frotaba la vagina sobre las pantis…
yo ya solo gemía mientras mis manos empezaban a acariciar su cabeza… haciendo a un lado la ropa, y acomodando su dedo de en medio entre mis labios empapados, dijo:
¿entonces donde querías besarme?- se incorporó dejando su cuerpo a mi disposición…
Quería besarte las nalgas…
¿si?- se tendió sobre la cama, mirándome fijamente llamándome hacia ella con un movimiento de su mano. Cuando intenté desnudarme me lo impidió diciendo:
No, amor, no te lo quites; así te ves muy linda…
Ya segura que no me desnudaría, se dio la vuelta quedando en la misma posición que tenía cuando estaba viendo la película…
Enajenada por la imagen, a punto de venirme, me acerqué a ella y tal como en mis fantasías la tomé de la cintura y empecé a besarla y a lamerla, primero una nalga, luego la otra, después me detuve en su anito rozado y apretadito que se contraía de solo sentir la cercanía de mi boca; luego con la misma pasión de nuestro primer beso empecé a besar su vagina – ella se separaba los labios con los dedos dejándola libre a mi lengua- mientras metía mis dedos en la mía…
Cuando estaba a punto de venirme, ella me detuvo, me desnudó y me tendió sobre la cama, se sentó sobre mi cara inclinándose para lamerme, y llegamos juntas al orgasmo en un 69 increíble.
Pero ese fue solo el primero… después de permanecer un rato abrazadas, besándonos, volvió sobre mi cuerpo lleno de saliva y fluidos; se deslizó entre beso y beso hasta el interior de mis piernas, y empezó a frotar mi clítoris con su pezón endurecido… yo me abandoné a sus caricias y cerré los ojos. Se separó de mi solo para lamerse los dedos, y luego los introducirlos en mi, dulcemente, como solo podía hacerlo una mujer así, como solo podía hacerlo mi madre.
Después invertimos los roles, en muy poco tiempo había perdido toda conciencia de la realidad: mi voz era solo bramidos y gemidos, mis instintos y mis deseos más salvajes me impulsaban a su cuerpo; me envicié con su vagina, con los pelitos húmedos que se pegaban en sus bordes rositas y que después se quedaban en mis labios y en mi lengua; el olor saladito de la mezcla de sus fluidos y su saliva que me llenaban ya el rostro, las manos, las piernas y el pecho, me hacían saberme suya, y las continuas descargas de cálida humedad que derramaba sin parar sobre mi al roce de mis caricias me confirmaban que era mía, más mía que nunca… ¿saben? Creo ahora, que no hay una forma más linda de que una madre y una hija se acerquen que por medio del placer que una puede darle a la otra.
Indagando los siguientes días entre besos y abrazos, supe que mi mamá había querido estar conmigo desde mucho tiempo antes, pero nunca se atrevió a decir nada ni a hacer nada, y bueno el hecho de que la viera tocándose fue el pretexto perfecto para empezar algo; me contó cosas lindas, super excitantes, como que cada vez que veía una porno pensaba en mi y en las tantas caricias que me tenía preparadas, me dijo también que a veces tomaba alguna foto mía ya fuera de chiquita o ya de ahora, y la besaba y la frotaba en su cuerpo mientras se masturbaba susurrando que me quería, que me adoraba… con el paso de los días fui descubriendo «cositas»como por ejemplo, que cuando le beso despacito los muslos y las nalgas se pone como loca, o que le gusta soplarme en los vellitos del monte y jugar con ellos, y también le encanta que yo se lo haga… además aunque ya llevamos más de dos meses así, siendo amantes, no le gusta que le diga por su nombre, quiere que le siga diciendo mami, a mi me encanta la idea, no se; me parece que esa palabra «mami» sintetiza todas las cosas, toda la pasión, la lujuria, y el amor que siento por ella…
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