Intimidades (Cosas) de familia
A veces, en la intimidad de cada familia suceden cosas que no se saben, que no se cuentan, pero que en algunas ocasiones, se comparten……
Hacía tres meses que me había separado de mi marido, después de unos años de relación tormentosa en los que no había sido feliz, y en la que por fortuna, pensaba en esos momentos, no había tenido hijos que me siguieran vinculando a él, por lo que ahora, una vez consumado ese divorcio, me sentía como vacía y con la necesidad de empezar una nueva vida, porque a la vez, me sentía liberada.
Precisamente a causa de mi ex-marido, me había distanciado de mi hermana, que vivía en otra ciudad y a la que hacía años que no veía, por lo que ella al enterarse de mi separación, me invitó a pasar unos días en su casa, con su familia, lo cual acepté muy gustosa porque necesitaba recuperar la relación con mi hermana después de tantos años.
A su marido ya lo conocía desde siempre, pero a sus hijos los recordaba de muy pequeños, así que cuando llegué a su casa y los ví, me sorprendí de ver a su hija mayor Yolanda, que con 15 años estaba preciosa y su hijo Eduardo de 11, también muy guapo.
Al reencontrarnos, estuvimos todos charlando un largo rato sobre nuestras vidas en esos años pasados en los que de esa forma tan estúpida, había perdido mi relación con ellos, pero estaba dispuesta a recuperar el tiempo perdido.
En la casa estaban también una niña de unos 14 años y otro de 10, que eran sus sobrinos, según me dijeron, hijos de la hermana de su marido, que vivían allí al lado, por lo que los niños estaban siempre juntos en una casa o en la otra.
Después de la charla, no sé por qué, me pareció ver a mi hermana como cambiada, después de tantos años, quizás fuera sólo por el tiempo pasado, pero yo intuía que su cambio se debía a otras circunstancias, estaba como más extrovertida y más abierta en su comportamiento y forma de pensar.
En principio, no quise darle más importancia y como era ya tarde, me fui a la habitación a dormir, porque estaba cansada del viaje.
Mis sobrinos le dijeron a su madre que esa noche iban a dormir sus primos con ellos, lo que era habitual según me dijo ella, pero les advirtió de que no hicieran mucho ruido por la noche porque yo tenía que dormir y descansar.
De todas formas, no le hicieron mucho caso, porque tenía su habitación al lado y les escuchaba reírse, gritar y hablar entre ellos, pero no me molestaban demasiado y como estaban de vacaciones, no tendrían prisa por madrugar al día siguiente.
Por la mañana me despertaron precisamente esas risas y la charla que tenían los niños, pero esta vez les escuchaba al otro lado de la ventana de mi habitación, que daba a un patio y me levanté a mirar, con la sorpresa de ver como mi sobrina y su prima, tenían a mi sobrino con los pantalones bajados, muy entretenidas con su pollita, que se mostraba toda tiesa por sus toqueteos y sin ningún pudor, se iban agachando para metérsela en la boca una y otra alternativamente, mientras mi sobrino las miraba dejándose hacer, y ellas comentaban:
—Ves, todavía no le sale nada de semen.
—Pero está rica igual —decía su prima, sin dejar de chupársela.
Me quedé muy extrañada al ver eso, no sé si escandalizada, pero si un poco bloqueada sin saber qué hacer, y aunque mi primera reacción fue salir y decirle a ellas: (¡Eeehh!, ¿qué le estáis haciendo al niño?), me quedé mirando esa escena inimaginable para mí, empezando a sentir como me estaba excitando al verlas hacer eso con el crío.
Al poco rato, lo dejaron y siguieron a sus cosas, como si nada. Yo no sabía muy bien si decírselo a mi hermana, o callarme, porque no sabia si ella ya estaba enterada de que hacían esas cosas o lo ignoraba, y tampoco quería causarle yo un disgusto y problemas en la familia, así que opté por no decirle nada, porque después de esos años sin contacto, había perdido un poco de confianza con ella y me había quedado muy confusa con lo que había visto, preguntándome si en el caso de que lo supiera, como era posible que les permitiera hacer esas cosas, ya que no parecían ocultarse demasiado para hacerlo.
La verdad es que yo no podía quitármelo de la cabeza, e intentaba tranquilizarme pensando si solo habría sido una espcie de juego de críos sin mayor importancia, cuando durante la comida, mi hermana me preguntó si me habían molestado mucho los niños por la noche y yo le comenté que les había oído algo, pero que había dormido bien, aunque ella me pidió que les disculpara, porque cuando se juntaban eran terribles. (Pues sí que lo eran, pensé para mí).
Pero pronto me di cuenta de que esa escena que había visto en el patio, no iba a ser algo aislado en esa casa, ya que después de la comida vi como mi sobrina se sentaba encima de su padre buscando sus mimos con una actitud demasiado cariñosa y hasta provocativa, diría yo, mientras su madre la decía que le ayudara a recoger la mesa, pero ante sus quejas, su padre la convenció para que lo hiciera, dándole una palmada en sus nalgas desnudas cuando se levantaba, debido a que las mostraba por el pantalón tan corto que llevaba. Y luego, cada vez que pasaba a su lado, volvía a darle una palmada en el culo entre las risas de su hija y ante la indiferencia de su madre.
Cuando mi sobrina acabó de recogerlo todo, volvió a sentarse encima de su padre y yo fui a la cocina para ayudar a mi hermana, pero cuando volví a la sala a buscar lo que quedaba, vi como su padre estaba metiéndole mano descaradamente, mientras ella se reía con picardía dejando que su padre la sobara a su antojo, con una evidente excitación de los dos.
Mi sobrina Yolanda, aunque siguiera siendo una niña, su cuerpo de adolescente convertía esa escena en demasiado turbadora como para considerarse un simple juego entre padre e hija, ya que percibí como mi cuñado se había empalmado con el contacto con el cuerpo de ella, por lo que otra vez volví a quedarme paralizada porque además, me di cuenta de que mi hermana los había visto también y no había dicho nada, aunque noté su incomodidad conmigo por haber presenciado eso, y me quedé mirándola como queriéndole preguntar qué estaba pasando, por lo que ella al ver mi extrañeza, me dijo:
—A veces se ponen así. No tiene importancia.
—¿Cómo que no la tiene? Tú marido está calentándose manoseando a vuestra hija y ¿tú no tienes nada que decir?
—Bueno, es que hay muchas cosas que tú no sabes. Yo tengo otra forma de ver lo que pasa en mi casa.
—¿Qué quieres decir?
—De niña me pasaban cosas que tó no te enterabas ¿Te acuerdas de cuando éramos pequeñas, que me decías que papá se iba alguna noche a tu cama y que tú le echabas de la habitación?
—Sí, claro que me acuerdo. Menudo sobón estaba hecho.
—Pues cuando le echabas tú, se venía a mi habitación.
—¿Qué me estás diciendo? Pero si tú eras más pequeña y ¿quería eso contigo también?
—Sí, por eso no me atrevía a echarle como tú y le dejaba que se metiera en la cama conmigo.
—Y te haría de todo, claro.
—Ya te puedes imaginar…. Estuvo follándome durante años.
—¡Madre mía! Y yo sin enterarme de nada, aunque tú tampoco me decías nada. ¿Y mamá como permitía todo eso?
—Ya sabes cómo era. Nuestro padre la tenía dominada y no se atrevía a levantarle la voz. Y yo cómo te lo iba a decir…. Es que además, me daba vergüenza contártelo, porque me gustaba lo que me hacía.
—Ya entiendo, claro. Por eso ahora no te parece mal que tu marido haga lo mismo con tu hija.
—Me he acostumbrado ya. Además, le conté a mi marido lo que me pasó con mi padre, lo que sentía con él y como me abría de piernas siempre que me lo pedía, así que te puedes imaginar lo que pasó después. Se excitó muchísimo con todo eso y al ver que a mi parecía bien, se empezó a meter con la niña también sin que yo pudiera decirle nada.
—¿Quieres decir que se la está follando también?
—Sí, desde hace unos años.
—Ya. Ahora lo entiendo todo. Tengo que decirte algo. Esta mañana vi en el patio a tu hija con su prima, tocándole y chupándole la polla a su hermano.
—Ya… Te quedarías de piedra, claro.
—Pues sí, pero creo que tú ya lo sabes todo eso, ¿no?
—Claro, ya te digo que hay muchas cosas de mi vida que no sabes.
—Ya lo estoy viendo, pero estoy deseando que me las cuentes todas.
—¿Te acuerdas de aquél verano que nuestros padres me mandaron al pueblo, a casa de mis tíos?
—Sí, no entendí porqué no me dejaron a mí ir contigo. Te pasaste todo el verano con ellos.
—Verás, lo que pasó es que me quedé embarazada de papá y para no dar que hablar, me enviaron con ellos cuando se me empezó a notar, que ya estaban al tanto de todo.
—Pero bueno…., no me lo puedo creer. Me acuerdo de que te quejabas que tenías la barriga hinchada y no te querían llevar al médico.
—Claro, como me iban a llevar, si estaba embarazada y yo ni lo sabía, ya te puedes imaginar el escándalo si el médico se enterase..
—¿Y dices que los tíos lo sabían?
—Sí, de eso me enteré después, porque mi tío se pasó todo el verano follándome aprovechando la situación.
—¿También….?. ¿Es que yo no me enteraba de nada? Ahora me acuerdo de que ese verano, mi padre se puso muy pesado conmigo y estaba todo el día detrás de mí. Te echaría de menos, claro.
—¿Te acabó haciendo algo a ti también?
—Sobarme todo lo que quería, sí, pero no le dejaba hacerme más. Y me acuerdo que una vez se sacó la polla y me la quería meter cuando apareció nuestra madre y se enfadó mucho con él. Recuerdo que le dijo que a ver si pasaba conmigo lo mismo que con mi hermana. En aquél momento no lo entendí, sólo le agradecí a mamá que me lo quitara de encima, aunque me sorprendió que se pusiera así con él, porque no solía hacerlo, pero ahora me doy cuenta de por qué le dijo eso.
—No sabía que a tí también te la quiso meter.
—Tú sabes bien como era él. Debía creerse que nos tenía a su disposición. Bueno, y su hermano parece que era igual, por lo que me cuentas. ¿Pero qué pasó con tu embarazo? ¿No tuviste al niño?
—No, porque acabé abortando. Era muy niña todavía y yo creo que era lo que querían mis tíos, porque mi tía le animaba para que me follara, supongo que para provocar que abortara, porque imagínate el escándalo que sería que yo tuviera un niño. Luego me enteré de que eso pasaba mucho, que en aquellos tiempos cuando alguna cría se quedaba embarazada, las mandaban con algún familiar para que si acababa teniendo al niño, o lo criaban ellos como podían o lo entregaban a alguna familia de las que siempre estaban a la espera en casos así.
—Me dejas muy sorprendida. Así que la tía le decía que se acostara contigo. Eran unos depravados. Nunca había imaginado que ellos fueran así. Conmigo se comportaban de una forma normal. El tío nunca me quiso meter mano ni nada que yo recuerde, aunque si me miraba mucho.
—Hay mucha más gente así de la que crees. La familia de mi marido es igual.
—¿Tus cuñados? O sea, que también lo hacen con sus hijos.
—Y con los míos. Mi cuñada fue la que me metió el vicio con el crío.
—¿Cómo que te metió el vicio? ¿Qué quieres decir?
—Que una vez la pillé chupándosela a mi hijo, y me pareció fatal, le dije de todo, y que como se atrevía a hacerle eso al crío. Ella me dijo que si no veía como le gustaba al niño cuando se la chupaba, y que si yo lo probara, me encantaría. La verdad es que me dejó desconcertada y miré a mi hijo para preguntarle si era verdad que le gustaba; pero qué preguntas hacía yo, pues claro que le gustaba, parecía tonta. Y mi cuñada me dijo que se lo hiciera yo también, y probara lo rica que estaba esa agüilla que le salía del pene al chupárselo.
—¿Y lo hiciste?
—Sí, no sé si estaba loca o qué, pero imagínate la situación. Me puse a chupar la pollita de mi hijo que me cabía completamente en la boca y todos mis reparos se me olvidaron por el gusto que estaba sintiendo observando como gozaba él también, así que me esmeré en succionar ese líquido que le salía que no era semen, claro, pero me encantaba su sabor.
—Por eso se ve al crío tan acostumbrado a que le hagan eso.
—Sí, ya ves, hasta su hermana y su prima se la chupan. A partir de eso, mi cuñada me traía a su hijo también para que se lo hiciera y me decía que estaba empeñada en ser ella la primera en sacarles la leche.
—Todo esto que me estás contando me parece una locura, pero me estoy poniendo cachonda, jaja.
—Pues mira, si te animas a hacérselo tú también, no me va a parecer mal.
—No me puedo creer que estemos teniendo esta conversación, pero la verdad es que me están dando las ganas.
—Esta noche cuando nos acostemos, te aviso para meternos en su habitación.
—¡Qué nervios! Parezco tonta, a mi edad sintiéndome así por chupar una polla.
—Es que no es una polla cualquiera, es la de tu sobrino y vas a probar algo único.
—Tienes razón. Ya tengo ganas de que llegue la noche.
Mientras llegaba ese momento, yo seguía preguntándome como había llegado hasta este punto de excitación nerviosa por lo que podía ocurrir y no entendía como algo que nunca me había llamado la atención especialmente, podía trastornar mi mente hasta desear algo con tanto morbo como la primera vez que estuve con un hombre. Debía ser por todo el tiempo que llevaba sin estar con nadie y mis hormonas estaban tan alborotadas como las de una adolescente.
Cuando todos estaban acostados, mi hermana me llamó para ir a la habitación de su hijo. Al entrar, lo vimos tumbado en la cama y me pareció que estaba como masturbándose, por lo que me sentí turbada al verle así. Mi hermana me indicó que me acercara, y le dijo a su hijo que yo también quería chupársela.
Mi sobrino me la ofreció orgulloso con una sonrisa pícara, mientras yo me sentía como en un sueño porque no acababa de creerme que estuviera haciendo eso en realidad, pero sí que era real cuando la tuve entre mis dedos y todavía temblando por los nervios, empecé a movérsela para sacarle el glande fuera, lo que me pareció la cosa más deliciosa del mundo en ese momento.
Mi hermana me hizo una seña para que me la llevara a la boca y al instante lo hice con esa sensación extraña por tener dentro de mi boca una polla de ese tamaño con la que podía jugar con mi lengua como si fuera una especie de caramelo, lo que me acabó excitando de una forma como no recordaba y más cuando empecé a sentir ese líquido pegajoso y viscoso que le salía, con un sabor dulce que llenaba todo mi paladar, lo que me hizo dar la razón a mi hermana en que aquello era lo más maravilloso del mundo.
Creo que sin darme cuenta, me llevé una mano a mi coño para tocármelo, porque lo tenía empapado y necesitaba pellizcármelo con los dedos para aliviar esos picores que me estaban viniendo, sin importarme que me vieran tener un orgasmo en ese momento.
Después de estar un rato succionándole la polla, parecía que no le salía más, pero yo seguía y mi hermana tuvo que decirme que parara un poco, que le había dejado seco y con el glande todo enrojecido, mientras se reía sorprendida de las ganas con las que lo había cogido.
Yo me sentía como en otro mundo, mareada y embriagada por la experiencia sin querer terminar, pero mi hermana insistió en que le dejáramos descansar, que al día siguiente podríamos sacarle más.
Al volver a mi habitación, todavía en esa nube, tuve que volver a masturbarme como una loca varias veces hasta que me quedé dormida agotada.
A la mañana siguiente estaba como transformada, no me atrevía a mirar a la cara a mis sobrinos ni casi a mi hermana, por la vergüenza que me daba lo que había pasado la noche anterior, lo que a mi hermana le hizo gracia, y me dijo:
—Pero que tonta eres. Tienes que relajarte y disfrutar.
Ese mismo día volví a tener otra conversación con ella, porque tenía muchas preguntas que hacerle y no sabía ni cómo empezar, ya que cada cosa que me contaba era una sorpresa para mí, porque con mi mentalidad nunca hubiera imaginado que entre familia pudieran darse esas situaciones de una forma tan natural.
Le pregunté que como se arreglaban su marido y su cuñado para no embarazar a las niñas y me dijo que como su cuñado era médico, les daba las pastillas anticonceptivas para no tener ningún problema con ellas, pero yo continué con mis preguntas:
—¿Cómo te diste cuenta de que tus cuñados eran así también?
—Porque cuando eran las niñas pequeñas, mi cuñado dejaba que su hija jugara con su polla y yo me quedaba muy sorprendida de que su mujer lo consintiera, ya que incluso había visto a la cría darle lametones. Y así, fui dándome cuenta de muchas cosas, aparte de lo que fue contándome mi marido también, hasta que más adelante fue pasando todo lo que te conté.
—¿Tu cuñado se sacaba la polla en casa para que su hija jugara con ella delante de todos?
—Bueno, en situaciones especiales, fiestas que hacíamos, bebíamos todos, ya sabes… y se hacen muchas tonterías que en ese momento no le das importancia, porque tampoco estás en condiciones de plantearte nada. Pasaban otras cosas también, yo acababa follando con mi cuñado y mi marido con su mujer. Era todo un desmadre, jaja.
—Ya me imagino por las situaciones que habrás pasado, y que te irías aficionando a ello. Yo creo que ya me está pasando hasta a mí, después de lo que hicimos ayer con mi sobrino.
—Así fue, todo era muy morboso y excitante para mí….. ¿Qué te parece si vamos esta tarde a casa de mi cuñada? Vamos a juntarnos todos y ahí podrás ver como es un día normal para nosotros.
La proposición de mi hermana me dejó muy inquieta y expectante por lo que podría ocurrir allí, así que acepté un poco avergonzada también por lo que estaba cambiando mi vida y mi forma de pensar durante esos días en su casa.
Cuando llegamos mi hermana y yo, ya estaban allí todos los demás y pronto pude ver el ambiente que se respiraba allí, muy distinto al que podría haber en una reunión familiar habitual, ya que las niñas mostraban un aspecto espléndido con esa ropa tan sexy, que más parecían unas putitas callejeras que la imagen más comedida que tendrían que tener a su edad, aunque en estos tiempos, parece ya normal verlas vestidas así, tan provocativas.
Ellas estaban acostumbradas a ser el centro de atención de todas las miradas, e iban de un lado a otro, exhibiéndose ante los hombres, hasta que finalmente se sentaron en sus piernas para recibir esas primeras caricias más íntimas que parecían estar deseando.
Los niños todavía mantenían esa apariencia como de más inocentes, e incluso parecían algo cohibidos, sentados al lado de una señora mayor que me presentaron como una vecina que se había quedado viuda y solía frecuentar su casa también.
Me senté con ellos y entre las conversaciones que había, pude escuchar como el cuñado de mi hermana le decía a su marido:
—Que buenos muslos tiene tu hija ya. Se está poniendo tremenda y es una gozada follarla.
—Sí, cuando me cabalga es una maravilla. Y las tetas de la tuya me encantan también. Si ya las tiene así a esta edad, dentro de unos años se le van a poner como las de su madre.
—Sí, han salido las dos tetonas, jaja.
En otro sofá, la señora viuda, se entretenía tocándoles la polla a los niños con toda normalidad, mientras me hablaba entusiasmada de ellos:
—¿Tú los has probado ya?
—A mi sobrino solo —le contesté, decidida ya a seguir el juego de esa locura.
—Son una delicia. Yo lo descubrí con mi nieto cuando me lo dejaban sus padres, pero ahora no tengo mucha oportunidad porque están fuera.
Llamaron a la puerta y entraron otros amigos de ellos, un matrimonio joven, con un chico muy guapo de unos 16 años y una niña que me pareció que andaría sobre los 10, a los que recibieron con especial alegría, sobre todo al referirse a la niña:
—¡Ah, qué bien! Os habéis decidido a traer a la niña ya.
—Sí, porque ella nos lo estaba pidiendo.
—Claro, si ya la estais calentando en la cama, la entrarían las ganas también.
En ese momento, mi cuñado le dijo a la niña:
—A ver, cariño, enséñanos a ver como tienes la rajita.
La cría se levantó la falda y al bajarse las bragas, nos mostró su pubis abultado con la rajita ligeramente entreabierta, lo que sorprendió a todos, y más cuando su padre se la abrió totalmente con sus dedos, para que viéramos el pequeño clítoris que tantas veces él habría lamido ya.
—Qué maravilla, es una preciosidad. Se nota que ya le habéis estado dando gusto a la nena —decía mi cuñado, mientras también le metía el dedo y se lo chupaba para saborear el flujo de la niña a la vez que facilitaba que se introdujera más en su vagina.
Pero su madre tuvo que intervenir:
—Bueno, dejar un poco tranquila a la cría, que se va a agobiar.
—Tranquila, que no se agobia, yo estoy viendo que ya tiene ganas de tener las pollas de todos en la mano, jaja —le dijo mi cuñado.
—Seguramente, va a disfrutar mucho siendo el centro de atención —añadió el padre, orgulloso de su hija.
Yo continuaba un poco aturdida por los acontecimientos, con esa sensación de estar como en un sueño, porque si un mes antes me llegan a decir que iba a estar viviendo eso, no me lo creería, aparte de que ni me imaginaba que algo así pudiera existir y que mi propia hermana lo viera con tanta naturalidad.
Pero desde que había llegado a esa casa, me di cuenta de que todo era muy real y lo único que tenía que hacer era disfrutar de todo lo que se me estaba ofreciendo, así que me dejé llevar por el morbo de la señora viuda que me había elegido como su compañera de juegos con los críos, a los que no cesaba de masturbar mientras ellos manoseaban sus generosos pechos:
—Anda, tú chúpasela al más pequeño, que no lo has probado todavía, mientras yo se la chupo a tu sobrino.
Me puse al crío encima de mí y empecé a chupársela metiéndome hasta sus testículos en la boca, lo que me ofrecía una sensación que no había podido experimentar hasta ahora y me hizo comprender el entusiasmo de la señora y de cualquier mujer que haya tenido la oportunidad de probar algo así. Al poco rato el niño empezó a destilar ese líquido que yo sorbía como el mayor de los manjares y que parecía tener efectos embriagadores sobre mí, proponiendole un intercambio a la señora para ir probando a los dos.
Mi hermana se acercó a nosotras para comentarnos:
—Cómo os estáis poniendo, los vais a dejar secos, jaja..
—Sí, la pena es que no nos puedan follar todavía, porque yo estoy ya encharcada —le respondí.
—Pues yo me los follo igual. Me los pongo entre las piernas y hago que me la froten con el clítoris y hasta me la meten, que eso les encanta —añadió la señora.
A Lo que siguió mi hermana:
—Bueno, yo cuando ya no puedo más, tengo a mi marido y mi cuñado para que me follen bien, así que ya sabes, puedes servirte sin ningún problema, aunque ya me he fijado que no le quitas ojo al hijo de mis amigos. Ese sí que te follaría de maravilla.
—Sí, a ver si le llega para mí, porque ahora está con tu cuñada, dándole bien, jaja..
—Claro que le va a llegar, con esta edad son una maravilla, nunca se cansan y tienen semen para todas, jaja.
Acto seguido, la señora que ya se la había estado chupando a los dos a su gusto, se tumbó con las piernas levantadas para que ellos se pusieran encima de ella y la follaran como pudieran. Ella misma les ayudaba a moverse para rozar su pollita con su coño. Era fantástico ver esa escena, algo que me pareció tan morboso y excitante, que yo misma me puse junto a ella, para que se pusieran encima de mí y disfrutar de ese roce igualmente, notando como el más dotado la introducía en mi coño, aunque lo que me apetecía realmente era meterme en la boca esos penes y saborear ese líquido tan sabroso que al parecer tanto entusiasmaba a las mujeres cuando entraban en una edad madura, como me confirmó la señora:
—Yo ya le dije a tu hermana que si tuviera a estos críos en mi casa, estaría todo el día comiéndosela, jaja.
Cuando eché la vista alrededor, vi a las dos niñas follando con los hombres mientras la más pequeña se dejaba lamer la vagina, en lo que se iban turnando ellos bajo la atenta mirada de su padre que no quería que la follaran de momento, porque decía que ya habría oportunidad en las próximas ocasiones, que no quería darle todo todavía, lo que los demás respetaron, aunque morbosearon todo lo que quisieron con ella, lo que les divirtió especialmente, ya que tener la oportunidad de poder estar con una nena así, siempre va a ser muy especial y no suelen tenerse muchas oportunidades a no ser que sea tu propia hija, por lo que no pudieron evitar reprocharle al padre de la nena:
—La próxima vez que la traigas, seguro que ya va a estar follada.
—Bueno, si fuera así, os será más fácil para vosotros también.
—Ya, pero ya sabes el gustazo que es desvirgar a una cría así.
—Vosotros ya tuvisteis oportunidad con las vuestras y ya lo pudisteis disfrutar. Ahora quiero tener yo esa sensación.
Mientras ellos seguían hablando, mi hermana me trajo al chico mayor:
—Ya que tú no te decidías a ir a por él, te lo traigo yo. Mírale, ya está preparado.
—Qué hermosura, que polla más rica.
Le miré a los ojos, como pidiéndole permiso, y me dispuse a lamerla con verdadero deleite, sintiendo como me llenaba la boca, a la vez que mi coño se convertía en un charco deseoso de recibirla en su interior.
Yo no pude aguantarme mucho más tiempo y me senté en el borde del sofá abriendo las piernas para que él acercara su pene a mi coño y entrara dentro de él empezando a follarme como llevaba deseando desde que le había visto.
Era la primera vez que estaba echando un polvo desde que me había separado y además al ser con este chico, mi excitación era doble, por lo que nada más sentir su polla en mi interior, parecía como si empezaran a fluir mis orgasmos de una forma cada vez más intensa, mientras era follada vigorosamente por la polla de un adolescente que me llenaba plenamente.
El chaval se corrió dentro de mí, lo que unido a los varios orgasmos que había tenido, me dejó en un estado de relajamiento en el que ya no me importó que mi cuñado y los demás hombres se pusieran encima de mí para follarme uno tras otro y tras un tiempo para recuperarme, empecé a ser consciente de lo que había sucedido.
Después de separarme de mi marido había vuelto a disfrutar de lo que es tener una polla entre las piernas, pero no una polla cualquiera, sino la polla de un chaval, algo que nunca había imaginado, de las pollas de mi cuñado y de otro hombre desconocido y había podido disfrutar de las pollitas de dos críos que nunca se me había pasado por la cabeza que pudieran dar tanto gusto a una mujer madura.
Pasados unos días, en los que no me faltó el sexo diario, tuve que volver a mi casa con la duda de cómo iba a continuar mi vida sin que esas situaciones tan morbosas formaran parte de mí día a día, en los que hombres quizás no me fueran a faltar, pero yo seguía dándole vueltas a la cabeza por el cómo iba a poder seguir disfrutando del maravilloso néctar de mi sobrino y su primo, que pronto se iba a convertir en semen, del que iban a poder seguir disfrutando sus madres y cualquier mujer que tuviera la dicha de estar con ellos.
A partir de ese momento empecé a mirar con envidia y con un cierto morbo a todas las madres que tenían algún hijo, pensando en si ellas también saborearían el dulce néctar de sus pollas, un pensamiento que creo que llegó a trastornarme en cierto modo, porque a veces me sorprendía a mí misma haciendo preguntas indiscretas a alguna amiga con niños pequeños, con la que tenía más confianza, provocando que ellas me miraran un poco sorprendidas y desconcertadas, aunque también hubo otra que no me respondió, pero me devolvió una sonrisa enigmática y vergonzosa que no daba lugar a dudas de lo que yo estaba hablando y que ella había entendido perfectamente, lo que elevó mi excitación a un punto en el que no recordaba haberme sentido así nunca.
Cuando volví a hablar con esta amiga, no sé por qué, quizás por estar divorciada como yo, por el morbo que empezaba a envolvernos a las los o el ambiente distendido del momento, pero el caso es que empezó a confesarme la relación que estaba teniendo con su hijo.
Yo no me acababa de creer que esta amiga se hubiera decidido a contarme todo eso, quizás porque necesitara desahogarse o compartirlo con alguien que pudiera entenderla y yo tuve la suerte de ser esa persona, así que empezó a contarme con detalle como hacía unos años había empezado a chupársela a su hijo como una especie de juego con él, en el que su hijo cada vez se iba excitando más, él también quería tocar y su madre se lo fue permitiendo, yendo cada vez a más hasta que se convirtió en algo habitual, como una especie de vicio entre ellos.
Su hijo había cumplido ya 13 años y me decía que cada vez echaba más semen, pero que muchas veces se lo sacaba todo hasta que no le quedaba más, porque ella seguía masturbándolo hasta dejarlo agotado.
Toda esta confesión me estaba excitando muchísimo y tuve que preguntarle:
—¿Dejas que te folle ya?
—Sí, yo no tengo un hombre en casa como otras, y ya sabes las ganas que se tienen a veces de tener una polla dentro, así que empecé a dejar que me la metiera porque nos excitamos tanto los dos que lo necesitamos y no tenemos por qué dar explicaciones a nadie.
—Por supuesto. Yo no soy nadie para juzgar tus actos y lo entiendo perfectamente, porque después de las experiencias que he tenido últimamente, yo hubiera hecho lo mismo y la verdad es que te envidio.
Mi amiga se quedó mirándome como si no se atreviera a decirme algo, pero finalmente me dijo:
—Cada vez me estoy haciendo más morbosa. Llámame loca, pero me apetece ver a mi hijo con otra mujer. Sólo ha estado conmigo, y a él le encantaría.
—¿Me estás proponiendo que yo tenga algo con él también?
—Sí, me encantaría. No sé qué pensarás, si soy una degenerada o que he perdido la cabeza, pero ya que te he contado esto, creo que tenemos confianza para hablarlo.
—Claro mujer. No sabes la alegría que me das. Conmigo no tienes que disimular nada. Las dos podemos disfrutar mucho con tu hijo.
—Gracias, cuando empezaste a hacer ciertas preguntas a las mamás, me di cuenta de que podía confiar en ti y no te ibas a escandalizar por estas cosas.
—Gracias a ti. Estoy deseando ya ir a tu casa.
—Qué te parece el fin de semana, que está el crío más descansado y tenemos más tiempo para estar con él.
—Estupendo. Iré este fin de semana.
Se me hizo un poco larga la espera de los dos días que faltaban para el fin de semana, pero a la vez me sentía aliviada porque iba a conseguir algo que creía muy difícil que pudiera darse sin grandes riesgos.
Cuando llegué a su casa, miré a su hijo de una forma muy distinta a la que le había mirado todas las veces que le había visto desde que era pequeño y él me devolvió la mirada con un poco de timidez, al ser consciente de lo que iba yo a su casa, porque su madre ya habría hablado con él y tendría los típicos nervios de un crío de su edad ante una situación así, a pesar de toda la experiencia que pudiera tener ya con su madre, por lo que ella trató de relajar el ambiente, gastándole alguna broma que nos hizo reír a todos, diciéndonos finalmente:
—Anda, vamos a la habitación, que estaremos más cómodos.
Cuando estuvimos allí, la madre se sentó en la cama y le bajó los pantalones a su hijo, que todavía no tenía su pene en erección, quizás por los nervios del momento, pero en cuanto ella se lo metió en la boca aumentó su tamaño rápidamente, lamiéndolo su madre e introduciéndoselo todo en la boca mientras me miraba a mí morbosamente. Yo me desnudé y me acerqué ofreciéndole mis tetas al chaval para que me las chupara, mientras se atrevía a meter su mano entre mis muslos buscando mi mojada vagina, lo que le facilité abriendo mis piernas, dejándole vía libre hasta que empecé a estremecerme con sus toqueteos.
Cuando estábamos ya los tres en pleno grado de excitación, mi amiga me ofreció el pene de su hijo para que se lo chupara, aunque primero lo agarré con la mano palpando toda su extensión y apretando con ella sus testículos. Después me lo metí en la boca devorándolo con ansiedad, no parando hasta que sentí su primera descarga en mi boca, que efectivamente era ya auténtico semen, un semen delicioso que llenó mi garganta para seguidamente pedirle que me follara, haciéndole gracia a su madre las ganas que tenía de tenerle dentro, pero la verdad es que yo estaba como fuera de mí y no aguantaba más por correrme por primera vez.
El chaval se puso encima de mí y empezó a moverse con rapidez, dándome fuerte y arrancando mis continuos gemidos hasta que me hizo correrme, casi a la vez de que él lo hiciera otra vez.
Por lo que su madre le dijo:
—Estás hecho un hombretón, cariño, has dejado a mi amiga chorreando. Ahora, mientras te recuperas, cómenos el coño.
Empezó con el de su madre, que necesitaba correrse después del espectáculo que estaba viendo y cuando lo consiguió, metió la cabeza entre mis piernas y empezó a comerme el coño de una forma tan rica como no recordaba que me lo hubiera hecho nunca mi marido. Se notaba que su madre le había enseñado bien, haciéndome llegar nuevamente al orgasmo.
Luego, ya nuevamente empalmado, folló a su madre mientras yo me sentía una privilegiada por poder observar algo tan íntimo entre una madre y un hijo, que era capaz de satisfacernos a las dos, haciéndome imaginar todas las buenas tardes que nos esperaban juntos, sospechando que yo con el tiempo acabaría convirtiéndome en una vieja viciosa como la vecina viuda de mi hermana en busca de preadolescentes a los que sacarles su primer zumito.
Después de mi divorcio, era evidente que me había convertido en una mujer nueva, irreconocible para mis amistades y con ese instinto especial para reconocer a esas personas que tuvieran mi nueva forma de pensar, acercarme a ellas y disfrutar de esas nuevas sensaciones a las que me había hecho adicta.
Siempre un manjar. Al 2do tercio del relato no di más y fue puro dedo. Amo tu obscenidad, Vero. Explícita al describir lo sexual.
Nunca te suavices, ni censures.
Quedé plancha, una rica relajación.
No hay placer más complejo que el pensamiento y la imaginación, y a el nos entregamos con cada deliciosa historia que nos brindas.. Felicidades!
Qué relato tan caliente!!! Si tuviera una hija la manosearía a mis anchas y le daría mi amor lujurioso a cada oportunidad!!!
VERONICA como siempre la saca del estadio, la calidad de sus relatos superan los bestseller más vendidos sobre la literatura erótica moderna, deseo que en un futuro no muy lejano, las familias puedan disfrutar este tipo de lectura.
Excelente historia me encanta sobre todo por imaginarme los críos con las maduras y los hombres con la crías chiquitas, es un morbo tremendo
Sigue escribiendo con esa manera de meternos en la historia como su estuviera presente
Saludos
Horrible el uso de puntuación.