Juegos con el padrastro
Este es un relato que encontré en un grupo de Facebook y es parte de una serie que me encantó, la primera parte ya la subí y trataré de subir las demás. Espero que les guste y comenten..
Este es el cuarto relato que publico, retornando al orden cronológico, empieza cuando yo tenía quince años, había salido recién de la secundaria y en mi pueblo donde nací, habían construido ya una también y en el poblado vecino, tenían ya un bachillerato, por lo que volví a casa para seguir estudiando, después de tres años de estar en casa de mi tío y aprender muchas cosas.
En casa me aguardaba una sorpresa, la verdad no me lo esperaba, mi madre de tres décadas y media, se había vuelto a conseguir una pareja más joven que ella, con veintiocho años, Aldo era su amante desde hacía varios meses y en los últimos dos, habían decidido unirse y él se fue a vivir a casa de nosotras y mi madre me lo dijo cuando casi íbamos a llegar, casi en la puerta de la casa, por lo que no me dio tiempo de reaccionar. Nos bajamos del autobús y yo iba como una autómata, hasta entrar a la sala y verlo ahí en el sofá, sentado viendo la tele como si fuera el rey de la casa, con los pies en la mesita de centro y unas frituras en la mano.
—Hija, ella es Aldo, mi novio.
—¿Novio o marido? —reaccioné molesta con los dos por saber que me habían ocultado su relación—, ya vive aquí en la casa.
—Bueno, como tú quieras llamarle.
—Le llamaré Aldo, mucho gusto Aldo.
—El gusto es mío —contestó él, correspondiendo al saludo de mano que le ofrecí de mala gana—. No pensé que fueras tan hermosa.
—Gracias, pero nunca me he tragado los halagos a mi belleza —dije con mal humor—, conozco a la gente como tú.
—Hija —intervino mi mamá—, no seas grosera, solo trata de ser amable.
—Prefiero que sea sincero —dije y me di la vuelta para abrazar a mis hermanos—. Gabo, Polilla, que gusto me da abrazarlos, los extrañé muchísimo.
Los días pasaron y supe que Aldo era profesor de una escuela primaria, mi enojo fue pasando y poco a poco lo fui tratando cada vez más y mis hermanos tenían ya más confianza que yo, pues lo habían conocido meses antes y a veces jugaba con nosotros a las escondidas, a la lotería, a las atrapadas y ahí es donde el asunto comenzó a tornarse interesante, pues en ocasiones al atraparme, rozaba mis pechos o mis nalgas sin querer (o al menos eso creía yo), poniéndome caliente, debido a que hacía mucho que no había tenido relaciones sexuales con nadie y a veces cuando íbamos a la tienda, me tomaba de la mano para cruzar la calle y cuando me tocaba, sentía esa descarga eléctrica que hace que las hormonas se aceleren y te hagan pensar cosas fuera de lo común. Mi madre había dejado de trabajar y ahora estaba casi todo el día en la casa, pero una mañana llegó una de mis tías a avisarle que mi abuela estaba muy enferma y que se tendrían que turnar para cuidarla, por lo que cada tres noches tenía que irse a casa de mi abuela y Aldo se quedaría a cargo de mis hermanos y yo, desde las seis de la tarde y al día siguiente él se iba a trabajar y mis hermanos a la escuela, a mí tocaba ir en la tarde, por lo que casi no nos veíamos, sino hasta la noche en que ya estaba mi madre presente. Pero la tercera noche de ausencia de mi madre fue un sábado y los domingos nos levantábamos tarde, por lo que nos quedamos viendo la tele hasta tarde, a las diez y media, mis hermanos ya dormían y Aldo cargó a mi hermana de diez años a su cama y a Gabo de trece, lo desperté para que se fuera a su cuarto a dormir y se fue como borracho y dejó la puerta abierta, la cual cerré para que no entrara la luz de la sala. Aldo y yo seguimos viendo una película mientras comíamos palomitas. Estábamos sentados en el sofá hacia lados contrarios y mis pies encima de los suyos, hacía frío y en un comercial fuí por mi cobija, nos cubrimos los pies y al sentir que mis pies no se calentaban, comenzó a frotarlos y eso me produjo cosquillas y yo quitaba los pies, a lo que Aldo trataba de hacerme más cosquillas y yo a su vez también le hacía cosquillas y el juego continuó de tal forma que no solo eran los pies, sino buscar todas las partes en que tuviéramos cosquillas pronto nuestras manos buscaban axilas, costillas y de forma tácita, la regla era aguantarse la risa, hasta que entre manoseos y cosquillas, su mano tocó uno de mis pechos y yo solté un gemido placentero, lo que a él le pareció un punto a su favor.
—Ya encontré dónde tienes cosquillas —dijo con voz baja—. Ahora te voy a torturar.
Para que no me hiciera cosquillas, lo abracé inmovilizado sus brazos, quedando encima de él y mi cara quedo a la altura de su pecho, por lo que le mordí una tetilla y él no aguantaba la risa, y sentí su pene crecer bajo mi cuerpo, de pronto se soltó y me abrazó de la misma forma que lo había hecho yo y también me mordió una de mis tetas, yo no podía moverme ni queria reírme porque perdería el juego, pero esa sensación de desesperación, risa, excitación e impotencia por no poderme soltar, hicieron que mi corazón se acelera a mil, estaba sufriendo y disfrutando a la vez, él fue aflojando poco a poco los brazos, pero siguió con las mordidas a mis tetas a través de mi camiseta y mi sostén. Mis brazos lentamente se fueron acomodando hasta llegar a su nuca y otro a su espalda, mientras él levantaba mi camiseta y desabrochaba mi sostén, dejando libres mis senos para poder chuparlos a placer, sentía su boca como un dulce tormento que me hacía retorcerme debajo de su cuerpo y sentía ya su garrote a punto de reventar el pantalón deportivo que llevaba, el cual se quitó y al mismo tiempo me sacaba por completo la camiseta y el sostén, sus manos bajaron mi pantalón delgado de la pijama y comenzó a acariciar mi pepa por encima de mis bragas, lo que me hizo empapar mi ropa interior y ni siquiera me percaté del momento en que quedó totalmente desnudo, rodamos por encima de la cobija que había caído ya a la alfombra y en un instante hizo a un lado mis braguitas y me dió una mamada que me hizo poner mis piernas sobre sus hombros y jalarlo de sus cabellos, mientras él acariciaba mis pechos con sus manos. Se levantó un poco y me sacó mi calzón, se acomodó entre mis piernas y me penetró con lujuria, lleno de deseo. Sentí que me venía, debido a mi abstinencia, había logrado alcanzar un orgasmo y pronto vendrían más. Las embestidas eran salvajes, me besaba lleno de pasión y mordía mi boca de forma que me hacía llegar al cielo y alcanzar un nuevo orgasmo, en el segundo fue aún más placentero, las mordidas seguían y al alcanzar el tercero, también el explotó, llenando mi conchita de aquel líquido espeso y caliente que se desbordó hasta afuera de mi rajita.
Esa fue la primera noche con mi padrastro, pero no la última.
Espero que les haya gustado este relato y en breve subiré el siguiente.
Malo.No me gusto.1 estrella
Lamento mucho que no te haya gustado el relato, aunque realmente no es mío, lo leí en un grupo de Facebook y la autora publicó una serie de la cual tomé este capítulo. Pero ya es cuestión de gustos, saludos.
Ignora a Vina. Suele tirar mierda creyendo ser sólo él un «gran» redactor.
Muy bueno esperaremos la continuación