Juegos sexuales en familia
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Beatriz y yo cogíamos casi a diario y en los lugares menos esperados. En nuestro viejo sofá, en el baño, en la cocina, en el patio o hasta en la cama de mis padres….
Es que, como dije. Por el hecho de pasar la mayor parte de los días solos teníamos la casa a nuestra disposición.
Casi siempre todo comenzaba como un juego, un roce entre nos, un comentario o simplemente sentíamos ganas y ahí estábamos uno sobre el otro iniciando nuestro jueguito de sexo.
Muchas veces se nos unían nuestros 2 hermanos menores. Lily de 8 y Tomás de 10. Para ellos era más un acto de diversión creo yo, aunque eso no le quitaba el morbo.
Bea (así le llamábamos a mi hermana) y yo tratábamos de ayudarlos a perfeccionar el arte, guiándolos y enseñándole de manera práctica como debían hacerlo.
– Mámasela así – le decía a mi hermanita – tomando mi verga con sus manos y mostrando como ella lo hacía. No, chúpale los huevos, despacio. Pásale la lengua despacito..
Parecía toda una experta, algo que habíamos ganado pulso de experiencia en nuestros 2 años de práctica.
Mi hermano a sus 10, frágil cuerpo, flaco como todos nosotros, tenía un pito chico a su máximo, 10 u 11 cm máximo. Lily era por demás flaquita, morena, muy delgada de piernas, pero su colita mejor definida que Beatriz.
Recuerdo a Lily mamando el pene de mi hermano. Como buena discípula de colocaba encima de Tomás y tomando el fierro en sus manos y trataba de meterse lo más que le cupiera en su boca. Tal como le había enseñado Beatriz al mismo tiempo que se amamantaba se acariciaba su rajita de arriba abajo, cuando se tocaba su clítoris se dejaba escuchar sus gemiditos. Muchas veces su maestra se metía entre sus piernas y para ayudarle, era ella la que le lamia la pucha mientras yo le penetraba de a perrito. Todos gemíamos, Tomás por estar recibiendo una mamada de Lily, mi hermanita por estar prendida de la pinga de mi hermano y a la vez estar siendo manida por Beatriz y está por gozar de su hermana y a la vez estar recibiendo 17 cm de carne. Yo no que se diga, estar metiendo mi verga en esa cueva súper estrecha y a la vez ver disfrutar a mis hermanos era un delirio.
Ya cuando estábamos full de cachondos cada quien a lo suyo. Bea y yo nos íbamos a nuestro tan querido sofá o a nuestra cama y dejábamos a Tomás y Lily hacer lo suyo. Es que cuando nos ganaba la pasión nos desconectábamos de todo. Bea disfrutaba cabalgarme, recuerdo el empeño que ponía moviendo sus caderas de una forma deliciosa, despacio pero con ritmo y fuerza para que en cada embestida mi verga le llegará hasta el fondo. Cerraba sus ojitos y doblaba su cabecita como buscando arriba la respuesta de porque sentía tan rico.
Yo como buen caballero le ayudaba a mantener el ritmo sosteniéndole sus caderas y levantando mi culo la embestía con fuerza. Nuestros jadeos se escuchaban confundiéndose con los gemiditos de Tomás y Lily.
Mi hermanito casi siempre era él quien se subía en Lily y más que penetrarla sólo le rosaba su verguita entre los labios vaginales y se besaban mucho. Casi creí entenderlos que sabían que no estaban listos para esa parte del sexo.
Bea cuando se emocionaba le encantaba hacer cambios de posición, ella arriba, a 4 sobre la cama, al borde la cama y con sus piernas sobre mis hombros, parada recostando su pecho sobre la mesa, pero su favorita era colocarse hincada en el sillón y que yo la penetrara desde atrás. Decía que sentía mi pinga hasta el estómago.
Cuando acababa era escandalosa, no reprimía sus gritos y casi siempre le daba un temblor nervioso. Su vulva de le contraía y me apretaba de lo lindo la verga mientras arqueaba su cintura, su respiración se aceleraba al mil. Era en ese momento cuando Tomás y Lily se acercaban a nosotros y se nos unían. Mi hermanita me limpiaba la Vega con la boca y Mi hermano se daba un concierto prolongado de besos con Bea. Está agradecida terminaba por darle una buena manada de verga hasta sacarle un líquido viscoso, aunque no era semen porque Tomás todavía no acababa.
Yo igual de agradecido le mamaba el chocho a Lily haciéndola retorcer del gusto. Como a veces me empalmaba no faltó ocasión en que la rosaba con mi verga sacándole grititos de placer. Tomás en más de alguna ocasión igual me la mamaba mientras se la jalaba el también, Beatriz mientras tanto le daba lenguetazos en el culo.
Así aprendíamos día tras día, práctica tras práctica. A veces sólo nosotros, otras con vecinos y con familiares nuestros que llegaban a "jugar" nuestro juego.
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Como os he contado en relatos anteriores mis hermanos y yo jugábamos a coger desde que cumplí los 12, hoy a mis catorce podría decirse que era casi un experto.
Mi hermana Beatriz se había convertido en toda una mujercita a sus 13, mi hermano de 11 y mi hermanita de 9 igual habían aprendido mucho en el arte del sexo.
Fue entonces que se llegaron a vivir junto a nuestra casa una familia compuesta por el padre y 5 hijos, el mayor de unos 17 seguido de su hermana de unos 15, otra hermana de 13, una de 11 y el menor de unos 3 años a lo mucho.
Fue cosa de conocernos y ya estábamos de amigos, empezamos a compartir juegos. Normalmente eran ellos los que llegaban a nuestra casa, ya que aunque vivíamos en una habitación grande de unos 8 metros de largo por 6 de ancho nuestro patio era muy grande y lleno de árboles frutales.
Fue cuestión de tiempo para que ellos se dieran cuenta de nuestros juegos, un día la hermana de 15 nos encontró a mi hermana a mi mientras cogíamos, estábamos en el baño que no era más que tres paredes y de puerta un costal. Beatriz estaba en cuclillas prendida de mi verga amamantándose. Los dos totalmente desnudos yo recostado sobre la pared nomas jadeaba de gusto al sentir que mi hermanita se comía mis 15 cm de carne a lenguetazos.
Mi vecinita no pareció sorprenderse y sin mucho hablar de unió a mi hermana, entre las dos se apoderaron de pene hasta casi hacerme acabar, terminé cogiéndome a los 2 alternadamente.
Sonia – Así se llamaba – nos contó que ella también tenía sexo con sus humanos, según nos dijo el mayor se la cogía a ella desde que tenía 9 y que también participaban en sus juegos su hermana de 13 y el varón de 11. Con esa confesión se fue a su casa, luego pasó a recoger a mi hermana para irse juntas a la escuela. Fue la primera vez que Beatriz y yo no nos fuimos juntos como siempre lo hacíamos.
En la noche como era costumbre nos reunimos en mi casa, Mi madre preparando la comida y mi papá descansando. El padre ellos rara vez salía, se encerraba a ver televisión.
– Juguemos a las escondidas – dijo Sonia alegremente –
– Pero hoy que sean 2 los que tengan que buscarnos – dijo Ever el hermano mayor de 17 –
Y olvidándonos de la democracia decidimos que fueran nuestros hermanos menores los que tuvieran que encontrarnos. Quizás lo tenían todo planificado porque nomas empezaron a contar nuestros hermanitos Sonia me tomo de la mano y me hizo seguirla rumbo al ya conocido baño donde cogimos la mañana anterior. Ever hizo lo propio con Beatriz mi hermana yéndose a esconder a cierta distancia nuestra. A mi hermano menor se lo llevo Adriana que era la menor de Sonia, como dije tendría unos 13 años.
Nomás llegamos al baño Sonia empezó a besarme, parecía urgida. Me acariciaba el pecho y sin perder el tiempo desabrocho mis pantalones para atragantarse con mi plátano. Sentía como mi verga le llegaba a la garganta. Ella en cuclillas yo con mis pantalones a los talones, su mamada me hacía cerrar los ojos. Pude escuchar que mi hermana se resistía, Ever trataba de convencerla que Sonia y yo estábamos cogiendo, pero al parecer Beatriz no estaba dispuesta a participar del juego.
Quise ir a ver qué pasaba pero Ever ya estaba casi a la puerta de donde estábamos, traía la verga entre sus manos y sin más se puso junto a mí para que su hermana tuviera dos palos que chupar. Sonia se metía una a la vez mientras masturbaba al otro, le gustaba meterse las bolas a la boca para después pasar la lengua desde el tronco hasta llegar a la cabeza, luego Engullía lo más que podía.
Sonia a sus 15 años tenía un cuerpo desarrollado, rellenita, tetona, 160 de estatura, bastante guapa. Ever a sus 17 no era muy alto, 165 a lo mucho, flaco, su pene apenas sobrepasaba el mío, eso sí bastante cabezón (El tronco era muy delgado) con una curvatura hacia un lado.
Todos ya completamente desnudos, Ever se había ido a colocar detrás de las caderas de Sonia y le había empezado a dar lengua en su chocho y culo, ella seguía pegada a mi verga, yo recostado en la pared disfrutando, mi respiración al mil.
– Acuéstate en el suelo – ronroneo – Sonia
Obediente coloqué mi camisa y me acosté dejando mi verga al aire, Sonia se colocó sobre mí y bajando empezó rozar su chocho entre sus labios vaginales, Ever se colocó frente a ella para seguir amamantándola. Pude sentir cuando poco a poco bajo hasta tragarse hasta el último cm de mi palo, se quedó quieta sin dejar de mamar la polla de su hermano.
Comenzó a cabalgarme, rico, despacio, su vulva caliente casi se desenchufaba de mi verga para luego volverse a enterrar hasta el fondo. Sus grandes tetas se movían de arriba abajo en un rítmico movimiento. Con mis manos le acariciaba las caderas y la espalda causándole escalofríos.
– Ummm Ummm – gemía Sonia-
– Entra Adriana – dijo Ever –
Era su hermana de 13, estaba en la puerta del improvisado baño. Desnuda totalmente, presurosa se fue directo a la verga de su hermano, su boquita lujurienta empezó a degustar el rabo de Ever.
Los vi cuando él se colocó detrás de ella y empezó a culearla por el chocho mientras ella se sostenía de la pared, sus quejidos de placer me decían cuanto le estaba gustando ser penetrada. Sonia igual gemía a cada sentón sobre mi pene, me pidió que la cogiera igual como Ever se cogía a Adriana. Se puso de pie sosteniéndose en las caderas de Ever y empecé a tratar de hacerle llegar lo más dentro posible mi instrumento. Fue cuestión de tiempo y como si estuviéramos sincronizados llegó el momento de acabar. Sonia me pidió que lo hiciera afuera, tomo mi verga y haciéndome una paja me sacó hasta la última gota de leche. Ever se derramó en la espalda de su hermana. Cada quien limpio la verga que la había hecho feliz, sus miradas se entrecruzaban satisfechas y lujuriosas.
– Y Beatriz y Tomasito – me pregunto Sonia –
– No sé
– ¿Habrán ido a contarle a tus papás?
No contesté. En realidad no sabía.
Nos vestimos y al salir encontramos a Beatriz y a mi hermano sentados, esperándonos, callados.
– Que pasó – le pregunté a Beatriz –
No me contestó. Mi hermanito miraba de reojo a Adriana. No supe que había pasado, nos fuimos cada quien a su casa. Esa noche mientras cogía con mi hermana me dijo que no le gustaba que le diera mi "pajarito" a otra. Sonrei – mi Hermana estaba celosa –
Seguiré contando….
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