Jugo de frutas tropicales
Primer relato que publico. Ojala te guste. Comenta si te gustó o si no te gusta..
Por fin, después de una angustiante espera llegó a mi correo electrónico la aceptación de nuestra asistencia.
Una página de internet nos ofrecía 3 magníficos días con dos alucinantes noches en las afueras de la ciudad con un clima esplendoroso. La temática es sencilla; un campamento familiar. Los requisitos; complejos. Hacer un pago un tanto elevado, absoluta discreción, no llevar cámaras ni ningún artículo que capture evidencias. Los celulares se quedarían en un lugar asignado al llegar. En nuestro equipaje, casa de campaña grande, trajes de baño chicos. Condones y juguetes sexuales de nuestra preferencia si así lo deseábamos.
Llegaríamos puntuales al lugar de reunión y una vez entrando en lugar no podríamos abandonarlo hasta que todo volviera a la normalidad.
Por supuesto al principio también pase por varios filtros antes de ser aceptado en aquel grupo, ya que debía demostrar con evidencias nuestra peculiar preferencia y en caso de ser novatos de debía dar cuenta exacta de como llegamos a esa página de internet, además de mostrar mi historial de búsquedas y páginas visitadas de varios meses atrás.
El día llegó y nosotros estábamos más que listos. A mi pequeña Erika le conté días antes que estaríamos fuera de la ciudad y estaba muy emocionada porque además de divertirnos durante el día le dije que pasaríamos varias noches sin mamá presente. Yo ya había hecho mi coartada perfecta y convencí a mi esposa de visitar a su madre mientras nosotros íbamos de paseo con un grupo de padres e hijos donde mi pequeña conviviría y aprendería con niños y niñas de su edad . Uff! vaya que aprendió.
Manejé por varias horas y por fin llegamos al lugar. Ahí conocimos a Diego un tipo alto, atlético, un tanto calvo de nariz recta y sonrisa perfecta, 45 años bien conservados. Estaba acompañado de su primera hija de su primer matrimonio. Monserrat o Monse como le decía de cariño. Ella tenía 19 años, un cabello largo, lacio y negro adornaba el contorno de su bello rostro ademas poseía unos ojos profundos de hermosa negrura, ligeramente rasgados, tenía labios bien definidos y carnosos qué horas más tarde envolvieran deliciosamente la cabeza de mi duro tronco; pero eso aún no lo sabía.
Junto a ellos estaba Jimenita, la hija más pequeña de Diego. A sus hermosos 10 años vestía un rico trajecito de baño morado de una sola pieza que dibujaba unas nalguitas duras, carnosas muy paraditas y desarrolladas. Divinamente antojosas.
Nos dieron la bienvenida y nos llevaron a conocer el lugar. Era una casa en un lugar privado muy bien ubicada con vista al mar, una bonita piscina, un amplio jardín minuciosamente recortado con palmeras y arbustos multicolores que hacían sombras gustosas de día y espacios privados de difícil visibilidad por la noche.
Nos presentaron con Frank y Jessy su hija. El 38, ella 12. Frank sin playera, moreno de músculos marcados, barba de candado. Jessy de piel blanca y rizos pronunciados, lunar pequeño en el hombro derecho, vestía un bikini a dos piezas naranjado con rosa intenso, la parte de arriba ocultaba un par de senos en desarrollo, puntiagudos que se notaba que en un par de años serían el dolor de verga de sus maestros. Su sensual bikini tenía un ligero olan que rodeaba su cadera y le daba un toque tierno a sus delicadas nalgas. Mientras reia con nosotros sostenía en la mano una bebida de mango con hielos.
-Aún faltan por llegar Manuel y su hija Sandra- me anuncio nuestro anfitrión y en un momento más conocerás a la familia Ruíz que son Mario, Rosario su esposa y Melanie su pequeña hija de 10 años. Ellos se están duchando para venir a la piscina.
Diego con su amable sonrisa y con una confianza como si nos conociéramos de años nos invitó a divertirnos, a comer y a relajarnos en este precioso paraíso al que recién llegábamos. Yo por mi parte me sentía desconcertado y abrumado porque todo era tan sano, tan normal, tan lindo que mi cerebro no dejaba de preguntarse si había llegado al lugar correcto, o si había entendido claramente que pasaba. Sería una broma, una trampa, yo había confundido las cosas?? Pero tantas trabas, tantas preguntas privadas que había respondido a través de internet… Diego mismo me dio una palmada en la espalda y me dijo al oído: tranquilo Carlos. El personal sale a las 5 de la tarde. A partir de esa hora comienza la folladera. Me vio con una mirada lasciva y termino diciendo ponte el bañador y ayuda a tu preciosa hija a cambiarse la ropa. Está es tu habitación.
Erika es alta y de facciones suaves tiene una sonrisa cautivadora por sus dos hoyuelos en las mejillas. A sus 12 años sus caderas ya son visibles puesto que su mamá es bastante nalgona. Sus senos son dulces duraznos tiernos que se endurecen cuando los tocó o les doy pellizquitos además tiene una boca jugosa que sabe besar delicioso y sabe decir palabras sensuales cuando ella está caliente.
-Está padrísima la alberca decía! Y hace calorcito! Traje bikini y traje completo cual quieres que me ponga papi- y me daba besos.
-Me pongo ropa interior abajo o no me pongo nada- decía y husmeaba por la habitación.
-No vino mamá, así que dormiremos juntitos!- exclamaba y me daba besos.
-ellos son tus amigos?? No los conocía!. Diego es muy atento y muy guapo! Ay! Pero tú eres más! – y me volvía a besar en la mejilla, en la cabeza o los labios o donde fuera. Se notaba contenta y con lo que decía yo me sentía contento, arrecho y con cierta culpa pero, ya estábamos aquí y era tiempo de disfrutar.
Me bañe primero y me puse el traje de baño. Espere a mi nena a bañarse y cuando salió del baño venía con el cabello mojado y un traje de baño verde con florecitas rosadas de dos piezas, sus tetas llenaban muy bien el brassier de tela delgada sin rellenos y marcaban perfectamente el área de los pezoncitos jóvenes.
El bikini se veía muy bien por dónde se le viera, las nalgas macizas por detrás y una panochita abultada con una ligera línea central metida al frente, piernas largas redondas y macizas de piel trigueña que hicieron emparlmarme de una en cuanto la vi.
– ay Papi! Que miras!!
– lo hermosa te estás poniendo hija.
– crees que les guste a los que están allá afuera?- decía mientras se veía en un espejo.
– uff nena! yo creo que si.
Salio brincando y jugando y contoneandose. Yo salí detrás de ella con la toalla en las manos tapando un poco mi visible erección.
Las miradas de los presentes no se hicieron esperar. Diego, Frank , las niñas, Mario; a quien aún no conocía y los demás pusieron sus ojos en mi niña que fue corriendo a dónde Jessy e inmediatamente comenzaron a hacer amistad.
Desde el medio día nos mantuvimos tranquilos bebiendo cocteles y conociéndonos. De un lado estaba Diego y Manuel que ya eran conocidos de tiempo antes, junto a ellos estábamos Frank y yo. Mario estaba al otro lado de la alberca atendiendo a su mujer que asoleaba su generoso cuerpo tirada en un camastro.
Las niñas iban, venían, corrían, gritaban y chapoteaban en la alberca mientras los hombres las veíamos y hacíamos comentarios suaves de la belleza de nuestras hijas.
Conforme la tarde vino y los empleados se fueron los cócteles ya habían hecho mella en nosotros así que los comentarios dejaron de ser tan suaves.
Sandra la hija de Manuel era una nena de14 años enfundada en un traje completo blanco. Encima vestía shorts blancos y era la única que no se había metido a la piscina, iba y venía con con un gran sombrero en la cabeza para no asolearse.
Manuel se acercó a ella y sin escuchar que le dijo vimos como se comenzó a quitar el short blanco y dejo al aire unas hermosas caderas bastante amplias y unas nalgotas redondas y morenas descubiertas debido al corte de su bañador, de un salto entro en el agua tibia y ahora también iba y venía pero dentro del agua. Manuel regreso con nosotros y con la mirada fija en nosotros dijo:
Les presento a mi Sandrita, la mejor putita que he criado a leche y camote desde los 7.
-Mi amor!- grito.
-traenos la botella que deje en la mesa!.
Sandrita salió del agua. El traje de baño que era blanco se hizo completamente trasparente por el agua y dejó al descubierto las curvas perfectas de Sandra, sus deliciosos pezones morenos ahora eran completamente visibles y por si fuera poco también se transparentaba un triángulo de pelitos negros que nacían justo encima de la conchita de la nena. Sandrita como si nada, caminó aun lado de la alberca hacia donde estábamos y le entrego la botella y un beso en los labios a Manuel su padre.
Fue y vino un par de veces más de la misma manera. De ida nos dejo ver sus nalgotas paradas, de regreso una charola de vasos no dejaba volver a ver sus botones. De ida sus nalgotas, de regreso una jarra de jugo rojo.
Manuel sirvió una onza en cada vaso y relleno con jugo. Nos llamó a todos y repartió por igual. Brindamos por conocernos y bebimos ese jugo dulce que contrario a lo que pensé no tenía sabor a alcohol o algo parecido. Sabía a frutas tropicales.
Después del brindis nos quedamos ocupando los camastros existentes viendo la tarde como empezaba a caer, hablabamos del clima, del paisaje, del viaje etc. Por mi parte, mientras escuchaba las conversaciones, un calorcito rico subía por mi cuerpo. Frente a mi estaba Rosario, la esposa de Mario, ella era una mujer grande, voluptuosa de gran trasero y enormes pechos colgantes. Tendría unos 38 años a juzgar por su físico. Cabello hasta el hombro de ondas grandes, ojos grandes café claros labios bien definidos perfectamente pintados a pesar de pasar el día en el agua.
-A ver Diego- comenzó.
– cuéntanos qué sigue. Porque en este último rato yo me siento algo rara, cómo que un calorcito se me está subiendo por las piernas y puedo intuir que es por ese último jugo con el que brindamos todos. A partir de ahí estoy viendo a estos muchachos mucho más interesantes que cuando llegamos.
-Ohh no soy el único entonces! – dijo Mario.
– jeje yo también siento que se me está subiendo el calor entre las piernas- exclamé.
Yo estoy igual! Exclamó Frank.
Él estaba «escondido» detrás de Jessy, su hija, con una mano la rodeaba por de bajo de la cintura y con la otra hacia pequeños círculos en su ombligo. Su rostro se asomaba entre los rizos rubios de la niña. Se notaba que le decía cosas al oído acompañadas de minúsculos besos cerca de las orejas. Ella cerrabalos ojos y asentaba con la cabeza.
– entonces- dijo Mario -las niñas también están sintiendo esto?
– mi papá es experto en estos temas- argumentó Monse que jugaba con los vellos de las piernas de Diego y sin decir nada más comenzó a frotar con más intensidad sus manos a lo largo y a lo ancho de las piernas de su padre. Diego comenzó a acariciar la melena negra de Monse y el bulto que llevaba guardado en un bikini color verde agua comenzó notarse cada vez más hinchado através de la tela.
Los minutos sucedían y la temperatura comenzó a subir en ese lugar, Frank comenzó a besar a Jessy en la boca con mucha pasión. El seguía en las espaldas de ella pero se las había arreglado para que sus lenguas danzaran y jugaran mientras sus manos iban y venían entre el vientre los pechos y la cintura de su niña.
En ese momento yo solo observaba la escena puesto que el jugo tropical ya estaba en todo mi ser y no podía dejar de contemplar a todos los que hasta hace 2 horas eran familias normales comunes y corrientes ahora al abrigo de la privacidad estaban dando rienda suelta a sus más bajas pasiones.
Frank y Jessy cachondeaban como novios adolescentes; sus manos iban y venían de todos los rincones del cuerpo del otro.
Monse seguía arrodillada a los pies del camastro donde su padre reposaba y seguía apretando y deslizando sus manos a lo largo de las piernas de Diego, solo que en su recorrido ahora también incluía la gorda tranca que estiraba a más no poder la tela verde del bikini.
Junto a ellos, Mario y su esposa, habían pasado de la contemplación a la acción y él estaba absorto jugando con las tetas de Rosario mientras se besaban copiosamente, compulsivamente; abrían tanto la boca que se podían ver dos lenguas enredadas buscando entrar lo más posible en la cavidad del otro.
Rosario era dueña de unos pezones grandes, con grandes aureolas y Mario jugaba con ellos jalandolos y estrujandolos con frenética devoción. Debido al tamaño de las tetas no le fue difícil liberarlas del traje de baño que las guardaba y así sin más tapujos le arrancaba a Rosario los primeros quejidos de la tarde.
En aquella rueda de gente estaban también Manuel y Sandrita que ya se habían acomodado tumbados en el pasto del jardín. Para estar más cómodos pusieron varias toallas de los camastros y mientras Frank, Diego y Mario iniciaban sus cachondeos, Manuel y Sandra hacían lo propio pero en una posición más cómoda. Tumbado boca arriba estaba Manuel y encima de él la pequeña Sandra, su hija, a la que según sus propias palabras había criado con leche desde los 7. Ahora con catorce primaveras tenía las piernas abiertas sobre su progenitor y sus nalgas redondas duras y morenas estaban al aire con un trozo de su bañador blanco metido entre ellas. Desde mi ángulo podía ver sus nalgas, su espalda y los brazos y piernas de Manuel que surgian desde abajo del cuerpo de Sandra. Aunque no lo veía sabía que también estaban en una sesión de besos apasionados y que sus sexos se estaban juntando y aplastando con el febril deseo de arrancar las pocas ropas que los separaban.
Ahí me encontraba yo, de pie contemplando el espectáculo sexual de mis nuevos amigos cuando sentí las manos de mi tierna Erika que se abrazaban a mi cintura y con la tierna piel de su cuerpo que se pegaba al mío. Yo le correspondía con mi mano derecha abrazandola y acariciándola suavemente desde la espalda hasta las caderas. Yo tenía la mirada fija en Sandra y Manuel. Ella miraba a Diego y Monse cuando derrepente dijo:
-Mira esa verga papi, es muy grande- Se refería a la de Diego que para entonces Monse ya la había sacado de su prisión.
Giré la vista para entender de que me hablaba y efectivamente, la niña de 19 años de cabello negro y bañador negro, jugaba y chaqueteaba la dura verga de su papá, que era grande, gorda y venosa.
Mi nena, que hasta ahora solo conocía la mía, tenía una carita lujuriosa, la boca semiabierta; babeante por aquella vista que Diego sin reparos nos ofrecía.
-Te gusta? Mami- dije al mismo tiempo que lleve mi mano hacia su rostro y sin dejarla responder introduje mi dedo medio en su boca e inicie un movimiento de mete y saca de su boquita y ella comenzó a disfrutar mi dedo con deliciosas succiones acompasadas.
Me fui acomodando para que sintiera mi poderosa erección entre sus nalgas y sin quitar el dedo de sus labios y con ayuda de mi otra mano, subí el brassier que cubría sus tetitas y las dejé al aire para comenzar a masajearlas. Con mis dedos índice y pulgar retorcía sus pequeños pezones rosados alternando una y otra teta. Ella recargaba su cabeza en mi pecho y cerraba los ojos para disfrutar completas las caricias.
Diego, que también estaba atento a nosotros, no dejaba de ver los duros pechitos de mi niña caliente y no hizo esperar los comentarios.
– vaya tetas de tu pequeña hija, Carlos. Veo que haz entrenado de tiempo antes a tu putita. Mira a esta, ahora es una completa mamadora de verga, así como la ves de tierna ya se ha comido varios troncos de mis amigos. Pero vamos hombre! quita esas bragas de tu muñeca que me gustaría admirarla completa.
No tuve que hacer nada, al terminar la frase Erika misma se bajó el bikini y expuso completa su panochita cerrada. Era como si quisiera darle un espectáculo a Diego.
Saque el dedo de su boca y lo dirijí a su chochito, con la saliva que ya tenía y con los fluidos que emanaba no me fue difícil meterlo al fondo.
Ella por iniciativa propia dió varios pasos hacia el camastro y paró hasta estar muy cerca de la cara de aquel hombre lujurioso que disfrutaba de la boca de su pequeña Monse. Yo, entendí el caminar de mi querida niña y sin sacar el dedo de su cuca y sin despegar mi verga de sus nalgas, acompañe sus pasos hasta que ella se detuvo.
Sus piernas largas y torneadas llenas de pequeñísimos vellitos invisibles, quedaron tan cerca de Diego que no le fue difícil comenzar a tocarlas, yo en automático, quite mis manos del área, para dejársela libre y las acomodé en los pezones de mi nena.
Ahora la escena era bastante caliente, puesto que Monse, mamaba y disfrutaba de la verga de Diego. Diego saboreaba y acariciaba como podía, dedeaba la concha y sobaba las nalgas de Erika. Yo le repegaba mi tronco en su cuerpo y con mis manos le daba jalones a esas tetitas puntiagudas. Ella se retorcía en mi pecho y jadeaba excitada.
– papi, papi, quiero sentir adentro a Diego, si? Me das permiso? Ah! Si papi?
– claro que sí nena- dije.
– Ya te ha cogido tu papi, mi amor? Pregunto Diego.
– Si, varias veces. Contestó ella.
-Te gustaría probar mi camote?-preguntaba y al mismo tiempo atraía a mi dulce princesa. Y ella pasó su pierna por encima de él y el camastro, entonces su mojada pucha quedó a la altura de del pecho de Diego que hábilmente se deslizó hacia abajo y logró igualar la altura de su boca con aquel sexo adolescente deseoso de ser comido y sin perder ni segundo solo vi crecer una gran lengua que se perdió pronto entre los labios mayores de mi tierna niña. Ella soltó un sonoro quejido que yo callé con un beso en los labios y ella me respondió con una tremenda fuerza de succión en mi lengua que me recordó aquella primera vez que le enseñe a besar.
De ese día hacían ya, dos años y hoy, era la noche de graduación para mi pequeña puta, que estaba a punto de clavarse la vergota de un señor que habíamos conocido hoy.
Diego mamaba con su gran boca el coño completo de la nena, pasaba su lengua por el clitoris, lo mismo que por sus escasos pelos púbicos, entraba y salía de su rajada, llenando de saliva todo su sexo; yo la tenía prendida de la boca follandola con mi lengua y ella la succionaba y la disfrutaba a ojos cerrados.
Ese hombre de actitud encantadora y sonrisa amable, tomó las caderas de mi princesita y la dirigió a su verga llena de la saliva de la tierna Monse. Y de una sola, la clavo hasta el fondo en su cabezona tranca. Erika soltó un quejido de placer y me dio una última mirada de complicidad para después cerrar los ojos y dejarse llevar por el frenético vaivén de sus nalgas sobre las piernas velludas de Diego.
El placer que comencé a sentir en ese momento fue indescriptible porque veía lo que jamás había imaginado y menos que a sus doce añitos, mi dulce princesa, de hoyuelos en las mejillas y coletas en la cabeza, se moviera encima de esa verga como un gran puta en celo.
Monse que había que había sido despojada de su semental no tardó en llegar de rodillas hasta mi polla. La estrujó para que goteara más y con sus labios suaves empezó a mamar la cabeza y después el tronco. Yo le hice una cola de caballo con mi mano derecha y comenzé a cogerla por la boca, saque esas hermosa tetas blancas y las estruje al mismo tiempo que escuchaba el chapoteo de la verga de Manuel entrando y saliendo del chocho empapado de Sandrita a unos cuantos pasos de ahí.
Levanté a la tierna Monserrat y comí sus dos sus pechos. Alternadamente le daba lenguetazos o mordiscos y sus pezones se mantenían erectos pidiendo siempre más.
Decidí voltearla para penetrar es ese hoyo desconocido para mi, necesitaba sentir la pucha de aquella jovencita, sentir sus flujos vaginales escurriendo en mi palo, sentir la masa de sus glúteos rebotando en mi pelvis y así, mientras Diego empujaba su gorda tranca dentro de mi princesita puta yo podía disfrutar la tierna concha de la dulce putita de él.
Pasaron varios minutos en los que aquel maravilloso jugo trabajaba en mi y en los demás, llevándonos a límites cada vez más extremos.
Apoyada en respaldo del camastro donde su padre, Monse hacía ruidos y gemidos al respirar, Diego embestía y no paraba de empujarle la verga a mi dulce Erika. Ella por su parte mantenía firme su decisión de aguantar el tronco completo. Mas a la derecha Mario tenía a su esposa en cuatro patas y se divertía metiendo su pene en su gran cuca y le decías cosas sucias que no se escuchaban claramente pero ella respondía entre gemidos, si, papi, si, «cógetela»… A unos pasos más, Manuel, chupando tetas, nalgueando, hablando cosas sucias, y dedeando la concha peluda de Sandra.
Más allá, en el jardín, cerca de un arbusto, se podía ver a Jessy en posición de perrito, su bikini naranja estaba a media pierna, tenía las nalgas bien abiertas puesto que Frank tenía la cara metida ahí y se deleitaba chupando y dilatando el ano de su muñeca con la ayuda de un gran dildo con forma de pene negro que había comprado para está ocasión. También sus tetitas estaban fuera del corpiño; y mientras su culo estaba al aire levantado todo lo que podía, sus tetitas estaba pegadas al piso y sus pezones eran frotados por la tela rugosa de una toalla que tendieron sobre el césped.
La tarde había caído y los últimos rayos del Sol eran débiles resplandores naranjas que se ahogaban en el mar cercano, y las sombras nos cubrieron por completo.
Un gemido que yo conocía bien, comenzó a crecer frente a ese tipo que nunca habíamos visto antes pero ahora estaba prendido con los brazos a la cintura y con los labios al pezón izquierdo de mi dulce niña, con fuerza seguía empujando su pelvis y su verga en el interior de ella y le arrancaba intensos quejidos calientes.
Gimió y se retorció sobre esa gran carne y con sus jugos y un grito, bañó los huevos de Diego que se contarían con fuerza para hacer llegar su leche a lo más profundo de su perrita. Esa visión no me dio otra opción que comenzar a vaciarme en la mojada concha de Monse, que recibió mi semen con estupendos espasmos vaginales que me daban la sensación de múltiples mordiditas a mi verga.
Por allá se oían los fuertes gemidos de Jessy a quien ya no veíamos claramente pero intuíamos que seguía ensartada en la verga de Frank. Mario y Rocío respiraban fuertemente y el sudor de mi frente caía abundantemente en las nalgas blancas de Monserrat. Un orgasmo grupal se vino sobre todos y con ruidos, gemidos y resoplos descargué segundo y un tercer chorro de leche dentro y fuera de esa pucha de 19 años mientras Erika de 12 bañaba gustosa la verga de Diego con sus deliciosos jugos vaginales, que hasta ese día solo yo conocía.
Los sonidos comenzaron a disminuir, minutos de absoluto silencio nos rodearon, mi respiración fue tomando su ritmo normal y escuché que alguien dijo «traime papel». Siluetas humanas se empezaron a mover a nuestro alrededor, la piscina reflejó movimiento. Las nalgas de Monse de fueron separando poco a poco de mi cuerpo, yo las fui soltando lento hasta que las yemas de mis dedos no la sintieron más. Escuché hablar a Diego y vi a mi preciosa Erika bañada en sudor que se desmontaba de su macho mientras con la mano se quitaba sus cabellos mojados de las mejillas, vino a mí. Me abrazó.
Fin de la primera tarde.
Más detalle
buen relato, aunque presentar tantos personajes de improviso es un poco confuso