Julia y Manuel: Aventura en el Sofá
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por lenuma2.
Julia y Manuel: Aventura en un Sofá
Me acuerdo muy bien, era una tarde de verano de esas que una borrasca nos impedía bajar a la playa o salir de excursión por los alrededores. Solo quedaba el recurso del sofá después de la comida y si se terciaba, una partida con los chavales de la casa de al lado. Un aburrimiento.
Yo me puse en el sofá a ver la tele, ponía una serie que me gustaba bastante y me entretendría una hora. Luego vería lo que hacer.
Al poco llega Manuel con un libro. Me pide sitio y nos acomodamos cada uno en un extremo del sofá, yo mirando la tele acostada en un extremo y Manuel en el otro sentado apoyando sobre el respaldo, con los pies también sobre el sofá, leyendo su novela de intrigas y crímenes.
Estábamos los dos en bañador por lo que al estar quietos se notaba algo de fresco y le pedí que echase una mantita ligera que nos abrigase.
Había sitio para los dos, solo que las piernas se tropezaban con facilidad. No era la primera vez que estábamos así acomodados, pero esta vez un pie de Manuel quedó parado en la parte alta de mi muslo, cerca de mi culo. No tenía importancia y no se la dí.
Al rato, su calor me hizo apreciar que el contacto era agradable y moví un poco las piernas aumentándolo. Manuel se movió también, pero sin perder el contacto.
Pasado un rato, Manuel acercó el otro pie, apoyándolo directamente sobre mi culo. Yo no me moví hasta pasado un buen rato, que aproveché para facilitar que el pie que estaba sobre el muslo me quedase entre las piernas.
Los dedos de Manuel empezaron a hacer pequeñísimos movimientos, casi nada, pero se movían. Eso me empezó a gustar, me sentía bien con sus pies entre mis piernas y me dejé llevar.
Poco a poco sus dedos aumentaron los movimientos y la colocación de los pies se fue cambiando aprovechando movimientos unas veces míos y otras de Manuel.
Antes de llegar al descanso de la novela, Manuel ya tenía sus pies situados de tal forma que me tocaban uno el culo y el otro ya apoyaba ligeramente sobre mi sexo. Todo había sucedido de modo suave, suavecito, sin brusquedades ni insolencias ni siquiera con el mínimo descaro. Sus pies y mi culo fueron llegando a eso digamos que por casualidad.
El hecho es que yo estaba muy a gusto, y mi hermano parecía que, como sin querer, estaba dispuesto a toquetearme y darme gusto. Fui facilitándole mas el acceso a mi tesoro, de modo que sus dedos llegaron ya claramente a toquetear sobre mi coñete por encima del bañador. Con sus toques se me hacía imposible mantenerme quieta, me retorcía de gusto.
Sus dedos acariciaban cada vez mas francamente mi vulva, mi culo y todo el perineo poniéndome cada vez mas excitada, ayudándole con mis movimientos en su trabajo, que ya estaba clarísimo por parte de los dos de qué se trataba: Manuel le estaba haciendo una paja a su hermanita Julia en el sofá del salón mientras Papá y Mamá dormían la siesta.
Yo estaba disfrutando mucho pero en un momento pensé que era una tremenda egoísta ya que del mismo modo que me tocaba él, podía yo tocarle, así que me puse boca arriba y con mis pies fui buscando sus partes que no tardé en encontrar.
Debajo de su bañador mis pies descubrieron una barra de hierro del tamaño de un pepino, que nada más tocarla hizo saltar a Manuel.
– Cuidado Julia, no me lastimes.
– No es eso precisamente lo que quiero Manuel.
– Bueno, pues sigue despacito.
Y seguí toqueteando despacito, acariciando con mucha suavidad mientras él no paraba de trabajar. ¡Qué bien lo hacía! Sus dedos temblequeaban sobre mi entrepierna, unas veces acariciando, otras queriendo entrar, pero siempre dando gusto.
¿Cómo sabía tanto mi hermano? Yo debería estar a su altura, me tenía que concentrar un poco más, ser menos egoísta y darle a él tanto gusto como me daba a mí, pero no sabía o al menos eso me parecía.
Sus dedos fueron separando el bañador tocándome la vulva directamente. ¡Qué gusto!
El más atrevido de sus dedos, el gordo del pie derecho, hizo ademán de entrar por mi húmeda vagina y una tremenda descarga eléctrica me entró por el pelo y me recorrió entera todo el cuerpo. Contraje las piernas, las solté, me encogí, me estiré. Mi cuerpo era una continua convulsión, un tembleque maravilloso que me hacía sentir como nunca yo sola lo había logrado.
Yo era virgen todavía pero me masturbaba con frecuencia, sin embargo, el mejor orgasmo de mi vida me lo estaba regalando mi hermano, mi querido Manuel, aquí, en el sofá de casa, a pocos metros de donde mis padres dormían. La clandestinidad y el placer se unían en una hermosísima conjunción.
Poco a poco mi excitación fue bajando, todo se acaba y qué pena que acabase esta tremenda paja que me estaba haciendo Manuel.
Yo no puedo ser menos, me dije y me concentré en su polla que con un pié acariciaba por la punta y con el otro jugaba en sus huevos. Ahora era él quien disfrutaba. Sus contoneos dejaban ver que le estaba gustando.
Lo estoy haciendo bien, pensaba, le gusta, no tardará en correrse.
Como si me leyese el pensamiento, Manuel se contrajo, apretó mis piernas con las suyas y soltó un chorro de líquido caliente sobre mi cariñoso pie. La lubricación de su leche aún hizo más intensas las caricias que yo le hacía y nuevos chorros me confirmaron que el chico estaba a gusto.
-Qué buena eres Julia, menudo pajote que me has hecho. Me ha gustado como nunca, eres una artista, parece que lo vengas haciendo desde hace tiempo.
-Oye, pervertido, es la primera vez que toco una polla, grosero, pero me alegro que disfrutases. Tú a mi me lo has hecho de maravilla y ahora que lo dices, también yo pensé que tú tenías mucha práctica, que eras un experto. ¿Me equivoqué yo también?
-¿Experto? Paso mas hambre que … Eres la primera mujer que veo correrse, mi primer orgasmo en directo, me alegro que te halla gustado, fui haciendo sobre la marcha lo que me parecía.
Mientras me decía esto sus pies volvieron a acariciarme los muslos y el culo e inmediatamente mi cuerpo reaccionó con excitación.
-¡Dios! Manuel, me pones otra vez…
-¿No me digas? Menuda fiera que eres.
-No soy ninguna fiera, eres tú que me pones así, vas a hacerme correr otra vez.
-Bueno, aprovecha que pronto se levantarán los jefes.
-Así hablando me da algo de corte, antes en silencio parecía diferente. La verdad es que somos unos guarros haciendo esto.
-Anda Julia, déjate de esas cosas ahora y disfruta de lo bien que te lo pasas con mis deditos de los pies…
-Me estoy poniendo loca otra vez, tengo ganas de chillar. Ffffff! No pares. Hay que gusto. Sigue Manu, quiero más, masss masssss. Méteme otro dedo, el pie entero. ¡PUFFFF!
Me volvía a correr, esta vez sin parar de hablar.
-Baja la voz, loca que te van a oír. Disfruta en silencio del trabajito que te hago. Quiero que te guste mucho, mucho.
-Me gusta mucho, mucho massss… Sigue así, fuerte, ¡ahhh! ¡Me pongo loca, locaaaaa!
Atento y obediente mi hermanito siguió dándome gusto con sus pies por toda mi entrepierna y así de nuevo llegué a alcanzar la gloria gracias a los trabajitos de Manuel que disfrutaba viéndome disfrutar a mí.
-¡Ah! Para ya. No puedo más, le dije, déjame descansar.
-Sí, es mejor que descanses y te relajes que si viene mamá ahora y te ve esa cara va a pensar que te ha pasado algo.
-Y algo me ha pasado, dije. He descubierto, después de unos años que tengo a mi lado una máquina de dar placer y yo desaprovechándola. Te juro que te voy a utilizar a todas horas, me voy a pasar el día pidiéndote un trabajito… y otro…y otro….
-Sí, y el tonto de tu hermano currando y mirando. Este partido quedamos dos a uno pero te juro que la próxima vez cuando tengamos ocasión, te gano por goleada, lo menos ocho a tres.
La serie de la tele había terminado y en cualquier momento aparecían mis padres, así que nos levantamos del sofá, recogimos y ventilamos el salón y nos fuimos a cambiar cada uno a su cuarto como si no hubiese pasado nada.
¿Nada? ¿Queréis saber como siguió la historia? Quizás en otra os cuente como siguió.
Besos
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