Julia y Manuel, dos hermanitos buenos
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por lenuma2.
Hola, soy Manuel y esta historia sucedió cuando yo tenía 16 años y mi hermana Julia 12.
Un lunes por la tarde estaba yo en mi cuarto jugando con el ordenador cuando llegó mi hermana del cole y se fue a su cuarto a cambiarse. Hacía mucho calor, yo estaba recién duchado, con un pantaloncito corto sin calzoncillos ni camisa.
Al rato viene mi hermana con una faldita floja y un polo pegadito y corto. Traía un cuaderno en la mano
-¿Manuel me puedes ayudar con la tarea de informática, que no la entiendo?
-Bueno, trae una silla y siéntate a mi lado para hacerlo entre los dos, le digo.
A mitad del trabajo me dice que mejor la deje sentarse en mis piernas pues la pantalla es pequeña y no ve bien. Yo accedí y ella se sentó sobre mis piernas desnudas y seguimos trabajando.
El contacto directo de sus piernas y las mías me fue excitando, además mi hermana se fue recolocando cada vez más atrás y así, poco a poco, como sin intención por ninguno de los dos, nos encontramos con que su culo estaba justo encima de mi verga, la cual poco a poco fue despertando y empezando a ponerse dura. Mi hermana no solo no se apartaba sino que se acomodaba para que le quedase justo sobre su raja.
Yo ya estaba sudando pues ella se movía claramente con intención. Poco a poco me fui animando y empecé a meterle mano, por sus tetitas aún nacientes, por su barriga y finalmente di el paso y entré por debajo de la faldita hasta los muslos y más arriba.
Llegué a la braga y seguí toqueteando. Ella aparentemente no se enteraba, estaba concentrada mirando la pantalla con la espalda recta apoyada sobre mi pecho, solo hacía leves pero claros movimientos con el culo sobre mi palote. Mis dedos empezaron a recorrer su conchita por encima de la braga y ella fue abriendo las piernas para facilitar mis toques, todo como si nada pasase, pero cuando trato de esquivar la braga y tocar carne directamente, se levanta y me dice que marcha a su habitación.
BRRRRR…. Casi la mato.
Martes, la tarde siguiente pasa algo parecido, yo estoy sentado en el sofá y ella me pide ayuda, esta vez para un trabajo de geografía que tiene que preparar con el ordenador. Vamos a mi cuarto y ya no trae otra silla, se sienta directamente sobre mí, e igual que la víspera, se fue acomodando atrás y atrás hasta situarse sobre mi sufrido palo, aún dormido.
El trabajo era sencillito y lo acabamos pronto pero quiso seguir en el ordenador con la disculpa de ver unas fotos de unos paisajes del país sobre el que hacía el trabajo. Mirando fotos siguió con sus movimientos y mi verga fue despertando al calorcito y fregoteo, de modo que era inevitable sentirla. Ella, como ayer, se acomodó y venga movimiento. Yo, ya animado, vuelta a los toqueteos. Le tocaba sus tetitas, pellizcándolas suavemente lo que le hacía moverse más.
Una mano abajo busca su entrepierna, que también se abre. Toco por encima de la braga que ya se nota húmeda. Está calentorra y quiere guerra.
No tengo prisa y temo la espantada de ayer así que sigo con lo seguro, solo tocar por encima. Mi calentura es ya enorme y mis manos no paran, la de abajo a lo suyo y la de arriba a apretarla contra mí y tocarle pecho y barriga por debajo de la camisa. Ella se echa para atrás aumentando el contacto con mi cuerpo pero sigue haciéndose la tonta con las fotos como si nada estuviese pasando. Yo estoy a cien, en breve me puedo correr, pero decido no parar, al mismo tiempo no quiero ser más atrevido, que sea ella la que pida más.
Pasan unos minutos de excitación, los dos estamos muy calientes y yo al fin me corro tal cual estoy, con ella encima de mi carajo tieso que palpita como un corazón. Ella queda quieta, consciente de lo que me pasa pero sin actuar. Mi corrida tubo que traspasar la ropa y sus bragas y su culo tienen que estar encharcados, pero ella no hace ni dice nada. Quince o veinte fotos más tarde decide que tiene que ir a su cuarto a seguir estudiando por lo que descabalga de mi palo que ya está flácido y se marcha con aires de triunfadora.
Me dan ganas de asaltarla y hacer un disparate pero me contengo, a fin de cuentas, me dejó disfrutar.
Miércoles, hora acostumbrada, la señorita llega del cole, se pone ropa cómoda (camisetita y pantaloncito corto flojo) y otra vez la misma cosa, que tiene que hacer un trabajo con el ordenador que solo se puede realizar con mi valiosa ayuda.
Vamos a mi habitación, encendemos el ordenador y nos acomodamos como ya es norma: sobre mi pirula que la está esperando ya casi en estado de prevengan armas. El trabajo resulta ser una disculpa descarada pero yo estoy a gusto con mi hermanita sentada sobre mi polla tiesa, ya sin vergüenza y dispuesto a por lo menos repetir lo de ayer y quedar a gusto.
Comienzo los toqueteos, primero solo por arriba, para pasar a los muslos, en los que me recreo. Su baile sobre mí se va incrementando y mi mano derecha va subiendo por el muslo que se abre a medida que hace falta, hasta llegar al borde del pantalón. Esta vez tengo mis dudas, ¿por dentro o por fuera? Me hago el remolón, no tengo prisa, ya veremos lo que sale.
Como el pantalón es holgado, la mano va entrando sin dejar de tocar carne y yo sin prisas, subo muy, muy lentamente: que me dé pistas.
Sus movimientos me indican que todo va bien, que no hay nada que temer así que sigo hasta llegar al fondo y ¡SORPRESA! No tiene braga.
El choque es muy fuerte y estoy a punto de dar marcha atrás pero como la señora se ve toda contenta hablando del rey moro de Granada y lo preciosa que es la Alhambra, me mantengo. Voy tocando por los alrededores, estoy caliente a más no poder, no tiene braga y su pubis tiene un ligero vello que me pone a cien cuando lo toco.
Toco, toco y aprieto, ella se echa para atrás lo que me facilita el toqueteo y me atrevo a buscar su rajita, que pronto encuentro y muy suavemente voy acariciando sin tratar de entrar. Ella está tan caliente como yo pero la muy zorrita se hace la tonta.
Abre más las piernas para que yo no me pierda y no me pierdo, encuentro su rajita ligeramente lubricada y juego a su entrada con mis dedos que le hacen suspirar delatándose.
Se mueve sobre mí entrando en una especie de convulsiones que la descubren: se está corriendo la señorita. Yo también me corro, los dos a la vez, en silencio y como disimulando, pero es lo que hay. Seguimos abrazados, retiro mi mano de la zona húmeda, dejándola sobre un muslo, acariciándolo. Pasamos así dos minutitos y se levanta diciendo que tiene que seguir estudiando.
Jueves, otra vez le han puesto deberes a la señorita y otra vez necesita mi ayuda inestimable. Hoy vuelve a venir con la falda floja del martes y una camisa. Mismos hábitos, asiento en acoplamiento. La costumbre ya lleva a la rutina.
Primero buscamos la información necesaria mientras empiezo los toqueteos por debajo de la camisa. Su barriguita me gusta, sus tetitas pequeñitas ya están duras y juego con ellas. La abrazo contra mí y ella echa su cabeza para atrás, parece que hoy está más efusiva, de todos modos no te fíes…
Bajo la mano sobre el muslo y ella se mueve, subo lentamente la mano acariciándolo en círculos abriendo y cerrando los dedos suavemente. Me parece que está en la gloria aunque lo disimula, sigo subiendo. Llego al chochete y descubro que hoy tampoco trae bragas. Mi madre, como se lanza la chica, esta vez sin bragas y con falda el contacto en más intenso. Tal como estoy, con facilidad se me puede asomar el cipote por fuera del calzón y llegar al contacto directo. ¿Lo querrá? ¿Será lo que busca?
Pienso que estaría bien intentarlo y busco la forma de conseguir su ayuda. Me estiro exageradamente hacia atrás, llevándomela conmigo, así consigo que su culo, antes sobre mi pija, quede ahora más arriba. Al recuperar la posición ella, que entendió la jugada, arrastró el pantalón en la bajada e incluso con una mano ayudó en la operación, de esta modo quedaron dos centímetros de mi tiesa polla por fuera del pantalón tocando directamente su culo.
La sensación era muy buena pero insuficiente, habría que mejorarlo. Estoy pensando repetir la jugada cuando es ella la que se echa exageradamente para atrás levantando el culo, jugada que comprendo al instante y bajo el frente del pantalón en un microsegundo. Ahora sí que estamos en contacto directo.
La emoción es fuerte para los dos y descansamos un ratito para continuar toques y movimientos. Yo quisiera colocársela a la entrada pero me parece mucho para hoy así que me conformo con sentir su culo encima de mi tranca, carne con carne. Disfrutamos un buen rato los dos con sus movimientos y mis toques que van ganando en seguridad.
Estamos los dos muy calientes, ella empieza a correrse y yo la sigo fielmente, mis chorros la mojan, no hay tela por medio, pero nada más acabar, se levanta y me dice:
-“Cochino, cómo me has puesto” y se marcha.
¡Qué gran puta!
Viernes, hoy también hay deberes, Un trabajito de naturales sobre el Bosque Mediterráneo. En fin, si necesita ayuda, la ayudaré. Por si acaso, yo ya me había puesto un pantalón de deportes flojo y fino, pura casualidad. Ella viene con una camiseta vieja de mi madre, que usa a veces por casa y que le llega casi hasta las rodillas, ¿vendrá sin bragas como ayer?.
Nos sentamos como siempre en disposición de trabajo. Su camiseta permite el contacto directo y mi pantalón apenas si es obstáculo. Enseguida se nos nota la excitación. En menos de un cuarto de hora quedó terminado el trabajito del cole pero nosotros continuamos por el bosque…
Mis manos trabajan su cuerpo, una por encima de la camiseta y la otra por debajo, acariciando sus piernas. Ella se acomoda ya sin tapujos sobre mi polla que está como un palo de dura. Subo por sus muslos que juegan a abrirse y cerrarse mientras se mueve y trata de atraparme la polla con su culo. Por supuesto, hoy tampoco trae braga.
Llego a su coñete que ya está esperándome y comienzo mis caricias. Juego con sus labios que voy abriendo sin prisas, mientras miramos los árboles característicos del bosque mediterráneo. Qué preciosidad.
Julia se echa para atrás y se mueve con toda la confianza dejando ver lo bien que se lo está pasando. Mis dedos se mueven por su vagina llegando a acariciarle el clítoris. Julia salta y se retuerce de gusto. Me cuesta mantenerla sobre mí con la otra mano que se mueve por sus tetas. Busco como ayer el contacto directo, me voy a bajar el pantalón…
Julia me ayuda y nos ponemos, sin decirnos nada, con la polla entre sus muslos, acariciándole la vagina por detrás mientras mis manos, ahora las dos están debajo de la camiseta, juegan con sus pelitos, su barriga, su panocha, todo. Es un manoseo ansioso que me pone en trance, no sé si aguantaré mucho más pero no me importará correrme sobre ella aunque me vuelva a reñir como ayer.
Julia se echa hacia delante apoyándose en la mesa. Recorro sus muslos, meto los dedos por el coño de mi hermanita y le toco el botoncito, me quedo a las puertas de su vagina jugando. Ella no dice nada, pero suspira y se retuerce de gusto. Sigo tocando y metiendo las yemas de los dedos por su cueva, provocando que Julia se contraiga y tiemble. Le estoy dando un orgasmo mucho mejor que el de ayer.
Sus piernas me atrapan mi pija, que con sus movimientos no aguanta más y empieza a escupir. Son cinco o seis chorros de leche caliente que mojan mis manos y sus muslos al tiempo que yo también me contraigo sobre ella, ambos estamos disfrutando ya sin tapujos, como dos animales en celo.
Poco a poco nos vamos calmando. Mis manos se van alejando de sus partes íntimas sin dejar de acariciarla. Julia se echa para atrás recuperando la compostura y volviendo la cara me estampa un beso en la mejilla diciéndome:
-Gracias hermanito, nos salió muy bien el trabajo aunque eres un cochino que me pones perdida.
De un salto se baja de mi regazo y se marcha a su habitación. Bueno, hoy al menos ha sido agradecida, esto mejora.
Sábado hoy no hay deberes.
Julia se pone en el salón a ver la tele con el uniforme de ayer, ¿Volverá a estar sin bragas?
Yo también me siento en el sofá, mi intención es acercarme a ella pero temo sus rechazos. Mis padres nos advierten que salen de compras y que después irán a cenar con unos amigos, que nos quedaremos solos, con la cena preparada. Mi cabeza da vueltas. Hoy no hay deberes, ¿Inventará algo? ¿Tendré función extra? ¿Se hará la mala?
La polla se me pone dura y me cuesta conseguir que se baje y hacer vida normal hasta que marchen mis padres.
Por fin marchan y vuelvo a la sala a ver la tele, ella llega al momento y se sienta a mi lado. Me pide el mando para poner una serie de niños pijos que le gusta a lo que yo me opongo, quiero seguir viendo la peli de malotes. Ella trata de sacarme el mando, yo de esconderlo y así forcejeando, estamos los dos sobre el sofá, ella encima de mí con ademán de pegarme aunque no lo hace. Yo la agarro y la pongo debajo, me siento sobre sus piernas y me rio. No puedes conmigo, le digo. Ella se revuelve y descubro su culo al aire. La visión me turba y me distrae, momento que aprovecha ella para revolverse poniéndose sobre mí cintura a horcajadas y atrapando el mando.
-Ahora vas a ver lo que yo quiera- me dice y cambia de canal de televisión. -Además no pienso soltarte hasta que me canse de ver la serie-
Yo que en el fondo estaba bien en esa posición, me dejo quedar prisionero con la malicia de ponerme boca arriba de modo que su culo desnudo casi tocaba mi barriga. Las manos las pongo sobre sus piernas como si fuese a luchar (estaba aprendiendo a ser retorcido como ella) y muevo mi culo para arriba. Esto la hace caer sobre mí, momento que aprovecho para sujetarla en un abrazo descaradamente erótico, manoseándole la espalda y bajando hasta el culo que palpo desnudo. Ella se revuelve y me golpea el pecho:
– ¡Salido! ¡Pervertido! – marchándose a su habitación.
Dejo pasar un rato y subo a verla. Llamo y entro en su habitación. Ella está en la cama boca arriba con las piernas dobladas y abiertas, las manos debajo de las sábanas, juraría que se estaba masturbando.
– Julia, perdóname, hagamos las paces. Baja a la sala y vemos lo que sea juntos-
– Bueno, pero el programa lo elijo yo. Tú te conformas con lo que yo diga.
– Con tal de verte contenta, haré lo que quieras, le dije. Lo que tú digas.
– Bueno pues vamos, date la vuelta que me pongo el camisón para bajar.
– Yo me voy a poner el pijama para estar más cómodo y también bajo.
Al ratito estábamos los dos en el sofá, ella estirada con la cabeza en un extremo, y yo sentado en el otro, viendo la serie pija que no había terminado. Yo le veía los muslos a Julia y sabía que no tenía bragas, eso me empezó a alterar y empecé a tener una erección que se empezó a notar como un bulto en el pijama. Al principio me tapé con los brazos pero luego decidí jugar al estilo de mi hermanita, así que retiré los brazos con discreción pero dejando ver claramente lo que había.
Ella enseguida debió notarlo y como era su estilo, me contestó doblando las piernas con lo que le podía ver su chochete. Estuvimos así un ratito y yo le pedí sitio para tumbarme yo también como ella pero desde el otro lado, así quedábamos los dos acostados viéndonos mutuamente. Me tumbé sin disimular la erección y como si nada pasase. Ella miraba pero no dijo nada.
Así puestos yo le veía todo y nuestros cuerpos estaban en contacto. Poco a poco este contacto se fue haciendo más intenso, yo la rozaba y ella me rozaba. Nuestras caderas estaban a la misma altura y con las manos podíamos tocarnos uno al otro. Poco a poco y como era de esperar, fuimos evolucionando de modo que quedamos ella delante y yo detrás, con su culo pegado a mi polla y las manos de los dos empezando a trabajar, todo con mucha calma, como si fuéramos camaleones acechando un saltamontes.
Mis manos fueron entrando en su camisón y las suyas en mi pijama, suavemente, centímetro a centímetro, como si nada pasase. Atentos a la pantalla nos tocábamos mutuamente las piernas cada vez con más descaro y menos recato.
Al cabo de un rato me queje de la postura que me iba a producir tortícolis, por lo que me incorporé para sentarme. Ella también, pero decidió sentarse entre mis piernas como en el ordenador.
Ahora estaba todo más claro, ambos sabíamos lo que iba a pasar pero no teníamos prisa, los jefes no venían a cenar, teníamos mucho tiempo y nos gustaba hacernos los inocentes.
La suave tela del pijama y del camisón traspasaba el contacto pero además, el azar fue haciendo que su camisón se subiese hasta el ombligo y mi pijama se abriese, la carne estaba en contacto directo. ¡Que placer! Yo la abrazaba por atrás y ella ya descaradamente se recostaba y ladeaba la cabeza buscando la mía. Sus manos fueron buscando también mi cintura, mis muslos, tratando de darme el gusto que yo le daba con mis caricias.
Nos fuimos acomodando sobre el borde del sofá, ella ya sentada prácticamente sobre mi tranca con el mueve, mueve que tan bien dominaba. En un momento dado, puse mi aparato entre sus piernas de modo que rozaba su vagina y ella lo atrapó con sus muslos. Al rato jugaba con los dedos en la punta que sobresalía.
-No juegues mucho que no voy a aguantar-, le advertí.
Era la primera vez que me refería directamente a lo que estábamos haciendo y ella respondió que bueno, que teníamos tiempo de sobra para repetir varias veces, que le gustaría ver cómo me corría y siguió jugando.
Yo que estaba ya a cien le advertí que no aguantaba más y solté varios chorros de leche sobre su mano y alguna salpicadura llegó más lejos. Ella estaba fascinada:
-¡Que pasada, Manuel, es precioso ver cómo te corres!
Como yo había recibido ya una primera compensación y el hielo se derretía, le pedí que se echase sobre el sofá y así le fui comiendo un dedo del pie, otro, el tobillo, el muslo, ella se derretía y me decía que subiese más. Así fui llegando a donde debía, mi cabeza entre sus muslos y mi lengua trabajando duramente.
Parece mentira pero sin que nadie te diga cómo, vas aprendiendo, Julia se retorcía de placer:
-¡Mas! ¡mas! ¡mas! hasta que los espasmos del orgasmo la atraparon y pusieron en las nubes. -Manuel, me matas de gusto- me dijo.
Mientras le daba gusto a Julia, mi pito se fue recuperando así que con su excitación ya estaba otra vez pletórico, listo para el segundo asalto. Esta vez tenía que ser algo más serio, tenía que metérsela a julita que lo estabas pidiendo y ya le cabía.
Nos fundimos en un abrazo y nos empezamos a besar los labios, al principio no sabíamos pero fuimos aprendiendo a abrir la boca y juntar las lenguas. Nuestros cuerpos estaban fundidos uno al otro en un abrazo y parecía que éramos amantes desde siempre.
– Manuel, yo hace algún tiempo que tengo pensamientos eróticos contigo, me toco en la cama pensando en ti. Lo del ordenador lo llevo pensado desde hace tiempo.
– Julia, yo te escapaba porque tu cuerpo me vuelve loco y es mejor no verte. Me llevo hechas lo menos cien pajas pensando en ti pero eres mi hermana pequeña y debería controlarme. Ahora esta locura resulta tan buena que no me importa ser un monstruo o lo que la gente quiera pensar, yo me muero por ti.
Suavemente nos fuimos acostando sobre la alfombra y tumbado yo boca arriba, Julia se puso encima y poco a poco fuimos colocando mi polla en la entrada de su vagina. Sin prisas, con suavidad, con amor, sabiendo que se trataba de un momento histórico para ambos.
-Avisa si te duele, amor.
-Si mi vida, ya verás cómo somos capaces de hacerlo bien.
Así, suavemente fui entrando en el cuerpo de mi hermanita que ya era una señorita. Una barrera apareció en medio del camino. Yo quedé parado pero Julia, más valiente me dijo:
-¡Adelante sin miedo! – y se sentó sobre mi polla tiesa que entró de golpe cuatro o cinco centímetros más.
Dio un gritito:
-¡HAY! Y quedó quieta un ratito.
-Estás bien, mi amor
-Sí, ya está pasando, ya me vuelve el gusto.
Y así empezó a moverse rítmicamente, sentada sobre mí con mi cipote totalmente dentro. Su cara estaba radiante, estaba claro que le estaba gustando lo que hacía. Yo también estaba feliz, me estaba follando a mi queridísima hermana pequeña, la caprichosa de Julita, y que gusto sabía darme.
Seguimos así un buen rato, disfruta que disfruta, hasta que aparecieron los primeros calambrazos de su orgasmo y con ellos, el mío. Nos corrimos como fieras, no sé cuánto duró, creo que el tiempo dejó de correr para que disfrutáramos juntos.
Quedamos un rato abrazados sobre la alfombra y al levantarnos vimos que se había manchado de los fluidos de Julia. Los limpiamos lo mejor que pudimos y nos dijimos que esa sería la señal se nuestro amor. A mis padres les diríamos que se derramó pizza y quedo la mancha.
Nos duchamos juntos, volvimos a poner los pijamas y calentamos la cena.
-Quizás luego nos quede tiempo para otra aventura- dijo ella…
Y nos quedó tiempo. Esa noche y mucho tiempo más. Nos fuimos haciendo amantes al mismo tiempo que amigos. Lo más bonito de todo es que supimos establecer una relación que no nos condicionó la relación con los demás, de modo que yo empecé a salir con chicas y ella con chicos, sin celos ni reproches. Cada uno encaminó su vida por donde quiso el destino, pero aún hoy, si surge una ocasión, no la desperdiciamos…
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