Julia y Manuel "Estrenando la Moto"
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por lenuma2.
Julia y Manuel III
Hola, vuelvo para contaros otra historia. Si habéis leído las anteriores entenderéis que me resulta mas fácil usar siempre los mismos nombres y que las historias son totalmente ficticias, pero, ¡Que bonito sería que fuesen reales!
Como ya sabéis, soy Manuel, actualmente tengo 23 años y por fin, después de terminar mi Ciclo Superior de Administración y las prácticas y reprácticas correspondientes, he conseguido un contrato en una empresa de recambios del automóvil con un sueldito (950 €) que gracias a lo económico de “Pensión Mami” me da para vivir “como un pachá”.
Con este sueldo no se me ocurre independizarme, tengo pensión completa y lavado de ropa incluido en los 400 papelitos que le doy a mi madre todos los meses. Además, mi vida es muy sencilla. Salgo poco, no me gustan las discotecas ni andar de copas hasta las tantas. Las tías me van, pero soy bastante tímido y parado así que no me jalo una rosca y me mato a pajas. Con mi primer sueldo compré una tele grande para mi habita y me lo monto yo solito bastante bien…
En casa somos cinco, mis padres, mis hermanas Pepa de 18 y Julia de 12 y yo, que como ya dije tengo 23. Nos llevamos todos muy bien, somos una familia unida que nos movemos mucho los cinco juntos. Vamos al futbol, de camping, a la playa, en perfecta armonía y amistad.
Hace unos meses me planteé comprar una moto. A mi padre le encantó la idea y le costó una bronca con mi madre: “se va a matar el niño por ahí con la moto, que junte para un coche”
Busqué y al fin me decidí por una Honda Shadow de 125 que a pesar de los 12 años que tiene encima, mi tío Carlos me recomendó por el precio y las características. “Es la moto ideal para iniciarse en este mundo” me dijo. “En un año estarás pensando pasarte a otra mayor”. Es una preciosidad de moto con sus alforjas y sus cromados. Hace solo un mes que la tengo, aún no estoy muy seguro pero ya me desenvuelvo bastante bien y estoy encantado. El asunto que me trajo a este relato tiene su razón de ser en la moto y es un factor mas a su favor. ¡Lo que puede dar de sí!
Veréis: desde el primer día Julia quiso probarla. Como no teníamos mas que un casco se aguantó hasta el sábado que fue a casa de mi tío Carlos y le pidió uno prestado. Llegó a casa con él y me dijo que ya no había disculpas, que la tenía que llevar a dar una vuelta en la moto. Julia es una niña preciosa, la quiero muchísimo y le dije que por supuesto que la llevaría después de comer.
– ¿Qué te parece si vamos a la playa? Le dije.
– Por mí estupendo. Me lo voy a pasar de miedo, dijo ella.
Y así fue, a eso de las cuatro nos preparamos para la playa, mis padres y Pepa irían en el coche y nosotros dos en la moto.
– “Ten mucho cuidado con la niña, Manuel” dijo mi madre. “No veas el miedo que me da que Julita vaya en la moto. No debías haberle dejado comprarla” le dijo a mi padre.
Si mujer, que Manuel es un niño pequeño que vas a gobernar toda la vida, si quiere una moto y puede, tiene una moto. Por otro lado, Julia tiene doce años y sabe lo que tiene que hacer: agarrarse bien y dejarse llevar. No seas miedicas que Manuel es muy responsable.
La playa está muy cerca de casa, apenas diez minutos en moto por lo que ya salimos en bañador, con una camisa y una zamarra fina para parar el viento. Julia se agarró a mí con fuerza antes de salir.
– No corras mucho, mamá me metió un poco de miedo, dijo
– Tranquila, iré despacio, no tengas miedo y agarrate bien a mí.
Al fin arranqué despacio, con Julia pegada a la espalda abrazándome firmemente. Sus manos me abrazaban la barriga, una arriba y otra abajo, la inferior estaba sobre el elástico de la cazadora y el dedo meñique tocaba el bañador, cerca, muy cerca de mi paquete. En principio no le dí importancia.
Al parar en el primer semáforo le pregunté como iba, me dijo que bien, que se le estaba pasando el miedo. En el segundo ya estaba toda contenta, la presión de los brazos se aflojó algo pero yo le insistí en que se agarrase bien y ella muy obediente, volvió a asirse firmemente, la mano derecha esta vez estaba un centímetro más baja que antes de modo que ahora si estaba tocando con el dedo mi pequeño paquete que por supuesto iba totalmente relajado.
Supongo que con la atención de agarrarse, Julia no era consciente de donde tocaba pero yo si, y por primera vez en mi vida, sentí morbo y curiosidad: ¿qué pasaría si yo ahora me empalmase y Julia se diese cuenta? Jamás había tenido un mal pensamiento con mi hermanita, pero me la estaba tocando y con los movimientos de la marcha el roce era leve pero yo lo notaba y me empezó a provocar una erección que por mas que trataba de frenar parecía imparable. Menos mal que al fin llegamos a la playa y el episodio se terminó.
– Puff.. Qué bochorno si se me pone dura del todo y ella se da cuenta, pensé.
Bajamos de la moto, yo algo empalmado pero casi no se notaba y se me bajó enseguida mientras me hacía un poco el remolón ordenando las cosas. Fuimos al sitio donde nos poníamos siempre y esperamos que llegasen los del coche.
– Mira que bien, aparcar con la moto es mucho más fácil y llegamos mucho antes, dijo Julia, le tengo que pedir a mamá que me compre un casco y a partir de ahora vengo siempre contigo. Ha sido un viaje estupendo, es cómodo, rápido y nos va dando el fresco.
– Me alegro que le gustase, my lady, Si consigue que le compren un casco, me ofrezco de chofer particular de la señorita, dije yo en tono de broma acariciándole el pelo. La llevaré donde usted diga.
– Caballero es usted muy gentil y me siento halagada, contestó Julia siguiéndome la broma.
Quitamos las cazadoras y las camisas, Descubro a Julita que con su biquini rojo estaba ya desarrollando como mujer. Ya le salían unas tetitas, aún pequeñas pero que es ese momento me parecieron preciosas. ¿Cómo no me di cuenta hasta hoy?
Extendimos las toallas y pusimos todo en un montón perfectamente ordenado como hacíamos siempre. Nos tendimos sobre la arena, mis padres tardaban y de pronto descubro una cosa: Julia además de las tetitas tenía un culito respingón muy bonito que yo hasta hoy no había percibido. Este pensamiento lo rechacé de inmediato: ¿qué te pasa Manuel?… Cambia de rollo que eso no está bien, pensé.
Al poco llegaron los demás y con ellos la normalidad. Pasamos la tarde en la playa, bañándonos, jugando a las palas y demás, hasta que fue hora de volver. Yo le pregunté a Pepa si quería probar la moto pero ella dijo que no, que le daba miedo, así que volvería con Julia.
Recogimos y montamos los dos como habíamos venido. Julia ya estaba mas tranquila y habladora, de todos modos antes de arrancar le recordé lo de agarrarse bien y así lo hizo. Su mano derecha abajo, cerca del paquete, y la izquierda arriba, por mi pecho.
– ¿Que tal?
– Muy bien. Que gusto el aire en el cuerpo.
– No dejes de agarrarte.
– No.
Su mano derecha bajó un poquito más y me volvió a pasar lo de antes, la morcilla empezó a inflar, primero un poquito y otro poquito y algo mas. La mano de Julia seguía ahí, dos dedos tocaban mi polla que algo ya se debía de notar. ¿Estaría haciéndolo a adrede? ¿sería ella mas atrevida que yo? ¿o mas curiosa?
El caso es que seguí como si nada, mi polla casi dura bajo los dedos de Julia separados solamente por el bañador. En cada semáforo nos decíamos algo pero sus dedos no se movían y mi erección ya era notoria. Menos mal que llegamos a casa y se terminó el asunto. Fue un pequeño incidente que no volverá a suceder, me dije. No puedo perder el sentido con estas bobadas.
Bajamos de la moto y como pude disimulé mi bulto. Julia me dio un par de besos y me dijo que era un sol, un hermanazo como no había otro y me quería mucho. Yo estaba turbado y no sabía qué hacer, me estaban dando ganas de abrazarla y meterle mano y la idea se retorcía en mi mente en lucha con los conceptos que siempre había tenido claros.
Julia le devolvió el casco a su tía, que el domingo salían a una concentración y lo necesitaba. Una pena pues no pudo venir conmigo en la moto hasta el camping donde solíamos pasar muchos domingos. Me dio pena dejarla ir en el coche y se me ocurrió que el lunes por la mañana le compraría yo uno, si esperásemos a su madre pasaría no se sabe cuanto tiempo. Al llegar al trabajo el lunes fue lo primero que hice, comprarle un casco a mi hermana querida.
Al mediodía, cuando se lo regalé Julia se quedó flipada: gracias Manu, eres el mejor y te quiero mucho. Estoy deseando estrenarlo, me puedes llevar a la playa antes de ir a trabajar, quedé con la pandilla del cole para ir en el bus pero llamo a Loli y le digo que me llevas.
No me podía negar y así fue, a las tres y media montamos en mi Honda y tira para la playa. Julia estaba contentísima, se agarró firme sin necesidad de decirle yo nada y antes del primer semáforo ya sentía sus dedos sobre el pantalón. Parecía todo normal pero mi rabo empezó a crecer y lo peor… me gustaba y me parecía que ahora, con mas ropas no se notaría tanto. Seguimos hacia la playa y Julia en una frenada bajó algo mas su mano. Ahora el contacto era mucho mayor, sus dedos estaban todos sobre mi miembro que a la fuerza tenía que sentir debajo de su palma. Sin embargo ella actuaba con aparente normalidad.
– Que gusto ir en moto. Me parece que este verano me voy a aprovechar de ti hasta que te canses, Manu. Eres un sol y te quiero mucho.
No sé si pasó realmente o solo lo supuse pero sentí que aumentaba la presión sobre mi polla mientras decía esto. Finalmente llegamos a la playa y dejé a Julia en la zona donde se reunía con sus amigas.
– ¿A qué hora sales de trabajar?
– A las siete y media.
– Podías venir a buscarme, ¿qué te parece? ¿abuso de tí?
– Bueno, por esta vez te lo haré, pensaba dar un paseo largo con la moto antes de anochecer pero no importa, lo doy mañana.
– También puedo ir contigo, si me llevas.
– Habla con mamá, si te deja yo no tengo inconveniente.
– Bueno, la llamo y te pongo un whatsupp con lo que sea.
– Vale Juli, un beso.
– Chao Manu.
Dejé a Julia y me fui a trabajar. A eso de las seis y media recibí un mensaje: me decía que la dejaban venir conmigo, que me esperaba a las siete y media. Confieso que sentí cierto desasosiego. Algo estaba pasando o al menos empezaba algo distinto, mi relación con Julia siempre fue buena pero no tan intensa, sin embargo, me sentía atraído hacia ella de una forma hasta ahora desconocida para mí.
Salí del trabajo y pasé a buscarla. Allí estaba esperándome. A medida que me fui acercando me fijé mas en ella, era una mujercita, pequeña pero preciosa, con sus muslito, su culito, sus tetitas y su melena y yo no me había fijado en ella hasta ayer. ¿qué me está pasando? Estoy siendo un cerdo con estas sensaciones raras que estoy teniendo. Tengo que dejar de pensar en estas marranadas.
Llegué a su lado, me dio un beso en la mejilla, como siempre, se puso el casco y montó. Era ya una motera. Se agarró firme y me preguntó:
– ¿A donde vamos?
– No sé, pienso en dos sitios y no sé cual escoger. Uno es el faro del cabo y el otro el mirador del monte. ¿Cual te gustaría mas?
– Hoy vamos al faro y mañana al mirador, me dijo apretándose a mí espalda. Su mano derecha estaba ya cerca, muy cerca. ¡Tira Manu! que se hace tarde y mamá me insistió mucho en llegar a casa con luz. No quiere que andes de noche por ahí.
– Yo tampoco quiero que nos coja la noche, aún no estoy muy seguro de manejarme con las luces.
Salimos y como ya estaba siendo costumbre, su mano derecha iba baja, muy baja. Sus dedos rozaban el borde de mi paquete que antes de un minuto empezó a crecer, poco a poco pero sin pausa. Esta vez lo noté mas claro, su mano se acomodó mejor y suave, pero sin retroceso, el contacto fue aumentando hasta que apoyaba toda la palma sobre mi miembro que ante tal estímulo fue endureciéndose mas y mas. No había duda, Julia me estaba palpando el paquete y no era casualidad. Debería mandarle parar, pero ¿cómo se lo decía? No debía ofenderla a la pobre, que estaría muy intrigada con la naturaleza que estaba tocando. Por otro lado, su contacto me gustaba y me daban ganas de tocarla yo, me estaba excitando. No quería que parase y Julia parecía que tampoco quería parar.
La carne es débil y me fui dejando. Ya estaba totalmente empalmado, aunque fuese por encima del pantalón, Julia tenía que sentir el tamaño y la dureza de mi polla y seguro que la sentía. La carretera era buena pero con muchas curvas, cada movimiento de la moto le servia para mover su mano sobre mi aparato en lo que ya era un toqueteo descarado. Yo disfrutando, no quería que parase, es mas, estaba deseando que me tocase directamente, pero ¡No! ¡Eso no lo consentiría! ¡Qué locura era esta! Así fuimos acercándonos al faro y, al menos yo, deseando que faltasen cien kilómetros.
Legamos al faro, que tiene unas vistas espectaculares sobre el océano. Nos bajamos para admirarlas. Había varios grupos de personas disfrutando el paisaje como nosotros. Julia estaba radiante, contentísima y no paraba de decirme lo bien que lo estaba pasando, que era un encanto y me quería mucho. Yo estaba empezando a sentir hacia ella una atracción que era claramente sexual, si no hubiese gente la abrazaría y la besaría. ¡Qué barbaridad!
Faltaba una hora para la puesta del sol que allí era espectacular, se lo comenté y nos lamentamos de que el permiso de mamá llegara hasta esa hora, si esperábamos nos tocaría volver de noche y no era conveniente asustar a mamá. Otro día será, que aún queda verano para venir. Montamos en la moto de nuevo y rumbo a casa.
Al poco de ponernos en marcha de nuevo ya estaba yo echando de menos esa forma tan particular de Julia de agarrarse. Como si me leyese el pensamiento, su mano fue bajando hasta donde debía y mi flauta fue poniéndose a tono. Ya no era la primera vez y los movimientos fueron ganando en seguridad. Julia ya apalpaba o acariciaba mi miembro por encima del pantalón con bastante confianza y seguridad. Ya estaba claro que ella lo quería hacer y que yo la dejaba, es mas, a veces trataba de contraer la polla para indicarle que la sentía y me gustaba.
Julia, cada vez mas atrevida, fue poco a poco cerrando los dedos sobre ella, agarrándola, ya no era un accidente, era actividad. Si parábamos en un semáforo su mano cambiaba de sitio, pero al reanudar la marcha volvía donde la esperaba… Yo había perdido la vergüenza y el sentido de responsabilidad hacia mi hermana pequeña. Estaba en la gloria y me dejaba hacer…
Así, en un tiempo que nos pareció cortísimo llegamos a casa, fin de viaje y aventura. Me quedé sobre la moto unos segundos para dejar que “Bautista” perdiese algo de dureza y no se notase lo que había pasado. Metí la moto en el garaje y subí a casa. Ya era la hora de cenar y mi madre nos regañó porque según ella habíamos tardado mucho. Julia le contó lo bien que lo había pasado y las ganas que había tenido de quedarse a ver la puesta del sol. No lo habíamos hecho para no asustarla, que también pensamos en ti, mami, le dijo.
– Habéis hecho lo que debíais, si llegáis mas tarde, te castigo y no te dejo volver con Manu en la moto nunca más, dijo mamá.
– Eso fue lo que pensamos y por eso estamos aquí. Cuando Manu tenga algo mas de seguridad nos dejarás ir y volver do noche, ¿verdad? Dijo Julia.
– Anda zalamera, dúchate y ven a cenar. Estás llena de arenas de la playa y me pones la casa perdida. Te has pasado el día fuera y quieres volver de noche…
El martes yo tenía entrenamiento después del trabajo pero el miércoles al mediodía me dijo Julia: Manu, ¿tienes que hacer algo al salir del trabajo? El otro día hablaste de ir al mirador del monte y yo no lo conozco. ¿Vamos?
– No sé si te dejará mamá, por mi encantado, es un paseo muy bonito y acompañado es aún mejor. Pídele y si nos deja, te recojo a las siete y media.
Julia desparramó toda su capacidad persuasiva con su madre, hasta conseguir permiso.
– Podemos ir si volvemos con luz del día, dijo.
– Trae los prismáticos de papá y mi máquina de fotos, que las vistas allí son muy buenas y nos lo vamos a pasar muy bien sacando fotos, le dije. Estate preparada y no me hagas esperar, paso a recogerte y nos vamos que nos hace falta el tiempo. Es mas lejos que el faro.
Salí del trabajo y en cinco minutos estaba a la puerta de casa. Julia me esperaba en la calle con las cosas. Cargamos y arrancamos. Yo creo que ya antes de la esquina su mano estaba trabajando. ¡Coño, qué prisa! La verdad es que yo no me hice nada de rogar, mi aparato estaba a tope en nada de tiempo y la mano de mi Julia se paseaba sobre él con toda naturalidad. La progresión: un dedo, dos, tres, la palma entera se repitió como el lunes. Pronto su mano comenzó a cerrarse sobre mi miembro, apretando y soltando ya sin miedo, eso sí, mientras me hablaba de lo bonito del paisaje. Pronto empezamos con una conversación mas confusa y picante que me resultó muy divertida.
– Agárrate bien Julia, bromeé.
– Ya me agarro, dijo y apretó un poquito.
– Que gusto pasear contigo Julia.
– Me alegro que te guste, Manu, y apretaba otra vez.
– Ojo a la curva, ¡sujetate!
– ¿Está bien así? Dijo agarrando de lleno.
– De maravilla, Julita.
– No me llames Julita que te castigo, dijo apretando más.
Poco a poco sus movimientos fueron cada vez más atrevidos. Su mano se paseaba, palpaba, apretaba, subía, bajaba, aprovechando los movimientos de la moto sobre la carretera sinuosa que sube al faro. Yo me sentía en la gloria. En ese momento no me planteé ningún problema de conciencia. A Julia le apetecía tocármela y yo disfrutaba e incluso alguna vez me moví para facilitarle el toqueteo o dejar en evidencia lo que estaba disfrutando.
Así fuimos jugando hasta llegar al famoso mirador, en la cima de un monte a la orilla del mar. La vista era fantástica tanto por mar como por tierra, se veía todo el valle donde vivíamos y los montes del sur que nos protegen de los vientos huracanados del invierno. En el mar, que ahora estaba inundado por la luz del sol ya bastante bajo, se veían a lo lejos los barcos mercantes de las grandes rutas marítimas que pasaban muy cerca, pudiendo contar a veces quince o veinte barcos sobre el horizonte.
Estuvimos haciendo fotos y mirando el paisaje hasta que nos dimos cuenta que se hacía tarde, ya estaba el sol a punto de ponerse. Llegaríamos tarde.
– Tenemos que marchar, Julia, le dije.
– Si, la jefa nos la va a montar, no vamos a llegar a tiempo. Estoy teniendo una idea, por qué no la llamas tú y la avisas que nos retrasamos un poco, así quedamos bien y podemos llegar más tarde.
– Como eres, no te llega nada, voy a llamar, sobre todo para tranquilizarla.
Llamé, mi madre primero se enfadó pero luego me autorizó a volver algo mas tarde. Animado por lo que me pareció algo de debilidad por su parte le pedí nos dejase quedar hasta la puesta de sol, Total la noche nos iba a coger casi igual. Mi madre cedió y así pudimos quedarnos hasta el anochecer.
Esa tarde no había nadie en el mirador, todo el tiempo habíamos estado solos, ahora tampoco era probable que viniese nadie. El Sol estaba llegando al agua. Los colores del cielo iban cambiando a cada momento y la verdad que la sensación era mágica. Julia se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla:
– Gracias por traerme, hermanito, esto es precioso.
– Gracias por venir conmigo, Julia, estoy muy a gusto aquí contigo, le dije mientras la abrazaba desde atrás, apretándola junto a mí. Mira que bonito el Sol, casi es tan bonito como tú. Me gusta tenerte así entre mis brazos, le dije mientras mis manos acariciaban su cintura. La polla se me puso dura inmediatamente pero no me importó que se me notase. Estaba muy a gusto así.
– A mí también me gusta estar contigo, Manu, Me siento muy feliz. Me gusta abrazarte en la moto y me gusta que me abraces tú también.
– Bueno, disfrutemos un poquito mas y nos vamos, ¡mira el Sol! Está a puntito, en nada desaparece, ¡mira, mira! ¡ya se va! Un, dos, tres, cuatro. Hasta mañana Sol, nos vemos.
Me quedé un ratito con Julia abrazada, su cabeza y la mía juntas. Mis manos tímidamente cerca de sus pechitos, como dos enamorados. Pasaron varios minutos que nos parecieron segundos, hasta que descubrimos que casi era noche. Teníamos que volver.
– Vamos que nos mata tu madre.
– La tuya me va a romper una pierna por llegar a casa a estas horas.
– Se te acabaron los paseos en moto.
– Bueno, no será tanto, quizás me castigue unos días, pero le pasará, además voy contigo.
Nos preparamos para montar en la moto. Estaba todo oscuro y la oscuridad me dio una idea: le voy a facilitar el trabajo a Julia, pensé. Me desabrocho el botón del pantalón y bajo un poco la cremallera y quizás ella se anime a tocar el violín con más ganas. De verdad que estaba asustado del cambio experimentado en mi conducta en tres días, pero lo hice, antes de ponerme en marcha, solté el botón del pantalón y bajé la cremallera un poco menos de la mitad.
Echamos a andar y enseguida Julia pasó a lo que ya eran sus posesiones. Su mano pronto descubrió mi labor preparatoria y tras dudarlo un poco, fue colando un dedo hasta llegar a donde debía. La fina tela del calzoncillo apenas era barrera entre su dedo y la puntita de mi polla que estaba ya esperándola y deseándola. Pensé que me caía de la moto con el gusto. ¡Julia me tocaba la polla con un dedo! Al cabo de un minuto y tres curvas más ya era toda la mano la que acariciaba mi mas preciado tesoro. Amparada en la oscuridad, su mano, parcialmente tapada por mi cazadora, fue colándose por debajo del calzoncillo tocándome ya directamente. ¡Qué gusto! Sentir en mi polla las caricias de mi querida Julia me estaba poniendo enfermo, tenía que parar la moto. No sé como fui capaz de conducir hasta una zona a la orilla en la que me pude detener.
Julia estaba toda afanada tocándome el violón. Habíamos perdido totalmente la vergüenza, yo le decía cosas y ella me contestaba:
– Así, así, lo haces muy bien.
– ¿No te lastimo?
– Me matas de gusto, voy a reventar.
– Quiero que te guste mucho
– Vas a hacerme correr como un animal, no pares Julia
– Qué calentita está y qué dura.
– Julia, Julia, vas a hacer que me corra, no aguanto mas.
– Disfruta Manu, que yo también disfruto viéndote.
– Me corro, no pares mi vida, dame gustito.
Era una experiencia totalmente nueva para mí. La primera vez que alguien me hacía una paja, la primera vez que me corría conduciendo la moto y sobre todo, la primera vez que me lo hacia Julia, mi hermana adorada y desde hace dos días, mi hermana deseada.
– ¿Así?
– Así, así. Sigue.
– OH, ¿Qué es esto?
– Mi corrida, no pares,
– ¡Que pasada! ¡Cuánta leche y qué calentita!
– ¡Ahh, Julia! Ha sido tremendo. Nunca conseguí que me gustase tanto. Te adoro.
– Yo también disfruté haciéndotelo, Manu, Te quiero mucho.
Terminé de correrme y Besé a Julia, esta vez busqué su boca y la encontré. Nos dimos un beso así como estábamos, sobre la moto. Saqué un paquete de pañuelos y limpié lo que pude por mi barriga, calzoncillo y pantalón. Julia limpió la mano, me recompuse la ropa y volvimos a la carretera.
En diez minutos estábamos en casa. Felices y contentos como si nada hubiese pasado.
Mi madre estaba algo enfadada. No era nuestro estilo la política de hechos consumados, si quedábamos en algo era eso y no se cambiaban los planes casi con chantaje, pero era un enfado menor y le pasaría pronto.
– Venga caraduras, que ya está la cena.
– Me ducho y vengo.
– Dúchate después, que no quiero esperar.
– No tardo nada, mamá.
– Mamá, hicimos unas fotos preciosas, ya las verás, dijo Julia
– Fotos tuyas van a salir en el periódico: mocosa de 12 en la calle por la noche.
– Lo pasamos muy bien, mañana volvemos.
– Seguro. Con una pierna rota…
En un ratito estábamos cenando los cinco como cualquier otro día. Es curioso, parecía que no había pasado nada, que todo estaba como siempre y sin embargo Julia y yo habíamos roto unos tabús que cambiarían nuestra relación para siempre.
……………………………….
¿Os ha gustado?
Si es así, trataré de seguir con mas aventuras de esta parejita. Si no, me callo.
Besos
Manuel
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