Julia y Manuel: Estrenando la Moto III
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por lenuma2.
Julia y Manuel: Estrenando la Moto
Episodio 3
La semana siguiente pasó sin grandes novedades.
El jefe me dijo que como en agosto estaban todos los proveedores cerrados y en la ciudad apenas quedaban clientes, no se vendía una escoba.
Cerraríamos toda la semana próxima ya que en el medio había dos festivos seguidos.
Total, solo cerraba lunes, martes y viernes y disfrutábamos de 9 días libres seguidos.
La noticia me cogió por sorpresa, no tenía ningún plan, pero siempre estaba bien no tener que trabajar.
Lo comenté en casa.
Ahora que tenía algo de dinero, podía hacer algún viaje, pero así, sin planificar, no se me ocurría a donde ni tenía con quién.
Ya se te ocurrirá algo, dijo mi padre.
Yo ya gasté mis vacaciones el mes pasado y ahora toca un año seguido sin parar de currar.
Aprovecha, si quieres te dejo que te instales en el camping, ahora con la moto puedes ir y venir a tu antojo, no es Marbella pero haces el Tarzan todo lo que quieras.
– Ya lo pensaré, si no tengo nada mejor, eso me vale.
Me apetece también hacer un viaje con la moto.
Pequeños recorridos por los pueblos de la costa.
Podría llevarme una tienda pequeña y dormir un par de días fuera, lo que tengo es miedo a aburrirme yo solo.
– A mamá le dará un infarto, pero creo que no es mala idea.
Mejor ibas acompañado, ¿no sabes de ningún amigo que esté disponible?
– No, unos están con exámenes, otros currando, nadie está disponible.
Fueron pasando los días, todo como siempre, Julia me tenía de chófer particular y no me costaba complacerla, pero no surgió ocasión y no hubo más de lo nuestro.
Llegó el fin de semana y con él mis vacaciones.
De momento me iría al camping con todos, luego ya vería.
Julia se apuntó a ir conmigo al camping y en el viaje le comenté que quizás me quedase yo solo el domingo, que estaba de vacaciones.
La verdad es que no había pensado en ella, pero noté que Julia me daba un apretón mientras me decía:
– Manu, si tu te quedas me puedo quedar contigo.
– No se me había ocurrido, ¿Te apetece?
– Claro que quiero, veremos que dice mamá, me tiene harta con tanto control.
Es el Dr.
NO.
– Tenemos que saber pedírselo, déjame a mí.
– Va a soltar cualquier bobada, que te molesto, sabe Dios.
– Tranquila, ya veremos, entre hoy y mañana tenemos que convencerla.
Llegamos al camping, nos pusimos a la faena para preparar todo, mesas, sillas, comida, ventilar sacos, etc.
Como buenos campistas somos todos colaboradores y ordenados.
Enseguida estaba todo listo.
Nos pusimos a comer y mi padre me preguntó que había decidido.
– Nada, me quedaré un par de días en el camping, aquí estoy bien, si me aburro siempre puedo volverme a casa.
Julia estaba sentada frente a mí en la mesa, mirando para ella con cara de poco interés le dije
– Quieres quedarte un par de días aquí, así me acompañas.
– Me parece buena idea, dijo mi padre, qué opinas, Julia.
¿Te apetece?
– Yo encantada, dijo Julia.
Sabéis que aquí me lo paso muy bien y tengo muchas amigas.
– Parece que yo no pinto nada, dijo mi madre.
– Bueno mujer, dijo mi padre, eso siempre con tu bendición.
¿Que dices?
– Es una niña que está en una edad muy mala, hay que cuidarla, No sé, Manu.
– Tranquila mamá.
Será buena, ¡seguro!
– Veremos si hasta mañana no hace algo y la tengo que castigar.
Sois todos muy buenos.
Así quedó la cosa.
Ya casi estaba resuelto: al fin Julia y yo podíamos estar a solas otra vez, sin prisas, todo el día y toda la noche.
Solo de pensarlo mi amigo empezó a palpitar en la entrepierna.
Que no pase nada, que no se vuelva atrás la jefa.
No pasó nada, solo el tiempo, un poco lento pero al fin llegó la hora de que se marchasen los tres y quedásemos Julia y yo.
Había un partido en la tele y se fueron temprano, eran aún las siete y media.
– ¿Qué hacemos?
– Se me ocurre una idea, Llévame al faro a ver la puesta de Sol.
– Estupendo, buena idea.
– Mis ideas son todas buenas.
– Trae algo de abrigo por si nos retrasamos.
Hoy no tenemos controles.
– Vale, estas chupas viejas nos sirven.
Montamos en la moto y como las primeras veces, Julia se puso a jugar con mi aparato.
– Deja tranquila a la fiera.
– Ja, Ja.
Ya se pone dura, eres Jony el rápido.
– Julia que nos pueden ver, hay que tener discreción, no somos una pareja normal.
– ¿Quién es el anormal?
– ¿Quién? Los dos.
Yo más que tú pero los dos.
Llegamos al faro con el sol bastante bajo ya, faltarían cinco minutos para que se enterrase en el mar.
Había mucha gente viéndolo.
Nos pusimos nosotros también a mirar el espectáculo.
Me costaba mucho no coger de la mano a Julia y abrazarla.
Ella se arrimaba a mí, sin duda le gustaba la puesta de sol y la compañía.
– Julia, tenemos que ser muy discretos.
– ¿Qué pasa? ¿Qué hacemos?
– Pasa que parecemos novios.
Puede haber algún conocido que se mosquee, por favor, tenemos tiempo de sobra para estar cariñosos, disimula en público.
– Tienes razón pero es que estoy tan a gusto contigo que me pongo caramelosa.
– Mira, ya se mete el sol.
– Sí, me emociona, es precioso.
– Cuenta cuantos barcos se ven.
– Huy, hay lo menos diez, tienes los prismáticos.
– Si, en la moto, voy por ellos.
La luz iba menguando poco a poco y la gente desfilando.
Nosotros seguimos oteando el horizonte y disfrutando de la brisa.
Cuando nos dimos cuenta eramos los últimos.
– Nos quedamos solos, dijo Julia.
– Si, somos los más románticos, dije atrayéndola hacia mi.
– Seamos discretos, se burló al tiempo que me daba un piquito.
Mis manos ya no sabían por donde quedarse.
Las de ella tampoco.
Estábamos fundidos en un abrazo que nos tenía en la gloria.
– Oye, Tenemos que marchar, le dije.
– ¿No estás bien aquí conmigo?
– Claro que estoy, pero este sitio está muy solitario y puede ser peligroso a estas horas.
– Vale, a donde me llevas.
– A casa, es muy tarde para una chica tan pequeña como tú.
– Para ti pequeña lo era hasta hace muy poco.
– Las cosas cambiaron, brujita, me has encandilado.
No sé a donde nos va a llevar esto.
– A donde sea, que nos lleve juntos.
– Si, mi vida.
Montamos en la moto y volvimos al camping.
Ya era noche cerrada, estaba todo solitario, nos metimos en la rulot, cenamos unos bocatas que teníamos hechos y nos preparamos para acostarnos.
– En la tuya o en la mía, pregunté con cara de tonto.
– Estás flipado, en la grande, dijo Julia.
– Qué burro soy, menos mal que te tengo a ti.
– Otros encantos tienes.
– Apago la luz para que no se vea desde fuera.
– Me gustas como eres.
Ven aquí.
– ¿No tienes algo se miedo?
– No, estoy contigo.
– Ven, que te quiero desnudar despacio, despacio.
– Soy toda para ti.
– Empezamos por esta camisa.
¡Qué bien! Con tantos botones, uno, dos,.
– No seas tonto, termina.
– Tengo toda la noche para ti.
Fuera camisa.
Vengan aquí, tetitas de mi niña.
– Creciendo para ti, cómetelas.
– Qué pezoncitos más ricos, no sé cual me gusta mas!
– Esa camiseta tuya me está estorbando, fuera.
Levanta los brazos.
– Me distraes, estaba con tus tetitas ricas.
Ahora te castigaré: fuera pantalón.
– El mio es fácil, rollo el tuyo con tanto botón.
– Es para guardarlo bien, que solo sea para ti.
Te ayudo.
– No, dejame a mi.
Tu encárgate de lo mio.
– Ya solo me falta la tanguita, me da pena quitártela, es muy erótica.
– Pues tu calzoncillo se va al paseo, ¡fuera!
– Eres preciosa, ¿te lo había dicho antes?
– Bobo, te salvas por tener este pirulo tan bonito.
¡Qué grande y peludo!
Sus manos acariciaban mi polla, que hacía rato estaba que parecía de hormigón.
Yo le acariciaba el culo, ese culito que tanto me gusta.
– Tu culito me vuelve loco, te lo voy a comer, ¡Ñam!
– Bruto, me mordiste.
– Es un cariñito.
Ven que te saco la tanga, así, fuera todo.
Estas desnuda para mí.
– Desnuda y deseándote.
– Ven a la cama, abrázame fuerte.
Así, que nos quedemos pegados.
– Quiero que me des mucho gusto, como el otro día.
– Mas, hoy mas, tenemos tiempo y si nos sale mal repetimos.
– Sí, repetimos, repetimos, así toda la noche.
Mis manos fueron repasando las caderas, el culo, los muslos de Julia.
Ella jugaba con mi capullo asombrándose de la forma que tenía, me tocaba los huevos, los sopesaba, le encantaban.
Yo tenía unas ganas tremendas de volver a saborear las intimidades de Julia.
Como ya sabéis, mi experiencia era nula, solo videos.
Se me ocurrió probar desde atrás y le pedí se pusiese a cuatro patas mirando mis pies.
Le costó entenderme pero al fin se puso.
– ¡Que vistas más bonitas tengo delante!
– Calla, puerco, me da mucha vergüenza que me veas el culo.
– El culo, el coñete, las piernas, la espalda, veo todo eso y todo me gusta.
¿Tú qué ves?
– Tampoco es feo lo que veo.
¿Qué me haces?
– Umn, no lo sientes.
– Si, lo siento y me gusta, pero me cuesta creer que te guste a ti.
– Si hablo no trabajo, tú dirás.
– Calla, calla y sigue, que me pones loca.
Me voy a correr enseguida y quería aguantar más que tú.
Me tienes dominada.
¡qué gusto me das!
Seguí lamiendo el coñete de Julia.
En esta postura era aún más bonito que por delante.
Llegaba con los lametones hasta el mismísimo culo, que os juro, en ese momento me olía a gloria.
Sin necesidad de decirle nada, julia fue tomando mi rabo y jugando, jugando, empezó a besarlo, lamerlo y finalmente también lo metió en su boca.
– Diosss… ¡Qué gusto! Dije interrumpiendo mis labores.
– ¡No pares! dijo ella, haciendo una leve pausa.
Así, los dos unidos por las bocas, fuimos llegando a la Luna.
No sé como hacíamos pues ambos nos revolvíamos invadidos por el placer del orgasmo.
Nuestros movimientos eran muy amplios pero conseguimos mantener atendidas nuestras respectivas obligaciones.
– Umm… sigue….
Julia, dije no sé como pero sin despegar mi boca de su coñito.
– Uff… así, así, Manu, dijo ella sin soltarme tampoco.
– Me voy a correr.
– Yo no me aguanto .
Me daba asco correrme en la boca de Julia y traté de avisarla.
Ella, que estaba tan en la Luna como yo, no quiso que me fuese por fuera.
Nos corrimos los dos al mismo tiempo, sus fluidos me supieron a gloria y a ella los míos.
– ¡Ay Manu, cuánto me gustó!
– Calla que yo…
– Fue mejor que el otro día, aún más intenso.
– Para mi fue el mejor de mi vida.
Eres una joya, te atreviste a chupármelo y además te lo tragaste todo.
¿No te dio asco?
– No, fue algo espontaneo, mientras me comías mi conejo yo miraba tu pija y poco a poco le fui cogiendo cariño: qué bonita, la quiero, me la como… Luego, la excitación no me dejaba salir.
Si tú puedes andar por mis partes comiéndote mis mocos, por qué no puedo yo hacer lo mismo contigo.
– Eres un encanto, te quiero.
– Tú si que eres bueno, me tratas como una reina y no soy más que una niña caprichosa.
– Eres mi reina y me gustas así.
Ven junto a mí, vamos a taparnos un poco.
– Si, ahora siento algo de frio, coge un saco de dormir y nos tapamos.
– Traigo dos, una para poner debajo no sea que manchemos la colchoneta.
– Ostras, estás en todo, ¿hemos manchado?
– Parece que no, pero hay que tener cuidado.
Nos tapamos y quedamos así abrazados en silencio un rato, al cabo del cual Julia me preguntó:
– Manu, ¿Has estado con muchas chicas?
– Eres muy curiosa, a ti qué te importa.
– Las tienes que volver locas a todas, tal como eres.
– Bah, tonta, no exageres, soy normalito.
– Nunca tuviste novia, ¿por qué?
– Bueno, deja eso ahora, eres muy preguntona.
– Me gusta saber.
El otro día no pudiste contestarme, ¿Te haces muchas pajas tu solo?
– Qué pesada estás.
Claro que me hago muchas, pongamos tres o cuatro a la semana.
Qué te importa a ti.
¿Te crees que me hace gracia hablar de esto?
– ¿Y en quien piensas cuando te las haces? ¿siempre en la misma o varías?
– Pues mira, desde hace dos semanas, siempre es la misma, ¡ TÚ !
– Yo desde el principio me las hago pensando en ti.
Siempre en ti.
– Julia, mi amor.
– Manu, te quiero.
Julia no pudo hablar, mi boca se lo impedía, nos unimos en un beso profundo.
Nuestras lenguas chocaron, se movieron, entraron en el otro.
Es curioso lo que se va aprendiendo sobre la marcha, pero, qué condenada de chiquilla, con diez años menos que yo y estábamos aprendiendo juntos.
Yo estaba feliz con Julia entre mis brazos.
Sin darnos cuenta estábamos volviendo a las caricias.
Mi miembro se volvió a endurecer, la respiración de Julia se fue agitando, la mía también.
Yo me puse boca arriba y Julia sobre mí.
Sus manos en mi cara, me besaba.
Mis manos en sus nalgas, las apretaba, mi polla, dura, se apretaba contra los muslos de Julia.
– Te quiero.
– Yo ademas te deseo, te deseo otra vez.
– Yo también, abre un poco las piernas.
– Si Manu, lo que tu digas.
– Lo que tú quieras Julia.
– Yo lo quiero todo, si es contigo, todo.
– Yo también lo quiero, pero es mejor guardar algo para más adelante… podemos disfrutar sin pasarnos demasiado, eso es mi idea.
¿Te parece bien?
– De buena gana llego hasta el final, pero quizás tengas razón.
Aguantemos si somos capaces.
– Tenemos que serlo.
Ya verás como sí.
Por cierto, ¿Ya tienes la regla?
– Desde febrero.
– Ya eres una señora.
– Te lo cambio, estúpido.
– No te enfades, mi amor.
Apriétamelo con los muslos, que te quiero sentir.
– Yo también quiero.
– Tranquila que habrá para todos.
Así empezamos otra vez.
Mi pija estaba entre los muslos de Julia, que con sus movimientos la fue llevando hacia su vulva.
Mis manos movían acompasadamente sus glúteos y poco a poco lo que tenía que pasar, pasó, la cabeza del monstruo asomó a la cueva.
– ¿Se puede?
– Adelante, hasta la cocina.
– Solo quería saludar.
Como está.
– Divinamente.
Pasó de largo dejando el tronco rozando su vagina.
Julia protestó:
– Quiero mas.
– Siéntate sobre ella.
– ¿Como, así?
– Si, así, ya verás, lo vamos a pasar bien, confía en mí.
Empecé a mover las caderas de Julia haciendo que su vulva se desplazase a lo largo de mi polla tiesa.
Ella fue cogiendo ritmo y pude subir mis manos hasta sus tetas, pellizcarle los pezones, frotarle la barriga… Toca que toca nos fuimos animando.
Julia movía el culo de atrás a delante paseándose sobre mi verga y apoyaba sus manos sobre mi pecho controlando el movimiento.
Su vulva se deslizaba sobre mi polla: adelante, atrás, adelante, atrás.
Cuando iba para atrás dejaba ver la puntita colorada de mi polla, a punto de reventar.
– Te asoma la cabecita.
Mira qué bonita es.
– Bonitas son tus tetolas.
Mira los pezones que tiesos los tienes.
– Es que me pones a mil, Manu.
– Pues tú me pones a dos mil, Julita.
– Julita es ahora una fiera que quiere mas.
Mientras con una mano tocaba sus tetas, con la otra acariciaba su vulva.
Debí de hacerlo bien ya que el culo de Julia empezó un tembleque que no hacia más que anunciar otro orgasmo.
– Si, así, tócame.
Me voy a correr enseguida.
Tócame más rápido, Ah…Manu.
Las tetas, pellizcame las tetas.
Así, así.
Mueve el dedo, mas…, mas.
Su culo daba botes sobre mi cipote que aguantaba estoicamente los embates mientras mi mano buscaba el clítoris que terminé encontrando.
– ¡Ay Manu! ¡Que gusto me das!
– Eso es lo que quiero, mi amor: darte mucho gusto.
¿Te gusta lo que hago con el dedo?
– ¡Mucho! Me gusta el dedo, me gusta tu cosa y me gustas tú.
Solo me falta tenerte dentro.
– Yo también quiero pero no podemos.
– Hay que comprar condones y hacer las cosas bien.
– Ya lo estamos haciendo bien, acaso no te llega así.
– Me llega y no me llega, te quiero dentro.
Quiero ser toda tuya.
– Ya eres mía, Toda mía y solo mía.
¡Mi Julia!
– ¡Ay Manu! Me pongo loca, sígueme tocando ahí.
– Tu también me das mucho gusto, Julia ¡Me matas! ¡No pares!
– ¡Jo! Voy a explotar.
¡Mueve ese dedo! ¡Así, así! ¡UFFF…!
– ¡Córrete mi niña! ¡Correte sobre mi! Yo tampoco aguanto mucho mas.
– Qué gusto me das, cabrón.
Cómo me pones.
Ya me corro otra vez, no pares Manu.
¡Ay, ay…! La Luna, estoy en la Luna.
Sí, me corro.
Me corro como una loca.
Me haces ver las estrellas.
– ¡Como me gusta verte disfrutar!
– ¡Ay! ¡Sí, sí, sí!
¡Huy, qué gusto!
¡Dios! Parece que me estoy meando.
– Me gusta verte así de loca.
– Tú me pones.
Me matas de gusto.
– Y tú a mí.
– ¡Ay, para! No aguanto mas.
Uf… Es demasiado, no aprietes tanto.
Para, que me lastimas, bruto.
Te quiero.
Se dejó caer hacia delante satisfecha, yo la abracé y la dejé así un ratito.
Que se calmase.
Yo aún no había terminado por lo que en un minuto comencé a moverme rozándola con el pene en su perineo, que por cierto estaba encharcado de sus flujos.
Enseguida ella volvió a recuperarse, me lo atrapó entre sus piernas y subiendo y bajando el culo empezó otra vez su función.
– Huy Manu, que me viene otra vez.
– Apriétamelo bien que yo también estoy llegando.
– Joder, que gusto da así.
– Me corro Julia, no aguanto mas, no pares.
– No paro ni loca hasta acabar yo.
Con mi corrida, a pesar de ser por fuera, Julia enloqueció de nuevo, su orgasmo no fue menor que el anterior, solo tres minutos antes.
Esta Julia es un peligro, pensé, me va a secar.
– Qué tal? Pregunté.
– Puff, agotada, no me lo puedo creer, dos orgasmos seguidos.
– Eres lo máximo.
Pobre de mí, me vas a secar.
– Perdona, con tanto gusto me olvidé de ti.
¿Disfrutaste? ¿te corriste?
– Claro que sí.
Mis chorros de leche fueron los que te hicieron estallar la segunda vez.
– Andá.
No me acuerdo.
– Yo sí, descansemos y nos limpiamos que está todo encharcado entre lo mio y lo tuyo.
– Si mi amor, tu siempre tan responsable.
Sabes Manu, quizás tengas razón.
– ¿En qué?
– En no llegar la límite, No sabía que se pudiese disfrutar tanto sin penetración.
– Bueno, también podemos hacer otra lectura…
– ¿Cual?
– Si así da tanto gusto, ¿Cómo será haciendo el completo?
– Brrr… A veces eres odioso, ya estaba yo convencida y vienes con esas.
Vamos a lavarnos.
– Es un rollo salir ahora, nos secamos con las camisetas y ya nos ducharemos mañana.
– Pues van a quedar bonitas…
– Mañana las lavamos y listo.
– Está bien, ahora abrázame fuerte que te necesito.
– Pero si me tienes aquí…
– Abrázame fuerte, tonto.
– ¡No te cansas!
– No, de ti no me canso y quiero dormirme así pegadita.
– Mira que me puedo animar otra vez…
– Bueno, si nos apetece….
– Hasta mañana mi amor.
– No me sueltes, abrázame.
Julia se echó sobre mí y nos fundimos en un abrazo.
Quedamos así un buen rato disfrutando ahora de la relajación que produce un buen orgasmo.
– Vamos a quedar pegados si no nos limpiamos.
– A mí no me importaría vivir pegado a mi niña para siempre.
– ¡Qué cosas me dices, Manu! Me gusta que me las digas aunque parezcan tonterías.
– Hasta hace muy poco no sería capaz de decirlas, me daría risa oírlas pero ahora es lo que siento y me gusta decírtelas.
– Eres un encanto, me haces sentir una mujer, como si ya no fuese niña nunca más.
Así me quedé dormido hasta el amanecer.
Desperté con Julia entre mis brazos profundamente dormida.
No quise despertarla pero me fue imposible dejar de acariciarla y darle besos por todas partes a donde me alcanzaba la boca: cabeza, hombro brazo… Fueron estas caricias las que la despertaron.
– Hola Manu, que gusto despertar con tus caricias.
– Estás tan guapa dormida…
– Que se te pone dura esa cosa… Menudo salido.
– Si, vuelvo a tener ganas.
¿Tu no?
– Unas pocas.
Con tus caricias me estás animando otra vez.
– Yo tengo que ir al baño, no aguanto las ganas de mear pero me da pereza.
– Yo también lo necesito, vamos que tener que salir.
Nos ponemos cualquier cosa para ir a los baños y luego volvemos.
– ¿Volvemos? Estás hecha una fiera, ¿no te llegó lo de anoche?
– Bueno, tienes razón, me estoy pasando.
Estoy tan a gusto contigo que todo el tiempo me parece poco.
Vamos a levantarnos.
Volvimos a hacerlo después de la ducha, repetimos después de comer y por supuesto, a la noche al acostarnos a dormir.
Lástima que mi madre insistiese en que llevase a Julia el martes, que sino seguiríamos…
Yo al fin no me fui de vacaciones con la esperanza de que surgiese otra oportunidad, que no tuvimos esa semana.
La siguiente pudimos tener un breve encuentro que nos supo a muy poco.
Tenemos que ir buscando ocasiones que podamos aprovechar.
Me paso el día pensando cómo conseguirlo.
Os contaré más en otra entrega.
Manuel
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