Katia, la niña rusa adoptada, 1ª
Una adopción, a veces nos puede sorprender y cambiar nuestra vida..
Mi marido y yo somos amigos de un matrimonio que como no pudieron tener hijos, se decidieron por intentar una adopción y como los trámites eran largos y laboriosos, contactaron con una Agencia que facilitaba adopciones de niños rusos que estaban en orfanatos.
Les dijeron que las adopciones de recién nacidos o niños muy pequeños era complicado porque estaban muy solicitados y que lo que se podía conseguir en poco tiempo eran niños con más edad. Cómo mi amiga Elena tenía ya muchas ganas de acabar con todo esto, después de tantos años de espera, dijo que no le importaba, aunque su marido puso más reticencias.
Al poco tiempo, la Agencia les llamó para proponerles la adopción de una niña de 10 años y aunque en principio a Luis, el marido de Elena, le parecía muy mayor, su mujer le acabo convenciendo e iniciaron los trámites para traerla con ellos.
Cuando llegó, nos pidieron que les acompañáramos a recogerla al aeropuerto y allí nos encontramos con Katia, una niña rubia, de ojos claros, muy guapa, aunque a primera vista nos parecía más mayor de lo que habían dicho, diciendo Luis, un poco contrariado, a los de la Agencia:
—Si esta niña tiene ya hasta tetas ¿cómo puede tener 10 años?
—Bueno, es que algunas están muy desarrolladas para su edad.
Interviniendo su mujer:
—Es muy guapa y parece muy buena niña. Luis, no importa, nos la llevamos.
Ante el empeño de Elena de llevarse a Katia a casa, Luis no tuvo más remedio que acceder, ya que su mujer lo había pasado muy mal por no poder tener hijos, por lo que no quería alargar más su sufrimiento, viendo que su mujer lo único que quería era tener ya a esa niña en su casa.
Pasados unos días nos hicieron una visita, preguntándoles como iba todo con la niña rusa, contestando Elena:
—Muy bien, Katia se está adaptando, está muy contenta, es muy cariñosa y nos empieza a querer mucho, a que sí, Luis.
Luis, poniendo cara de circunstancias asintió, aunque añadiendo:
—Ella no sabía nada de español, pero poco a poco nos vamos comunicando y la verdad es que pone mucho interés en mostrarnos su cariño.
Después de ponernos al día con lo que nos contaban, dejamos solos a nuestros maridos, para hablar de nuestras cosas, teniendo ellos la siguiente conversación:
—Luis, no te veo muy convencido con vuestra hija adoptada —le dijo mi marido, a la vista de su cara.
—No sé que decirte. Lo que más extrañado me tiene es que digan que tiene 10 años, porque no veas las tetas que tiene ya la niña.
—¿Se las has visto?
—Sí, la he visto todo, porque anda todo el día medio desnuda por casa y hasta tiene pelos en el coño, pero como son rubitos no se la notan mucho. Ella no tiene ninguna vergüenza en desnudarse delante de nosotros, y se me van los ojos, claro, pero Elena me echa unas miradas que tengo que disimular para que no note como la miro.
—Lo más seguro es que tenga más edad. Ya sabes como son estas Agencias, seguramente han falsificado su certificado de nacimiento o se lo han inventado, porque no saben ni cuando nació, ya que muchas como son abandonadas, las llevan a esos orfanatos y les arreglan la documentación para las adopciones.
—Supongo que será así, porque tiene ya hasta la regla, así que imagínate.
—Jajaja, y tú calentándote con la niña.
—Me da vergüenza decirlo, pero sí. Además como ella quiere ser tan cariñosa con nosotros, se me pone encima a darme besos y acabo todo empalmado con lo que me calienta.
—Pues ten cuidado, que no lo note Elena, porque te arma una buena.
—Sí, ya lo se. Intento tener cuidado, pero esta cría tiene mucha picardía, porque cuando Elena no está, parece que se pone más mimosa conmigo, me agarra la mano y me la pone entre sus piernas para que la acaricie.
—¡Buufff!, ¿qué me estás diciendo? No me extraña que estés así con ella. ¿Así que ya le has metido mano?
—No pienses mal de mí, pero ya sabes que con todos los problemas que tuvimos con los tratamientos de fertilidad de Elena, y todo este lío de las adopciones, hace tiempo que no tenemos sexo, porque a ella no la apetece, así que imagínate como estoy con esta niña rusa tan crecidita por casa.
—Jajaja, menudo lo que te ha metido tu mujer en casa, vas a acabar follándotela.
—No digas eso, que Elena me mata.
—Mira Luis, no te molestes, pero yo creo que todas estas niñas que traen de esos orfanatos están ya folladas y la tuya estará acostumbrada a esas cosas, verá normal que te la folles y será lo que anda buscando.
—Puede ser, pero te voy a ser sincero. Uno de la Agencia, hablándome a mi sólo, me dijo esto mismo que me estás diciendo, que a muchas de estas crías se las follan allí y que incluso las prostituyen, pero que ésta llevaba poco tiempo en el orfanato, porque ya la había tenido una familia antes, así que de todo habrá.
—Me parece raro que si la tenía una familia, la llevaran al orfanato otra vez. Eso seguro que fue porque la esposa pilló al marido follándose a la niña y la devolvió allí, jaja.
—¿Qué cosas dices? Siempre con las calenturas tuyas.
—Tú averigua si la niña es virgen y ya me contarás.
Elena les interrumpió la conversación, porque era tarde y quería acostar a Katia ya y cuando se marcharon, mi marido me contó toda esta conversación, quedándome muy intrigada con todo ello, así que pasados unos días, fuimos a visitarles nosotros a su casa.
Katia iba haciendo muchos avances con el idioma y era muy graciosa y simpática, pero era verdad que en casa estaba muy ligerita de ropa, por lo que Elena tuvo que decirle:
—Cariño, vete a ponerte algo, que tenemos visita en casa.
La niña obedeció, pero sus posturas descuidadas y confiadas dejaban ver igualmente su cuerpo y yo notaba como mi marido no le quitaba ojo, haciéndome gracia las miradas de complicidad que se echaba con su amigo Luis y luego de estar un rato con nosotras, salieron del salón para hablar ellos solos:
—¿Cómo van las cosas con la niña, amigo?
—Pues te lo puedes imaginar, cada vez más caliente con ella, ya ves como está.
—Sí, la verdad es que la niña está muy rica. Si yo la tuviera en casa, me la estaría follando todos los días.
—Sí, tú sigue con tus bromas, pero yo lo paso cada vez peor aguantándome las ganas delante de Elena.
—¿Le has metido ya el dedo para ver si es virgen?
—Sí, ya lo he hecho y menuda sorpresa me he llevado. La entran hasta dos dedos dentro del coño y ella tan contenta sujetándome la mano para que no los sacara.
—¡Madre mía! Ahora te lo digo en serio, Luis, yo ya me la habría sentado encima y se la hubiera metido.
—Es que me da miedo lo que pueda pasar. Además no te lo he contado todo. La cría me mete la mano en el pantalón para sacarme la polla y se pone a chupármela. Ya me he corrido varias veces con ella.
—¡Buuuffff! Esto es tremendo, Luis. Yo creo que ya está claro que esta cría venía follada y bien follada. Lo estará echando de menos y si no eres tú se acabará buscando a otro para que se la meta y va a ser peor, así que si yo fuera tú, ya sabría lo que tengo que hacer.
—Al final tendré que hacerte caso, ya te contaré.
Mi marido acabó contándome también esta conversación y ya me metió en el dilema de no saber si contárselo todo esto a mi amiga Elena, ya que ella permanecía ignorante ante lo que estaba pasando, pero mi marido me pidió por favor, que no dijera nada, porque crearíamos problemas entre ellos e iba a ser peor para todos.
La verdad es que Elena estaba muy ilusionada con la niña rusa; parecía otra, mucho más contenta y feliz y no iba yo a estropeárselo todo. Nuestro amigo Luis podía desahogarse con la cría y suponía que mi amiga, como no era tonta, ya se olía algo, así que si ella aceptaba eso, ¿qué problema había? En este momento, los tres eran felices, cada uno a su manera y no teníamos derecho a intervenir en ello, así que lo dejamos seguir.
Como seguíamos en contacto con nuestros amigos, le pedí a mi marido que siguiera informándome de los avances de Luis y esto fue lo que me contó:
—El otro día estuve tomando algo con Luis y nos pusimos a hablar de la cría.
—¿Qué te dijo?
—Pues que ya había empezado a follársela.
—Ya ves, era lo que nos temíamos, pobre Elena. Ella tan contenta por haberla traído a casa para formar una familia y su marido follándosela.
—Es que si Elena no le hace caso ¿qué va a hacer él?
—Es lo que pasa cuando las mujeres dejamos abandonados a los hombres. Siempre acaban encontrando donde meterla en caliente. ¿Y que más te contó?
—Ya sabes, estuvimos hablando de esos detalles morbosos, cosas de hombres.
—Ya, ya y tú encantado, claro. Quedándote con las ganas también.
El caso es que mi marido, en aquella ocasión no me lo había contado todo y tuve que enterarme tiempo después de una forma sorprendente, a través de mi amiga Elena que un día que me la encontré, me dijo:
—El otro día estuvo tu marido en casa.
—¡Ah!, ¿si?, no me dijo nada.
—Ya me imagino por qué.
—¿Qué quieres decir?
—Pues que Luis lo llevó a casa para estar con la cría.
—¿Cómo para estar con la cría? No entiendo nada, explícate.
—Mira, Luis creía que yo era tonta, que no me enteraba de nada, pero desde que tuvimos a Katia en casa ya empecé a ver cosas que no me gustaron nada, pero tuve que aceptarlas porque yo quería tener una familia a toda costa y ahora que la tenía no iba a armar un escándalo a Luis con todo esto, así que dejé que entre ellos fueran haciendo, veía como Luis le metía mano y yo me hacía la despistada, porque ella también hacía lo suyo, no te creas. La cría también le agarraba la polla a él y se la meneaba bien. Y así estuvieron hasta que un día empezaron a follar. En realidad ya me lo veía venir porque esta niña es muy caliente y yo la veía todo el día encima de mi marido, buscándole y todo eso no me parecía muy normal para una niña de 10 años, así que fui a pedir explicaciones a la Agencia.
—Tienes que perdonarme, Elena, yo sabía algo de todo eso y no me atreví a decirte nada.
—No te preocupes, lo entiendo. Como te decía, fui a la Agencia y tuvieron que confesármelo todo.
—Sí, estaba claro que había cosas raras con esa Agencia, ¿qué te dijeron?
—Pues que Katia en realidad no tenía 10 años evidentemente, pero que no sabían exactamente la edad que tenía, porque la documentación se la mandaron así desde Rusia y que era verdad que a la mayoría de estas niñas que traían se las follaban habitualmente en esos orfanatos y ya puedes suponer que su vida no era especialmente buena allí, porque pasaban hambre, malos tratos y de todo, así que ellos les daban una vida mejor trayéndolas aquí con las familias que se las pedían. También me dijeron que sabían que muchos las adoptaban para tener en casa una niña a la que poder follarse libremente cuando quisieran, pero que ellos se aseguraban de que estuvieran bien, teniendo contacto con ellas, porque se sentían responsables de lo que les pasara.
—¡Qué barbaridad! Menuda historia. ¿Pero que tiene que ver mi marido con todo esto?
—Pues como te decía, Luis lo trajo a casa para que viera a Katia. Estuvieron jugueteando con ella, ya sabes, que si mira que culito tiene, y que tetas tan duras, y allí estuvieron los dos sobándola bien a la cría.
—No me lo puedo creer. ¿Y mi marido se folló también a Katia?
—Sí, se metieron en la habitación los dos con ella y ya te puedes imaginar, la hicieron de todo, uno por cada lado, turnándose, chupándoselo todo, vamos que se lo pasaron de miedo los tres durante una hora, hasta que ellos se quedaron agotados, porque Katia no se cansaba.
—Vaya con mi marido, ya hablaré yo con él. No quiso contarme nada de esto. Entre nosotros hablábamos de todas esas cosas que le contaba Luis y yo notaba que a él le excitaba mucho, pero nunca me imaginé que fuera capaz de ir a tu casa a follarse a Katia. Estos hombres no dejan de sorprenderme.
—Las niñas les vuelven locos y cuando tienen a una en casa es muy grande la tentación. A lo mejor la culpa es mía también por empeñarme en traer a casa a una cría tan crecidita ya, pero reconozco que yo a Luis no le puedo dar todo el gusto que tiene con Katia. Después de todo lo que pasé, el sexo no me apetece nada, aunque también te digo que cuando les veo a ellos, tengo que acariciarme y hasta he tenido algún orgasmo, pero yo sola, con mis dedos.
.- Bueno, amiga, si a ti te vale todo esto, me quedo más tranquila, porque estaba muy preocupada pensando que no sabías nada y no sabía como actuar.
—Está bien, y no seas muy mala con tu marido, que el pobre disfrutó como nunca y ya sabes como son los hombres, hay que permitirles ciertas cosas de vez en cuando.
—Es que tú eres muy buena y quieres mucho a Luis.
—Sí, eso es verdad y no voy a romper mi matrimonio por esto. Los dos tuvimos una conversación sincera, cuando vi que ya era inevitable que empezara a follarse a la cría y así lo asumimos todos. Katia también lo ve totalmente normal y disfruta con ello y yo no te voy a negar que también disfruto con todo esto, e incluso me ha despertado esa líbido que tenía dormida.
Mi amiga Elena tenía razón en cierta forma y yo no era nadie para meterme en su vida y en su matrimonio.
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