Katia, la niña rusa adoptada, 2ª
Las Agencias de adopción rápidas y eficientes siguen ayudando a muchas familias.
Para los que os quedasteis con ganas de saber más cosas de Katia, la niña rusa, que os conté en la primera parte, os sigo contando lo que pasó después.
Después de lo que me contó mi amiga Elena, quedaron las cosas más claras sobre las circunstancias de esa adopción de nuestros amigos y cuando le dije a mi marido que no hacía falta que me ocultara más cosas porque ya lo sabía todo, se mostró avergonzado pidiéndome perdón.
Lo estuvimos hablando y tuve que perdonarle porque comprendí que algunos hombres tienen una atracción muy fuerte que les lleva a hacer estas cosas y hasta cierto punto, puedo entenderlo, siempre que no se use la violencia para ello, que es mi límite moral en estos asuntos.
Como aquí se daban todas esas condiciones, estuvimos de acuerdo en seguir siendo sinceros el uno con el otro y si era posible, seguir disfrutando de este morbo juntos.
Él me pidió permiso para seguir visitando a Katia en la casa de nuestros amigos y yo accedí, pero le dije que me gustaría acompañarle cuando fuera.
Pasó el tiempo y Katía ya se iba defendiendo bastante bien con el idioma, por lo que nuestra curiosidad hacía que le preguntáramos muchas cosas, sorprendiéndonos con sus respuestas como cuando nos decía:
—La anterior familia con la que estuve, me dijeron que me habían adoptado cuando nací, porque era la hija de una chica joven que se había quedado embarazada y que no podía tenerme con ella. Los recuerdos que tengo de ellos, son que mi padrastro siempre era muy cariñoso conmigo, me acariciaba por todos lados, me enseñó a besar con la lengua y a muchas cosas sexuales. A mi mamá no la gustaba eso y discutían porque no quería que me enseñara, pero cuando no estaba ella, seguíamos haciéndolo porque a mi me gustaba mucho y a él también. Me metía en la cama con él y empezamos a follar hasta que un día mi mamá nos descubrió y me dijo que no me quería más en su casa, que había salido tan puta como mi madre y que me iba a llevar al orfanato otra vez
—Pobre niña. Pero supongo que ella ya te habría avisado más veces antes de hacer algo tan duro contigo, porque eras ya como una hija para ella.
—Sí, me decía que si mi padrastro quería seguir haciéndome esas cosas, que yo me negara y que se lo dijera a ella, pero al final, yo no le hacía caso y seguíamos haciéndolo y por eso se cansó, y me devolvió al orfanato.
—Tuviste que pasarlo muy mal después de eso en el orfanato.
—Sí, porque con esa familia era feliz y yo quería seguir con ellos.
—Pero no podías aguantarte las ganas de estar con tu padrastro, ¿no?
—No, no podía negarme, me acostumbré y no sé por qué, me gustaba mucho. Pero luego allí, en el orfanato, los cuidadores nos violaban a las niñas cuando ellos querían, pero lo hacían de una forma que no me gustaba y acababa llorando muchas veces.
—Pobre cría, y cuando te trajeron aquí volviste a ser feliz ¿no?
—Sí, aquí soy muy feliz, me tratáis muy bien todos.
—Algunos mejor que otros —dijo con ironía Elena, haciéndonos gracia a todos.
Al final de la charla, Katia empezó a ponerse mimosa con Luis y mi marido y ellos encantados de seguirla el juego, por lo que Elena y yo les dejamos solos y nos fuimos a la cocina, siguiendo la conversación:
—¡Hay que ver! Como disfrutan con la niña.
—Es que Katia es un demonio. ¿Te has fijado como sabe provocarlos?
—Sí, ya he visto que no llevaba ni bragas y que abría las piernas para que la vieran bien. Esta sabe más que muchas de nosotras con años de casadas, jajaja.
—Ya te digo. Yo no sabía que las rusas fueran tan calientes.
—Es que por la vida que llevan, las enseñan bien pronto a estas cosas y se espabilan antes.
—Eso está claro. Mira, el otro día estuvo un amigo de Luis en casa y no hacía más que mirar a Katia porque ella estaba como siempre, con una camiseta corta y en braguitas y se le iban los ojos. Mientras, de reojo, no hacía más que mirar si yo le estaba viendo. Fue muy gracioso, porque en cuanto me despiste un poco, él aprovechó para echarle una mano al culito y la otra la metió entre las bragas de Katia para tocarla, supongo que porque le diría Luis que podía hacerlo.
—Estaría que ni se lo creería, ¿no?
—Imagínate, estaba todo nervioso. Yo creo que si le bajo las bragas a la niña y se la pongo ahí delante le da un infarto.
—¿Y qué hacía Katia?
—Nada, como siempre, ella se dejaba.
—Yo creo que vais a tener a ese amigo de Luis muy a menudo por aquí.
—Sí, jaja, pobre, que necesitados están los hombres, amiga.
.—Mujer, no todos tienen la suerte de tener a alguien como Katia en casa.
—Eso es verdad.
Nos asomamos al salón y allí estaban ellos en plena faena, teniéndola mi marido sentada encima penetrándola y Luis dándole la polla en la boca, para luego intercambiarse las posiciones, quedándonos nosotras como tontas mirando la escena:
—¿No crees que somos demasiado comprensivas con ellos? —le pregunté yo.
—Puede ser, pero lo único que yo sé es que nosotros estamos pasando una etapa como nunca en nuestro matrimonio. Nunca he visto a Luis tan feliz como ahora.
—¿Tú crees que es verdad eso que te dijeron en la Agencia, de que ya habían traído a varias niñas para que las adoptaran y poder follarlas en casa tranquilamente, como con Katia.
—No me extrañaría nada. Ahora se ve de todo. Además Katia me dijo que había conocido en el parque a otra niña rusa que también la había traído otra familia.
—Pues tendréis que tener cuidado de que no se entere nadie, porque os la pueden quitar.
—Sí, claro, Katia sabe que no tiene que decir nada.
Otro día, que estaba con Elena y Katia en un parque cerca de su casa, se encontró con esa amiga rusa que había visto el otro día, poniéndose ellas a nuestro lado. Al poco tiempo vino un señor a buscarla y ella le llamó papá.
Le preguntamos si la niña era adoptada también, como Katia, explicándole que la teníamos desde hace poco, mirándonos él con desconfianza, aunque contestándonos que hacía ya 4 años que la tenía con él.
Como su hija seguía allí, él no tuvo más remedio que quedarse también y empezamos una conversación más relajada diciéndole:
—Qué cariñosas son estas niñas rusas.
—Sí, a mí Anya me ha dado la vida, sobre todo desde que me separé de mi esposa, está siempre conmigo.
—¿No quiso saber nada de Anya su esposa?
—No, empezó a tener celos de la niña y discutíamos por culpa de ella. No le gustaba, decía que era muy descarada y que andaba provocándome. Fíjense que barbaridad, si era sólo una niña.
Elena y yo nos miramos poniendo cara como diciendo (otra igual que Katia).
—¿Y no era verdad eso? Es que Katia es un poco así también, lo que pasa es que yo ya me acostumbre a verla todo el día encima de mi marido.
Él se mostró un poco incómodo con el tono de la conversación, contestando:
—Es normal, son niñas, necesitan mucho cariño, viniendo del lugar de donde vienen.
—¿A usted le contaron en la Agencia también……?
Como él se ponía cada vez más nervioso, intentamos que hablara con confianza:
—Mire, no se preocupe. Nosotras sabemos todo por lo que pasan estas niñas y el poder venir aquí con alguna familia, es una bendición para ellas, por eso se muestran tan cariñosas y calientes con los hombres.
Él ya estaba rojo como un tomate y acabo agarrando a Anya y llevándosela despidiéndose de nosotras.
Nos echamos a reír y le preguntamos a Katia que le había contado Anya:
—Me dijo que desde que se marchó su mamá, ahora ella hace de esposa, que duermen juntos y que hace todo lo que hacen los papás y las mamás.
—Jajaja, eso ya me lo imaginaba yo, por lo poco que nos contó este hombre. Bueno, mira, hace bien, que le aproveche.
El caso es que Katya y Anya acabaron haciéndose muy amigas, lógicamente, contándose confidencias y con el tiempo cada vez teníamos más confianza con su padre hasta que acabó por perder el miedo totalmente con nosotras, invitándonos a su casa con nuestros maridos también.
En ese momento ya lo sabíamos todo unos de los otros y las niñas quisieron quedarse a dormir juntas en la casa de Anya, surgiendo las bromas, diciéndola su padre:
—Anya, ¿entonces hoy no quieres dormir conmigo?
—Sí, papá, podemos dormir las dos contigo.
Diciendo Luis:
—Oye, si esto va a ser así, que otro día duerma Anya en nuestra casa también.
—También las dos contigo, ¿no?
—Si quieren ellas sí.
Protestando Elena:
—¿Y nosotras que hacemos? Nos venimos las dos a dormir aquí contigo —dirigiéndonos al padre de Anya.
—Bueno, hacer lo que queráis, pero a las niñas las tenemos una noche cada uno —nos respondió él, riéndose.
De vuelta a casa, yo notaba a mi marido un poco pensativo y triste, preguntándole que le pasaba, contestándome él con otra pregunta:
—¡Oye!, ¿qué te parece si vamos a la Agencia para adoptar a una niña rusa nosotros también?
—Jaja, ya me lo esperaba, que te iban a poder las ganas. Mira, no me importa, porque si al final, vas a acabar jodiendo tú también con Katia y a su amiga, tendrás que tener tú también a otra para compartir.
Así que ya os podéis imaginar lo que pasó después……., que os contaré en la siguiente parte.
Un relato muy interesante, espero con ansiedad la siguiente parte
MMM QUE DELICIOSO RELATO OJALA CONSIGUIERAN UNA MAS PEQUEÑA O SIGUIERAN ADOPTANDO MAS NIÑAS