La abuela
Una historia cualquiera entre un nieto y su abuela en España. .
Esta historia comienza en un pueblo de la España interior, Juan era un chaval adolescente, sin ninguna experiencia en el tema sexual excepto los típicos comentarios entre amigos y observar como su amigas se iban transformando en mujeres.
Juan no tenía nada de especial, era demasiado normal en todo y no destacaba en nada, esto hacía que no fuera popular y que su éxito con las mujeres fuera nulo. Sin embargo la vida de Juan era muy buena, familia acomodada y muchos amigos, en especial en el pueblo de su madre.
Por eso y desde que tenía uso de razón Juan había pasado mucho tiempo en el pueblo, aunque no vivía allí prácticamente iba todos los fines de semana y en vacaciones. La casa del pueblo era de su abuela, una casa grande de una planta y con un jardín muy grande con pozo y piscina. Juan se quedaba muchas veces con su abuela, los dos padres trabajaban y prefería estar en el pueblo que sólo en su casa.
La historia comienza un verano en el despertar sexual de Juan, era finales de junio y como hacía desde que recordaba se encontraba sólo con su abuela; Eva una mujer viuda de 65 años, Eva no tenía nada de especial era como cualquier otra abuela, o al menos eso había pensado siempre Juan. Esa mañana la abuela le despertó como siempre, serían las 9 de la mañana pero ya hacía mucho calor, se levantó y fue a desayunar a la cocina, Eva le había preparado la leche como a el le gustaba, pero ese día Juan se sorprendió mirando algo en lo que nunca se había fijado.
Eva como siempre hacía cuando se levantaba estaba en camisón, era un camisón fino de verano, como siempre había hecho al sentarse Juan le echó el Colacao en la leche. Fue la primera vez que Juan se fijó, al agacharse asomaron dos tetas enormes y blancas que resaltaban con la piel morena de la cara y los brazos, aquella visión le puso muy nervioso, aunque no se las vio por completo nunca había estado tan cerca de las tetas de una mujer y nunca había visto «tanto».
Sin poderlo evitar tuvo una erección, cosas de la edad, empezó a fijarse en su abuela como nunca lo había hecho; Eva medía 1,60 cm y era una mujer de caderas anchas y culo grande, también de tetas grandes, a Juan le parecieron descomunales por la poca experiencia que tenía. No sabía que le estaba pasando, no podía dejar de mirar las tetas de su abuela, por primera vez se dio cuenta de que su abuela recién levantada no llevaba ropa interior.
Empezó a subirle un calor que notaba hasta en la cara, el corazón le latía a mil y su polla había cobrado vida propia, Juan dormía sólo con un calzoncillo y el pantalón del pijama y sabía que esa ropa no escondería su erección. Cuando acabo de desayunar Eva le dijo que llevara la taza a la pila, donde estaba lavando el resto de los platos, se hizo el remolón hasta que debido a la insistencia de su abuela se tuvo que levantar, entonces pasó lo que Juan había estado temiendo.
Eva se dio cuenta de la erección de su nieto en cuanto este se levantó, para ella fue una sorpresa, «su niño chiquitito estaba empalmado». Al principio se quedó perpleja, cosas de la edad se dijo, cuando Juan se acercó no pudo evitar mirarle el bulto «bendita juventud» pensó para si misma. Su nieto dejo la taza y salió corriendo de la cocina.
Juan salió disparado al baño, se había dado cuenta de que su abuela le había visto empalmado y estaba a punto de correrse sin ni siquiera haberse tocado, se bajo los calzoncillos el pijama y apenas agarró su polla se corrió, no se le iba de la vista la imagen de las tetas y del culo de su abuela. Empezó a pensar, su abuela siempre estaba así por las mañanas, pero era la primera vez que el era consciente.
A Eva aquello le pilló de improviso, su nieto, su niño estaba completamente empalmado, mientras recogía no se le iba la imagen de la cabeza, llevaba muchos años sin ver una erección, aunque fuera dentro de unos pantalones. Entonces se le ocurrió algo ¿Donde ha ido Juan tan corriendo? Salió de la cocina y por instinto fue al baño que siempre utilizaba su nieto, sin saber porque abrió la puerta.
A Juan no se le iba de la cabeza la imagen de las tetas de su abuela, a pesar de haberse corrido seguía empalmado y el se agarraba la polla para hacerse una paja, estaba de pie con una mano en la pared y con la otra estaba empezando a meneármela cuando se abrió la puerta del baño. No pudo reaccionar su abuela estaba en la puerta con los ojos muy abiertos, se le abrió hasta la boca, Juan tenía los calzoncillos y los pantalones por los tobillos, se puso tan nervioso que le costó subírselos mientras su polla golpeaba su ombligo. Fueron segundos pero a ambos se les hicieron eternos.
Juan protestó con un «abueeelaaa», pero Eva ni lo oyó llevaba años sin ver una polla empalmada «que maravilla» pensó, pero automáticamente se dijo «¿ Como puedo pensar eso? Es tu nieto por Dios «.
-CONTINUARA-
Esos abonos tan chiquitos, ni ELECTRA los tiene..