La amiga de mi hermana – Capítulo 4
Continúan las aventuras de David junto a la amiga de su hermana, Sandra, y su hermana. Tras la alocada noche de fiesta, David vera como su vida cambia drasticamente..
Un rayo de luz que entraba por la ventana y me daba directamente en la cara, me despertó. Me giré, dando la espalda a la ventana, para intentar seguir durmiendo. Entreabrí un ojo para ver a Sandra, pero la cama estaba vacía. Cogí el móvil y vi que eran las 8 de la mañana. Anoche caímos rendidos después de follar. Al fin había podido follar con Sandra y me había tomado mi tiempo para disfrutarlo. Me había corrido cuatro veces y, ambos, habíamos caído rendidos en la cama tras la intensa sesión.
Me incorporé en la cama, aún medio dormido, preguntándome dónde estaba Sandra. Quizá había ido al baño. Tras recordar un poco lo sucedido por la noche, se me estaba poniendo dura y empecé a pensar en coger a Sandra cuando volviera del baño y volver a follármela.
Ensimismado en mis pensamientos, apenas me di cuenta de que unas voces femeninas se colaban por la puerta entreabierta de mi habitación. Me levanté y, poniéndome el bañador antes, salí al comedor sigilosamente. Desde la cocina venían las voces de mi hermana y Sandra. Por el tono de voz, mi hermana parecía bastante alterada. Me acerqué poco a poco a la puerta de la cocina para enterarme de que pasaba, aunque algo ya me olía.
– Baja un poco la voz, que se va a despertar.
– No entiendo como estás tan calmada después de lo de ayer. – dijo mi hermana haciéndole un poco de caso a Sandra y bajando la voz.
– Se nos fue un poco de las manos, te lo admito.
– Se nos fue mucho de las manos. No solo te lo has follado toda la noche, lo que hicimos… él y yo… – la voz se le quebró un poco y no pudo continuar la frase.
– A ver, chica. Tampoco te vi anoche quejándote mucho ni negándote a que te comiera el coño.
Mi hermana se quedó callada con los ojos como platos. Su boca se abría y cerraba como intentando hablar, aunque ningún sonido salía de ella. Al final, cerró la boca y agachó un poco la cabeza.
– Estaba borracha y dolida. No pensaba con claridad.
– Claro. – dijo condescendientemente Sandra. – Pero te corriste gracias a tu hermano, ¿no?
– Yo…
– Deberías dejarte llevar y disfrutar más. Desde lo de Joaquín no eres la misma, estás deprimida todo el día. Ayer te lo pasaste bien y te divertiste por primera vez en mucho tiempo. ¿Qué más da que fuera tu hermano? Además, tampoco hicisteis tanto, solo os comisteis el uno al otro.
– Vale, sí. Me corrí gracias a él, pero me sigue pareciendo raro. Además, luego con todo el follón que armasteis por la noche, apenas he podido dormir. Encima soñé con él.
– ¿Con tu hermano? ¿Tuviste un sueño húmedo con tu hermano?
– Sí. – dijo casi en un susurro, como si estuviera arrepentida de admitirlo. – Ahora tengo un poco de miedo que quiera volver a repetirlo.
– ¿Y qué? Déjate ya de esos remordimientos. El tabú de hacerlo con hermanos son solo prejuicios y convenciones sociales de los más cerrados de mente.
– No sé. Es que es raro.
– Mira, no pasa nada por follar con tu hermano alguna que otra vez. No es como que os fuerais a casar ni a tener hijos.
– Eugh. Ni loca.
– Ves, no pasa nada.
– Pero ¿y si piensa que soy rara por querer acostarme con él? ¿O si él no quiere hacerlo conmigo? Vivimos en la misma casa, tendría que verlo todos los días. Me moriría de la vergüenza.
– No te preocupes, estoy segura de que tu hermano no te va a rechazar.
Mi hermana salió de la cocina y casi se da de bruces conmigo. Al verme ahí parado, bajó la vista al suelo y se puso colorada. Con un murmullo, que entendí que era un buenos días, se escabulló rápidamente hacia su habitación. Tras ella salió Sandra que se acercó hacia mí y me plantó un beso en la boca como único saludo.
– ¿De qué andabais hablando? – pregunté cuando se separó de mi boca.
– De lo de anoche. – me respondió con sinceridad, no sé porque pensaba que no me lo diría. – Tiene algo de remordimientos, pero le gustó, le gustó mucho. Lo que tienes que hacer ahora es seguir igual, muéstrate confiado con ella y con lo que pasó anoche. Que vea que no te arrepientes ni nada.
– No sé yo si…
– Mira, tú hazme caso. – me interrumpió al momento en que empecé a hablar. – Tu hermana necesita esto para animarse. Déjate llevar y todos lo pasaremos bien.
Con otra gran sonrisa en la cara volvió a besarme y se fue para la habitación. Aún dándole vueltas a sus palabras, fui a la cocina a hacerme un café. Pensándolo ahora, sobrio, lo de anoche con mi hermana me parecía raro, nunca la había visto como mujer. No podía negar que tenía muy buen cuerpo, y desde el día que volvieron borrachas y la vi desnuda, no había podido quitarme sus tetas de la cabeza. Había intentado evitar masturbarme pensando en mi hermana, de hecho, solo lo conseguí gracias a Sara, pero la verdad es que mi hermana me calentaba. Ya sea su cuerpo, o el morbo de la situación, la verdad es que pensar en ella me ponía cachondo.
Cuando ya estaba terminándome el café, Sandra salió de la habitación, vestida con el micro bikini, y se sentó al lado mío en el sofá. Se recostó sobre el apoyabrazos y subió las piernas sobre mí. Por instinto, empecé a acariciar las pantorrillas y pies de Sandra mientras seguía pensando en todo lo que había pasado con mi hermana. La presión de sus piernas sobre mi pene me hizo darme cuenta de que estaba duro.
Mi hermana salió de la habitación mientras Sandra seguía jugando con sus pies en mi paquete. Esta estiró las piernas, tapando un poco mi erección. Mi hermana vestía un bikini, no tan pequeño como el de Sandra, pero sí más pequeño que el que había llevado ayer. Al venir hacia nosotros pude notar el bultito que marcaban sus pezones en la tela y un brillo en sus ojos.
– Me apetece aprovechar el día. ¿Y si vamos a la playa de ayer?
Ni Sandra ni yo reaccionamos durante unos segundos. Me apetecía un montón volver a la cala y ver a ambas desnudas, pero no me esperaba que fuera mi hermana quien lo propusiera. Sandra estaría pensando lo mismo seguramente.
– Por supuesto, me parece perfecto, pero tenéis que darme un momento. – respondí.
Apartando las piernas de Sandra de encima de mí, me levanté y me fui hacia el cuarto de baño sin hacer ningún amago de intentar tapar la erección. Me di una ducha rápida y me puse un bañador limpio mientras ellas recogían las cosas para llevarlas a la playa. Enseguida estábamos los tres en el coche y en rumbo hacia la cala.
Cuando llegamos a la cala solo había dos parejas allí. Ambas parejas estaban bastante separadas entre si, disfrutando de un poco de soledad e intimidad. Nosotros fuimos al mismo sitio en el que nos habíamos puesto el día anterior.
Esta vez nos quitamos la ropa rápidamente, como si tuviéramos prisa por quedarnos desnudos. La visión de aquel par de cuerpos desnudos casi me provoca una erección instantáneamente. Sandra se acercó hacia mí con el bote de protector solar.
– ¿Y si le ponemos crema a tu hermano y que después nos la ponga él a nosotras? – dijo con una gran sonrisa en la cara.
– Me parece perfecto. – respondió mi hermana acercándose a mí por mi espalda.
Entre ambas empezaron a esparcir el protector solar por todo mi cuerpo. Empezaron por mis piernas, subiendo poco a poco. Al mirar hacia abajo, Sandra estaba agachada frente a mí con mi polla a escasos centímetros de su cara. Alzó la mirada y me guiñó un ojo mientras seguía subiendo con sus manos por mis piernas.
De allí saltaron a los brazos. Mi hermana alzó uno de mis brazos metiéndolo entre sus tetas que estaban empapadas de protector solar. Sandra me echócrema en la cara, haciendo que cerrara los ojos y dejara de ver el espectáculo que me estaba proporcionando mi hermana.
Tras los brazos y la cara, Sandra comenzó con mi pecho y mi hermana se echó sobre mí restregando sus tetas embadurnadas por mi espalda. Fueron bajando, esparciendo la crema con manos y tetas hasta que llegaron a mi culo y mi polla, que estaba ya completamente dura gracias a ellas.
Mi hermana comenzó a esparcir la crema por mi culo y pasó la mano entre mis piernas hasta mis bolas. Con una mano me las estaba acariciando cuando Sandra comenzó a subir y bajar sus manos por mi polla. No hizo falta mucho más para llevarme al borde de la corrida y, cuando estaba a punto de correme, se apartaron de mí, dejándome con la polla dura y brillante por la crema.
– Listo, seguro que ya no te quemas. – dijo Sandra con una sonrisa malvada en la cara.
– ¿Estás segura? Porque me noto bastante caliente.
Ambas rieron ante mi ocurrencia y se acostaron en las toallas esperando ahora su turno. Echándome abundante crema en las manos, me pongo al lado de Sandra y comienzo por sus piernas. Rápidamente pase a sus brazos y enseguida estoy sentado sobre sus muslos acariciando su espalda. Mi hermana, acostada al lado, no se pierde ninguno de mis movimientos, en especial los de mi polla que ha quedado recostada sobre el culo de Sandra y se mueve arriba y abajo acompañando los movimientos que voy haciendo en su espalda.
Bajé las manos hasta su culo y, con ambos pulgares presionándola, hundo más mi polla entre sus nalgas. Noto el calor y la humedad que se desprende de su coño en mis huevos mientras sigo pasando la polla por su culo. En un momento, bajé de más, alineando la punta de mi polla con su coño, y al subir noto la poca resistencia que ejerce su coño a ser penetrada. Con un ligero movimiento de cadera, elevo mi polla, que vuelve a deslizarse por su culo sin llegar a meterse dentro de ella. Con un azote en la nalga le indico que he terminado con ella y me levanto para situarme al lado de mi hermana.
Empecé desde sus piernas, subiendo lentamente y asegurándome de esparcir bien el protector solar. Cuando mis manos llegaron a sus muslos, separó un poco más las piernas, dejándome espacio para que mis manos pudieran llegar bien a todos sitios. Me fijé un poco y vi pequeños hilos de humedad entre el coño y los muslos. Al parecer se había calentado un poquito con todo el toqueteo de antes y viéndome con Sandra.
Pasé de su culo y salté directamente a los brazos, para después ir bajando por la espalda. Cuando mis manos llegaban a la parte baja de la espalda, Lucía movía un poco la cadera, como buscando que la tocara allí. Quise desesperarla un poco y seguí en su espalda más tiempo del necesario. Justo en el momento en que giro su cara para mirarme, le planté ambas manos en sus nalgas. Haciendo movimientos circulares, juntaba y separaba sus cachetes sin dejar de mirar el pequeño agujerito estriado de su culo y su coño, que también se abría un poco al separar las nalgas.
Con una nalgada, como con Sandra, le avise de que había terminado. Mi hermana se giró, quedando acostada boca arriba y me dijo con una voz sumamente erótica:
– Aún te falta por delante, hermanito.
– Muy bien.
Sin más preámbulo, comencé a echarle la crema por la parte delantera de los muslos y la barriga. Fui subiendo lentamente hasta que mis manos chocaron con sus tetas. Empezando a acariciarlas desde abajo hacia arriba, las fui envolviendo con mis manos hasta llegar a sus pezones, donde me entretuve un rato acariciándolos y pellizcándolos.
Mi hermana cerró los ojos y se le escapó un pequeño gemido. Bajé la mano lentamente, acariciando todo el estómago en su recorrido. Llegué hasta su ingle, donde esparcí la crema que me quedaba en la mano y seguí bajando hacia su coño. Mis dedos pasaron a los lados, apenas rozando sus labios mayores. Cuando se juntaron en el perineo, los fui subiendo y haciendo un poco de presión. Su coño irradiaba calor y humedad. Estaba tan mojada que, aunque mis dedos hubieran estado secos, no les costó ningún esfuerzo resbalar entre sus labios. Llegue hasta su clítoris, que noté hinchado, y me dediqué a acariciárselo por unos segundos, mientras mi otra mano seguía pellizcando un pezón.
Mi hermana intentaba aguantarse los gemidos, sin demasiado éxito. Elevó las caderas para rozarse aún más con mis dedos. En ese momento, aparté las manos de su cuerpo y me incorporé. Mi hermana abrió los ojos, mirándome con una mezcla entre deseo y vergüenza. Abrió la boca, supongo que para quejarse de que haya parado o pedirme que siguiera, pero la cerró sin decir nada.
Me giré hacia Sandra, que se había puesto boca arriba y le eche un buen chorro de protector en la barriga, con ambas manos le empecé a esparcir la crema.
– Voy al agua un rato. – dijo mi hermana levantándose de la toalla y yendo hacia el agua.
Con mi hermana me había cortado un poco más, pero con Sandra fui enseguida a por sus tetas y su coño. Estaba tan empapada como había estado hace un momento mi hermana. Mis dedos empezaron a chapotear entre sus labios buscando introducirse en ella. Empecé a masturbarla y, cuando se me hizo evidente de que no podía aguantar los gemidos más, le di un beso para acallarla. Con una mano se aferró a mi pelo, apretándome aún más contra ella. Nuestras lenguas se encontraron mientras mis dedos se metían dentro de ella. Con un pequeño, pero firme, empujón me aparto, separando nuestros labios.
– Ve a hablar con tu hermana, anda. Ya tendremos tiempo para esto más tarde.
– Como quieras.
Me levanté, con la polla completamente dura por toda la sesión, y vi como la pareja que teníamos más cerca nos miraba con una sonrisa en la boca. La pareja era más mayor que nosotros, debería de estar casi en los 40. La mujer, recostada hacia nosotros con su pareja detrás, tenía la mano sobre la polla de él y se la estaba sobando con un poco de disimulo. Enseguida se giró, le dio un beso a su pareja y siguió pajeándole lentamente.
Fui hacia el agua y no me costó demasiado encontrar a mi hermana. Se había ido hacia un lado de la bahía, muy cerca de los acantilados de roca. Tenía el agua hasta casi los hombros, por lo que supuse que se había agachado o estaría sentada. Al acercarme oí ligeros gemidos y vi como su brazo se movía ligeramente, apuntando hacia su entrepierna. Carraspeé para que se diera cuenta de mi presencia. Con un ligero sobresalto, miró sobre su hombro sin sacar la mano de entre sus piernas.
– Me has asustado. – me dijo con un ligero tono de reproche.
– Lo siento, quería bañarme y ver también cómo estabas.
– Yo… – titubeó durante un segundo, pero enseguida añadió con voz firme. – Estoy bien.
– ¿Estás segura? Con todo lo que pasó ayer… y lo de antes.
– Sí, fue un poco locura. ¿A ti qué te pareció? – preguntó mientras un ligero rubor le subía a la cara.
– Te voy a ser sincero, me gustó bastante. O sea, nunca te he visto de esa manera, pero la verdad es que estás muy bien y ayer con todo el alcohol y todo, pues…
Mi hermana se levantó, quedándose con el agua por la cintura. Mis ojos se vieron atraídos inmediatamente por sus tetas. Hilillos de agua caían por su piel, erizándosela y haciendo que tuviera los pezones duros. Se acercó hacia mí lentamente. Sus ojos tenían un brillo especial, excitación, deseo, lujuria.
– ¿Y cómo me ves ahora? – me preguntó con un tono de voz que indicaba que solo había una respuesta posible.
Me acerqué aún más a ella y la rodeé con un brazo. Alzándole la barbilla con la otra mano, mi boca busco la suya, juntándonos en un ligero beso que dio paso a un morreo en toda regla. Mi lengua invadió su boca y su mano agarró mi polla dándole unas lentas caricias. Tras unos segundos, se separó de mí y, aún sujetándome por la polla, me llevó hacia el acantilado.
Entre las rocas encontramos un hueco en el que cabíamos los dos. El suelo estaba elevado por encima del agua y no nos vería nadie desde la playa. Le ayudé a subir empujándola desde el culo, aprovechando el momento para seguir metiéndole mano, y subí tras ella. Me puso contra las rocas, de espaldas a donde estaría la playa, y se arrodilló delante de mí.
– Echa un ojo de que no nos vea nadie. – me dijo mientras se echaba el pelo para atrás.
Me sujetó la polla por la base y le dio un lametón desde abajo hasta la cabeza. Una vez allí, se la metió en la boca comenzando a succionar. Comenzó un ligero vaivén de la cabeza tragándose cada vez más de mi polla hasta un poco más de la mitad. Un par de veces tuvo que parar porque el pelo se le metía en la boca. A la tercera vez que le sucedió le sujeté el pelo con una mano, pero entonces no podía continuar tan bien con la mamada.
Mi hermana se quedó quieta y me miró, aun con mi la cabeza de mi polla en su boca abierta. Le sujeté la cabeza con ambas manos y comencé a mover la cabeza como si me la estuviera follando. Al principio no la metía demasiado para no hacerle daño, pero vi en sus ojos la excitación y una mirada que parecía retarme a que me follara su boca con más fuerza. Poco a poco, fui subiendo la velocidad de las penetraciones, metiendo y sacando mi polla de su boca cada vez más rápido y más hondo hasta que llegué a tocar su campanilla. Mi hermana se revolvió un poco en ese momento, aunque no le sobrevino ninguna arcada. Viendo que lo aguantaba bien, seguí metiéndola cada vez más adentro, aunque sin llegar a metérsela completamente en la boca aún.
Los sonidos húmedos que salían de su boca cada vez que llegaba hasta su garganta me excitaban cada vez más. Las babas que estaba produciendo incontroladamente caían por mi polla hasta mis huevos, donde se quedaban colgando para terminar cayendo contra la roca en pesadas gotas. Seguí así un poco más hasta que me detuve y la saqué casi por completo de su boca. La miré a los ojos y empecé a metérsela lentamente ayudándome con la presión de mis manos en su cabeza. Cuando tenía más de tres cuartos de mi polla dentro note como un tope.
Mi hermana puso los ojos en blanco y noté que su garganta se movía como si estuviera tragando. Una oleada de placer me recorrió la espalda sintiendo los apretones de su garganta en la cabeza de mi polla. Entonces noté que ese tope cedía y, poco a poco, mi polla se iba incrustando más en su boca hasta que llegó a tragársela por completo. Mi hermana se las ingenió para sacar la lengua y lamerme los huevos mientras seguía apretando la punta de mi polla con su garganta.
El placer que me estaba dando casi hace que me flaquearan las piernas y me cayera al suelo. Tan centrado estaba en las sensaciones que me estaba provocando que no vi como su cara se estaba poniendo roja ni noté sus intentos por mover la cabeza y sacar mi polla de su boca. Un par de golpes en el muslo me saco de mi estado de éxtasis y me di cuenta de que mi hermana se estaba quedando sin respiración. Quité las manos de su cabeza y, al momento, se apartó de mi polla tosiendo y escupiendo babas.
– Casi me matas, cabrón. – dijo mientras intentaba recuperar el aliento.
– Lo siento, la chupas tan bien que no me he dado cuenta.
– Una polla así no se merece menos. – dijo mientras la levantaba como admirándola.
– Tú tampoco te quedas atrás, tienes un cuerpazo.
– Lo sé. – dijo mientras comenzaba a pajearme lentamente.
Con una mano amasándome los huevos y otra pajeándome, mi hermana volvió a inclinarse hacia mí metiéndose la cabeza de mi polla en la boca. Su lengua se movía envolviéndola por completo y no paraba de succionar. Unos minutos más así y enseguida noté las ganas irresistibles por correrme.
– Me corro. Lucia, me corro.
Su única reacción a mis avisos fue apretarme un poco más las pelotas, aumentar la velocidad de su otra mano y succionar aún más fuerte. Sin poder aguantarlo más, me corrí en su boca. Ni siquiera en ese momento se apartó mi hermana. Vi cómo se le hinchaban los mofletes conforme iba saliendo mi leche en su boca. Cuando terminé de correrme, me miró a los ojos, se lo tragó todo y abrió la boca enseñándome que no quedaba nada de mi semen en ella.
– Ayer no pude probarla bien. Sabe deliciosa. – me dijo con voz juguetona mientras se levantaba.
Había sido tanto el placer que me había dado esa corrida que no tuve palabras para responderle. Mi hermana me apartó, intercambiando posiciones conmigo, y se recostó contra la roca.
– Ahora te toca a ti. – dijo señalándo su coño perfectamente depilado.
– Estoy deseándolo.
Me arrodillé delante de ella y subió una de sus piernas sobre mi hombro, dándome algo más de espacio para maniobrar. Deslice mis dedos entre sus labios notando su calor y lo mojada que estaba. Mi hermana dejó escapar unos ligeros gemidos cuando mis dedos entraron un poquito en ella. Primero metí uno, tras notar lo fácil que se deslizaba dentro de ella metí un segundo.
Me acerqué y empecé a besar y lamer su pubis. Fui bajando por la parte interna de los muslos, sin llegar a su coño y excitándola aún más. Podía notar en la mano todos los jugos que salían de ella. Al final, lamí sus labios, separándolos con mi lengua hasta llegar a su clítoris. Allí me quedé prendado, succionando y acariciándolo con la lengua mientras metía y sacaba los dedos dentro de ella.
Sus gemidos eran cada vez más fuertes, empezaba a preocuparme que los escucharan en la playa. Mi hermana estaba con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás disfrutando. En un momento que iba a apartarme de su coño, sus manos me sujetaron del pelo y volvió a empujarme hacia ella. Sin poder apartar la cabeza, seguí lamiendo y chupando todo lo que estaba a mi alcance. Subió una de sus manos para acariciarse una teta mientras la otra mano mantenía su presa en mi cabeza.
Tan centrados estábamos en el momento y las sensaciones que no oímos el agua agitarse que indicaba que alguien se acercaba.
– Ya decía yo que no os veía por ninguna parte.
La voz de Sandra nos sobresaltó a ambos, pero mi hermana enseguida volvió a acercar mi cabeza a su coño.
– Vigila que no venga nadie. – dijo mi hermana mientras yo retomaba mi tarea de lamer y morder sus labios y clítoris.
– ¿Me dejáis fuera de esto y encima me pides que vigile?
– Por fa… – respondió cortándose a media palabra por un gemido.
– Muy bien, pero me debes una.
– Sí. Lo que quieras. Dios, sigue así, así…
No sé bien si esto último se lo dijo a ella o a mí. Sandra se pasaba más tiempo mirándonos a nosotros que vigilando, pero tuvimos suerte y nadie más se acercó por allí. Mi hermana hacía todo lo posible para no gritar, aunque unos cuantos gemidos se le escapaban de vez en cuando. Acelere las lamidas que le estaba dando a su clítoris y note como sus paredes vaginales se contraían apretando mis dedos. Con un largo gemido, apretó mi cabeza contra ella y se corrió en mi boca. Al apartarme de ella, se recostó contra la roca recuperando el aliento.
– Me toca. – dijo Sandra con una gran sonrisa y voz alegre.
– Será mejor que no llamemos más la atención. Volvamos a la playa. – respondí bajando de la roca y metiéndome en el agua.
Sandra hizo un mohín con la boca como si fuera una niña pequeña, cuando abrió la boca para replicarme le corté antes de que dijera nada.
– Te lo compenso luego en la casa, ¿vale?
– Muy bien, pero vas a tener que trabajar a fondo, te lo aviso. – me dijo tras unos segundos.
Volvimos los tres a la arena juntos y la pareja de antes seguía en sus toallas. Ya no estaban toqueteándose como antes, aunque la chica nos miraba como divertida. No sé si habría visto u oído algo, pero seguro que, al menos, lo sospechaba.
Nos tendimos en las toallas a tomar algo de sol y, antes de que nos diéramos cuenta, casi era medio día. Con un buen trecho de viaje de vuelta, recogimos las cosas y fuimos hacia el coche. Antes de salir de allí, me giré a mirar por última vez a nuestra vecina de toallas y vi que nos seguía con la mirada cuando nos íbamos.
En el camino de vuelta, mi hermana y Sandra iban hablando de que hacer por la tarde. La idea que iba ganando era la de hacer otra fiesta privada como la de ayer. Sandra me tiró un par de indirectas diciéndome que hiciera bastante comida, que iba a necesitar fuerzas para más tarde.
Al llegar a casa había un coche aparcado en la acera, el coche de mi padre.
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