La bella Giovanna.
Hermanos Amantes..
Pareciera como si fuese ayer, yo estaba de pie detrás de ella y podía ver sus túrgidos senos redondos con esos pezones rosados por el escotado cuello de su remera, mi hermana estaba sentada en la silla de playa con shorts y esa vieja y ajada polera amarilla, la piel blanca de sus senos desnudos me hechizaba.
Estábamos de vacaciones en Bahía Inglesa, en la parte norte de Chile, hermosas playas blancas, aguas color turquesa y poco frecuentadas, mi hermana estaba tomando un poco de sol, la temperatura eran unos agradables 25 grados Celsius, una ligera brisa nos hacía aún más placentero estar bajo el sol, la vista de sus tiernas tetas me turbaba, de pronto sus ojos claros estaban sobre mí, no supe que hacer porque estaba seguro que ella había sentido mi lasciva mirada sobre su piel suave y adolescente, mi hermana acaba de cumplir trece años.
Me sentí atrapado, no sabía que hacer ni que decir, no sé si ella entendería que mi naturaleza humana, de hombre, hacía que mis ojos no pudiesen resistir la tentación de mirar sus carnes de hembra joven, estaba pensando de como escabullirme de la situación, en vez de esbozar alguna excusa ― me estás mirando las tetas ― dijo ella con una sonrisa divertida en su rostro, mis mejillas se pusieron rojas de vergüenza ― lo siento hermanita … no pude evitarlo … eres muy linda ― dije admitiendo mi descaro.
Giovanna no dijo nada más, se levantó y se fue, yo miraba sus torneadas y largas piernas y sus glúteos redondeados en sus shorts que se movían acompasados con la rotación obscena de sus caderas, mi hermana era fuego, mi erección me hacía sentir mal porque ella es mi hermana, la mujer agraciada, sexy y voluptuosa que mi mirada sigue sin perder de vista ni uno solo de sus movimientos, es mi hermana.
Las vacaciones continuaban y yo no podía sacar de mi mente esa perfección de mujer, mis manos se iban solas a mi pene erecto y me pajeaba todas las mañanas y todas las tardes con las fulgurantes imágenes que mi hermana me regalaba día a día, la tarde en la playa, ella con su diminuto bikini tomando sol con los ojos cerrados, lo que me permitía observarla de pies a cabeza sin descanso, sus muslos perfectos, la convergencia de ellos en su entrepierna, los lineamentos de su chochito dibujado en la tela de su bikini, sus senos adolescentes llenos y redondos con la marca blanquecina del bronceado del sol.
Toda esa figura femenina esplendida, todas esas curvas sensuales, todas esas redondeces eróticas, toda esa piel lasciva y lujuriosa me mantenía con la sangre recorriendo mis venas a mil y se concentraba la presión en mi glande erecto, y mi semen salía a borbotones pensando en ella, noche tras noche, mi hermana me hacía enloquecer.
Por eso esa noche no aguanté más y poco antes de medianoche me colé en su cuarto sin luz, solo la luz de la luna formaba fantasmagóricas figuras en el silencio de la noche, en la lejanía podía sentirse el oleaje del mar que llegaba apagado y traía ese olor marino característico que te regocija y humedece tú piel, mis pies hicieron crujir el piso de madera, pero no hubo ninguna reacción, sobre la cama y bajo las cubiertas donde yacía la inspiración de mis pajas, solo se percibía su forma femenina.
Levanté lentamente las cubiertas y en el máximo sigilo me acosté a cucharita al lado de ella, pude sentir sus glúteos cubiertos con sus calzoncitos, pude sentir la delgada tela de la remera que cubría su torso, mi mano se apoyo en su cadera, me acomodé recostado a su espalda, mi mano se deslizo suavemente a su vientre y poco más arriba, el borde de sus senos, ella levanto ligeramente su brazo haciendo acomodar mi mano a la redondeada forma de su teta, lanzó un callado gemido cuando aprisioné su pezón.
Mi mano famélica de piel iba de un pezón al otro y acariciaba esas duras mamas de genuina femineidad, mi pene presionaba la tela de ese calzoncito que protegía esas carnosas nalgas, la sentí gemir, la sentí como de su cuerpo emanaba esa esencia de mujer, ese calor delicado y suave, ese ardor y pasión de su tez inmaculada, una niña pura, una niña casta e inocente, pero con todas las esplendorosas formas de mujer.
El contacto con sus senos y su vientre desnudo, tenían a mi pene casi rasgando la tela de esos calzoncitos inoportunos, mis dedos levantaron la barrera elástica de esas bragas y se posicionaron más abajo del ombligo, mis yemas y falanges adivinaban la ardiente temperatura y humedad más abajo, rozaban casi esa hendedura fértil y fecunda.
Giovanna no se movía, pero su respiración se había hecho afanosa y tentaba mantener sus muslos prietos en defensa de su virginidad, mis dedos invasores, inquisidores, indagadores, sondeaban las cercanías de su intimidad, mis dedos comenzaron a enrollar la huincha elástica de sus calzoncitos hacía abajo, ella se quejó y gimió, pero sus caderas permitieron a sus bragas descender hasta sus muslos, las calenturientas imágenes de mi hermana giraban y llenaban mi mente, ella se giró y sus turgentes senos crearon sombras en la oscuridad, mi mano volvió hacia arriba para enroscar la tela de su remera hacía arriba, la prominencia de su busto me hizo soñar con colinas suaves, fértiles y sedosas, la punta de sus pezones enhiestos apuntaban hacia las estrellas, en busca de constelaciones ancestrales para navegar sus curvas sinuosas cual ondas de un mar tempestuoso.
Los gemidos de mi hermana se hicieron más fuertes y sus manos rozaban mis manos como implorando ternura, entregándose a ese desconocido traído por la oscuridad de la noche, a ese intruso que buscaba su tesoro, mi boca se cerró sobre uno de sus duros pezones y mi mano alcanzó la cálida humedad de su sexo, un grito sofocado por un gemido y su mano frenando el frenesí de mi mano, mi dedo medio se bañó en ese charco inexplorado, su hendedura venía profanada por sangre de su sangre.
Mi tacto de su clítoris me transmitió un estremecimiento de sus sentidos, su silencio cómplice me incitaba a continuar con mis caricias a su cuerpo, levanté las cubiertas y me deslicé a la convergencia de sus muslos, ella no abría sus piernas por nada al mundo, mi boca besó sus piernas y en la unión con su ingle la punta de mi lengua recogió el sabor salino de su chuchita, Giovanna gimió y puso su mano en mis cabellos, su pelvis se alzó invitante y receptora a mis mimos.
La insistencia de mi lengua intrusa, logro vencer la resistencia de esas piernas que poco a poco se abrían dejando a la vista una vagina pequeña con unos labios gordotes y cerrados herméticamente salvaguardando el himen de ella, Giovanna jugaba con mis cabellos y emitía grititos agudos cada vez que mi lengua embestía su botoncito erecto, mi virilidad avasalladora probo su fortaleza carnosa y tibia, la punta de mi glande chapoteó en ese charco de fluidos y su lubricada vagina cedió ante la fuerza de mi pene.
Giovanna dio un saltó y un grito al romperse su telita virginal, mi pene horadaba ese túnel rosado de carnes tiernas y jamás tocadas, milímetro a milímetro mi miembro se incrustó en esa dulce caverna y ella solo gemía y me apretaba contra su pecho, la escuche sollozar y me mordió en el hombro y su mano en mi cabeza empujo mi boca sobre su boca, sus piernas se abrieron de par en par para volver a cerrarse sobre mis nalgas y luego más arriba alrededor de mi cintura.
Mi pene estaba profundo en ella y lleno de amor, un amor prohibido, un amor vetado, un amor pecaminoso se estaba consumando, yo y mi hermana estábamos unidos por nuestros sexos y nadie al mundo podría impedir esta unión carnal, atávica, consanguínea, salvaje, ella se aferraba a mis embestidas y yo la penetraba casi con violencia, mi hermana gozaba bajo el peso de mi cuerpo enardecido por su pura femineidad.
Estábamos compenetrados en nuestro acto sexual y obteniendo un goce inenarrable de este amor incestuoso, yo acariciaba sus pechos, besaba su frente, mordisqueaba sus lóbulos, fornicábamos en un modo demencial, como solo dos amantes consumados saben hacerlo, nos regalábamos nuestros cuerpos el uno al otro, nos amamos una y otra vez sin descanso, los primeros rayos del sol expulsaron las sombras de la noche, en las penumbras del amanecer, el rostro de mi hermana se veía claramente y Giovanna veía claramente el mío, mis ojos estaban hechizados por los suyos, y la besé una y mil veces y ella me respondió con la misma fuerza e ímpetu, no nos dijimos una sola palabra, no había necesidad estábamos unidos por nuestros sentimientos, sentimientos que deberíamos mantener ocultos al mundo, me levanté y me fui al baño a lavar mis genitales pegajosos de fluidos y sangre.
Me encontré con Giovanna en la cocina que charlaba con mamá, nos saludamos con una sonrisa que no reflejaba lo que decían nuestros ojos, nos amábamos y era un secreto, mamá continuó con su chachara sobre el viaje a Caldera y como habían solucionado el problema de las tarjetas, mientras yo y ellas nos lanzábamos señales de amor y ternura con nuestras miradas.
Sus ojos estaban convertidos en un haz de luz que emitía amor, tenían un brillo nuevo, su mirada me acariciaba sin tocarme, penetraban en mí y llegaba hasta mi alma, mi corazón latía con mayor fuerza por ella, mamá hablaba de una y mil cosas, pero no nos comunicaba nada, la verdadera conexión estaba entre mi hermana y yo, estábamos unidos inexorablemente por una fuerza superior, una fuerza que mamá y papá jamás comprenderían por considerar nuestra familia un grupo tradicional y sin espacios para evadir los cánones de la sociedad.
Quizás nuestro amor estaba condenado, pero el ímpetu de nuestra juventud nos hacía aceptar el desafío de amarnos contra corriente, yo la amaba y estaba dispuesto a luchar por ella y estaba seguro de que ella sería mi aliada perfecta en esta lid, teníamos las armas de nuestros sentimientos y la coraza de nuestros corazones, no necesitamos un ejército, somos una guerrilla combatiente y vamos a lidiar contra la mojigatería.
Ese fin de semana nuestros padres dijeron que volverían tarde, que no los esperáramos, Giovanna me miró con una casi sonrisa en el rostro, yo le guiñé un ojo y apunté un dedo hacía arriba, éramos una vez más cómplices y nos devoraba la espera de ver salir a nuestros padres a divertirse y dejar la casa para nosotros, por fin llego un Uber a recogerlos y salieron despidiéndose y encargándonos de comportarnos y cuidar de la casa, Giovanna se fue a su cuarto y yo me fui detrás de ella.
Por unas horas seriamos libres de restricciones, el mundo entero había quedado fuera de esa puerta que acabábamos de cerrar, en forma vertiginosa nos lanzamos el uno en brazos del otro, como dos imanes, una enorme fuerza unió nuestros labios, nuestras manos recorrían nuestros cuerpos, yo necesitaba de sus pechos y sus pezones, en un santiamén su remera voló por los aires y su sujetador siguió aguas, y mis manos coparon sus senos insolentes de niña adolescente.
Giovanna se había deshecho de mi cinturón y estaba bajando mis jeans, mi polerón restaba en el piso y mis brazos estaban atrayendo su torso desnudo para sentir sus redondeces aplastadas contra mis pectorales, Giovanna sacándome los pantalones junto a los boxers quedo arrodillada frente a mí, sin siquiera pensarlo se tragó mi sexo y comenzó a mover su cabeza rápidamente que casi me hizo tambalear, pero era puro éxtasi, me enloquecía sentir los labios de ella en mi pija succionando mis primerizas gotas de semen.
Ella se levantó y nos fuimos a la cama, esta vez no había penumbras, en la privacidad de su cuarto nos amábamos a rostro descubierto, ella mi hermana y yo su hermano, sin tapujos, sin engaños ni reservas, solo nuestro crudo amor, solo nuestro amor puro, yo entregaba todo a ella tal como yo recibía todo de ella, reciprocidad en su esencia, en su origen, mi pene portentoso se apoyó en su minúscula vagina, estrecha como un guante, cálida y suave como la seda, Giovanna puso una mano en mi vientre para indicarme de hacerlo despacio y con cuidado, lo saqué y me deslice a lamer su chocho y mejorar su lubricación y deseos.
Ella aferró mis cabellos y me guiaba con suaves impulsos la dirección de mis lamidas y me jalaba si quería que mi lengua explorase su profundidad, la belleza y calidez de sus muslos perfectos, me tenían anclado al portezuelo que cobijaba mis obscenos deseos, mi pene palpitaba de deseos por ese orificio estrecho y trepidante, volví a ponerme en posición para penetrarla, Giovanna expectante abrió más sus piernas, fue como una imagen perversa que cruzó mi mente como un relámpago y enterré mi miembro en su fosa rosada.
Giovanna grito y escondió su rostro bajo sus enmarañados cabellos, pero me asía a su cuerpo con fuerza mientras gemía en delirio y se contorsionaba bajo mis violentos embates, mis embestidas la hacían gritar de placer y sus uñas se enterraron en mi espalda, el silencio del cuarto era quebrado solamente por nuestros jadeos y sus chillidos de mujer ardiente y fogosa, sus muslos se abrían y se cerraban y su pelvis se alzaba para acompasar mis embestidas, me aprisionaba con sus piernas y luego las abría al máximo, para después alzarlas en el aire y volver a envolver mi cintura con ellas, sus movimientos eran rápidos, con pasión y bríos y sus orgasmos la descontrolaban y la hacían más hembra.
Yo la besaba, la mordía, la acariciaba, mi olfato se llenaba de esa esencia suya embriagante y excitante, sus pechos resbalaban en mis pectorales sudados, mis manos llegaban hasta sus nalgas que no cesaban de moverse, mi semen era succionado por su vagina, me estaba vaciando en ella, quería darle todo sin que ella me pidiera nada, todo mi ser le pertenecía y yo me posesionaba de todo lo de ella.
Mi juventud me permitía de quedarme dentro de ella y continuar a copular y continuar a sentir sus espasmos y convulsiones, sus gruñidos y quejidos, Giovanna no me soltaba ni decrecían sus deseos por mí, el apetito vehemente de nuestros cuerpos era un torrente, un aluvión de sensaciones, nuestra cama era nuestro universo, nos quemábamos en este fuego de pasión, nuestras bocas intercambiaban líquidos energéticos que nos insuflaban nuevas fuerza para continuar a amarnos carnalmente, salvajemente, animalescamente.
Giovanna gruñía cómo una bestia, quizás el incesto es esto, algo maléfico y diabólico, pecaminoso, pero innegablemente satisfactorio, innegablemente excitante, una pasión que obnubila los sentidos y la moral, un amor más puro que el amor, donde dos seres de la misma sangre se entregan sin inhibiciones, sin pretensiones, sin intereses, solo sentimiento y ardorosa fogosidad, solo una búsqueda insaciable de entrega y posesión reciproca e irrefrenable.
Con renovadas energías tome a mi hermana de la cintura y la gire sobre mí, le cedí el control de nuestra obscena lujuria, ella apoyó sus manos en mis pectorales e inició una danza de caderas buscando ese placer intenso que las mujeres disfrutan mucho más que los hombres, ella prendía posesión de mi cuerpo, todo mi ser se entregaba a ella, y ella renunciando a todos sus pudores me tomaba y usaba mi cuerpo para su propia satisfacción.
El incesto es algo antediluviano, da cuando el mundo es mundo existe, pero eso no hace disminuir mi culpabilidad en el yacer con mi hermana, no estamos rompiendo reglas que no hayan sido ya rotas, incluso en la biblia hay varias formas de incesto, madre-hijo, padre-hija y entre parientes cercanos, somos humanos y nuestras debilidades se han diseminado a través de todo el mundo, en este mismo instante hay cientos de parejas con lazos estrechos de sangre, son sentimiento, son pasiones, fuerzas de la naturaleza que no siempre podemos controlar.
Giovanna había colapsado en mi pecho con su respiración entrecortada y los latidos de su corazón retumbando en mi caja torácica, su piel fundida con mi piel en un abrazo fraterno y de amantes, besaba mis mejillas y mi cuello, sus ojos lagrimeaban de gozo, sabía que éramos nosotros dos solos en este amor prohibido, me tenía para ella y sabía que el tiempo corría en contra, nuestro infinito amor podía ser cercenado en cualquier momento.
Yo ya me había corrido dentro de ella, pero el placer de sentirla gozar con mi pija en lo profundo de su conchita mantenía mi erección al máximo, ella había acabado en un largo orgasmo, probablemente multi orgasmo, vibraba y se estremecía toda y yo la aguantaba para que no se desvaneciera y deleitarme con las contracciones de su chocho en mi pija, que se sienten como aterciopeladas caricias indescriptibles e inenarrables.
Descansamos por un largo rato, nuestros ojos unidos en románticas miradas, nuestras manos gozando de la juventud de nuestros cuerpos, nos decíamos enamorados, nos decíamos amantes, nos decíamos frases de amor, soñábamos nuestro amor imposible.
Giovanna había comenzado a jugar con sus tetas sobre mí miembro que casi de inmediato se puso duro en medio a sus redondos senos, luego se lo metió en la boca y me lo chupó una delicia, su lengua se había hecho experta y recorría mi glande haciéndome cosquillas en la punta de mi verga, mis gemidos eran acompañados de caricias a sus cabellos que subían y bajaban lamiendo mi pene y mis huevos, alcancé una de sus piernas y la jalé hasta que su sexo estuvo a la altura de mi labios, nos sumimos en un sesenta y nueve atrevido e impetuoso, no me cansaba de beber sus humores femeninos, era como un elixir, era como una embrujadora poción, las carnes suaves de sus muslos y nalgas ensalzaban exquisitamente ese regalo sensual de su vagina.
Los labio carnosos e inflamados de su chochito me hipnotizaban, el brillo y resplandor de sus húmedas carnes me encadenaban a su concha y mi paladar me exigía de seguir saboreando su zumo sabroso, gustoso y placentero, la sentí cuando se levanto ligeramente para refregar con movimientos rápidos toda la amplitud de su sexo en mis labios, barbilla y rostro, la sentí gemir y sollozar en otro potente orgasmo, ella era mía, debía ser mía, mía por siempre.
Me levanté y la recosté, luego la penetré lentamente, gustándome el roce de su vagina trepidante en mi sensible verga, su lubricada vagina hizo espacio a mi miembro y sus pliegues me envolvieron en un acogedor apretón que me hizo erizar la piel y me provoco escalofriantes tiritones de placer, era como un estrecho guante con vida propia que estrujaba mi pene sin cesar, sus músculos vaginales estrangulaban mi musculo viril con contracciones que multiplicaban mi goce.
Giovanna masajeaba mi verga con su esplendorosa vagina, no pude resistir y me vacié en ella una vez más, sintiendo su chochito ordeñar mi pene extrayendo hasta la última gota de semen de mis bolas, una sensación inolvidable se grababa en mi cerebro sintiendo a esta mujer que me hacía el amor de esta manera demencialmente satisfactoria, mi hermana me hacía suyo, también yo le pertenecía a ella.
Ese verano fue el comienzo de nuestras relaciones incestuosas que se prolongan hasta el día de hoy que estoy casado y con dos hijos, ella también tiene marido y una nenita, pero esa atracción prohibida, no cesa y nuestra sangre hierve cuando nos encontramos, cuando nuestros cuerpos desnudos se unen en la cama.
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Muy bueno el relato, mejor imposible que lastima que solo puedo votar una vez, porque te mereces un 10, muy bueno y unas palabras que hicieron me corriera como un río, además una rima muy bueno, te felicito ni muy corto ni muy extenso