La cachonda de mi hijastra
Me puse de rodillas frente a ella mirándola con deseo. Agarré mi polla y se la metí de un golpe. Ella soltó un gemido de placer al que le siguieron muchos más. Nuestra hija estaba apoyada en la pared mirando..
Me casé con una viuda que tenía una hija adolescente. Ya se veía que cuando creciera un poco más traería a los tíos de cabeza. Y no me equivoqué. Labios gruesos, pechos como los de su madre: una cien de medida, cintura estrecha y caderas anchas, aunque no mucho.
Fuimos de vacaciones a la costa y cuando llegamos al hotel, debido a un error, sólo disponían de habitación con cama matrimonial de un metro cincuenta de ancho cuando habíamos pedido una habitación triple. Llegamos a un acuerdo en el precio y nos dispusimos a pasarlo lo mejor posible sin pensar en aquel contratiempo.
Todo iba bien, salvo que iba a estar unos días sin poder follar, pero bueno, era algo que ya sabía. Por la noche dormíamos con poca ropa, yo en calzoncillos y mi mujer y mi hija en tanga y camiseta fina. Apretados un poco, eso sí. Aquella noche no conseguía dormir. Me puse boca arriba tratando de conciliar el sueño cuando sentí sobre el dorso de mi mano el culo de mi hijastra. Estaba caliente y carnoso. Quité la mano y fue entonces cuando empezó todo.
Muy suavemente posé la mano sobre el glúteo, casi sin tocar, pues temí que se fuera a despertar. Lo acaricié despacio y suavemente. Tenía la piel increíblemente suave. Llevaba varios días sin tener nada de sexo con lo cual estaba terriblemente excitado. Me saqué la polla con la otra mano y muy suavemente me fui masturbando sin hacer ruido mientras mi mano se posaba sobre el culo de mi hijastra. Fue muy excitante cuando me corrí. Me gustó el morbo y el peligro de ser descubierto.
Faltaban dos días para regresar a casa. Por la noche, tratando de conciliar el sueño me puse de lado y accidentalmente mi paquete chocó contra el culo de mi hijastra. Por instinto me retiré, pero finalmente decidí acercarme y rozarlo con delicadeza. Quise ir un paso más allá así que me la saqué y acerqué la punta hasta que rozó uno de sus cachetes. La emoción fue tremenda. Mi pulso se aceleró y mi polla se puso aún más dura. Palpitaba en mi mano. Me retiré pensando si seguía adelante o mejor dejarlo cuando, por sorpresa, ella se movió y reculó chocando con mi polla dura que se pegó a su culo. Dudé si lo hizo adrede o fue inconscientemente, así que decidí no moverme. Para mi sorpresa fue ella quien comenzó a mover su culo, como si quisiera encontrar la postura adecuada, pronto me di cuenta de que lo que realmente estaba haciendo era incitarme a que continuara lo que había empezado. Me cogí la polla, la puse justo en medio de su culo y empecé a frotarme despacio, poniendo cuidado en no mover mucho la cama por temor a que su madre se despertara. Ella se hacía la dormida y me dejaba hacer a placer. Me agarré a su cadera mientras restregaba arriba y abajo mi polla por su culo. Me excitó muchísimo que fingiera que dormía. Cuando noté que me iba a venir el orgasmo me acerqué a su oído y le susurré:
-Sí…sí…qué puta eres…me corro puta…mmmm…
Mi leche salió a borbotones cayendo por la raja de su culo. La limpié con la toallita que había en la mesita de noche y finalmente conseguí dormir.
A la mañana siguiente ella esperó a que su madre saliera de la habitación para acercarse a mí y decirme mientras me miraba de forma sugerente:
-¿Sabes que muchas veces me he masturbado escuchando cómo folláis?-Me sorprendió ese comentario.-Esperaba hacerlo también estás vacaciones, pero no ha sido posible…
-Bueno… si te animas, mañana por la noche cuando lleguemos habrá fiesta… después de tanto tiempo lo cogeremos con ganas, seguro.
Se mordió el labio inferior y sonrió ante tan sugerente oferta.
Conduciendo de vuelta no paraba de darle vueltas a la cabeza ante la morbosa idea de estar follando a mi mujer y saber que su hija se masturba mientras nos oye. Por fin llegó la noche y mi mujer estaba tan cachonda como yo después de tanto tiempo sin follar. Nos besamos, nos acariciamos y no tardamos en ponernos a mil. Muy hábilmente la puse tumbada boca arriba con la cabeza en los pies de la cama, a fin de que no pudiera ver la puerta de la habitación. Mis manos apretaron sus tetas mientras mi lengua jugueteaba con sus pezones. Después mis labios fueron recorriendo su cuerpo hasta llegar al clítoris con el que jugué un buen rato. Sus caderas se movían buscando toda mi boca y cuando alcé la vista descubrí que su hija asomaba la cabeza para mirarnos. Al verse descubierta trató de esconderse tras la puerta y un gesto mío con la mano le indicó que pasara. Mi mujer no se dio cuenta, estaba con los ojos cerrados gimiendo de placer. Cuando estaba a punto de correrse paré. Me puse de rodillas frente a ella mirándola con deseo. Agarré mi polla y se la metí de un golpe. Ella soltó un gemido de placer al que le siguieron muchos más. Nuestra hija estaba apoyada en la pared mirando. Tenía una mano dentro de la camiseta tocándose las tetas y con la otra se masturbaba. La situación me puso a mil y empecé a follarla más deprisa consiguiendo que gimiera más frenéticamente mientras mi mirada se clavaba en los ojos de nuestra hija, como si fuera a ella a quien estuviera follando, ella lo advirtió y se puso más cachonda. Las dos se corrieron prácticamente a la vez. Cuando acabó, se fue de la habitación muy sigilosamente dejando que terminara de follar a su madre hasta que la inundé el coño de esperma.
Más tarde pregunté a mi hijastra si llevaba mucho tiempo escuchándonos.
-Desde los 16. La vez que más morbo me dio fue cuando vi cómo te la follabas en la ducha. Obviamente no me visteis, pero fue brutal. ¡Qué morboso! Fue muy erótico, porque se intuía todo, pero con el vaho no se veía del todo claro. Por eso me resultó erótico y morboso.
Dicho esto se sentó sobre el mármol de la cocina y se abrió de piernas mostrándome su chochito.
-Quiero que me hagas sentir lo que siente ella.
Me arrodillé y comencé a comerle el coño. Agarré sus muslos y los apreté contra mi cara lamiendo de arriba abajo toda la raja del coño para luego meter mi lengua dentro y moverla en pequeños círculos. Me tenía la cabeza entre sus manos, empujándola contra su coño, casi no podía respirar. Cuando cerró las piernas supe que se iba a correr. Justo ahí paré y me levanté. Su mirada me decía que en aquel momento podía hacer con ella lo que quisiera. Me bajé la cremallera y miró con deseo cómo salía de la bragueta mi polla tremendamente erecta, dura.
La deseaba con desesperación, su mirada relamiéndose los labios la delataba. Deseaba tenerla dentro y sentir que la follaba como me follaba a su madre. Respiraba entrecortadamente, jadeando, su coño se abría entre pálpitos esperando ser penetrado. Me acerqué y ella se abrió más de piernas para recibir lo que tanto ansiaba. Me miró con excitación mientras dirigía mi polla hacia su coño. Cuando el glande rozó la raja se estremeció de placer y miró cómo entraba suavemente, centímetro a centímetro. Su boca se fue abriendo dejando escapar un gemido. Luego la saqué casi del todo dispuesto a darle lo que deseaba. Un golpe seco, duro, hasta el fondo para darle más placer y seguir aumentándolo con golpes de polla certeros, seguidos, casi sin darle tiempo a recobrar el aliento entre gemido y gemido.
-Dios…qué gusto cabronazo…mmmm ahhh…. Sí, sí…ahhh…dale, dale…mmmm…
Me tenía rodeado con sus piernas, la agarré del culo y la levanté del mármol sin sacar mi polla de su coño. De pie, en mitad de la cocina la subía y bajaba empalándola y los gemidos se transformaron en gritos de puro placer.
–Sigue, sigue… me corro, joder…¡¡¡me corrooooo!!!
Cuando el placer del orgasmo acabó la bajé, la recliné contra la mesa de la cocina, le separé las piernas y me la follé como a una perra.
-Vas a hacer que me corra de nuevo cabronazo… ooohhh, mmmm…. ¿Le gusta a mí madre que la folles por detrás?
-La excita y a mí me vuelve loco… puta
Se giró para mirarme y me suplicó que no parara, estaba a punto de correrse de nuevo.
-Ahora sé el placer que ella siente, sus enormes gemidos, sus orgasmos tremendos… ufff…puto…me corro de nuevo…aaaaahh… mmmm…
Al momento yo también me corrí dentro de su coño. Mantuve sus caderas apretadas contra mi polla hasta soltar dentro de ella la última gota de placer.
Su curiosidad quedó totalmente satisfecha desde aquel momento y yo ahora sé que cuando me follo a su madre nos oye y se masturba recordando ese momento. Momento que, de vez en cuando, me encargo de que no olvide.
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