La casa de campo, donde todas han conocido mi amor
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por lovelittlegirls.
El fin de semana pasado cumplí 60 años y mi familia organizó una celebración en la casa de campo que heredé de mis padres, donde a los 20 años hice mía mi hermana menor, a los 40 comencé una breve relación con mi hija y ahora, dos décadas después, estaba a punto de consumar el amor que sentimos mi nieta y yo.
Cuando nos preparábamos para volver a la ciudad, les digo a todos que me quedaría un rato más para revisar las cerraduras, le pido a mi hermosa nieta que me acompañe, ella acepta; al partir mi hija se despide y dándome un beso en la mejilla me susurra: sé lo que planeas, no creas que ella será tan dócil como yo lo fui.
Ya solos en la cabaña, revivo la misma sensación de adrenalina, deseo y sosiego sentida en las dos situaciones anteriores.
Mi nieta corre hacia mí saltando y la abrazo entregándonos a los besos más intensos jamás vividos; mi mente se nubla recordando la noche que hice mía a mi hermana en la mesa de la cocina, cuando vuelvo en sí, mi cabeza sujetada en medio de las piernas de mi nieta justo estremeciéndose del orgasmo.
Mi boca totalmente empapada de sus jugos y un dedo dentro de aquella pueril vagina.
Me levanto y sentándola le doy un beso y cariñosamente le pregunto:
– Lista?-
– Sí abuelito-
Acerco la punta de mi intensa y palpitante erección a su cosita, lentamente voy penetrándola, mi nieta cierra los ojos y una lágrima corre por su mejilla; sin darme oportunidad de reaccionar me toma por las caderas hacia ella y con un dulce quejido me lleva hasta el fondo de su apretada y muy húmeda vaginita.
Me abraza y por un momento permanecimos inmóviles, sentía de nuevo la indescriptible experiencia que sólo he tenido en mis relaciones de incesto.
Ambos mirábamos mi pene entrar y salir lentamente, mi nieta lame sus dedos y comienza a frotar su clítoris tal cual había aprendido ya en nuestros juegos previos.
Sus uñas en mi espalda contrastaban con los besos que me daba en el pecho, mirándome fijamente se frotaba con mayor intensidad; con mucho esfuerzo aguanté correrme hasta que al mismo tiempo todo su cuerpo tiembla y sus gemidos de orgasmo me hacer perder el control dejando salir todo mi semen dentro de ella.
La abrazo y beso aún dentro de ella, cierro los ojos y con un suspiro miro la mesa de la cocina, donde he hecho mía a mi hermana, mi hija y ahora mi nieta.
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