la casa de las animas
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por elrelator.
La vida, es una paradoja de contrariedades; en ocasiones para bien y en otras para mal. En la vida solo existen dos formas de existencia, las cuales, como todos sabemos, rigen al mundo: la vida mala de los que sufren, y la vida buena de los que gozan, de los que saben aprovechar cada instante sus posibilidades. Para poder enmendar y borrar todas las cosas malas de nuestra cabeza, es necesario superar los sucesos desagradables y cargar nuestra mente con más cosas afables que desagradables. La vida sabe sonreírle a quien se lo merece, y si no es así, a quien sabe aprovecharla.
Dos primos que en su juventud, jugaban y se miraban sin deseos carnales, con el tiempo llegaron a transformarse en una total y enorme maraña de hormonas que, con el calor de los días de verano y los cambios de un desarrollo normal, les llegó a provocar más que solo estragos de la temperatura corporal. Él, joven y fuerte para su corta edad, de temple perfeccionista y cabellera amplia. Contaba con dieciséis años recién cumplidos y ya se había convertido en todo un ejemplo a seguir a la vista de sus dos hermanos menores—Carmen y Nico—que le admiraban por ser atleta, altruista y honesto, además de llevar un cuadro alto en disciplina, todo esto aunado a un record de diez en todos sus estudios. De buen cuerpo bien proporcionado y de una tez clara que podría hipnotizar a toda mujer que le mirase. Todo un atleta griego con la figura de una escultura romana labrada en mármol con pinta de gladiador.
Ella en cambio, con un temperamento humilde, tierno e inocente, es un poco más modesta en cuanto a su figura, pero con una belleza igual de soberbia que la de su primo. Con tanta carisma y perfección, que sin ninguna dificultad, hubiera podido provocarle celos a la misma Afrodita, y sin esfuerzo, humillar la pureza de Artemisa. Con catorce años, apunto de cumplir los quince, es más de lo que muchos pudieran llegar a desear en toda una vida. Cabello lacio y largo de una figura firme y liza, ojos claros y destellantes color miel que sin lugar a dudas, opacarían lo radiante del sol y despojarían la hermosura al profundo ultramar más celeste, cuerpo selecto y sin ninguna imperfección, de tez blanca y excelente contorno, todo en un conjunto tan armonioso que no sería fácil encontrar caminando por las calles aunque uno se lo propusiera. Esto y más es su figura. En fin, sin más preámbulos… todo esto comienza en una tarde calurosa de abril. Se habían separado por circunstancias del destino, pero ahora y como capricho del mismo, casi después de seis años se volvían a encontrar.
Los padres de ambas familia se habían distanciado debido a la situación económica que los había aquejado durante barios años. <<Ya no podemos vivir así, tendremos que marcharnos en busca de mejores ingresos>>, fue lo último que las dos familias se dijeron antes de separarse, pero ahora la vida los reencontraba debido a la muerte de un familiar muy cercano. Había muerto la abuela de Osiria y Osmar—así se llamaban ellos—, los cuales, al mirarse después de años, habían quedado igual de sorprendidos ante tantos cambios.
— ¡Tanto tiempo sin verte!, pero como has cambiado primito —Exclamó Osiria al ver a su primo después de tantos años.
—La sorpresa ha sido mía Osiria, tanta belleza nunca había mirado reunida en un solo lugar antes —Prorrumpió Osmar provocando que Osiria se ruborizara rápidamente—. Disculpa si he dicho algo que te haya ofendido Osiria —concluyó.
—No, nada de eso —aclaró
El funeral había terminado y se encontraban en la casa, que en vida, había sido de la abuela, y que ahora se encontraba en manos de ambos hermanos padres de Osiria y Osmar. A pesar de ser hermanos, criados de la misma manera y con las mismas oportunidades, tras la muerte de sus padres, los conflictos se dejaron ver, discutían por el futuro de la propiedad y por otras cosas más que no tendría caso hablar de ellas en este momento. Para Osiria y Osmar, esos eran temas lejos de sus conflictos, y en pocas palabras y resumidos actos, los problemas de sus padres era un tema que a ellos no les importaba, ello solo querían reponer con avidez los años que habían estado separados, y, que ahora por circunstancias del destino, la vida misma se los regresaba ya que los padres de ambos tomaban seriamente la decisión de que lo mejor sería vender sus propiedad con el fin de mudarse a la misma ciudad para estar más juntos ahora que ya no estaba la abuela. Solo que esto duraría y tendrían que esperar por lo menos un par de meses, pero en lo que esto sucedía…
—Esta noche nos vamos a quedar aquí en la casa de su abuelita —dijeron los padres de Osiria y Osmar—, ya mañana veremos que hacer con más calma.
El abuelo había muerto un año atrás y era por eso que la propiedad estaba sin dueño fijo aún. Había mucho que arreglar entre los dos hermanos.
— ¿Pero donde vamos a dormir?, la casa es muy pequeña y solo hay dos habitaciones —indagó Osiria preocupada.
—No te preocupes —contestó su padre—, yo y mi esposa dormiremos en la sala, los papas de Osmar en una de las habitaciones y tú en el otro cuarto.
— ¿Y yo qué? —inquirió Osmar entusiasmado creyendo que dormiría en el cuarto junto con Osiria.
— ¿Tú?, tu dormirás en la estancia —de inmediato le dejó saber Laura, su madre.
Después de esa respuesta, Osmar quedó cabizbajo, ya que por unos segundos había pensado que lograría dormir con Osiria, pero esto, sin lugar a duda, no era posible y después de tomar la cordura, lo aceptó pero sin decir muchas palabras.
— ¿Están locos? ¡Yo no pienso dormir sola en ese cuarto! —chilló de inmediato Osiria—. Ahí era en donde dormía la abuela.
—Lo siento mi amor —le contestó su padre—, no hay otra opción, es la única habitación disponible, y aparte ya habíamos acordado nosotros.
— ¿Y que solo vale la opinión de los adultos? —reclamó Osiria.
—En este caso, sí —cerró la discusión con una sola y firme decisión, su madre.
—Pero…
Por unos instantes, Osmar se sintió revivido, el puro hecho de haber escuchado la protesta de Osiria, lo animó a formar parte del chantaje con el fin de lograr su fiel propósito.
—Bueno, para que no tengas problemas, ¿Por qué no le cambias el lugar a tu primo? El dormirá en la estancia, dile que te cambie —le comentó su mamá después de sentirse mal por haber sido tan arbitraria instantes atrás.
— ¿Yo?, yo tampoco quiero tomar ese cuarto, no me gusta profanar los lugares ajenos —espetó justo apenas vio el momento para comenzar con su chantaje. En realidad no tenía objeción en dormir en ese sitio, pero después de que analizó bien las cosas, creyó que esa sería su mejor jugada para obtener lo deseado.
—Bueno pues, ya no se peleen, si nadie quiere dormir en ese cuarto, entonces lo aremos nosotros —comentaron los padres de Osiria ya fastidiado—, y tú puedes dormir en la sala.
— ¿Pero yo…? amor… —protestó Asiria, la esposa del padre de Osiria.
—Vamos amor… ¿no me dirás que también tu tienes miedo, verdad?
—No, no es eso, lo que sucede es que…
La alegata continuó durante media hora más, nadie quería dormir en el cuarto místico. Lo que había comenzado como un capricho de adolescentes, se había convertido en un verdadero tema a discutir entre ambas familias y no parecía haber tregua alguna por el momento. Al cabo de una hora, todo quedó resuelto, y después de tanto alegar, Osmar logró avanzar un poco en lo que según él, era su plan desde un principio. Los padres de Osiria, dormirían en la habitación contigua a la recamara de la abuela y los padres de Osmar, dormirían en la habitación mística, dejando a Osiria y a Osmar bien situados; el primero en la estancia y el segundo en la sala. La noche cayó de inmediato y mostró su potestad, la oscuridad que predominaba en esa casa de amplios pasillos y largas paredes, situada en la orilla de la ciudad, en donde casi no predominaban los ruidos urbanos, logró apoderarse de cada uno de los recovecos de esa vieja casa.
—Nosotros nos retiramos a dormir —comentaron los padres de Osmar al ver que eran ya las once de la noche.
—Nosotros aun no, tenemos mucho de que platicar —espetaron Osiria y Osmar.
—Muy bien, como gusten, nada más no se desvelen mucho. Nosotros también ya nos vamos a dormir —hablaron los padres de Osiria después de cinco minutos que habían comentado lo mismo la otra pareja.
Se retiraron caminando a pasos lentos pero seguros, al cabo de un par de segundos, quedaron solos Osiria y Osmar en la sala de la casa. El silencio era sepulcral y la oscuridad, a pesar de que las luces estaban encendidas, parecía no ceder.
—Por fin solos, es lo que estaba esperando —comentó Osmar.
—Sí, ya sé, a mi también me estaban fastidiando mis padres —bostezó llevándose una mano a la boca para cubrirse.
— ¿Y que has hecho en todos estos años? Has crecido bastante, si no te hubieras presentado, no te habría reconocido ni en un millón de años.
—Tú también has cambiado mucho. Creciste demasiado, yo tampoco ni te conocí, quien lo hubiera imaginado; el niño pequeño y cobarde con el que jugaba ya es todo un hombre —rieron los dos.
—Me he dedicado mucho al deporte. Me uní a un equipo de futbol y también comencé a practicar atletismo.
—Se nota, te desarrollaste bastante.
—Igual tú…—comentó entre labios a modo de no ser escuchado
— ¿Qué dijiste? Es que no logré escucharte, estaba distraída —preguntó ingenua.
—Nada importante, solo pensaba en mis adentros cosas que no tienen sentido —levantó ambas manos expresando un gesto de: “tu sabes…”
— ¡Ha! por cierto —cambió de tema—, ¿en donde están tus hermanos?
— ¿Carmen y Nico? —corroboró como quien no sabe la cosa.
— ¿Acaso tienes otros?
—No, no, solo que me distraje, disculpa. Mis hermanos se quedaron en casa de una tía que vive allá cercas de nuestra casa en Los Ángeles, no quisieron venir, argumentaron no sentirse listos para ver a su abuela muerta y mucho menos quedarse en su casa. Aún son muy chicos, apenas si tienen once y doce años —rió.
— ¿Acaso yo estoy muy vieja?
—No quise decir eso… pero tú, si mal no recuerdo, ya casi cumples los quince ¿no?
—Sí.
—Lo vez, no eres vieja, pero ya no estas tan chica. Pero déjame decirte —se acercó peligrosamente— que estoy muy feliz de verte, si no hubieras venido, quizá si estuviera sintiéndome muy mal. Aparte ya tenía ganas de verte.
—Igual yo, tanto tiempo sin vernos… ¿verdad?
La situación empezó a ponerse más especial. Los dos estaban en el lugar indicado, ella comenzaba a desinhibirse y él ya no sentía temor a tomarle muy de vez en cuenta los hombros con la escusa de que eran <<simples caricias de amistad>>, así decía. En tanto la noche avanzaba, sus comportamientos se transformaban, y sin los padres presentes, tenían la noche asegurada.
—Tengo mucho calor, permíteme un segundo, deja voy y saco de la maleta una playera para dormir más cómoda. ¡Hace mucho calor! —Profirió Osiria usando su mano como un abanico.
—Como gustes, si quieres me marcho para que te cambies.
—No hace falta, la maleta la tengo al otro extremo de la sala y desde aquí no se ve nada.
—Como quieras —contestó Osmar resignado.
La joven se alejó y después de unos instantes regresó, solo que ya no se veía igual, estaba totalmente distinta, no llevaba sostén y esto provocaba que sus senos vagaran libres por debajo de una playera delgadita que mostraba más de los que debería. El pantalón que llevaba, lo cambio por un short de lycra muy corto que no ocultaba nada, solo mostraba unas caderas deliciosas y un par de piernas de lujo que no se podían comparar con cualquier mujer de la calle, todo un espectáculo de mujer era lo que Osmar tenía a su alcance. Al instante la reacción del joven cambió, su aliento se alteró, su corazón comenzó a latir más apresuradamente y, por poco pierde el total control de su cuerpo, que para entonces, parecía una maraña de hormonas, un volcán en erupción, o un tsunami en el mar apuesto de tocar la costa.
— ¿Te sucede algo? ¿Por qué te quedaste callado? —indagó la bella y sensual joven.
—No me sucede nada, lo que pasa es que me quedé metido en mi pensamiento.
— ¿Y en que pensabas? —al instante Osmar se ruboriza y gira la cabeza hacía la pared tratando de encontrar una evasiva eficaz ante los ataques de su hermosa prima.
—Como que ya fueron demasiadas preguntas ¿no crees?
—Me supongo que tienes razón, mejor hablemos de cosas más interesantes —sonrió la joven coquetamente—. ¿Y que no tienes calor? Deberías ir a cambiarte de ropa igual que yo.
—Sí, creo que tienes razón. Me permites un segundo.
—Claro que sí, tomate tu tiempo —exclamó alegre como siempre.
—Permíteme, ahora regreso, yo si voy a ir a cambiarme al baño.
— ¿Acaso me tienes tanta vergüenza? Ni siquiera yo me escondí de ti.
—Lo sé, pero yo soy más recatado.
—Como quieras. Aquí te espero entonces —se estiró para destensar el cuerpo y tomó asiento en un viejo sofá que estaba en la sala, y, que era el típico de las visitas a la casa cuando la abuela aún vivía.
Apenas tuvo tiempo, corrió a donde se encontraba su mochila y sacó una playera de tirantes que traía guardada para la ocasión y una pantalonera tipo pijama. Se dirigió al baño, se aseguró de que la puerta estuviera bien cerrada y sin poder contenerse, saco se miembro que para ese entonces se encontraba erecto y casi a punto de explotar. Apenas si corrió el glande un poco hacía atrás y sintió venirse de golpe. Estaba ya tan caliente que con unas cuantas jaladas, dejó chorrear todo el liquido que traía consigo, sus chorros embarraron—los dos primeros—todo el espejo que daba a la parte frontal del baño, otro escupitajo dio directo al lavabo y los últimos dos, menos potentes pero no menos cargados, quedaron en sus manos dejándolas escurriendo en semen, el cual estaba concentrado y muy espeso, tan espeso que escurrió casi veinte centímetro sin romperse el hilo de fluido. Después de contorsionarse como pez sacado del agua, tomó un poco de papel de baño y limpio escrupulosamente el fluido que había dejado regado por todos lados. Pero eso no había sido suficiente, estaba tan caliente que aún y después de haber tenido ese brutal orgasmo, todavía sentía ganas de seguirse masturbando, pero no tenía tanto tiempo, y si duraba más, seguro su prima sospecharía lo peor.
Fue tanto lo que salpicó, que le costó trabajo terminar de limpiar todo sin dejar rastros visibles, pero aun así se esmeró. Revisó varias veces su ropa para cerciorarse que no cargaba manchas de semen. Tenía miedo que su prima, en cuanto lo mirara, notara fluido embarrado en su ropa o en algún lugar que, tal vez y por descuido no hubiera alcanzado a limpiar bien, y pensara que era un depravado.
Después de tremendo choque eléctrico que había tenido y haberla limpiado el baño, salió de nuevo a la sala para ver si aun estaba su prima esperándolo.
—Disculpa la tardanza, es que… —trató de excusarse con mentiras torpes.
—No hay problema, está bien, te entiendo —corroboró sonriendo como si algo supiera.
—Sabes, ya tengo sueño, pero aun no quiero irme a dormir, tengo tanto sin verte que no quiero dejar pasar esta noche sin aprovecharla como en los viejos tiempos.
—Claro que no… digo, sí… o como quiera que se diga. Si yo desperdiciara esta noche, también me sentiría culpable.
El clima se tornó aun más suave y adecuado para ambos, se miraron a la cara y se sonrieron felices los dos, sin saber que lo que pasaría en seguida, le cambiaría por completo la vida a Osiria.
—Por qué no nos vamos a la estancia, segura allá ha de hacer menos calor y aparte es un lugar más cómodo —propuso Osiria tomando a su primo de la mano jalándolo casi a la fuerza.
—Pero… bueno, como gustes —se resignó.
—Lo vez, esta mucho más fresco —concluyó—, ahora si podremos estar más cómodos.
—Bueno, ahora ya que estamos aquí, tengo algo que preguntarte —espetó Osmar.
—De que se trata…
—La verdad… ¿Por qué no quisiste dormir en el cuarto de la abuela, acaso si te dan miedo los fantasmas? —se acercó y la abrazó en tono de confianza.
—La verdad… no tenía ganas de estar en ese cuarto, desde que era niña lo odiaba, solo que ahora que ya estoy más grande, me dí el lujo de rechazarlo.
—Vamos, no mientas, se te nota que tienes miedo.
— ¡Claro que no! Como crees.
En ese instante, los dos se quedaron callados, y solo sus miradas coincidieron por un segundo, después, ella trató de disimular y giró la cabeza hacía otro lado. Osmar, por su parte, aprovecho el instante para mirarle los pechos a su prima, los cuales se dejaban ver a la perfección gracias a que la playera estaba holgada y era censillo observar el nacimiento de ese par de protuberancias firmes, lisas y de una forma perfecta, no tan grandes y no demasiado chicos, solo un par de senos juveniles que se podrían esperar de toda una musa de catorce años. Apenas retomó la cordura, Osmar volteó la mirada hacía otro lado rápidamente como tratando de despistar lo antes ocurrido.
— ¿Y a ti te dan miedo los fantasmas? —le regresó la pregunta ingenuamente.
—La verdad no, yo no creo en eso —contestó instantáneamente el joven.
— ¿Entonces por qué te negaste a dormir en la recamara de la abuela?
—Es que… —los nervios lo acorraló y por unos instantes no supo que decir. No quería ser tan evidente pero tampoco quería parecer como un niño miedoso—, no tengo excusa, lo hice porque quería estar con tigo. Tú sabes, platicar un poco.
—Ya veo.
Ya no eran dos niños jugando a la casita y eso lo sabían los dos, él estaba tendiendo una erección que disimulaba con una almohada y ella estaba por completo humedecida por la situación. Los dos eran cómplices, sin saberlo, del mismo juego. En el fondo el ya no podía pensar cuerdamente, lo único que su ser le daba a pensar, era sexo y más sexo. Por otra parte, ella, no difería mucho en la sensación, jamás se había excitado tanto con ningún hombre y ya era casi imposible esconderlo. Sus hormonas los traían locos, y por alguna razón, sus corduras los frenaban a cometer actos de carnalidad incestuosa.
—Bueno, la verdad confieso que si me da un poquito de miedo estar en ese cuarto. Es por eso que no quise quedarme allí —comentó Osiria apegándose más al joven cuerpo de su primo que la acompañaba.
—Ahora que estamos en más confianza, tengo que confesarte que a mí también, de hecho no quiero quedarme solo esta noche. Pero que digo, ya es tardísimo y tenemos que dormir un poco —fingió desinterés espontáneo—, de seguro nos vamos a quedar más días en esta casa, ya platicaremos mañana. Por ahora hay que dormir, nos vemos mañana —exclamó con indiferencia como tratando de esconder su estado actual. Se paró cubriendo su erección con la almohada y dándole la espalda a su prima, comenzó a retirarse.
— ¡Espera…! —pareció dar resultados la estrategia—, no pensaras dejarme sola ¿verdad?
— ¿Por qué no, ya estas bastante grande como para dormir solita? —disimuló un poco más, sabiendo por ante mano que tenía al pez en la red.
—Puedes quedarte aquí, y mañana por la mañana, antes de que nuestros padres se levanten, te vas a la sala. No quiero quedarme sola —profirió ella jugando con el drama del momento, se encontraba igual de excitada pero no podía tampoco destaparse de un solo golpe. Los dos jugaban pero ninguno daba su brazo a torcer ya que ninguno quería ser el causante de que estallara el polvorín, aunque en el fondo lo deseaban de sobremanera por igual.
Por unos instantes, Osmar se quedó inerte como tratando de hacerse un poco más del rogar, pero cuando ya no pudo resistirse a los caprichos de su prima, se dio la media vuelta y en menos de los que pensaron, se encontraron acostados en el mismo colchón. Al principio parecieron muy desinhibidos, pero en cuanto tuvieron la oportunidad, la excusa no faltó para comenzar con lo tan desdado por ambos.
Ahí estaban, dos primos modelos, ambos de buenos cimientos y buena educación, compartiendo cama. Ya antes lo habían hecho, pero nunca con tanta intensidad como la que ahora sentían, ya que en el pasado, solo eran dos niños que jugaban a ser adultos, y ahora, eran dos jóvenes que ya no soñaban en nada más que saciar su instinto del deseo sexual.
—Abrázame —dijo Osiria sin pensar dos veces.
— ¿Qué te abrace? —inquirió Osmar aun dudando de la buena fortuna que le sonreía.
—Así es, eso dije. ¿Qué tiene de malo?
—No, nada… —temeroso e indeciso, hizo lo que su prima le pedía.
—Sabes, ahorita que fuiste al baño, no tenias porque ocultarte de mí. La verdad a mi no me molesta lo que hiciste —comentó la joven ruborizada y acalorada por el momento.
— ¿A que te refieres? —tragó saliva sospechando que ya no había mucho que ocultar, más sin embargo trató de hacerlo.
—Yo también lo hago de vez en cuado, es la mejor sensación que uno puede sentir, ¿no crees?
Ya no había nada que esconder, lo único que había que hacer en ese momento, ya no era seguirse ocultando, si no aprovechar el momento. La abrazó con más intensidad y tratando de hacerlo delicadamente, comenzó por tocarle suavemente la carne de los senos, que para esos momentos, estaban más que listos para ser poseídos. Su lubricación estaba a mil y no se podía esconder ni negar ante la situación.
—Disculpa si te molestó, pero es que cuando te vi con esa ropa, no pude contenerme. De inmediato mi cuerpo reaccionó y para no parecer un idiota a tu lado, tuve que ir a desahogarme al baño —notó que la conversación subió de nivel de un solo golpe y arrepentido, trato de ocultar su entusiasmo—, discúlpame, no quise decir eso.
—No te preocupes, no podría resistirme ni un segundo más a ti.
Sin pensarlo dos veces, y tomando la iniciativa, se giró de cuerpo completo y le dio un apasionado beso en la boca, el cual, sin respingar, le correspondió de una manera apasionada. Ahí estaban, los dos en ropa de dormir, acariciándose, besándose y diciéndose lo mucho que sentían uno al otro.
—Tócame, hazme tuya —gimió Osiria ya fuera de sí.
—Hazme lo mismo, te lo suplico, nada me agradaría más que sentir tus manos corriendo por todo mi cuerpo. Acaríciame, mastúrbame
Al instante la joven, obedeció y comenzó por acariciarle su pecho firme, luego el cuello, y por último las piernas. En esos momentos, ya no corría cordura, si no desenfrene y lujuria. Estaban a punto de perder su virginidad y castidad, según el caso, y no se detenían ni un solo segundo para reflexionar. El instinto era animal y su temporada de celo había llegado, era toda una magia de colores carmesí. Él, recorría escrupulosamente cada parte de su prima. La analizaba como quien estudia a un espécimen nuevo, sin dejar pasar ni una sola extremidad. A lo largo de sus dieciséis primaveras, jamás había contemplado a una mujer desnuda… y esta no era cualquier mujer, era su prima, su querida y amada primita con una “inocencia” superada solo por el instinto de dos cuerpos celestes colisionando repentinamente formando una galaxia de placeres nuevos en su zenit. La contemplaba y lo volvía hacer <<eres hermosa, te amo, siempre te amé>>, era lo único que su joven mente, segada por la lujuria, le ordenaba decir. Por otra parte, ella, no se quedaba con los brazos cruzados, al igual que hacía Osmar, ella también se dedicaba a admirar, lo que jamás en su vida se había siquiera imaginado que existiera. Criada en un ambiente familiar, siendo hija única y bien consentida por sus padres y por la vida, que la había dotado con el mejor cuerpo que cualquiera pudiera imaginar, era toda una hermosura: linda figura, hermosos gestos faciales que; contaban con la mirada más tierna jamás antes vista por el hombre y que habría sido capaz de doblegar al mismo Hades dentro de su territorio, excelentes piernas suaves y finas y un altar de Venus tan exquisito como los mejores manjares sobre la faz de la tierra, esto y más era lo que ella tenía. Piel de tez muy clara sin llegar a palidecer, era otro de los atributos con los que contaba, tan firme que no existía ni una sola imperfección en todo lo largo y ancho de su figura. Toda una diosa de finos pechos y amplias caderas que provocaban la envidia de toda mujer, madura o joven, que le mirase.
Ahí estaban los dos, aún con un poco de ropa, apenas si se cubrían los genitales, los cuales, habían pasado ya del estado sólido al líquido en un par de minutos. Eran las dos de la mañana y todo parecía ideal, solo por un pequeño detalle; de tanto placer que se estaban proporcionando con las manos, habían olvidado el permanecer en silencio. La casa era de amplias bardas, pero nunca hay que dejar pasar el hecho de que las paredes oyen, cosa que no les importó.
—Osiria, te amo, no puedo decirte otra cosa. Quisiera sentirme más cerca de ti, pero no puedo, mis manos ya no son suficientes —exclamó casi gimiendo de placer.
—Hazme tuya, poséeme, no me importa lo que hagas, jamás me había sentido de esta manera. Te amo, te amo porque eres mi primo y porque eres algo muy especial para mí —continuó—. No tengo forma de expresarme.
—Déjame besarte una vez más —acercó su boca y comenzó de nuevo a mordisquear torpemente los labios de su prima. No tenía experiencia, pero eso era lo que menos importaba, la experiencia la podrían dar los años, lo importante ahora era el complacer sus bien y proporcionados cuerpos.
Deslizó suavemente su cabeza y comenzó a besarle el cuello, luego los hombros y por último los senos. Al mismo tiempo, su mano detectó una parte que no se había detenido a contemplar minutos atrás. Encontró un lugar húmedo y calido, no entendía muy bien que era lo que sentía, pero era lo mejor que jamás había sentido. Notó que también le provocaba pequeñas contracciones a su prima, que no dudó en comenzar a acariciar el miembro que cargaba ya erecto Osmar.
Se quitaron por completo sus atuendos, y como dos totales desconocidos, se analizaron y se exploraron. Al cabo de algunos instantes, Osmar enardecido por tanto placer, se incorporó y sin tener consideración, acostó Osiria en la cama en posición contraria a él, y le colocó su miembro en la cara. Esto provocó una reacción extraña en Osiria, cosa que no importó después de tener el miembro rozando sus labios, <<chápamela>>, le dijo Osmar a su prima, quien comenzó de inmediato a acceder a las peticiones de su primo. Del mismo modo, Osmar comenzó a lamer la pequeña entradita de su prima, la cual estaba cerrada y bien cuidada, sin pecado y sin impureza mundana. Como si se tratara de un torrente de fuertes corrientes, Osmar, terminó por echarle todo el semen en la boca a su prima, la cual reaccionó de una manera violenta tragándose involuntariamente una gran cantidad de líquido.
— ¿Por qué has orinado en mi boca?, eres un cerdo —reclamó inocentemente quitándose de un solo empujón a su primo de encima.
—No he orinado —aclaró Osmar después de recobrar el sentido. Aquel orgasmo había sido el mejor que nunca antes había sentido, y su orgullo era que lo había hecho dentro de la boca de su prima.
— ¿Y que es esto que sabe tan mal?
—A sido mi leche, ¿no sabías que los hombres también producimos leche? —sonrió pícaramente, sintiéndose no solo el mayor, si no que también el maestro de la niña, la cual, según su criterio, aun tenía mucho que aprender.
— ¿Leche? —se hizo para atrás poniendo un gesto de cierta sorpresa y a la vez incredulidad.
—Así es, me sale desde hace tres años, más o menos, y a todos los hombres nos sucede lo mismo.
— ¿Y estas seguro? Como sabes todo eso.
—Porque en el colegio, yo y mis amigos, platicamos mucho de todo esto. Ellos dicen que a las mujeres les encanta la leche de hombre, y pensé que tal vez… —se sonrojó y dándole una patadita a una pantunfla que estaba en el suelo, trató de desviar su mirada hacía un lugar en donde no estuviera su prima.
—Pues diles que están mal, que es lo más desagradable que jamás había probado, y que aparte tiene una textura un tanto resbalosa que hasta ahorita es hora que no puedo quitarme, siento que hasta me huele mal la boca —sopló en su mano y se la llevó a la nariz.
—Déjame ver…
Sin dudarlo ni por un segundo, se acercó a su prima y sin preguntarle, le propinó un beso en la boca, la cual aun conservaba un pequeño rastro de semen a un costado. Ella, sin pensarlo, correspondió y como si nunca hubiera pasado nada disgustante, comenzaron de nuevo a tocarse y a decirse palabrería inútil pero romántica. <<No me ha parecido tan desagradable>>, profirió y continuó con su trabajo de macho dominante. Apenas si volvían a estar en calor, cuando sin previo aviso, Osmar, aleja a su prima, <<ya estoy otra vez listo>>, comenta, y después de ello, acuesta a su prima cariñosamente.
— ¿Listo para que? —pregunta desconcertada Osiris.
—Quiero penetrarte, jamás lo he hecho, pero me ha tocado mirarlo algunas veces en películas que me prestan mis compañeros en la escuela.
—Pero, yo no me siento lista, ¿me va doler?
—No lo sé, en las películas, las mujeres ponen cara de sufrimiento, pero se ve que les gusta.
—No sé, no me parece buena idea. Además eso no estaría nada bien, yo pienso que…
— ¿Y que de todo lo que hemos hecho esta bien? además que es lo peor que podría pasarnos.
—Pero…
Se agachó y sin previo aviso, comenzó a explorar la cavidad de Osiria separando los labios vaginales con los dedos dejando ver todo lo que nunca antes había mirado y que nunca pensó que fuera así. Había mirado antes mujeres en películas, pero nunca antes en la vida real. Al estar mirando, noto que su mano había quedado mojada por fluidos de su prima, guardó un segundo, y al cabo de esperar un poco más, se llevó la mano a la nariz, y después de haberle echado un olfatazo, la metió en su boca y disfrutó del momento. Tomó su miembro y lo acercó a la entrada de su prima, la cual, para esos momentos, ya no hacía nada, solo se quedaba inmóvil observando que era lo que Osmar le haría en pocos instantes. Apenas detecto el lugar preciso y comenzó a empujar cuando…
— ¡Espera, no quiero hacer esto! —dijo la joven asustada por la situación del momento—. No creo que este bien.
—Pero yo… no puedo aguantar. No te voy hacer nada malo, recuerda que nos amamos y esto, según mis compañeros, es la entrega máxima de dos personas que se aman.
—Es que yo, jamás he hecho esto, te amo, te quiero mucho, pero no me siento segura.
—Yo también te amo, y créeme, yo jamás te haría algo malo —se levantó y le dio un fuerte abrazo, acarició su cabello y mirándola fijamente a los ojos, le dio un beso en la frente—. No hay nada mejor que nosotros para experimentar, yo tampoco he hecho esto antes, pero no creo que exista alguien mejor que tu para hacerlo.
Las palabras parecieron motivar a la joven que, después de tomar valor, aceptó con la única condición de que se detuviera cuando sintiera que fuera el momento. Aceptó y con una gran ternura, le dio un segundo beso, solo que este fue en la boca, se agachó y comenzó por introducirle un dedo. Apenas si comenzaba a entrar, empezó a sentir dificultades, las cuales, después de algunos roces, se despejaron debido a la generosa lubricación de Osiria que para esos momentos, aún no mostraba signos de inconformidad. Todo resultó perfecto, apenas si surgieron unas ligeras molestias para cuando la niña ya empezaba a sentir el morbo de ser poseída, cosa que le hizo saber a su primo, el cual, sin dudarlo ni por un instante, inició el verdadero trabajo. Empezó por introducir calmadamente el glande y así continuó poco a poco. La niña hermosa de perfecta figura, tierna e inocente, comenzaba a perder el tesoro que tanto había guardado, y por otra parte, Osmar, al igual que su prima, perdía la inocencia de un niño para convertirse en hombre. Aun y sin saber bien lo que hacían, y segados por la lujuria del momento, el acto se consumó habiéndole provocado en varias ocasiones, pequeñas dolencias a Osiria, que en ningún momento se quejó ya que comenzaba a disfrutar tanto del dolor como de su primo que le robaba la inocencia de un instante a otro.
— ¡Ya por favor, no sigas! —grito la asustada niña en cuanto Osmar se propaso dejándole ir gran parte de su miembro de un solo golpe con mucha dificultad por la estreches de Osiria—, Me duele.
— ¡Ya no puedo parar, tengo que seguir! —gimió Osmar.
—Dijiste que pararías si te lo pedía —se quejó.
—Te amo, no quiero pensar en nada más —continuó—, no puedo, ¡ha!
Prosiguió hasta que por fin quedaron sumidos en un manto de sensaciones nuevas, ella de dolor y placer, y él de sentirse aprisionado por su prima, pero ambos convencidos de que era algo especial. Sin detenerse ni por un instante, comenzó con el mete y saca instintivamente, cosa que ella no pudo disfrutar por el extremo dolor que le provocaban las arremetidas bestiales de su primo que parecía como poseído y no dispuesto a dar tregua ante el llanto de Osiria.
Después de que el dolor se convirtió en placer, se abrasaron y se apretaron fuertemente, estaban perdiendo esa noche la inocencia y muchas cosas más. Ella se había dejado penetrar y él no había desaprovechado el momento.
Se besaron férreamente como si no existiera un mañana y ya sumidos en el papel del momento, se sumieron en el eterno placer del dolor y el sexo, del placer y el amor, del sudor y la fuerza de sus aromas juveniles que distaba mucho de ser aquel tierno olor de infancia. Era todo un mundo nuevo para ambos, todo los que les rodeaba era desconocido e improvisado. Lo que había comenzado como una pasión, ahora era toda una unión de dos cuerpos. Ya no se miraban como primos ni como amigos, ni siquiera como amantes, ahora solo eran dos animales en instinto de sobrevivencia que gozaban como dos fieras que depredaban a su victima, la cual en este caso, era el placer y el erotismo. Sus cuerpos apenas si se podían observar por entre las sombras que los rodeaba, solo un pequeño haz de luz los roseaba y esto les hacía ver más como toda una pareja, no de buenos primos, sino de dos amantes que se tenían uno al otro.
— ¡No puedo más! ¡No! —gemía Osmar—, Voy a explotar ¡ha!
— ¡Explota! Termina dentro de mí así como lo hiciste hace unos instantes con mi boca —suplicaba Osiris ya fuera de control y casi apunto de llegar al orgasmo por tanto morbo que le provocaba el ser poseída por el hombre que más amaba.
— ¡Prima! ¡Primita! —se aferró a ella fuertemente—, ¡te amo!.
Apenas si pudo terminar la última palabra, cuando dejó salir uno caliente y espeso chorros de fluidos seguido de una contorción total aun más placentera que la que había sentido cuando terminó en su boca. Al instante salieron otros tantos chorros y después de tanto amar, quedó rendido dentro de la estrecha, palpitante e hirviente cavidad de su prima, la cual, para entonces, alcanzaba casi simultáneamente el orgasmo que segundos antes había sentido su primo. Las contracciones fueron tan extremas que sintió perder el control de sí misma y, por unos momentos, solo pudo aferrarse a la espalda de su amante quien yacía ya sin fuerzas adentro de su alma.
Eran las cuatro de la mañana para entonces, y no se habían percatado que estaba por amanecer, no querían hacerlo. Continuaron abrazados y casi separándose a la fuerza, decidieron que era lo mejor ya que alguien los podría encontrar y entonces sería fatal para ambos. Aun con ganas de seguirse amando, se despidieron y se dieron un beso que pareció, por un breve instante, alcanzar la eternidad. Le acarició la cara y recordándole lo mucho que la amaba, topó su frente con la de ella, cerró los ojos y se retiró rápidamente para pensar que todo había sido solamente un sueño y así no torturarse más con la idea de que la mujer que más amaba, era una musa prohibida por las leyes del hombre y del cielo. Ella, por otra parte, solo pudo quedarse mirando como aquel hombre maravilloso, la dejaba sola con la serenidad de la noche y del eterno placer que siente el mancebo enamorado. Sin muchas ganas de despertar de aquel mundo onírico, se resignó y terminó por acostarse tal y como él la había dejado segundos antes de irse. Sólo quería olvidar y pensar que lo indebido, nunca había sucedido y que tenía que continuar con su vida normal.
El aroma a café fresco recién molido, le dio los buenos días a Osiria que se encontraba tapada solo con una sabana ligera y sin nada de ropa. Sin hacer mucho aspaviento, se colocó rápidamente la ropa interior y se dirigió al baño, se asió, se puso ropa limpia y terminó por sentarse en la mesa de patio que se encontraba en el terreno de la casa de la abuela.
—Buenos días —escuchó una voz que le hablaba mientras le tocaban el hombro. Giro rápidamente la cabeza con el fin de ver de quien se trataba.
—Me asustaste…
—No veo porque. Toma, te preparé el desayuno —se trataba de Osmar quien le llevaba la comida a la mesa.
Unas tostadas y una buena tasa de café era lo que compartían tiernamente mientras se miraban a los ojos. Aprovechando que todos se encontraban dentro de la casa preparando sus propios alimentos, Osiria, se acercó a Osmar y como tratando de agradecerle todo lo sucedido la noche, trató de darle un beso en la boca, cosa que Osmar rechazó asustado retirándose de inmediato poniendo cara de espanto.
— ¿Te sucede algo? —indagó en tono de reclamo.
—No, ¿por qué? —reaccionó desconcertada—, solo quería agradecerte lo de anoche.
— ¿Agradecerme que…? si es por el desayuno no te preocupes, esta bien, somos primos ¿no? —dijo aun sorprendido por la reacción minutos atrás de Osiria.
—Porque finges, acaso no quieres mirarme a la cara.
—Es que no se de que me estas hablando.
—Acaso no recuerdas… ayer depuse de que nos cambiamos, nos fuimos a la estancia y allí…
—Creo que estás confundida —interrumpió rápidamente—. Para empezar yo jamás estuve en la estancia con tigo. Apenas si nos cambiamos y te di las buenas noches—explicó—. Me tomaste de las manos y trataste de jalarme al cuarto, pero yo te dije que no, que ya era tarde y que tenía sueño. Comprendiste y después de regresarme las buenas noches, te fuiste y ya no supe nada más. Me quedé dormido.
— ¿Estas bromeando? Ahora no me digas que vas a fingir que nunca pasó nada —se levantó de un solo jalón de la mesa dejando caer la silla en donde se encontraba hacía atrás. Se miraba ya molesta—deja de jugar.
—No estoy jugando, pregúntale a quien sea. Toda la noche nuestros padres se levantaron al baño y me despertaban a cada rato y yo les reclamaba. Así que si no me crees, pregunta y veras que yo siempre estuve en la sala.
— ¡No puede ser! —gritó aterrorizada llevándose las manos a la cara.
— ¿No puede ser, qué…?
Corrió hacía donde se encontraba la estancia y comenzó a buscar evidencias: rastros de semen, secreciones o hasta prendas o cualquier cosa que pudiera ver como evidencia pero no encontró nada, todo estaba en su lugar. Fue al baño y se exploró con el fin de encontrar algo fuera de lugar, observó con atención pero nunca dio con ninguna evidencia. Ya por último, regresó al cuarto y analizó con atención las sabanas, trató de retomar la cordura ante lo sucedido, se sentó, cerrando los ojos y lloró al no encontrar nada extraño, ni una pequeña e insignificante marca.
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