LA CASA DE LAS PERVERSIONES 4
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Ester aún no regresaba de su viaje a sus abuelos, pero yo no dejaba de visitar su casa.
Puntual como si ella estuviera, a eso de las 9 pm ya estaba ahí.
Yadira mi cuñada en más de una ocasión me había regalado una de aquellas ricas cogidas que nos dábamos.
Lo hacíamos a escondidas, porque para todos yo era el novio oficial de Ester, la fea de la familia.
Una semana había pasado desde que, sin saber, me había follado a Andrea.
La menor de todos, La pequeña que sólo tiene 12, pero que a juzgar por como se había comido mis 17 cm era claro que ya alguien le había dado a probar antes que yo.
Es más, la noche cuando cogimos estaba con Miguel su hermano, chupándosela bajo las sábanas en una noche de campamento a la luz de la luna.
El que Ester no estuviera me había permitido tratar un poco más a los amigos de mis cuñados, tanto de los varones como de las hembras, porque aquella casa parecía tener un imán y no sólo a Miguel o Gabriel lo visitaban sus amigos, también llegaban amigas de Yadira, de la misma Doña Refugio, de Marta la hija mayor.
El lugar ideal para ligar en aquella comunidad.
Que hay compa -me saludaba Napoleón, un chico de unos 18 años.
Que hay -me saludaba otro, se llamaba Carlos.
Tendría la misma edad que el primero.
Así otros más, poco a poco iba socializando con ellos.
También las chicas, tanto Rosa como Juana las novias de Miguel y Gabriel me saludaban como uno más.
Había otras, Amelia, Lupe, Sara, Berenice, Lola y otras, me consideraban parte de ese grupo que llegaba casi a diario a aquella casa donde todo podía suceder.
Estábamos afuera, los varones.
Charlando a luz de la lámpara del poste de alumbrado público.
Fue Miguel quien me invitó a entrar a su casa.
– Vamos adentro cuñado.
¿O se va quedar aquí afuera? Hoy tiene licencia -dijo refiriéndose a que hoy no estaba su hermana.
– Ya me voy a ir – dije.
– Vengase.
Le voy a presentar unas amigas.
– En serio.
Ya me voy a ir.
– Bien.
Ya sabe donde estaremos – dijo con aquel Tono cómplice para luego agregar.
Si la quiere meter nomas no diga que no lo invité.
La invitación estaba hecha.
A punto estuve de ir con él cuando vi salir a Yadira.
Venía con sus amigas, una que se llamaba Amanda y Teresa.
Las tres riendo divertidas.
Pensé que si meterla quería, que mejor oportunidad que mi cuñada.
Miguel quizá pensó lo mismo porque dándose media vuelta se marchó sin antes volver a repetirme que si cambiaba de opinión sabía donde estaría.
– Hola – dijo Yadira.
– Presenta al cuñado pues.
Era Teresa.
Una chaparrita de bonitas piernas, tetas grandes a pesar de tener 13 años cuando mucho.
Una cara bastante agraciada y esa linda cabellera cayéndose a medida espalda.
Nos presentaron.
Sus ojos me miraban fijamente como si quisiera leer mis pensamientos cuando su mano apretó la mía.
Eres una egoísta- dijo a Yadira.
¿Porque? – pregunto con una sonrisa mi cuñada.
No hubo más.
Yadira Ahora me pidió acompañarlas a la tienda cercana.
Estaba a unas 4 cuadras del lugar y había que pasar por aquellos terrenos baldíos donde yo había querido entrar a pajearme cuando había terminado con dolor en los huevos por estar cachondeando con Ester.
Teresa caminaba junto a mi, un poco adelante iba Yadira con Amanda.
Conversando cosas triviales, sin importancia.
Fue mi cuñada quien pareció percatarse que nos retrasábamos y girándose hacía nosotros le dijo a su amiga que si quería que le quitaran la calentura que fuese al grano.
Ya dile – dijo.
– ¿Que paso? – pregunte.
– Dice que le gustas – dijo.
Tú me lo dijiste Teresa – aseguró Yadira confrontado a su pequeña amiga.
Teresa no decía nada.
Era evidente que estar en aquella situación la ponía nerviosa.
Sin embargo plantándose decidida confirmo lo que había dicho mi cuñada.
Seguimos caminando rumbo a la tienda, Amanda y Yadira adelante nosotros atrás.
Ya dile – volvió a decir mi cuñada con aquella sonrisa de alguien que sabe un secreto.
Y como si quisiera que su amiga se sincerara conmigo nos dijo que la esperábamos ahí.
Estábamos a una cuadra de a donde íbamos y a pesar de que apenas serían las 9:30 de la noche no había más que nosotros en aquella parte de la calle.
La claridad apenas si nos llegaba, de no estar aquella lámpara a unos 50 metros hubiésemos quedado a oscuras aunque la noche no era tan negra como otros días.
Teresa quien minutos antes se mostraba nerviosa ahora parecía más segura de su misma.
¿Qué tienes que decirme? – Pregunte.
Me dijo que era una locura de su amiga.
Dime- insistí esta vez alargando mi mano para tocar las suyas.
Esta loca Yadira – dijo apretando mis mano como lo había hecho al momento que nos habían presentado.
Supe que debía jugarme el todo por el todo y me acerqué a ella hasta casi rozar nuestros cuerpos y sin más la bese en la boca.
Sus labios me correspondieron tímidamente, su mano se aferró un poco más fuerte a la mía como si con ello quisiera decirme que aprobaba lo que estaba haciendo.
Las palabras sobraban, sus ojos brillaban en aquella noche a media luz, su rostro irradiaba el deseo de volver a ser besada.
De nuevo nuestros labios se juntaron, pero esta vez nuestras lenguas hicieron su papel protagónico, cada una buscando entrar en la cavidad bucal del otro y hasta luchando cuerpo a cuerpo una contra la otra.
Nuestros manos se habían separado, ella se había colgado a mi cuello y yo ahora aprovechando el momento acariciaba su espalda y como buen entendedor de que tenía luz verde poco a poco iba bajando hasta que mis manos se habían apoderado de sus caderas.
Nuestros besos eran ahora más intensos, nuestros cuerpos pegados uno contra el otro, nuestras manos haciendo lo suyo, ella apretando mi espalda y cuello, yo estrujando sus nalgas, halándola contra mi sin importarme que pudiera sentir que mis 17 centímetro a estaban listos para ella.
Teresa parecía gustarle sentir mi tranca rozando su cuerpo, es más, ella misma se movía como si con su pancita le quisiera dar caricias.
Porque como era chaparrita apenas me llegaba a los hombros, cuando me baje a chuparle los pechos tuve que prácticamente agacharme y así saborear aquellas chiches muy grandes para sus 13 años y su 1.45 de estatura.
Podía sentir como todo su cuerpo electrizaba al contacto de mi lengua en sus pezones, sus manos se habían apoderado de mi cabeza y me apretaba a cada chupada que le daba.
A pesar de que estábamos a escasos 100 metros de donde mi cuñada y su amiga Amanda habían ido a comprar, sabíamos que no podían vernos, pero estar en la calle suponía el riesgo de que cualquier otra persona pudiera encontrarnos.
Al menos esa fue mi excusa cuando le propuse a Teresa que nos fuéramos a otro lugar.
¿A donde? Me había preguntado con aquella voz que delataba cuán excitada estaba.
Prácticamente sin responderle la tomé de la mano para que pudiera seguirme al interior de aquel terreno baldío que estaba frente a nosotros.
Caminábamos despacio intentando no hacer ruido y evitando chocar con algún arbusto que pudiera tener espinas.
La oscuridad se acentuaba porque la lámpara que iluminaba la calle poco a poco iba quedando más lejos.
Fueron 40 ó 40 metros los que caminamos hasta llegar a un viejo pozo que había sido sellado cuando entró el agua potable al lugar.
Esta bien acá -pregunte como si del mejor hotel se tratara, pero a Teresa parecía no importarle.
De nuevo pude sentir como su mano apretaba la mía.
Entendí que era un si y otra vez la bese mientras le colocaba sus manos en mi cuello, puse las mías en sus caderas y así pegados uno al otro nos besamos de manera apasionada.
Déjame cargarte – le dije casi sin emitir sonido alguno.
¿Qué vas a hacer? -preguntó imitando mi silencio.
No hubo explicación, sencillamente empuje sus caderas hacia arriba y con movimiento logre que me rodeara con sus piernas quedando su chocho pegado a mi, separado únicamente por la tela de su calzoncito.
Me vas a tirar (dejarla caer) dijo entre divertida y nerviosa quizás creyendo que iba a cogérmela ahora mismo.
Porque había sentido mi verga al full y ahora la tenía a escasos centímetros abajo, destillando líquido pre seminal a la espera de que fuera invitada y convertirse en el alma de aquella sesión de sexo.
Seguíamos besándonos, ella quizá deseando que de una vez me la cogiera.
Podía sentir como movía su vulva sobre mi estómago, de arriba abajo.
O me equivocaba pero ese chocho estaba goteando, deseando sexo.
Estas caliente – le susurre mientras la colocaba hasta dejarla sentada sobre la tapa de cemento del pozo.
Tu tienes la culpa – dijo casi sin poder terminar la palabra, porque mi mano había llegado a su panochita y apartando el elástico de su calzón ya hurgaba entre sus labios vaginales.
Ummm mmm mmmmm Malo – dijo mientras se retorcía como si de nuevo sintiera corriente en su cuerpo.
El brocal del pozo parecía haber sido construido para aquel momento.
La altura era perfecta, Teresa sentada, yo entre sus piernas besándola.
Había dejado de hurgar su panocha y ahora mis manos se centraban en sacar aquellas tetas que yacían presas en aquel ajustado brasier.
Eran grandes, suaves y al parecer otro de los puntos sensibles de Teresa, porque al sólo contacto con mis dedos una vez su cuerpo se contraía como si fuera víctima de la mayor excitación que podía sentir una mujer.
Déjame chuparte las tetas – dije como si en ello se me fuera la vida.
Teresa me dio vía libre, ella misma se desabrocho el brasier para dejar escapar sus pechos.
Eran tan grandes como los de Yadira mi cuñada, pero estos aparentemente tenían menos uso.
Por un segundo paso por mi mente ¿Quién más se habrá cogido a Teresa?.
Porque a pesar de tener 13 años al menos hasta hoy no había puesto ningún impedimento en lo que hacíamos.
No era virgen, aunque su chocho también parecía de poco uso, gordo y apenas con vello, jugoso y de labios vaginales gruesos.
Bendito manjar el que me servía la vida.
Creo que inconscientemente le di gracias a mi novia Ester por haberse ido a visitar a sus abuelos.
Fueron largos minutos los que disfrute chupando aquellos pechos, se los apretaba sin llegar a lastimarla.
Con la punta de mi lengua jugueteaba con su pezón y ya mi mano abiertamente le daba dedo a aquel chocho que parecÍa ansioso de pasar a ser protagonista.
Teresa aunque con una mano se sostenía para no irse de espaldas sobre la tapadera del pozo, con la otra me había desabrochado los pantalones logrando sacar aquel pedazo de carne que sus dedos no alcanzaban a rodear en toda la extensión.
Jugueteaba con mis bolas, las apretaba hasta hacerme sentir un gusto que pocas veces había sentido.
Parecía como si aquella chiquilla o sabía mucho de sexo o estaba viviendo al máximo aquel encuentro con alguien que supuestamente había follado más que ella.
De seguro hasta sabía que Yadira y yo aunque éramos cuñados también teníamos sexo, talvez incluso supiera que hacía una semana me había cogido a mi otra cuñadita, a Andrea, quien por cierto tenía 12 pero era más desarrollada que ella.
Ignoraba que pudiera saber, pero que importaba.
Lo verdaderamente importante es que hoy se iban a tragar 17 cm y medio de verga.
Le saque los calzones y como un acto de caballerosidad los guarde en el bolsillo de mis pantalones.
La despatarre y antes de penetrarla quise chuparle la panocha.
Recostada sobre la tapadera de cemento y con la piernas en V me engolosine con aquella vulva que se me hacía exquisita.
Sendos gemidos de Teresa me decían que no sólo yo lo disfrutaba.
En las sombras pude verla sobándose las tetas y supe que era el tiempo indicado, el momento perfecto.
Deje de chuparle el chocho y dejando caer mis pantalones con todo y calzoncillos a los talones me dispuse a penetrarla.
Parado entre sus piernas sabía que su entrada estaba a centímetros y digo sabía porque la oscuridad era tal que aún acostumbrados por haber estado tanto tiempo escasamente podíamos vernos a cabalidad.
Sostenido al borde del brocal me incline hacia ella, la punta de mi verga jugueteando en su entrada, sus piernas ligeramente sobre mis brazos.
Sabía que era cuestión de empujar y que de una vez se le fuera hasta adentro, pero su cueva eran ajustada y mi polla a duras penas avanzaba.
Centímetro a centímetro le fue entrando, pujaba, sus piernas tensas.
Por momentos creí que me diría que ya no pero ahí estaba con toda mi garrote adentro, hasta el fondo.
Su panocha parecía haber sido creada como la funda perfecta para mi verga.
Nunca antes y a pesar de haber follado con tantas chicas de su edad me había encontrado con una vagina como aquella.
Carnosa, jugosa y apretada, era una vulva que invitaba a ser cogida.
Sentí su cuerpo relajarse, Teresa parecía gritarme que estaba lista y ahora si empecé a metérsela y sacársela.
Se la sacaba casi toda y luego se de la dejaba ir una vez más hasta sentir como chocaba en su interior, cada embestida un gemido, un ahh de placer, un resoplido de gozo.
Sus manos no dejaban de magrearse los pechos, por momentos parecía que Teresa estaba viviendo lo inimaginable, su vulva totalmente llena, a full de carne.
Parecía que aquellos 17 cm hubieran sido diseñados exclusivamente para ella.
La posición en que estábamos me permitía follarla y también disfrutar de sus pechos.
Sin dejar de culearla se los besaba, se los chupaba.
Era algo rico sentirla totalmente empalada y al mismo tiempo comerme aquellas chichotas que se movían como gelatina a cada vez que mi polla visitaba sus entrañas.
Los minutos pasaban, el ritmo de los follaba ahora era con la firme intención de hacer llegar al otro a meta.
Teresa no podía ocultar que estaba próxima a vivir el éxtasis, porque la había sentido como había sido víctima de una serie de mini orgasmos, la había sentido retorcerse y gemir de gusto pero la experiencia me decía que le faltaba.
Que era Ahora cuando verdaderamente iba a saber lo que era coger y llegar al clímax sexual.
Respirábamos cansados y parecía no importarnos el que pudiera escucharnos.
El plaf plaf de nuestros cuerpos chocando sólo era uno más de los ruidos de aquella cogida en aquel terreno baldío.
La vagina de Teresa se había puesto reseca e increíblemente parecía como si se ampliará y quisiera tragarme completo.
Ella no dejaba de apretarse las chiches y como si hubiera perdido la voz una y otra vez suspiraba y pujaba como si aquello que sentía le causará dolor y gozo a la vez.
Algo como fuego me confirmo que Teresa había acabado, algo que poco a poco se fue resbalando por mi pene y ahora salía del chocho de ella.
No se en que momento lo decidí, pero un pensamiento morboso hizo que sin consultarle a Teresa yo me subiera de un salto a donde ella estaba acostada y sin darle tiempo me coloque de tal manera que casi quede sentado sobre su estómago y tomando sus tetas puse mi verga entre ellas.
Quería acabar sobre aquellas chichotas, era algo que había fantaseado desde el momento en que se sacó el brasier para que se las chupara.
No paso mucho tiempo, una y otra vez culie entre sus pechos.
Teresa parecía haber entendido lo que pretendía y quizá también hasta le ganó el morbo de hacerme acabar sobre ella.
En mis últimos momentos ella misma me masturbo hasta hacerme correr en grandes chorros de leche que fueron a caer por todas partes.
Sobre Teresa, sobre el tapadera de cemento y hasta en el suelo, porque los primeros chorros salieron tan fuerte que no llevaban rumbo ni dirección.
Había sido una acabada como pocas, ella parecía tan satisfecha que hasta halo mi tranca hacia su boca y tímidamente la beso como agradeciéndole.
Quizá nos hubiéramos quedado más tiempo y hasta hubiéramos repetido lo que acabamos de hacer, pero escuchamos ruidos y pasos que se dirigían hacia nosotros.
Definitivamente alguien se abría camino entre el monte e iba hacia donde estábamos.
¡Teresa! ¡Teresa! Escuchamos decir.
Era Yadira.
Mi cuñada.
Se le escuchaba preocupación en la voz.
En pocas palabras nos explicó que la mamá de Teresa venía a buscarla, alguien la había visto besándose con un chico y luego entrar a donde estábamos.
Ponte la ropa – dijo y sales por el otro lado.
Si alguna duda teníamos, afuera se escuchaba voces y gritos llamando a aquella niña que recién había recibido la cogida de su vida.
Luces de linternas alumbrando y voces acercándose, a punto estuvo de que yo igual saliera por donde ya se había ido Teresa, pero mi cuñadita me dijo que me quedara con ella.
No saben que eres tú y yo puedo decir que todo el tiempo has estado conmigo y como si tuviese todo planeado la vi sacarse su ropa interior y dándomela para que se la guardará se sentó sobre el brocal del pozo y abriendo totalmente las piernas me pidió que la cogiera.
Hazme el amor – dijo.
Nadie va dudar de alguien a quien encuentras cogiendo.
Benditos 17 años, acababa de deslecharme en aquella vagina apretada y ahora me permitía estar adentro de mi cuñada, esa ninfómana de 15 años que no perdía tiempo y a la menor oportunidad me buscaba para tener sexo.
Teresa – escuchamos decir.
Se que estas ahí.
O sales o te voy a traer del pelo.
La blusa desabotonada dejando ver aquellas tetas grandes, ella y yo abrazados besándonos con pasión, mi culo desnudo moviéndose rítmicamente, tuvo que ser una imagen para quedar por siempre en la memoria.
Nos alumbraban cono intentando descubrir si aquella hembra que gemía no era su Teresa.
La señora que hablaba se llamaba Carmen.
Era una vecina de los García.
La acompañaban sus otras tres hijas y dos señoras que vivían cerca de donde ella.
Quedaba claro que me estaba cogiendo a alguien que no debía.
– Apague esa luz Doña Carmen – dijo Yadira molesta.
Que no sabe que es mala educación alumbrar a las personas.
– ¿Yadira? ¿No has visto a Teresa?
Quizá entendían que no era el mejor momento, pero ver al alguien con los pantalones abajo y en medio de las piernas de una chica de 15 no era algo de todos los días.
Talvez le ganó la curiosidad y aunque ya no nos iluminaba directamente si parecía que su interés era el constatar que efectivamente Yadira estaba totalmente empalada por su cuñado.
Eran las chismosas de la comunidad.
De la gente que vive su vida y quiere vivir la de las demás.
Pero Yadira era una García y esa familia parecía no importarle lo más mínimo lo que dijeran o se dijera de ellos.
Nos dejaron solos.
Yadira y yo terminamos aquello que habíamos comenzado.
Como siempre, el polvo estuvo a la altura, rico y lleno de lujuria.
Terminamos y nos fuimos a su casa.
Eran las 11:30 de la noche.
Doña Refugio su mamá al saber que habíamos llegado nos mandó a llamar.
Sabes – dijo dirigiéndose a Yadira.
Que tienes toda mi aprobación para te visiten tus amigos.
Si quieres coger con ellos tienes casa, no necesitas andar cogiendo en el monte.
Yernito Yernito – dijo está esta vez dirigiéndose a mi.
Debe tener lo suyo para que esta calenturienta ande como mosca tras de usted.
No se que se traen con Ester, pero usted es libre de elegir a quien le mete la verga.
Si las ganas los traicionan – dijo dirigiéndose a los dos.
Follen, háganse el amor pero acá.
La gente puede hablar lo que quiera, pero que te saquen a relucir que andas cogiendo en el monte es como darle comida fina a los perros.
Si quieres coger tienen toda una casa donde pueden hacer lo que quieran.
¿Está claro?
– Si – dijimos casi en coro.
Ya afuera nos reímos.
– Te aguanto la verga Teresa – dijo De pronto Yadira.
– Si
– Es que me pidió que le presentará a alguien.
Quería que le quitaran el virgo porque dice que su mamá la ha prometido al cura.
Que el se de la pidió en penitencia.
– ¿El cura?
– Si
Yadira iba a continuar hablando, pero llegó su hermano Miguel.
Considere que era la excusa perfecta para irme a mi casa.
Era casi media noche y mis padres debían estar preocupados.
En el camino no deje de pensar en lo que me había dicho Yadira.
Era claro que el cura del pueblo tampoco perdía el tiempo cuando de sexo se trataba.
Sonreí.
Algo llevaba que no traía conmigo cuando salí de casa.
Revise mis bolsillos, eran la tanga que me había dado a guardar Yadira y el calzoncito de Teresa.
Otra vez sonreí, había sido una noche para recordar y ahí tenía la prueba.
Decidí conservarlos y ahí comenzó uno de mis vicios.
Quedarme con los calzones de cuanta chica me cogiera.
Seguiré contando……
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