La casa de las perversiones en familia
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Era una de las familias más conocidas del lugar.
Dueños de la casa y terreno más grande de aquella colonia en crecimiento.
Según se sabía el padre había heredado la propiedad y nunca quizo ser partícipe cuando los demás miembros de su familia que heredaron decidieron venderla en pequeños lotes de 10 X 20 metros.
El quiso conservarlo para su numerosa prole, su esposa y 7 hijos, cuatro hembras y tres varones.
Cuando murió, Doña Refugio su esposa conservó la propiedad tal cual.
Doña Refugio era la madre de aquella familia, 40 y tantos años.
Trabajadora, todos los días se le veía ir a un negocio que tenía en le mercado local.
La acompañaban sus cuatro hijas, Marta de 27, Ester de unos 17, Yadira de 14 y la más chica de los hijos Andrea de 12.
En casa como buenos zánganos se quedaban dos varones, Miguel de 22 y Gabriel de 19.
Fabian de 26 el mayor de los hombres, trabajaba en una procesadora de pinturas, gay de closet lo apodábamos por su comportamiento un tanto afeminado.
Era una familia social, amigos de todo mundo.
Su casa era el lugar en donde siempre había visitas.
Tanto los varones como las hembras podían llevar a sus conocidos o novios a su casa.
Podía decirse que hacían de su hogar el punto donde podías llegar a pasar un rato agradable, ya sea conversando con las chicos o incluso su madre.
Pero había más que hacer.
Liberales como eran, era el lugar perfecto para incluso citar a tu novia o amiga para ligar y/o cachondear en aquel amplio patio que de noche era el cobijo perfecto para pasarse de la raya, todo bajo la discreción de quienes visitaban la casa Doña Refugio.
También había la posibilidad de ponerse una buena borrachera, pues tanto la dueña del lugar como sus hijos mayores tomaban y hasta consumían la droga del momento en aquella época.
No era extraño que los visitantes se separaran en grupos, los que buscaban alguna conquista sexual por un lado, los bebedores por otro y aquellos gustosos de marihuana se fueran hasta el fondo.
Era la casa donde te divertías porque divertías.
Con Ester, la segunda de los hijos nos conocimos un día que iba al trabajo.
También tenia 17 al igual que yo.
Morena, de mirada tímida, no tan agraciada de cara pero con un culo bastante bien formado.
La fea de la Familia – decían en la calle.
Me invitó a su casa, tranquilizándome que sería como amigos.
Para que conozca a mis familia – dijo con aquel acento que ratificaba que era la chica introvertida, la que pareciera ser lo contrario a lo que se hablaba de sus hermanas.
Porque era tal la fama, que el dicho popular era que si no te habías cogido a las Garcia era porque era gay o no lo había intentado.
Llegue puntual a las 9:30 pm como le prometí a mi nueva amiga.
Sus hermanos resultaron ser lo buena onda que me habían contado.
Tanto los varones como las hembras me saludaron como el nuevo cuñado y según supe el primer novio de su hermana.
Doña Refugio pareció no tomarle tanta importancia a mi visita, era tanta gente que llegaba a su casa que quizá lo tomó como alguien más.
– Pase mi mijo – balbuceo con aquel acento que la delataba, estaba bajo los efectos del alcohol.
Pásale una cerveza al novio de Ester – dijo dirigiéndose a Miguel uno de sus hijos.
Ante mi negativa, sonrió mientras decía entre dientes que cada oveja encuentra su pareja.
Bien dice el dicho – sentenció – Dios los cría y ellos se juntan.
El novio de Ester no toma jejej – río con aquella carcajada franca, de mujer de mundo.
De mujer que cree saberlo todo porque ha vivido 40 y tantos años.
Pues esta en su casa – dijo – Diviértanse.
Nomas no me vaya a hacer abuela tan pronto.
Y sin más se metió a la sala en donde pude ver que se encontraba acompañada de su hijo mayor de 26 y otros dos jóvenes de la misma edad, Luciano y Román ambos militares activos del ejército.
Parecía ser que habían llegado a divertirse al compás de unos tragos, las botellas en la mesa hablaba más de lo que pudieran decir.
Ya afuera en el patio de aquella propiedad de más de 100 metros de frente por más de 200 de largo, Ester me pregunto qué donde quería platicar.
Vamos atrás de la casa – me dijo – mientras me tomaba de la mano.
Y cómo si tuviera prisa por dejar la parte donde había luz , camino rápido hasta llevarme a lo que parecía ser el traspatio del lugar.
El lugar estaba casi en penumbras iluminado tan solo por la claridad que que se escapaba por una ventana que debía ser uno de los dormitorios de la casa.
A fuerza de costumbre nuestros ojos podían ver más allá de lo que teníamos enfrente.
Podía saber que más al fondo de donde estábamos había alguien más, de hecho eran 4 o 5 personas.
A nuestra izquierda bajo un árbol que estaba casi en la esquina del terreno también había otro grupo de gente.
Son mis hermanos – me tranquilizo Ester – Es que se van para allá con sus amigos.
Los del Fondo son los amigos de Miguel, los de la esquina son los amigos de Gabriel.
– Y porque no están juntos – Pregunte – Locos que son – respondió para luego agregar.
Es que los amigos de Miguel fuman ….
Marihuana – dijo como si aquello le causara algún tipo de vergüenza.
¿Usted fuma? No – dije – ¿Y usted? No – respondió rápidamente.
Entendí que quizá la conversación podía ser incomoda y la verdad yo no había llegado a conversar o juzgarla.
Eran mis inicios de conquista, tenía 17 próximo a cumplir la mayoría de edad , tanto mi cuerpo como mi mente me pedían ir más allá del sexo en casa.
Porque no había noche que mi hermanita Lily no me sacara la leche, había salido igual o más calentona que Beatriz mi hermana menor.
Lily a sus 12 era una insaciable de verga que por ahora era el desagüe de mi otro hermano de 14 y mío, pues Beatriz hacia algunos meses se había mostrado reacia a tener sexo con nosotros.
–No es correcto – había dicho y se lo respetábamos, haciéndola únicamente testigo de aquellas cogidas entre hermanos que teníamos durante las noches en aquel cuarto que papá había rentado solo para nosotros.
– Usted me gusta mucho – dijo Ester mientras me tomaba la mano.
No respondí.
Por timidez o por lo que sea, sin embargo apreté su dedos entre los míos y creo que se dio cuenta que algo sentía por ella.
Estábamos sentados en un viejo sillón de metal y cómo si quisiera adelantarme en el tiempo gire mi vista y pude saber que bien podía follarmela ahí mismo.
Porque yo a eso había llegado, eran mis primeras correrías fuera en busca de sexo.
Lo había practicado desde los 12 con mi hermana, pero era inexperto en relacionarme con chicas que no fueran mi familia.
Para mí el sexo había sido prácticamente un juego, eso que también había follado con mujeres adultas, pero igual habían sido ellas quienes habían tomado la iniciativa.
– Ya pícaro – oímos decir a la madre de Ester.
Su voz venía del cuarto, ese que había adivinado era uno de los dormitorios de la casa.
La ventana quedaba hacia dónde estábamos nosotros y por precaución nos separamos un poco.
Incluso nuestras manos se alejaron como si cometiéramos algún pecado.
– Ya loco – déjame ver que no anden por ahí esos chamacos babosos.
Ya papi – dijo con aquel acento de mujer que se ha pasado de copas.
– ¿No quieres follar perra? – escúchanos decir- ¿No quieres comerte está vergota?
– Si papi.
Espera, déjame cerrar la ventana.
Ay papi malo, ya ya.
No me toques ahí que me pongo como perra en celo.
Ay papi mmm aaaah.
Que rico, que rico…
Parece ser que no la dejaron cerrar la ventana.
Ester y yo supimos lo que estaba pasando.
Era evidente que la mamá de mi amiga había encontrado con quien saciar sus deseos de sexo antes que yo.
Ester parecía no poder explicarme o qué hacer ante aquella situación, aunque estábamos en lo oscuridad supe que por su mente pasaban uno y mil pensamientos.
– Ya nos ganaron – alcance a decir-
E iba a continuar, pero en ese instante llego como aparecido por arte de magia Gabriel el hermano mayor de Ester.
Tras de él su otra hermana Yadira, esa flaquita de 14 que con sus ojos parecía decirme que había elegido a la chica equivocada, porque no había pasado por alto sus evidentes coqueteos cuando me vio llegar.
Fue Gabriel quien tomó la iniciativa, nos hizo el gesto de que hiciéramos silencio y caminado en puntillas se colocó de tal manera que podía ver hacia adentro del cuarto.
Yadira como fiel escudera lo imito y se fue a colocar tras él.
Difícil sería que alguien pudiera verlos desde aquel dormitorio porque había tenido a bien ocultarse tras el grueso tronco de aquel viejo árbol de mango.
Adentro seguía el cachondeo, al menos eso imaginábamos porque los jadeos de Doña Refugio llegaban perfectamente a nuestros oídos.
Un gesto de Gabriel hizo que Ester y yo por primera vez tuviéramos que tomar una decisión juntos.
¿Íbamos a espiar a su madre? Creo que Ester se dio cuenta que era ella quien debía decidir.
No dijo palabra alguna, pero tomando una de mis manos me llevó hasta quedar a la altura de su hermano y pudimos ver.
A su madre la tenían más abierta que portón de vecindad.
Estaba sobre la cama únicamente con aquel brasier negro que parecía querer explotarse por tener aprisionadas aquellas enormes tetas que alguna vez amamantaron a aquellos tres degenerados que hoy la espiaban.
Tenía un culo enorme y aunque con ropa no parecía atractivo si lo era totalmente desnudo.
Morena de pies a cabeza, piernas gruesas un tanto blandas por la edad.
No cabe duda que Román, ese que le estaba chupando el chocho se estaba saboreando un verdadero manjar.
El únicamente se había quitado la camisa dejando ver aquellos pectorales bien delineados producto del ejercicio.
En cuclillas al borde de la cama esmeradamente una y otra vez lo veíamos darle lengua a aquella vulva que por un instante compare con la de mi madre.
Grande, de labios gruesos y esponjosos y aquel gallo enorme como cesta de iguana.
Roja por dentro y de un color morado claro a los lados, depilado.
Sin querer faltarle el respeto a Ester, pero pensé que era un chocho que se me antojaba y mi verga quizá pensó lo mismo porque se puso duro bajo mis calzoncillos.
Doña Refugio no se guardaba las emociones, una y otra vez gemía por aquella chupada que le daban.
Rico papi, rico papi que rico.
Cómeme cariño cómeme – decía.
Gabriel parecía no perder detalle, aún en lo oscuro pude ver en su rostro aquel morbo, aquella lujuria en sus ojos.
Yadira a su lado muy pegada a su flaco cuerpo, porque eran flacos los dos.
El, alto como de 180.
Ella más baja, 170 quizá, ambos de buen parecer, atractivos.
Por un instante pensé que realmente me había equivocado al elegir.
Yadira estaba mucho mejor que Ester.
Quizá el hecho de que a Doña Refugio ahora le estuvieran chupando el culo haya sido la gota que derramó el vaso, porque sin más pude ver cómo Gabriel halo hacia si a su hermana Yadira y tras darle un ligero beso en la boca se saco la verga (era una señora verga) y se la ofreció para que está se la chupara.
Frente a nosotros, a escasos centímetros Yadira se puso en cuclillas y empezó a chuparle aquel garrote a su hermano que excitado gemía mientras movía sus caderas emulando una follada en la boca de su hermana.
Ester parecía no querer verme, porque yo tenía muchas preguntas.
¿Qué pasaba ahí? Su mama follando sin ningún reparo a que pudieran verla.
Yadira y su hermano teniendo sexo oral frente a nosotros.
Lleno de dudas por un instante no supe qué hacer.
Seguía viendo como autómata, a Doña Refugio ya no le chupaban el chocho, ahora era ella la que como buena puta se atragantaba con la polla de Román.
La tenía grande, no tanto como la de Gabriel, pero gruesa, negra con la cabeza color rosado pálido.
Se notaba que aquella señora había practicado mucho sexo oral, lo hacía con maestría.
La forma como deslizaba su lengua por todo el tronco hasta llegar a la punta y engullir nomas lo justo, luego juguetear con la lengua en círculos por todo el glande mientras con su mano lo masturbaba.
Era claro que ella había tomado el mando, que era ella quien llevaba la voz cantante en aquella sesión de sexo.
Yadira también sabía hacer lo suyo, porque Gabriel ahora parecía importarle poco lo hiciera su madre en aquella habitación.
Recostado sobre el árbol una y otra vez gemía sin quitar las manos de la cabeza de su hermana, quizás su idea fuese que Yadira no fuera a tragarse más de lo debido, porque aquella polla fácil le media los 23 o 25 cm.
Su hermana parecía estar acostumbrada, la escuchaba jadear mientras se metía parte de aquel garrote que se manejaba su hermano.
– ¿La quieres perra? – Decía Román con su polla entre manos.
Doña Refugio se la había dejado de mamar y ahora ella se había ido a colocar boca arriba, las piernas en V, esperando a que la follaran.
Con su dedo medio se recorría la raja como si con aquello le dijera a su amante donde quería tener aquella verga.
– ¿Qué hay cuñado?.
¿Usted no va coger – me dijo Gabriel?
Y sin esperar respuesta se llevó a Yadira hacia la banca de hierro donde minutos antes habíamos estado Ester y yo.
Vimos como su hermana se quitó los calzones y levantándose la falda se sostuvo con las manos y se agachó para que Gabriel pudiera penetrarla desde atrás.
No sabría decir quién comenzó primero.
Quizás al mismo tiempo, pero ahí estaban.
Adentro aquella cuarentona tragando verga al borde de la cama, piernas al hombro.
Afuera Yadira, una pequeña de 14 añitos penetrada por su hermano de 19.
Era ahora cuando me preguntaba si había elegido mal.
Porque Ester no me parecía del tipo que cogiera con su hermano.
Era más del tipo que tendría sexo con alguien que le gustara, como yo.
Al menos eso me había dicho.
Me resultaba morboso ver y oír a la mama de Ester gimiendo y pidiendo más, me resultaba morboso ver a aquellos hermanos follando sin importarles que nosotros lo estuviéramos viendo.
Pero quizá hoy el incesto no fuera lo mío.
Aunque tenía la verga parada no hice nada por ir más allá con Ester.
Tomados de la mano vimos como aquellos cuatro llegaron al final de lo que hacían.
Gabriel termino en un tremendo jineteo sobre Yadira haciéndola gemir una y otra vez, creo que acabo dentro.
Doña Refugio y Román fueron el espectáculo principal.
Ella lo cabalgó como amazona, con aquel gordo culo moviéndose de adelante hacia atrás, en círculos.
Era una experta que con sus movimientos parecían que iba a quebrarle la verga a Román.
Los dos llenos de sudor, cansados.
Cuando llegó el momento ella se bajó para entre masturbadas y chupadas le saco chorros y chorros de semen que luego chupo con aquella cara de zorra satisfecha.
– Que rico papi, que rico.
Que rico coges – musitaba.
Yadira también le limpio el semen a su hermano.
El parado, desnudo frente a ella con su reata babeante, ella en cuclillas polla en boca se tragó cualquier resto de los líquidos de su hermano.
A lo lejos pudimos ver aquella luz, un cigarrillo quizá de marihuana como había dicho Ester.
Que allá se iban los que fumaban esa droga.
Fue entonces que caí en cuenta.
Aquello había sucedido en medio de mucha gente.
Porque según sabía en el otro extremo de la propiedad también habían otros amigos de la familia García.
Así como habían aparecido igual se desaparecieron Yadira y Gabriel, se perdieron en la oscuridad dejándonos solos a Ester y a mí.
Ella seguía agarrada a mi mano y así salimos a la entrada de su casa en donde nos despedimos no sin antes prometerle que llegaría al día siguiente.
Me dolía la parte de baja de los huevos, era una sensación que pocas veces había sentido hasta hoy.
Sabía que necesitaba descremarme y rumbo a mi casa tentado estuve a meterme a alguno de los terrenos baldíos y pajearme.
Serían las 11 de la noche y decidí aguantarme hasta llegar a mi cuarto en donde sabía que estaban mis hermanos.
Con esa idea apresure el paso.
Mi madre estaba aún despierta, papa también.
Era la primera vez que su cachorro llegaba a estas horas.
– Vas a comer – pregunto ella.
– No – dije tratando de simular cansancio.
Mi padre sonrío.
Quizás adivinaba que su hijo estaba por descubrir un mundo hasta ahora desconocido.
Esa noche Lily supo lo que era un hombre excitado.
Una y otra vez la cogi sin importarme que mi hermana Beatriz nos pidiera dejarla dormir porque tenía examen al día siguiente.
Mal por ella, podía unírsenos pero hacía algunos meses que aduciendo faltas a la moral ya no era parte de nuestros juegos sexuales.
Mal por ella, porque mis 17 cm por años le habían dado tanto placer como el que sentía hoy Lily quien de perrito recibía mis últimas embestidas para después correrse al unísono conmigo.
Era una guara mi hermanita a sus 12 años.
Yo sabía que Beatriz no era parte de nuestros juegos por otros motivos, pero eso lo contaré en otro relato.
Seguiré contando ….
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