La confesión
Un padre de la iglesia recibe la confesión de otro padre, de familia, que ha cometido un grave pecado.
-Quiero confesarme, padre-
-Adelante, hijo-
-Pero padre…necesito saber…es que…-
-Habla, hijo-
-¿Estará resguardado mi secreto?-
-Tu pecado se mantendrá solo conmigo y con Dios, hijo mío-
-¿Me lo jura?-
-Hijo, por su puesto pero ¿qué es lo que has hecho que te preocupa tanto mantener en secreto?-
-Padre…
….
….
-Todo comenzó hace algunos meses. Me había quedado solo con mi hijo. Mi esposa había ido con mi otro hijo a visitar a sus abuelos afuera de la ciudad. Mi hijo tiene XX años, usted lo conoce. Es un buen muchacho, tranquilo, inteligente, muy bien portado. Ya está en la edad de querer salir solo, ir a pasear con amigos y conocer gente. Siempre me preocupé por él, también por el otro. Son muchachos de buen ver, atléticos por practicar deporte. De piel lisa morena como la mía, de rostro tierno y atractivo por su madre. Bueno, todo comenzó un día que me pidió salir. Yo estaba muy ocupado trabajando y decidí dejarlo salir recomendándole que se cuidara, ya sabe lo que todos los chicos de su edad pueden hacer. Ya había hablado con el del sexo. No lo interrogué mucho para no causarle penas así que simplemente se salió prometiéndome llegar antes de las 10 de la noche. Pasó el tiempo, yo estaba muy cansado la verdad, entre las tareas del hogar que mi esposa me había delegado, el cuidado de mi hijo y el trabajo en casa yo estaba rendido. No sé en qué momento caí dormido completamente. Abrí los ojos, preocupado. Vi la hora “¡¿12 de la noche!? Por Dios es tardísimo” me levanté apresurado no por el trabajo si no por mi hijo, no había oído que llegara y ya era muy tarde. Lo busqué en la sala, la cocina, el comedor. Nada. Todas las luces apagadas. Fui a su cuarto. Me paré en seco. Pude oír claramente tenues pero claros unos gemidos. Caminé seguro y abrí la puerta rápidamente “¡¿HIJO!? ¿¡Qué…..-
…
…
…
-Continúa, hijo. Te escucho-
-Padre. Prométame una última vez que todo lo que le diga aquí permanecerá en secreto y no lo sabrá nadie jamás-
-Hijo, te lo repito, Quedará en secreto de confesión-
-…padre, después de abrir la puerta me quedé en shock. Frío sin moverme ni un centímetro. Ahí estaba..-
-¿Quién, hijo?-
-Ahí estaba, padre…postrado en la cama con las piernas abiertas y…con sus dedos metidos…en…el…ano…-
-Dios mío ¿Con quién estaba?-
-Solo, padre. Estaba mi hijo con sus propios dedos metidos dentro de su ano.
-….-
–“¡¡¡TADEO!!!” le grité “¿¡Qué…qué… haces!?”. No me respondió. Su rostro estaba rojo, su cuerpo lleno de sudor. Tres dedos introducidos dentro de su ano “Papá…” me dijo. Su voz entrecortada, silenciosa y trémula. Me quedé atónito parado ahí en la puerta por quien sabe cuánto tiempo. Él no se detenía y seguí metiendo y sacándose los dedos sosteniendo una pierna con su otra mano “¡¡Sá…sácate eso de ahí!!” le ordené “No…no puedo…papá. Ayúdame.” Lo miré contrariado “¿A…a…qué te refieres?” Pregunté. Sentí un aroma. Un aroma que jamás había sentido, padre. Era intoxicante. Envolvente. Penetraba cada poro de mi piel llenando todo mi ser. Él se sacó los dedos dejándome ver su ano palpitando, su ano húmedo lleno de un líquido viscoso y transparente. Me desperté del shock en el que estaba al darme cuenta de que mi pene estaba completamente erecto, duro como una piedra dentro mis pantalones. Me lastimaba mi miembro encerrado. Duro, tan duro que dolía. No sé porque, padre, le juro que no sé porque, como o qué, pero algo me controló en ese momento. Caminé hacía el, saque mi pene justo enfrente de su culo palpitante y húmedo y sin preguntar, sin aviso, sin detenerme introduje cada centímetro de mi pene erecto en su culo.
-….-
-Él grito. No sé si de dolor o placer, su grito era único como una mezcla de ambos. Sentí presión, sí. Era un culo virgen, padre. Pero recibió mi pene sin ningún problema, hasta sentí como si lo succionará. Le puse la mano en la boca para callar su grito de dolor y placer. Eyaculé justo cuando mis testículos chocaron con sus nalgas. Oh, padre. Me vacíe por completo casi descontroladamente. No pude evitarlo, no pude evitar vaciar mis testículos hasta dejarlos secos dentro del culo de mi hijo. Parecía que nunca acabaría. Él también eyaculó. Nos retorcíamos de placer. No había terminado de eyacular cuando sentí la brutal e incontrolable necesidad de violar su culo. Padre, no pude. Comencé a moverme sin aviso, rápido, sacando y metiendo hasta el fondo. No paraba. El gemía y entre más duro se la metía más fuerte gemía. Lo hice hasta que el pareció desvanecerse. Le saqué mi pene envuelto en mi propio semen batido. Lo tome del cabello y lo jale hasta poner su rostro en mi pene “Mámamela” No sé qué me dominaba a tratar de esa manera a mi propio hijo. Con mis dedos abrí su boca y metí mi pene hasta el fondo. Cogí su garganta como su culo. Hasta el fondo y sin piedad. Padre, no sé qué hacía. Cuando mi hijo recobró el sentido intentaba sacarse mi pene, pero no lo dejaba. Así como su culito virgen su boca parecía recibirme. Intentaba jalar aire cuando mi pene lo asfixiaba, pero eso solo me daba oportunidad de introducir mi pene más profundo. No pude más y eyaculé. Una parte la deje en su garganta y fui dejando semen mientras sacaba mi pene para echarle el resto en su cara. No sé de dónde salía tanto semen. De nuevo sentí que me quedaba seco pero mi pene no podía parar, yo no podía parar. Levanté a mi hijo y lo avente boca abajo en la cama. Lo acomodé en cuatro y de nuevo introduje mi pene hasta el fondo de un solo golpe. Grito de placer. Lo tome del cabello para poder meterle mi pene tan profundo como podía. Se lo metía sin piedad, brutal. Así lo tuve hasta que de nuevo eyaculé. Por un momento pensé que era un sueño. Eyaculaba tanto que pensaba que era imposible. Pero no me detuve mi pene seguía duro como una roca y su culito, padre, su culito seguía apretado como cuando le introduje mi pene por primera vez. Saqué mi pene y no veía semen salir de su culito, solo el que quedaba alrededor de mi pene. Se lo hice dos veces más. Una en su boca, otra en su culito. Cada vez eyaculaba tanto como la primera vez. La última vez lo cargué y lo puse frente de mí. Con mis brazos abriendo sus piernas y mis manos controlando su cadera lo violé. Si padre, lo viole porque no le pedía permiso ni me importaba su opinión solo quería hacerlo mío. No sé cómo los vecinos no nos oyeron. El ruido de sus nalgas chocando con mis muslos, con mis testículos y sus gritos de placer “Sí, papi. Más” me rogaba. Si yo me detenía, mas por cansancio que por falta de lujuria, el rogaba por más “No te detengas papi, por favor, dame más” Seguí así hasta que no pude aguantar y lo preñé una última vez. El eyaculó no como yo esperaba. No como los hombres. Se orinó padre. Así parecía. Yo por mi parte eyaculé. Era tanto el semen que ya tenía dentro que esta última vez salió de su culito casi explotando. Él se desvaneció y yo sobre él. Abrazados en la cama permanecimos así dejando que el orgasmo se fuera lentamente. Lo abracé y nos rodé para que descansara sobre mí. Así dormimos. En mis sueños, dormitando no dejaba de pensar “Viole el culito de mi hijo. Lo preñé ¿Qué he hecho?”.
-…hijo…-
-Padre, no sé qué había dentro de mí que me controló y me impulso a hacerlo.
-…y….y…¿tu hijo?-
-Durmió. Dormimos por unas horas. Abrazados. Él dormía profundamente. Me levante a las 6 de la mañana. Fui con cuidado al baño para orinar. El pene me dolía. Había follado tanto su culito y su boca que le pene me ardía. Terminé de orinar y lo oí llegar por detrás mío. “Papi” me llamó. No quería voltear. No podía ver de frente ante la luz de la noche el rostro de mi hijo al cual había preñado hasta el cansancio. Voltee finalmente. Me sonreía. Camino a mí y me abrazó. “Te amo, papi” Lo abrace y acaricie su cabeza “Perdóname, hijo”. El pareció no entender porque me disculpaba. Regresamos a la cama. Abrazados dormimos hasta que llegó la mañana. Decidí que no fuera a la escuela y yo mandé un mensaje al trabajo reportándome como enfermo.
-Hijo…esto que me cuentas…¿que pasó después?
-Al siguiente día yo intenté ignorarlo todo, como si nada hubiera pasado. Para mi hijo pareció ser más fácil porque seguía su vida normal sin muchos cambios. Al siguiente día llegó mi esposa con la noticia de que me debía dejar a los niños porque surgió un problema en su familia y debía estar ahí algunas semanas. Para este momento la situación con mi hijo la había enterrado en mi memoria así que no me quejé y me quedé con los niños. Como yo trabajo en casa era más fácil para mi hacerme cargo de ellos pero, padre, fue mi peor error. Pasaron unos tres días y yo estaba más tranquilo con el trabajo. Ese día decidí comprar unas cervezas y quedarme en mi cuarto viendo la tele. Después de un rato noté un cierto silencio en la casa y decidí ver donde estaban mis hijos. Una fría sensación recorrió mi cuerpo, fue como revivir aquel día. Ese aroma impregnaba la casa por completo aún más fuerte que la primera vez. Cerré los ojos y respiré profundamente intentando controlarme dándome cuenta de que de nuevo mi pene se ponía duro como una roca y mis huevos parecían llenarse de semen. Perdone el lenguaje, padre.
-…no…no te preocupes hijo, continúa-
-Intente controlarme, alejarme del cuarto de mis hijos, irme a la cama, dormir y dejar que esto pasara para no pecar de nuevo. Pero no podía controlarme, no pude. Ese aroma me jaló al cuarto de mi hijo y me obligó a abrir la puerta.
-…-
-…-
-…y ¿qué pasó, hijo?
-Padre…mi hijo, el menor, el de XX años arrodillado a un lado de la cama le metía el puño al mayor que se encontraba con las piernas abiertas arriba de la cama. Quedé impactado fuera de sí. Claro, el puño de su hermano menor era nada comparado con mi pene que lo violó sin piedad aquel día. “Papi” dijo mi hijo menor. Los dos sudaban, emanaban ese lujurioso aroma. Se veían…no se padre…como si emanaran ese aroma de su ser. Parecían calientes, sonrojados. Igual que la otra vez no me pude controlar. Caminé hacía ellos y saqué mi pene, húmedo y lubricado, duro igual que la otra vez. Mi hijo menor vio mi miembro impactado, con la boca totalmente abierta. Al ver su boca abierta mi pene se movió allá. Sin piedad, sin aviso como cuando violé el culito del mayor metí mi pene hasta el fondo, lo mas profundo que pude. No le cabía ni la mitad. Violé su boquita y su garganta si piedad como el día que desvirgué a su hermano. El se ahogaba con mi pene intentaba sacárselo, pero no lo dejaba. Lo agarraba del cabello y lo obligaba a tragarse mi miembro mientras el, como si supiera que hacer, seguía metiendo y sacando su mano del culito de su hermano mayor. Así estuve hasta que le preñé su boquita. Oh, padre. Era tanta la leche como la primera vez e inevitablemente salió de su boca. Era demasiada. No esperé ni un instante y moví mi pene al culito de su hermano, mi hijo mayor. El menor sacó su puño y como aquella vez introduje mi pene hasta el fondo, y lo violé sin piedad pero, esta vez no eyaculé enseguida. Usé su culito tanto como quise mientras el chico veía mi miembro entrar y salir del culito de su hermano. Sus ojos sorprendidos, su boquita llena de mi semen. Sabía lo que le esperaba. Use el culito del mayor cuanto se me dio la gana. De vez en cuando lo sacaba y lo introducía en la boca del menor y violaba su boquita. Me pasaba de un hoyo al otro, usándolos a mi antojo. Ya iba a eyacular y mi mente se tornó perversa. Mas de lo que ya era. “Te voy a preñar nene” le dije al mayor mientras destrozaba su culito. Mire los ojos distraídos de su hermano menor que observaba el culito de su hermano. Sin previo aviso, tome al menor del brazo y lo avente a la cama. Lo coloqué rápidamente en cuatro y le introduje mi miembro vaciando toda mi leche dentro. Callé con mi mano su grito de placer y dolor. Pero no me detuve, seguía follando su culito mientras me vaciaba. Era tanta leche que se salía de su culito ahora desvirgado. Estaba fuera de control. Como la primera vez mi miembro se mantenía duro y mis huevos producían cantidades increíbles de leche. Agarré el cabello del mayor y lo obligué a que mamara mi pene. Los cambié de posición. Todos los hoyitos de mis hijos parecían recibirme con gusto como si quisieran que los violara. Cuando iba eyacular decidí que era el turno de que el mayor tragara mi semen. Introduje mi pene en su boca, hasta el fondo y ahí vacíe toda mi leche. Se desbordaba de su boca, era tanto semen que no podía tragarlo todo. Todavía estaba duro así que decidí seguir. “Arrodíllense aquí” les ordené señalándoles la posición frente a mi “Bésense”. El mayor ya sabía, yo le había enseñado pero el menor me miró confundido así que le enseñe. Su boquita tierna sabía a mi semen. Una vez aprendido se besaron y yo, como el pervertido que ahora me declaro y en el que me convertí introduje mi miembro entre sus boquitas como si las follara. Padre, no puedo expresarle la lujuria y la excitación que sentí en ese instante. Se besaban compartiendo mi semen que había dejado en sus boquitas, mamaban mi pene al mismo tiempo. Me tocaba los pezones buscando sin pena tener lo más que pudiera de excitación aprovechando esta repugnante pero exquisita situación. Me turnaba en meter mi pene en sus boquitas, en medio. Nunca dejaron de besarse. Por fin llegué de nuevo al punto y decidí eyacular en sus bocas. Se besaron como compartiendo mi semen, el jugo que les dio la vida. Cuando terminé me sentía completamente exhausto y a punto de desfallecer pero mi pene seguía duro. Me tiré en la cama sin más. Padre, si alguien quiere decir que los obligué a hacer algo que no querían que lo que sucedió a continuación sea prueba de mi inocencia. Tirado en la cama completamente cansado sentí que en mi pene se sentaba uno de mis hijos. Era el menor. El solo introducía en su culito mi pene dándose el placer que quería usándome como un simple medio para obtener placer. El mayor por su parte se acerco a mi para besarme. Así siguieron, turnándose, mamando mi pene, metiéndoselo en sus culitos, mamando mis huevos, besándome. Al fin, usándome como yo los use. “Hijos, ya no puedo. Me vengo” al oír esas palabras decidieron masturbarme y ver como mi pene expulsaba a toda potencia ese último golpe de semen. Eyaculé y me perdí en mis sueños, el cansancio me gobernó. Los pude sentir entre sueños cuando se acomodaron en mis brazos, y así abrazados, dormimos hasta el amanecer.
-…-
-…-.
-….-
-Padre…¿hay alguna forma en la que pueda obtener el perdón?-
-…hijo mío…claro que hay perdón si te arrepientes. Sin embargo, también son pecadores tus hijos y creo que es hora de que vengan a mí para expiarlos de sus pecados-
-Padre…así será-
Uffff que relato tan morboso! Me ha encantado! Sigue sigue!
Wao, que morbo, me fascino. Felicitaciones
Wow que relato más exitante, me la jale variaveces, desolo imaginarme las escenas. Espero una continuación.
Un relato muy morboso, yo también tengo 2 hijos varones. Le damos al morbo puro cuando estamos los tres solos