La conversación
Tuve una charla con mi esposa que nunca pensé que iba a tenerla y mucho menos con el resultado de la misma. .
Era domingo por la noche, por la tarde habíamos ido a la casa de una de las hijas de mi mujer, tienen varios hijos, todos casados y con varios hijos cada uno de ellos.
Estábamos sentados en un sillón mirando la televisión. Con mi mujer, su nombre es Martha, estamos junto desde hace 20 años, ya somos maduros, yo le llevo dos años a ella. Tengo 61 y somos una pareja muy abierta en lo que respecta a lo sexual. Esa noche de golpe me pregunta:
– ¿Qué le hiciste esta tarde a mi nieta?
– ¿A tu nieta?
– Si.
– No sé de qué estás hablando.
– Sí sabés.
– No, te juro que no sé.
– ¿Con quién estuviste hoy por la tarde?
– Con tu nieta Lucila, estuvo sentada sobre mi regazo.
– Así es. ¿Y qué hiciste con ella?
– Nada, mujer, me podés decir ¿qué te pasa?
– Bueno… decime qué le hiciste.
– La tuve sentada sobre mis piernas y cuando pude la toque el culo y las tetitas y te puedo decir que me gustó, mucho. ¿Por qué? ¿Está mal?
– Eso quería escuchar. No, no pasa nada, me gusta que te gusten las mujeres de mi familia.
– ¿Sí?, dije con asombro.
Bueno, me gusta que te guste. Es simplemente un toquecito, me gusta mucho esa pequeña mujercita.
– ¿Te gusta que tiene 10 años?
– Si eso me gusta mucho. Pero también me gusta tu nieta Maira, la que está preñada.
– De eso te quería hablar,
– ¿De qué cosa?, dije extrañado.
-De ella.
-Bueno, decime.
Martha se arrimó aún más a mí y me paso un brazo por el cuello, me contó que había hablado con su nieta y ella le dijo que no quería ponerle el apellido del padre o el de mi esposa, ya que el machito que la preñó cuando se enteró de la cosa, se fue rápidamente y le dijo tajantemente que no quería saber nada del pibe. En este caso es una niña. Ya que Maira está embarazada de 8 meses. Pues la joven le dijo a mi pareja que quería que yo le diera el apellido a la nena. A esto dije lo que sigue:
-Pero yo no la cogí, Martha, porque no se hace cargo el pendejo que se la puso y le dejó la leche en la concha y prendió.
– El pibe se fue y desapareció y no va a volver.
– ¿Y ella quiere que yo le dé el apellido?
– Eso quiere.
– ¿Y vos que decís?
– Que hagas lo que vos quieras.
Le dije a mi pareja que yo podía hacerlo, pero que tenía dos condiciones para llevarlo a cabo.
-Decime, me dijo mi mujer con los ojos bien abiertos.
Creo que mi esposa se la vio venir. Yo con serenidad, le dije que quería tener relaciones sexuales con Maira, como primera condición; y, como segunda, que ella estuviera de acuerdo con esto. Se quedó callado por unos instantes y me dijo:
-Bueno, voy a charlar con ella para ver que dice.
-Perfecto, le dije, pero hay algo más.
– ¿Qué más, amor?
-Mirá mi vida, quiero que esto sea abierto, que los tres, junto con la nena vivamos juntos y tengamos sexo entre los tres o como sea. Y no pienso cuidarme, esto te lo digo en relación a si Maira queda embarazada de nuevo. Martha quedó un poco fuera de eje.
-No puedo creer lo que me está diciendo.
– ¿Por qué me lo decís? ¿No te gusta?
-No, no tengo problemas, tengo que hablar con ella para ver si quiere esas condiciones.
– Mi amor, le dije, ¿vos que opinás, al respecto?
– Me parece bien y creo que me va a gustar, mientras me contabas las condiciones me excité un poco, lo cual me parece que me va a gustar mucho.
-Bueno, me encanta que te guste. Sabés que te amo mucho.
-Yo también mi amor. Mañana voy a ir a hablar con mi nieta.
Yo estaba un poco extrañado de esta apretura de Martha, peor me quedé muy feliz porque me parece que esto es encontrar una variante a la relación con ella.
Había pasado unos nueve días acerca de la conversación que habíamos mantenido con mi mujer y no había hecho ninguna referencia al respecto. Estaba un poco extrañado por ello. Pero el jueves por la tarde al llegar del trabajo Martha me dijo que el viernes estaría en casa mi nieta.
– ¿Para qué viene la nena? ¿A charlar o a “jugar”? dije con cierta picardía.
– A las dos cosas, me respondió, y te tengo una sorpresa.
– ¿Sí? Dije sorprendido, me gusta que des sorpresas.
Llegó el viernes y a eso de las 21.00 horas llegó Maira, estaba hermosa con esa panza enorme, esas tetas y ese hermoso culo que tiene, y que el embarazo ha potenciado con cierta gordura que me excita sobremanera. Estaba sentado en un sillón, se acercó me dio un beso y se sentó a mi lado. Mi esposa me dio un beso en la boca de lengua, lo cual ya me empezó excitar.
-Me gusta que le des tu apellido a mi hija, me dijo.
– Quiero dárselo, pero me gusta que tengas relaciones conmigo. ¿Te gusta?
– Si, mucho, le dije a mi abuela que no causaba problemas entre ustedes yo no tenía problemas.
-Bueno, mejor así. Vamos a la pieza, dije.
-Vamos nosotros después te llamamos, mi amor, me dijo Martha.
Me saqué la ropa, ya tenía la verga erecta, la cabeza estaba colorada y brillosa, en ese momento me llamaron, fui, entré a la habitación, mi mujer estaba con una pequeña tanga, el triángulo de tela que tapa el monte de venus dejaba salir por los costados y por arriba los pelos de bella concha, el corpiño era abierto en el medio, lo cual dejaba a la vista a los enormes pezones, ya estaba como loco.
Maira estaba con una can can sin nada abajo lo cual dejaba entrever su concha y su culo, arriba tenía un baby doll blanco por el cual se traslucía sus pezones, marrones oscuros y erectos, llenos de leche, los cuales iba a succionar hasta tomarme todo y emborracharme de lujuria. Su enorme panza era muy bella y su ombligo sobresalía prepotente.
Comencé a besar su panza, saqué la can can y llegué hasta su concha, tenía una vulva bellísima, hacía tiempo que no veía una concha con unos labios tan prominentes, eran como alas de mariposa, los abrí y metí la lengua adentro de esa argolla ya muy mojada.
Mi mujer ya estaba en bolas, vino hacia mí y comenzó a acariciarme los pezones, debe admitir que los tengo muy sensibles y me gusta mucho que hagan eso, además de lamerlos y chuparlos con ella sola sabe hacerlo. Mientas tanto Maira me chupaba la verga, dando vueltas con su lengua sobre mi cabeza, con una mano estiraba el prepucio hacia adelante y hacia atrás y con la otra me acariciaba los huevos.
Se sentó al borde de la cama, la hice acostar, levanté sus piernas y le introduje mi verga su concha caliente, a todo esto, mi mujer se estaba haciendo una paja, sentada en la banqueta, colocaba su dedeo medio dentro de su concha mojada y luego lo subía para acariciarse el clítoris.
Yo hice subir a la cama a Maira, la puse en cuatro patas y me fui hasta la cómoda y traje una crema con la que le lubrico el culo a Martha, ahora se lo iba a lubricar a esta pendeja calentona, le metí un dedo y luego otro en el culo, para después encarar con mi pija, su canal anal era una delicia. Hacerle el ojete a esta nena me ponía muy loco de excitación.
Más tarde, me acosté y le dije a Maira que cabalgara mi pija, lo hizo, mientras yo acariciaba sus tetas y las apretaba hasta que empezó a salir la leche, me bañé en ella y tomé también mientras la pendeja no dejaba de jadear y saltar sobre mi verga.
-Cuando tangas a esta nena después de te voy a coger tanto hasta hacerte otra, pendeja putona, le dije con voz baja.
-Si cogela a esa putita, dijo me señora, que no dejaba de acabar mientras seguía jugando con su clítoris inflamado y rojo.
En medio de todo ese marasmo de sexo desenfrenado, Maira sacó la pija de su concha y se la metió en el culo y comenzó a cogerme como una perra en celo, no pude aguantar y me salió toda la leche que derramé en el interior de su culo. Mientras ella gemía como una loba todavía no saciada de verga. Mi mujer estaba mirando ya había terminado con sus pajas y estaba, parece, satisfecha.
Maira fue hasta el baño y yo me quedé con Martha, nos dimos un beso y ella me susurró al oído.
-En un rato te quiero con la pija dura porque necesito que me cojas.
Si, respondí con el ultimo halo de voz que me quedaba, lo voy a hacer amor mío.
Buen relato muy bien la abuela